147
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 3
(1), enero-mayo 2022, pp. 137-157.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/e3.1.9
por varias fases de organización hasta que por fin se pone al servicio de
la reproducción» (Freud, 1926/1976b, p. 196).
Aquí la relectura nos aparta algo del asentimiento: «por fin se pone
al servicio de la reproducción» (Freud, 1926/1976b, p. 197), como si eso
fuera un camino preformado por la herencia de la especie, que es tal
como Freud lo concebía. Hoy tendemos a pensar que esa sexualidad in-
fantil sería implantada desde el adulto que cría al infante, quien, con los
cuidados y desde su propio inconsciente, seduce e implanta lo sexual in-
fantil. El atisbo freudiano de esta concepción estaría en aquello afirmado
en Tres ensayos de teoría sexual (Freud, 1905/1978) sobre que la madre
sin saberlo toma al niño «como objeto sexual de pleno derecho» (p. 203).
Hemos visto estallar en nuestro mundo actual la relación entre la se-
xualidad y la reproducción, donde esta última puede verse asistida desde
el laboratorio y, sin embargo, lo humano esencial parece seguir en pie. La
época que nos toca vivir es muy diferente a la del entorno freudiano; las
formas de ejercicio de la sexualidad adulta reconocen más el derecho al
placer propio y ponen como límite el no daño al otro, pero no el encade-
namiento a la supervivencia de la especie.
Otras afirmaciones son igualmente discutibles, como: «En la vida aní-
mica del niño se registran hoy los mismos factores arcaicos que en épo-
cas primitivas rigieron de manera universal la cultura humana» (Freud,
1926/1976b, p. 198). Esto no es aceptado ni lo era ya por la antropología
de su época (Freud, 1913/1986). De igual modo, cuando dice: «Acerca de
la vida sexual de la niña pequeña sabemos menos que sobre el varoncito»
(Freud, 1926/1976b, p. 199), encontramos un Freud que, si bien fue muy
adelantado al reconocer y abrir camino a la humanidad de la mujer, no
escapa a los preceptos de su invisibilidad, pues esta quedaba aún situada
en el continente negro, tan mentado.
Por el contrario, la vida sexual infantil sigue irguiéndose en su po-
limorfismo y desorganización, tal como fue descrita en 1905 (Freud,