Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 2
(2), julio-diciembre 2021, pp. xx-xx.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: xxxxx.
137
¿PUEDEN LOS LEGOS
EJERCER EL ANÁLISIS?
DE SIGMUND FREUD
Olga Salgado Moreira
Asociación Uruguaya de Psicoterapia Psicoanalítica
Montevideo, Uruguay
Correo electrónico: olgasalgado52@gmail.com
ORCID: 0000-0002-0800-2348
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 3
(1), enero-mayo 2022, pp. 137-157.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/e3.1.9
Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo
SALGADO MOREIRA, O. (2022). ¿Pueden los legos ejercer el análisis? (de Sigmund
Freud).
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 3
(1), 137-157.
DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/e3.1.9
Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0)
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Vol. , N.o 1
138
Sobre el texto y su autora
En este número de la revista Equinoccio, dedicado a la formación del
psicoterapeuta psicoanalítico, no podía faltar el punto de vista de Freud.
Aunque no hay un texto específico sobre el tema en la vasta obra freudia-
na, sí hay numerosos escritos sobre la técnica del análisis y muchas refe-
rencias a las aptitudes que deben reunir los analistas para ejercer. De esa
serie de textos, ninguno es más elocuente que ¿Pueden los legos ejercer el
análisis? Diálogos con un juez imparcial, de 1926. Aunque la motivación para
su escritura estuvo dada por un suceso coyuntural ante el cual Freud sintió
imperativo dar su punto de vista, este trabajo se transformó en un examen
detallado de las competencias necesarias para ser analista, diferentes y, en
cierto sentido, opuestas a las exigidas para el ejercicio de la medicina.
En esta oportunidad, la relectura no consiste en la reedición del texto
—tal como lo hemos realizado en anteriores entregas de la revista—, sino
en su comentario. Se ha tratado de ofrecer una visión del texto actualizada
y en perspectiva, a través de la mirada de una colega que conoce y enseña
desde hace más de treinta años la obra de Freud.
Olga Luz Salgado es licenciada en Psicología, su segunda opción uni-
versitaria, luego de haber cursado cuatro años de Medicina. Trabaja en clí-
nica desde sus comienzos. En los primeros años, en inserción institucional
honoraria y, luego, desarrollando práctica privada con niños y adultos, así
como en ejercicio extramuros en un centro de diálisis, donde acompañó pa-
cientes a lo largo de veinticinco años.
Realizó su formación específica en psicoanálisis en grupos privados y
en la Asociación Uruguaya de Psicoterapia Psicoanalítica (audepp), donde
cursó los seminarios curriculares e integró durante más de diez años un
grupo de investigación en psicoanálisis de niños.
Ha desarrollado la función docente en el Área de Psicoanálisis de la
Facultad de Psicología de la Universidad de la República, así como en los
seminarios curriculares y de profundización de audepp y en su Instituto
Universitario de Posgrado (iupa), desde su fundación, en 2005, hasta el pre-
sente. Entiende la docencia como una forma de seguir profundizando en
esta disciplina.
139
El trabajo de Sigmund Freud escrito en 1926, que releemos hoy, surgió
a raíz de una circunstancia concreta: la acusación a Teodoro Reik, analista
en Viena, de prácticas impostoras, no legales (Freud, 1926/1976b). Hoy
lo releemos, precisamente, desde su inserción en el momento histórico
en que se escribió. No podemos realizar esta relectura sin ver lo circuns-
tancial de su complejo contexto, que involucra la historia del movimiento
psicoanalítico y el papel de Freud en esa organización naciente, así como
el marco general de las reglamentaciones profesionales, en boga en ese
momento. Por otro lado, valoramos el artículo mismo y su estilo literario,
que hace de él una joya.
«A medida que la medicina se torna cada vez más científica, los es-
tados sienten una necesidad creciente de reglamentar sus actividades
terapéuticas», nos dice Elizabeth Roudinesco en su biografía de Freud
(Roudinesco, 2015). Estas reglamentaciones buscaban proteger a los pa-
cientes de los impostores. Esta psiquiatría también había incluido al loco
dentro de un marco nosográfico. Y Freud —procedente de la neurología
y la fisiología, que había construido su disciplina como una rama de la
psicología— era a la vez heredero del magnetismo de Mesmer, del hipno-
tismo, de la sugestión y de la catarsis, y terminó en la transferencia.
El psicoanálisis devolvía la palabra al sujeto y realizaba la antigua
idea de que el paciente, más que el médico, tiene el poder de acabar por
sí mismo con sus sufrimientos psíquicos.
En ese momento en Europa y Estados Unidos ya había instituciones
destinadas a formar profesionales psicoanalistas. En la interna psicoana-
lítica, luego de una larga historia de traspiés y escándalos, desde 1920 se
encuentra instalado el Instituto Psicoanalítico de Berlín, de formación,
140
¿Pueden los legos ejercer el análisis?
- Olga Salgado Moreira
así como su policlínico, que daba asistencia gratuita de terapia psicoa-
nalítica a cargo de Max Eitingon y que fuera modelo de otros institutos
posteriores.
El momento tiene sus contradicciones, como le dice Sándor Ferenzi a
Freud en carta del 25 de diciembre de 1920: «las cosas van mal para to-
dos nosotros, pero muy bien para nuestra causa […] la causa nos devora
y en cierta forma nos disolvimos en ella» (Roudinesco, 2015, p. 229). Las
consecuencias de la guerra y el sostenimiento personal de todos ellos no
estaban siendo fáciles. En esta relectura intentaremos acercarnos a los
hechos concretos que provocaron que Freud escribiera el artículo del que
hoy nos ocupamos, aparecido en setiembre de 1926 en el contexto del
proceso judicial contra Reik.
En 1924, según relato de Roudinesco (2015), Freud le deriva a Reik
un paciente estadounidense, Newton Murphy, para que siguiera una cura
psicoanalítica, sin haber advertido que el paciente presentaba signos de
psicosis. Murphy, enemistado con Reik, lo denuncia por ejercicio ilegal de
la medicina. En febrero de 1925 se le prohíbe a Reik el ejercicio del análisis.
Antes de este episodio, en el marco de reglamentaciones del ejercicio
médico, Arnold During, quien pertenecía al Consejo Superior de Salud de
la ciudad de Viena, había pedido a Freud una evaluación sobre el hecho
que los no médicos practicaran el análisis. A su vez, el 8 de marzo de
1925, Freud le escribió a Julius Tandler, y Reik lo visita para tratar de que
interceda en la denuncia efectuada contra él, pero no ocurre el resultado
previsto. Tandler, médico austríaco reconocido por su acción política a
favor de la medicina social, era conocido de Freud y se habían relaciona-
do por la inquietud que presentaban las neurosis de guerra.
Este proceso judicial contra Reik tuvo implicancias personales para
Freud, por su cercanía. Además, Freud había sido impulsor de su práctica
y de su formación, y había desestimulado que hiciera formación médica,
pero había motivado que se ocupara de otras disciplinas (Reik era, de
141
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 3
(1), enero-mayo 2022, pp. 137-157.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/e3.1.9
hecho, doctor en Filosofía). Este episodio se convierte en una pieza más
del ataque al psicoanálisis, que ya llevaba una larga historia en 1925.
La estructura del movimiento psicoanalítico contaba ya con una ins-
titucionalización firme desde 1920, con crecientes reglamentaciones in-
ternas. En 1923, se establecieron sus grandes reglas: análisis personal,
revisión de la práctica por un colega experiente (figura del didacta) y
formación específica. Se trataba de una organización sobre la que Freud
tenía acuerdo e influencia, pero que funcionaba con autonomía respecto
a su persona. En efecto, tampoco estaba libre de contradicciones entre el
pensamiento de Freud y las conveniencias institucionales que defendían
actores como Ernest Jones y Max Eitingon en ese momento.
En sus comienzos, el psicoanálisis tuvo muchos flancos de ataque
y no todos eran infundados, como el conocido caso de Hermine Hug-
Hellmuth. La mayoría se debían a que la organización acogía entre sus
seguidores o miembros a personas que a la postre se vislumbraban
como psicóticos. Por lo tanto, la reestructura de 1920 trató de tener una
fuerte protección contra errores de ese tipo a la hora de admitir a sus
miembros.
En ese escenario, la prohibición de ejercicio que recayó sobre Reik
amenazaba la riqueza del movimiento psicoanalítico, que se debía a la
diversidad de quienes se habían unido a él. «Originarios de los cuatro
puntos cardinales de Europa y casi todos políglotas, los freudianos habían
adquirido una gran cultura en el ámbito de las ciencias, las letras, la socio-
logía, la filosofía y la antropología […]. Pocos de ellos eran autodidactas»
(Roudinesco, 2015, p. 235). Entre ellos se encontraba Reik, quien tenía
una cercanía especial con Freud, a quien consideraba un genio; para él
el amor común por Goethe había precedido a su amor por Freud, y este
último lo respetaba y le reconocía talento.
Disidentes como Whihelm Stekel, presidente de la Asociación de
Analistas Médicos Independientes, también se dispusieron a combatir
142
¿Pueden los legos ejercer el análisis?
- Olga Salgado Moreira
contra el «psicoanálisis lego», como se le decía al que ejercían los no
médicos. Por otra parte, se decía que la moda del freudismo perjudicaba
al turismo vienés por los muchos extranjeros que ocupaban residencias
para frecuentar el diván de la Berggasse.
Todo ello configuraba un nuevo ataque al psicoanálisis.
La postura de Freud en ¿Pueden los legos ejercer el análisis? (1926/1976b)
está lejos de ser unánime en el propio movimiento psicoanalítico de su
época. Diríamos que encarnaba un posicionamiento que, como bien dijo
Jean Bertrand Pontalis en el prólogo de la edición francesa de 1985, «para
Freud, seguramente, la cuestión del análisis profano (lego), era la cues-
tión del análisis mismo» (Roudinesco y Plon, 1998).
El texto, escrito en un estilo ágil y vivaz al decir de James Strachey
(1976), tiene enormes virtudes de forma. Por ejemplo, un diálogo entre
Freud y un «juez imparcial», que, según nos dice en el epílogo, podría
corresponder a un alto funcionario, «de benévolas intenciones y de inte-
gridad poco común» (Strachey, 1976, p. 169). Esas características hacen
del texto una pieza a tener en suma consideración.
Con lo dicho hasta aquí, se me ocurre que la lectura de este texto
de Freud (1926/1976b) es muy recomendable para aquellos que se in-
teresan por la formación psicoanalítica y que sienten la exigencia de ir
dilucidando cuál es su especificidad. Freud separa dicha especificidad de
la medicina y, diríamos también, de la psicología a partir de las formu-
laciones metapsicológicas (Roudinesco, 2015). Este texto tiene la virtud
de expresar los distintos tópicos en los que incursiona en un lenguaje
para no iniciados, haciendo gala de no haberse desprendido del lenguaje
coloquial, tan caro como fuente de conocimiento para Freud.
Sin pretensión de ser exhaustivos, recorreremos a continuación los
siete capítulos poniendo de relieve lo que nos toca particularmente por
nuestros recorridos previos.
143
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 3
(1), enero-mayo 2022, pp. 137-157.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/e3.1.9
La obra comienza con una descripción de la situación analítica. Esta
no admite observadores externos, pero aquellos que la han vivido, sea
desde cualquiera de los lugares, la podrán reconocer. Pone la nota en el
valor desigual de cada una de las sesiones, lo que los participantes solo
en la intimidad pueden colegir. Y acentúa el factor afectivo que subtiende
al encuentro, dando importancia al influjo personal del analista (factor
sugestivo), que desempeña también un papel.
En el segundo capítulo desarrolla la teoría o, como le gusta decir a
Freud (1926/1976b), «una doctrina psicológica» (p. 179). Ubica esa teoría
marcando su universalidad como «ese fundamento común de la vida aní-
mica» (p. 180) que hasta entonces han omitido los psicólogos.
Si bien la teoría que trata de explicitar se basa en el yo de la segunda tó-
pica, en una exposición que es contemporánea a la escritura de Inhibición,
síntoma y angustia (Freud, 1926/1976a) hace también mención a los sue-
ños como aquello que su joven ciencia recoge de pleno derecho para la
vida anímica y que no había sido tenido por la ciencia formal como digno
de consideración. Nos encontramos con una descripción del yo digna de
resaltar:
reconocemos en el ser humano una organización anímica interpolada
entre los estímulos sensoriales y la percepción de sus necesidades cor-
porales, por un lado, y sus actos motores, por el otro, que media entre
ambos términos con un propósito determinado. Llamamos a esta orga-
nización su yo. (Freud, 1926/1976b, p. 182)
También expresa cómo el saber popular da cuenta del ello a través de
expresiones como «me sacudió» o «había algo en mí que en ese instante
era más fuerte que yo» (p. 183).
A la vez, Freud (1926/1976b) va bosquejando muestras del tema
central que lo ocupa, dando pinceladas de lo propio del analista y su
144
¿Pueden los legos ejercer el análisis?
- Olga Salgado Moreira
formación: «exigimos que todo aquel que quiera ejercer en otros el aná-
lisis se someta antes, él mismo, a un análisis» (p. 186). La creencia en el
método depende de la vivencia adquirida en el análisis propio de aquel
que luego lo va a ejercer.
El tercer capítulo se ocupa de la dinámica del funcionamiento psíqui-
co, de las pulsiones y del principio de placer. Nos muestra un psiquismo
encarnado: «las fuerzas que pulsionan al aparato psíquico a la actividad
son producidas en los órganos del cuerpo como expresión de las grandes
necesidades corporales» (Freud, 1926/1976b, p. 187). Y el aparato fun-
cionaría básicamente buscando la satisfacción de las pulsiones, la rebaja
de tensiones, lo que se siente como placentero; el principio del placer
sería el regulador de la actividad anímica. El yo viene a ser el timón que
permite alcanzar la meta de satisfacción, que puede ser inmediata o di-
ferida. Aparece este yo, que guiará el proceso de llegar a la satisfacción,
auscultando la realidad y sus posibilidades, o interviniendo en el mun-
do exterior y produciendo en él deliberadamente las condiciones de la
satisfacción.
El interlocutor imaginario pregunta: «¿Y consiente el ello semejante
gobierno por el yo, toda vez que, si le he entendido bien a usted, es el más
fuerte de los dos?» (Freud, 1926/1976b, p. 188). Contesta Freud:
Sí; eso anda bien cuando el yo posee su íntegra organización y capa-
cidad de rendimiento, tiene acceso a todas las partes del ello y puede
ejercer su influjo sobre ellas. En efecto, no hay una enemistad natural
entre el yo y el ello, que se copertenecen y, en el caso de la persona
sana, prácticamente no se separan entre sí. (p. 188)
Para comprender cómo se llega a las perturbaciones del funciona-
miento, se presenta el modo en que Freud vislumbra que el mundo ex-
terior, la realidad, los otros y lo social altamente organizado, en lo cual
145
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 3
(1), enero-mayo 2022, pp. 137-157.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/e3.1.9
estamos insertos, hacen que los deseos pulsionales no se satisfagan y,
en consecuencia, se produzca el trauma. Si se subsiste a él, se guarda
una alerta ante el peligro de reedición del trauma, mediante un afecto de
angustia. Encontramos aquí una forma clara y sucinta de explicar la com-
plejidad de su texto contemporáneo Inhibición, síntoma y angustia (Freud,
1926/1976a).
Freud y su interlocutor vienen por el camino de explicar cómo se pro-
duce la enfermedad. Para ello hacen mención al yo infantil, que al comien-
zo es endeble y poco diferenciado del ello. Y tan dependiente —agregaría-
mos nosotros— de su entorno afectivo.
Como Freud pretende dar cuenta ante su árbitro imparcial de cómo
se ocasiona la neurosis, hace una espléndida descripción del yo versus la
represión. Explica cómo esta, de alguna forma, en la medida que excluye
del poder del yo muchos contenidos, dificulta su síntesis, lo empobrece.
Si bien esos contenidos no encuentran vías de salida directa, sí lo logran,
aunque de manera deformada, por lo que aparece el síntoma. Tenemos
neurosis: «el yo ha hecho el intento de sofocar de manera inapropiada
ciertos sectores del ello, ha fracasado y el ello se ha tomado venganza»
(Freud, 1926/1976b, p. 190).
Dice Freud que el yo entra en conflicto porque quiere «atenerse en-
teramente a la obediencia al mundo exterior» (1926/1976b, p. 190). El yo
neurótico se somete a eso tan complejo que el autor llama el mundo exte-
rior, que no es el de la simple percepción, sino el mundo humano, con sus
fuertes determinantes socioculturales, según el momento y las peculiarida-
des de la cultura de un tiempo dado. «Tales oposiciones entre la realidad
y el ello son inevitables y una de las tareas permanentes del yo es mediar
entre ellas» (p. 190).
Luego vuelve a centrarse en la infancia y a explicar el porqué de su
centralidad, en la medida que esta es el tiempo de las represiones decisi-
vas. Con un yo poco desarrollado, cuando se le plantea una tarea ardua,
146
¿Pueden los legos ejercer el análisis?
- Olga Salgado Moreira
un conflicto que no puede enfrentar, lo resuelve con la exclusión de con-
tenidos decisivos.
¿Y la tarea terapéutica?
En la medida que impulsamos al enfermo a superar sus resistencias en
la comunicación, educamos a su yo para que venza su inclinación a los
intentos de huida y para que soporte la aproximación a lo reprimido.
[…] A menudo al yo adulto y fortalecido le parece un juego de niños
aquello frente a lo cual el yo infantil emprendió la huida aterrorizado.
(Freud, 1926/1976b, p. 192)
El valor de lo infantil está muy ligado al yo infantil represor.
En el cuarto capítulo el autor se ocupa de lo sexual. Habiendo pasado
por la estructura y la dinámica, ahora aborda los contenidos de la vida
anímica. Aquí el diálogo con el interlocutor se vuelve picante por ser este
un destacado representante de la vida cultural del momento, a la que
Freud critica diciendo «cuán neurótica es nuestra vida cultural» (Freud,
1926/1976b, p. 194), con un especial prejuicio sobre lo sexual, lo que
incluiría al interlocutor también.
El interlocutor comienza diciendo que hasta ese momento toda la ex-
posición ha sido pura. Y Freud acota: «La vida sexual no es solo maliciosa
picardía, sino un serio problema científico» (1926/1976b, p. 196). Logra,
así, un gran despegue respecto del espacio sociocultural de su época.
Nos encontramos con que las represiones que emprende el yo infantil
son sobre mociones pulsionales sexuales que acompañan la vida desde
el comienzo. El descubrimiento de la sexualidad infantil se cuenta entre
los hallazgos significativos del psicoanálisis. La vida sexual infantil es ca-
racterizada como diversa de la del adulto: «Se constituye y crece a partir
de numerosas pulsiones parciales, con sus metas particulares y atraviesa
147
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 3
(1), enero-mayo 2022, pp. 137-157.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/e3.1.9
por varias fases de organización hasta que por fin se pone al servicio de
la reproducción» (Freud, 1926/1976b, p. 196).
Aquí la relectura nos aparta algo del asentimiento: «por fin se pone
al servicio de la reproducción» (Freud, 1926/1976b, p. 197), como si eso
fuera un camino preformado por la herencia de la especie, que es tal
como Freud lo concebía. Hoy tendemos a pensar que esa sexualidad in-
fantil sería implantada desde el adulto que cría al infante, quien, con los
cuidados y desde su propio inconsciente, seduce e implanta lo sexual in-
fantil. El atisbo freudiano de esta concepción estaría en aquello afirmado
en Tres ensayos de teoría sexual (Freud, 1905/1978) sobre que la madre
sin saberlo toma al niño «como objeto sexual de pleno derecho» (p. 203).
Hemos visto estallar en nuestro mundo actual la relación entre la se-
xualidad y la reproducción, donde esta última puede verse asistida desde
el laboratorio y, sin embargo, lo humano esencial parece seguir en pie. La
época que nos toca vivir es muy diferente a la del entorno freudiano; las
formas de ejercicio de la sexualidad adulta reconocen más el derecho al
placer propio y ponen como límite el no daño al otro, pero no el encade-
namiento a la supervivencia de la especie.
Otras afirmaciones son igualmente discutibles, como: «En la vida aní-
mica del niño se registran hoy los mismos factores arcaicos que en épo-
cas primitivas rigieron de manera universal la cultura humana» (Freud,
1926/1976b, p. 198). Esto no es aceptado ni lo era ya por la antropología
de su época (Freud, 1913/1986). De igual modo, cuando dice: «Acerca de
la vida sexual de la niña pequeña sabemos menos que sobre el varoncito»
(Freud, 1926/1976b, p. 199), encontramos un Freud que, si bien fue muy
adelantado al reconocer y abrir camino a la humanidad de la mujer, no
escapa a los preceptos de su invisibilidad, pues esta quedaba aún situada
en el continente negro, tan mentado.
Por el contrario, la vida sexual infantil sigue irguiéndose en su po-
limorfismo y desorganización, tal como fue descrita en 1905 (Freud,
148
¿Pueden los legos ejercer el análisis?
- Olga Salgado Moreira
1905/1978). Y sigue dando trabajo a los padres y educadores de hoy. El
ensamblaje, tan importante a nivel del pensamiento infantil, que se pro-
duce en su enroque erógeno, sigue pidiendo aún más investigación.
Merecen particular interés, por su claridad y poder de síntesis, algu-
nos párrafos del texto de Freud (1926/1976b):
los deseos incestuosos son una herencia arcaica de la humanidad y nun-
ca se superaron por completo, de suerte que los dioses y sus retoños
aun tenían permitido cumplirlos, cuando la mayoría de los comunes
mortales ya había debido renunciar a ellos. En total armonía con estas
enseñanzas de la historia y de la mitología, hallamos presente y activo
todavía hoy el deseo incestuoso en la infancia del individuo. (p. 198)
Sin embargo, tiene mayor énfasis la historia sociocultural que confor-
man los poderes represivos a los que sigue teniéndose que adecuar el yo
infantil.
También amerita detenernos en este pasaje: «El interés que presentan
esos análisis de niños es de diversas clases, es posible que en el futuro
cobren mayor importancia todavía. Su valor para la teoría está fuera de dis-
cusión» (p. 201). Lamentablemente, en la historia del desarrollo del pensa-
miento psicoanalítico esto no ha sido tan así, y recién en las últimas déca-
das aparece realmente como contribución a la profundización de la teoría.
Sobre el final del cuarto capítulo reconoce la encrucijada que implica
la liberalización sexual y busca disminuir las represiones excesivas, ya
que se pregunta si con esto «¿No se infringirá un extraordinario menos-
cabo a la aptitud para los rendimientos culturales?» (p. 203).
El desarrollo del quinto capítulo nos hace pensar que el propósito del
texto está concluido, esto es, mostrarle a su juez imparcial qué clase de
conocimientos hacen falta para el ejercicio del análisis, que no son los
de la medicina. Pero aún parece que al recorrido anterior le ha faltado
149
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 3
(1), enero-mayo 2022, pp. 137-157.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/e3.1.9
complejidad, porque para explicar una de las principales oposiciones al
progreso de los empeños terapéuticos resta incorporar la instancia del
superyó. Así lo plantea Freud (1926/1976b):
dentro del yo mismo se ha de diferenciar una instancia particular que
llamamos superyó. Pertenece al yo por su elevada organización psico-
lógica, pero mantiene un vínculo muy íntimo con el ello. Este super
puede contraponerse al yo, tratarlo como objeto y a menudo le da un
trato muy duro. Es el portador de la conciencia moral. (p. 208)
Todo el nivel de resistencias es analizado acá, sobre todo aquellas
relacionadas con el sentimiento inconsciente de culpa que aprisionan al
analizado para no salir de su condición de enfermo o incapacitado. El au-
tor muestra, entonces, que la empresa no es fácil y que «el mejor camino
para abreviarla [a la cura] parece ser el de su correcta realización» (Freud,
1926/1976b, p. 210).
Otros aspectos, como el influjo personal y la transferencia, son inser-
tados así:
El neurótico se pone a trabajar porque presta crédito al analista, y le
cree porque adopta una particular actitud afectiva hacia la persona del
analista. También el niño cree solo a las personas de quienes depende
[…] usamos el influjo sugestivo particularmente grande (no para sofo-
car los síntomas) como fuerza para mover al yo del enfermo a superar
las resistencias. (Freud, 1926/1976b, p. 210)
Surgen las dificultades:
ese vínculo afectivo posee la naturaleza de un enamoramiento, se vuelve
exigente, reclama exclusividad, desarrolla celos y muestra rápidamente
150
¿Pueden los legos ejercer el análisis?
- Olga Salgado Moreira
prontitud para la hostilidad y la venganza, cuando no puede alcanzar
sus propósitos, extinguiendo su interés por la cura y el restablecimien-
to. (Freud, 1926/1976b, p. 210)
Sin embargo, en el obstáculo halla las soluciones:
Y tomamos como objeto del análisis a ese mismo enamoramiento. […]
El paciente repite con el analista vivencias que pasó generalmente con
sus objetos primarios. Actitudes anímicas que estaban prontas en él son
repetidas. Aquí se llega al máximo de requerimiento de las exigencias
de la técnica analítica. Aquí es posible cometer los más grandes errores
o asegurarse los mayores éxitos. (Freud, 1926/1976b, p. 211)
Despachar al enfermo tan pronto como aparecen las cosas desagrada-
bles de su neurosis de transferencia no sería juicioso y además sería co-
barde. Es cierto que en la realidad no se puede muchas veces hacer otra
cosa, y se tiene que interrumpir el análisis. (Freud, 1926/1976b, p. 212)
Por el contrario, ceder a los reclamos de la transferencia sería dejar al
paciente encerrado en eso mismo que lo enferma y privarlo de «la única
salida posible de la situación de transferencia [que es] la reconducción al
pasado del enfermo […] esto exige mucha destreza, paciencia, calma y
autosacrificio» (Freud, 1926/1976b, p. 213).
Sobre el final del quinto capítulo, Freud vuelve a la formación de los
analistas en ese momento y nos remite a dos institutos que ya estaban en
funcionamiento, uno en Berlín y otro en Viena, y a un tercero en Londres,
pronto a inaugurarse por esos días. «En estos institutos los candidatos
mismos son analizados, reciben instrucción teórica y […] gozan del au-
xilio de un analista más antiguo y experimentado cuando se les permite
hacer sus primeros intentos en casos leves» (Freud, 1926/1976b, p. 213).
151
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 3
(1), enero-mayo 2022, pp. 137-157.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/e3.1.9
Vemos en este párrafo una caracterización sintética pero completa del trí-
pode que constituye hasta hoy la plataforma para la formación del futuro
psicoanalista: análisis personal, estudio teórico y práctica supervisada.
Al haber mostrado cómo se necesita de una formación especial, que
hace que el futuro practicante no sea realmente lego en el campo del
psicoanálisis, Freud podría haber concluido el artículo, pues muestra con
extensión que el psicoanálisis es una disciplina que necesita de su propia
formación específica. Casi se diría que la medicina es lega respecto del
psicoanálisis. Pero Freud reserva más argumentos aun.
Es así que en el sexto capítulo, con sutil ironía, dice: «Los médicos
entregan al análisis el mayor contingente de “curanderos” […] quien em-
prende un tratamiento sin poseer los conocimientos y capacidades re-
queridas para ello» (Freud, 1926/1976b, p. 214). Y agrega: «El médico ha
recibido en la universidad una formación que es casi la contraria de la que
haría falta como preparación para el psicoanálisis» (p. 216). Hablando
de la psiquiatría, que sería la parte de la medicina presumiblemente más
próxima al psicoanálisis, señala que «Busca las condiciones corporales
de las perturbaciones anímicas» (p. 216). Esta unilateralidad por sí misma
no es objeto de crítica para Freud, en tanto sostiene que «toda ciencia es
unilateral y debe serlo pues se limita a determinados contenidos, puntos
de vista, métodos» (pp. 216-217). Pero justamente por ello puede decir
también que «El psicoanálisis es sin duda sumamente unilateral, en cuan-
to ciencia de lo anímico inconsciente» (p. 217).
Más adelante, asumiendo la voz crítica de los que se oponen a reco-
nocer otra formación que la médica, dice: «vaya a saber uno si tiene algún
valor lo que se enseña en los institutos analíticos» (Freud, 1926/1976b,
p. 217). Atribuye esta falta de credibilidad de los institutos psicoanalíticos
al hecho de que la universidad decidiera dar la espalda a la joven ciencia.
Sin embargo, esa formación puesta en entredicho es importantísima en
razón del daño que puede ocasionar una práctica incorrecta. Nos dice:
152
¿Pueden los legos ejercer el análisis?
- Olga Salgado Moreira
«Coloco el acento en la exigencia de que no pueda ejercer el análisis
nadie que no haya adquirido títulos para ello mediante una determinada
formación. Me parece accesorio que la persona sea o no un médico»
(Freud, 1926/1976b, p. 219). Este caso es el suyo propio: tener los títulos
del recorrido exigido tampoco asegura nada.
Freud ubica esta publicación más allá de lo concreto que la motiva
y en respuesta a las prohibiciones propiciadas por el gremio médico que
pretenden impedir por completo a los legos el ejercicio del análisis, ten-
dencia que por otra parte imputa a una inclinación general de la política
austríaca (furor prohibendi). En la exposición de estos argumentos nos
encontramos con una frase, semejante a esas observaciones finas de la
realidad, muy freudianas y valiosas que pueden valer fuera del contexto;
la frase dice: «donde hay solo unas pocas prohibiciones se las respeta
escrupulosamente, pero si las prohibiciones lo acompañan a uno donde-
quiera que vaya, se siente formalmente la tentación a desobedecerlas»
(Freud, 1926/1976b, p. 221).
Tratando de abordar más allá de la circunstancia el problema del
ejercicio del psicoanálisis, Freud (1926/1976b) se pregunta si debe estar
sometido a la intervención de la autoridad o dejarlo librado a su desa-
rrollo natural. Él se muestra partidario de que siga por su propio cami-
no. Su posición respecto al tema que convoca el artículo tiene efecto de
presión entre sus colegas analistas, ya que muchos de ellos apoyarían la
prohibición del ejercicio para los no médicos. Freud mantiene su postura,
aunque no sea apoyado por el movimiento psicoanalítico en su totalidad.
Mantiene siempre un lugar de autonomía frente a la institucionalidad psi-
coanalítica, a la que él apoya como un mal necesario para el desarrollo
analítico, pero ante la cual trata de mantener su libre pensamiento y, a ve-
ces, llega a estar en oposición. Teme que los avatares (y las regulaciones)
del ejercicio profesional traben el desarrollo de la ciencia.
153
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 3
(1), enero-mayo 2022, pp. 137-157.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/e3.1.9
Retoma el tema central en el séptimo capítulo, donde le hace decir a
su interlocutor:
Usted mismo dice que la enorme mayoría de sus discípulos y partida-
rios son médicos. Se me ha revelado que ellos en modo alguno com-
parten el punto de vista de usted en el problema del análisis ejercido
por los legos. Tengo derecho a suponer, desde luego, que sus discí-
pulos adhieren a sus exigencias de preparación y no obstante hallan
compatible con ello prohibir el ejercicio del análisis a los legos. (Freud,
1926/1976b, p. 224)
Freud aborda acá el problema del diagnóstico, ya que es estricto res-
pecto a que la indicación de análisis se justifica exclusivamente en la
neurosis. Dicho diagnóstico no es tan fácil de acotar, como parecería que
lo muestra el caso que ocasiona la denuncia contra Reik, relacionado con
un diagnóstico equivocado de Freud al hacerle la derivación a Reik del
paciente estadounidense.
Mirado desde la actualidad, se observa cuánto más complejo tene-
mos el campo respecto de aquellos que creemos pueden beneficiarse con
el tratamiento psicoanalítico. Y cuánto más complejo e inabarcable es, ya
que son muchas otras las teorizaciones posfreudianas que vendrían en
nuestro auxilio teórico frente a esta ampliación del campo.
Ese temor recurrente de no advertir la enfermedad mental (psicosis)
en el consultante es vislumbrado por Freud en todo aquello que pue-
de considerarse como factores que dificultan que la organización yoica
pueda adquirir una conformación adecuada para afrontar la vida, y tien-
de a ubicarlos en el terreno orgánico, heredado. En esos casos donde
es crítico el diagnóstico diferencial, el análisis se sirve del médico cuan-
do sospecha que una perturbación orgánica se presenta en el paciente.
Freud (1926/1976b) observa al respecto que el «tratamiento orgánico y
154
¿Pueden los legos ejercer el análisis?
- Olga Salgado Moreira
psíquico no se ejecutan bien reunidos en una sola mano» (p. 228). A con-
tinuación, abunda en argumentos al respecto:
el vínculo de la transferencia puede hacer desaconsejable que el analis-
ta examine corporalmente al enfermo y en tercer lugar el analista tiene
todas las razones de dudar de su [propia] imparcialidad pues su interés
se concentra de manera muy intensa en los factores psíquicos. (Freud,
1926/1976a, p. 228)
Freud retoma su posición de defensa de los analistas legos, consi-
derando detenidamente los intereses del enfermo, del médico y de la
ciencia, e incluye también los intereses de los futuros pacientes, parti-
cularmente en el contexto de una cultura que favorece la aparición de la
neurosis. Para el enfermo,
tiene una importancia incomparablemente mayor que el analista tenga
cualidades personales, que lo hagan digno de confianza, y que haya
adquirido conocimiento e intelecciones, así como experiencias que lo
habiliten para cumplir la tarea […] los analistas legos que hoy ejercen el
análisis no son individuos ordinarios cualesquiera, sino personas de for-
mación académica, doctores en filosofía, pedagogos, y mujeres de gran
experiencia en la vida y sobresaliente personalidad, que además deben
someterse al instituto didáctico en análisis. (Freud, 1926/1976b, p. 229)
Freud avizora, sueña:
Si algún día se fundara una escuela superior psicoanalítica —cosa que
hoy puede sonar fantástica—, debería enseñarse en ella mucho de lo
que también se aprende en la facultad de medicina: junto a la psicolo-
gía de lo profundo, que siempre sería lo esencial, una introducción a la
155
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 3
(1), enero-mayo 2022, pp. 137-157.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/e3.1.9
biología, los conocimientos de la vida sexual con la máxima extensión
posible, una familiarización con los cuadros clínicos de la psiquiatría
[así como también] historia de la cultura, mitología, psicología de la
religión y ciencia de la literatura. Sin una buena orientación en estos
campos, el analista quedaría inerme frente a gran parte de su material.
(1926/1976b, p. 230)
Otra afirmación fundacional sobre la materia de estudio de lo aními-
co, que la distingue de lo biológico, es la siguiente: «No importa el modo
que la filosofía pretende salvar el abismo entre lo corporal y lo anímico; él
subsiste en principio para nuestra experiencia, y por cierto para nuestros
empeños prácticos» (Freud, 1926/1976b, p. 231).
Si bien hoy, con el avance de las neurociencias, se nos abre la posi-
bilidad de ir achicando brechas, estos descubrimientos no son contrarios
a los correlatos psíquicos formulados por el psicoanálisis y mantienen el
postulado básico aquí formulado. Asimismo, Freud (1926/1976b) argu-
menta a favor de la menor regulación en función del interés de la ciencia,
que es aquel que para él siempre ha sido la preocupación mayor. Y lo mis-
mo hace en relación a la contribución que el psicoanálisis puede aportar a
la cultura, más allá de la práctica clínica: «Lo que de verdad interesa son
las posibilidades de desarrollo interno del psicoanálisis, que están más
allá de ordenamientos y prohibiciones» (p. 234).
Hasta aquí, la lectura de este material por el aspirante a formación
psicoanalítica a fin de desarrollar una práctica lo podría poner en cómo-
do diálogo con Freud, quien no suele hablar para un lego respecto del
psicoanálisis. Si bien le otorga a ese interlocutor imaginario para el cual
escribe características de juicio similares a las de sí mismo, ello puede
implicar dificultad ante otro que careciera de dicha actitud intelectual.
En el epílogo de la obra de Freud que aquí releemos, el autor informa
sobre el fin del proceso contra Reik, del cual fue sobreseído. Adjudica
156
¿Pueden los legos ejercer el análisis?
- Olga Salgado Moreira
este fallo más a las inconsistencias del demandante que a las virtudes de
su escrito. En este epílogo se alude también a la resolución en contra de
los analistas legos del grupo de Nueva York, que Freud obviamente no
comparte. Según nos dice Roudinesco (2015), Jones y Eitingon influye-
ron para que en su texto Freud suavizara los términos en contra de los
estadounidenses, que resultarían inconvenientes por razones políticas,
propias de la institucionalidad psicoanalítica internacional.
Creemos que en esta obra Freud (1926/1976b) jerarquiza, como en
ninguna otra publicación, la importancia de la formación en psicoaná-
lisis y remarca y defiende su especificidad al separarlo de la medicina.
Afirmamos nosotros que esa especificidad también lo separa de la psi-
cología a partir de la institución de su metapsicología. Tanto la medicina
como la psicología son las formaciones de grado que han constituido con
mayor frecuencia la base de la formación psicoanalítica, y ambas son
buenos precedentes, pero no contemplan su especificidad, dada por lo
psíquico inconsciente, por lo cual no dejan de representar cierto lastre.
§
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
BraBanT, e., Falzeder, e. y giaMpieri-deuTSCh, P. (eds.) (1999). Sigmund
Freud, Sándor Ferenczi. Correspondencia completa (vol. Vi). Síntesis.
Freud, S. (1976a). Inhibición, síntoma y angustia (1926 [1925]). En Obras
completas (vol. xx, pp. 71-164). Amorrortu. (Trabajo original publi-
cado en 1926.)
Freud, S. (1976b). ¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un
juez imparcial (1926). En Obras completas (vol. xx, pp. 165-244).
Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1926.)
157
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 3
(1), enero-mayo 2022, pp. 137-157.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/e3.1.9
Freud, S. (1978). Tres ensayos sobre la teoría sexual (1905). En Obras com-
pletas (vol. Vii, pp. 109-224). Amorrortu. (Trabajo original publicado
en 1905.)
Freud, S. (1986). Tótem y tabú. Algunas concordancias en la vida anímica
de los salvajes y de los neuróticos (1913 [1912-13]). En Obras com-
pletas (vol. xiii, pp. 1-164). Amorrortu. (Trabajo original publicado
en 1913.)
roudineSCo, E. (2015). Freud en su tiempo y en el nuestro. Debate.
roudineSCo, e. y plon, M. (1998). Diccionario de psicoanálisis. Paidós.
STraChey, J. (1976). Nota introductoria. En S. Freud, Obras completas (vol. xx,
pp. 167-169). Amorrortu.