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Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 3
(1), enero-mayo 2022, pp. 117-134.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/e3.1.8
lingüísticas e ideológicas) en las que se inscribe permite cuestionarla, de-
construirla y analizarla en sus múltiples determinantes.
El devenir de la formación analítica no debiera excluir la aprehensión
de los modos plurales de subjetivación en el presente. Este discernimien-
to demanda comprensión de sus composiciones, respeto por las particu-
laridades de su conformación y consideración de los padecimientos a los
que se ven sometidos los sujetos concretos. El psicoanálisis no puede,
entonces, incrementar los sufrimientos que los ideales sociales provo-
can sustituyéndolos por otros no menos normativizantes y disciplinarios,
aunque parezcan legitimados por sus desarrollos conceptuales. En esta
encrucijada ética se plantea la exigencia de una toma de posición que
implica respuesta y responsabilidad (Laplanche, 2001).
La praxis psicoanalítica, como actividad práctico-poiética (Castoriadis,
1999), adquiere una dimensión política ineludible en la medida en que se
engarza con el magma de significaciones instituyentes de la sociedad. Sus
categorías definen esferas de inteligibilidad que visibilizan o invisibilizan fe-
nómenos humanos. Por ello, la supervivencia de prejuicios revestidos con
ropajes científicos y la reproducción de lógicas que liquidan las multiplicida-
des (Fernández, 2007) refuerzan la clausura de las significaciones imagina-
rias y la subordinación a los fines del control social. La teoría psicoanalítica
denuncia los malestares que la civilización provoca al someter a los sujetos
a un imperativo adaptacionista y normativo, y no debe quedar adherida a
la moral sexual cultural transformándose en ocasión del padecimiento que
aspira a resolver. Como sostenía Marie Langer (apud Sinay, 2008):
la realidad social se filtra, en el proceso analítico, a través del discurso
del paciente, pero también a través de las interpretaciones, lo quiera o
no el analista. Su «neutralidad» no existe, porque nadie puede ser real-
mente neutral: eso es una ficción. Ahora bien, que esta ficción haya sido
postulada por Freud y se haya mantenido para muchos analistas como