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EL MALESTAR EN LA CULTURA
,
NOVENTA AÑOS DESPUÉS
Manuel Laguarda
Doctor en Medicina
Especialista en Psiquiatría de adultos
y de niños y adolescentes de la UDELAR
Diplomado en Psicoterapia para Servicios de Salud de la UDELAR
Vicepresidente de AUDEPP (2003-2004)
Decano del IUPA (2004-2016)
Correo electrónico: mlf@vera.com.uy
ORCID: 0000-0002-3756-3240
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Resumen
Desde la intersección de la historia, la sociología y el psicoanálisis se presenta una
reflexión sobre El malestar en la cultura a noventa años de su publicación.
Para Freud, el malestar proviene de la condición mortal del ser humano, del poder de
la naturaleza y de los vínculos sociales. Estos últimos, al mismo tiempo que imprescindi-
bles para sobrevivir, son fuente de malestar porque requieren de la represión y el control
de las pulsiones, todo lo cual implica el malestar y a la vez un límite a los proyectos de
transformación social.
En este artículo se hace una revisión histórica de la expresión de estos malestares en
la época de Freud, en la época de la globalización y dada la exacerbación de lo anterior en
el marco de la actual pandemia.
Palabras clave: pulsiones, sobrerrepresión, miseria psicológica de las masas, mo-
dernidad líquida.
Civilization and its Discontents: 90 Years Later
Abstract
Under the perspective of history, sociology, and psychoanalysis intersection, we
introduce a reflection on Civilization and its Discontents, 90 years after its publication.
According to Freud, discontent comes from the mortal condition of human beings, the
power of nature, and social bonds. The latter, while fundamental for survival, are also
a source of discontent because they require repression and control of drives, which
implies simultaneously discontent and a limit to the projects of social transformation.
In this article we present a historical review of the expression of these discontents
in Freud’s era, the globalization era, given their exacerbation in the context of the current
pandemic.
Keywords: drives, overrepression, mass pscychological mysery, liquid modernity.
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Hace casi noventa años, en la última semana de octubre de 1929,
cuando quebraba la bolsa de Nueva York, Freud llevó a la imprenta el
manuscrito de una de sus obras fundamentales, El malestar en la cultura.
Desde el lugar de intersección, en el cruce de la historia, de la so-
ciología y el psicoanálisis, podemos encarar este trabajo desde distintos
ejes: la pulsión de muerte como límite a los proyectos de transformación
social, el malestar en la época de Freud, el malestar en la globalización y
el malestar actual.
En su obra El malestar en la cultura, Freud (1992c) concibe tres fuen-
tes que generan malestar en el ser humano: somos finitos y mortales, el
poder y la potencia de la naturaleza nos limitan y los vínculos sociales,
necesarios e imprescindibles para sobrevivir, al mismo tiempo generan
malestar. Para Freud es necesario que se instale, junto con la sociedad,
el control y el límite de los impulsos para permitir la convivencia social.
Ananké y Eros son las dos fuerzas que posibilitan que los seres hu-
manos formen cultura, civilización. Eros, la fuerza del amor, del vínculo
sexual y tierno, y Ananké, término griego que alude a la necesidad; y de
allí, de su confluencia, surgen el trabajo para transformar la naturaleza y
conseguir frutos de ella que le permitan al ser humano sobrevivir.
Freud plantea la hipótesis de que, para vivir en sociedad, las pulsiones
de Eros y Tánatos tienen que ser controladas y reprimidas, y esto genera
malestar. En este punto se articula su idea de que la medida de la libertad
sexual está en relación con la estructura económica de la sociedad, lo
que ya había adelantado en El porvenir de una ilusión (Freud, 1992b). Esto
significa un puente conceptual con desarrollos de Marx, que Marcuse
(1963), más adelante, va a desarrollar con el concepto de sobrerrepresión.
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Otra fuente de malestar es el sentimiento de culpa inconsciente: en
el combate contra las pulsiones, el sadismo del superoprime al yo, lo
que genera este sentimiento de culpa inconsciente para perpetuar la pro-
hibición del incesto. Esto también es una causa persistente de malestar
necesario para la cultura, la sociedad y la civilización.
Otro concepto que Freud señala como fuente de malestar y de po-
sible disgregación de la sociedad es esa situación que él llama miseria
psicológica de las masas, en las cuales se produce una disolución de los va-
lores que guían a la sociedad: se disuelven las identificaciones colectivas
que la sostienen, se abandonan los referentes morales y se disgregan los
ideales. Esto implicaría la disgregación de la convivencia social. Equivale
al concepto de anomia en sociología o a lo que Gramsci (1984) llama crisis
de hegemonía.
Freud no concibe la construcción de una sociedad sin tensiones ni
conflictos, sin malestar, sin maldad, porque la pulsión de muerte habita
en el ser humano. De ahí sus reservas en relación a la experiencia de la
construcción de la Unión Soviética, porque no piensa que solamente con
la superación de la propiedad privada de los medios de producción po-
dría cambiarse radicalmente al ser humano, en una suerte de ingeniería
social, para llegar así a una sociedad trasparente y sin conflictos.
Estos argumentos son similares a los que va a desarrollar más adelan-
te en la conferencia En torno de una cosmovisión (Freud, 1991).
A pesar de que el autor no concibe sociedades perfectas, sí deja plan-
teada la idea de sociedades mejores cuando propone la dialéctica cons-
tante entre Eros y Tánatos a lo largo de toda la historia humana. De he-
cho, el final del texto El malestar en la cultura es una invocación a que las
fuerzas de Eros puedan vencer a las fuerzas de Tánatos para que se siga
desarrollando la sociedad humana; esta es una apuesta a la vida y a la
superación de la humanidad.
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Si ahora tomamos la época de Freud, podemos identificar dos mo-
mentos, separados por la guerra de 1914, que están marcados por dife-
rentes malestares.
En la primera época, en la segunda mitad del siglo xix, Europa central
asiste a una profunda transformación social en la que se pasa de un sistema
de vida agrario, feudal, campesino y precapitalista, a sociedades modernas,
industrializadas, urbanas, capitalistas. Esta trasmutación supone el pasaje
de sociedades delimitadas por lo inmutable de la tradición, donde la vida
está marcada desde el nacimiento hasta la muerte, a nuevas sociedades
basadas en el contrato, donde el cambio permanente se instala.
El pasaje a sociedades modernas y capitalistas presupone un proceso
de disciplinamiento social que tiene como fundamento la acumulación
del capital para levantar industrias y ciudades. Esta transformación so-
cial, al requerir un intenso disciplinamiento social, va a exigir una gran re-
presión funcional, que tendrá como consecuencia un elevado sufrimiento.
Esta primera época de Freud está marcada por un tiempo de inten-
sos miedos al cambio, al extraño, al diferente, a la mezcla de razas, a las
enfermedades, así como por el miedo a la revolución social y a la guerra.
Y Europa va a vivir, a partir de 1900, en un estado de tensión bélica per-
manente, que va a estallar en la guerra de 1914.
Es en este contexto que aparecen las neurosis, se las caracteriza y se
les da un lugar en el discurso de la sociedad. Son sociedades que experi-
mentan las crisis económicas y las vicisitudes e incertidumbres incontro-
ladas del mercado.
En 1873, el mismo año en que Freud entra a la Universidad, se pre-
senta una gran crisis económica en Viena ocasionada por la especulación
inmobiliaria, crisis que va a alcanzar, ya entonces, al mundo entero. Una
consecuencia de ello va a ser el auge del antisemitismo y un giro a posicio-
nes conservadoras en la política de Viena, lo cual va a implicar que muchos
intelectuales se retiren de la vida política y social hacia la vida cultural.
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La Viena del 1900 reconoce, junto con signos de decadencia política
y de crisis inminente, un intenso desarrollo intelectual, del cual es parte
el psicoanálisis (Schorske, 2011). Pero también presenta un florecimiento
en la música, la literatura, la arquitectura y todos los campos de la cultu-
ra. Es una sociedad que está pautada por la crisis de identidad y la frag-
mentación en un imperio multinacional. La identidad austríaca aparece
colapsada por ese gran imperio en el cual son alemanes separados de
Alemania y al mismo tiempo están gobernando razas y pueblos distintos.
Esta es la época de los primeros años de formación de Freud.
La segunda época, después de la guerra de 1914, está trazada por la
debacle bélica, la pandemia de la gripe española y un restablecimiento
económico que termina con la crisis de 1929, la cual genera la quiebra
de bancos e industrias y el avance del nazismo y el fascismo en Europa.
Dicho período se caracteriza por una intensa lucha ideológica: la gue-
rra civil europea —como la denominan algunos autores—, debido a que
se da una confrontación ideológica y política muy fuerte entre el fascis-
mo, el comunismo y las democracias. Conviven la tensión, el malestar y
la crisis con el desarrollo de la cultura, como sucede en la Viena de Freud
y en la Alemania de Weimar antes del advenimiento del nazismo, o pos-
teriormente en nuestra propia sociedad entre 1960 y 1973.
Si los modelos de construcción del yo en la época de Freud implica-
ban una intensa represión sexual, lo que origina las neurosis, la construc-
ción del yo en la segunda mitad del siglo xx, y en sociedades de mayor
desarrollo y consumo, tienen que ver con otros modelos, con otras subje-
tividades y con otras patologías.
La globalización que se instaura en la última década del siglo pasado
está pautada por las ilusiones del fin de la historia, por una globalización
de los capitales, que fluyen de un lado a otro del planeta, pero no se glo-
baliza la democracia o el bienestar de las mayorías. Dicha globalización
se acompaña de una mayor inseguridad.
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En la modernidad líquida de Bauman (2007) todo es mucho más ines-
table. El malestar persiste en forma de amenazas al medio ambiente, de
nuevas pandemias y de guerras. Va a estar pautada por tres grandes mo-
vimientos críticos:
1. La caída de las Torres Gemelas y el terrorismo.
2. La crisis financiera de 2008.
3. La pandemia actual.
Se trata de una globalización frágil. Lo que la pandemia viene a poner
de manifiesto es que este mundo es frágil, que está basado en ilusiones.
Esta globalización y el neoliberalismo habían desarmado los estados
de bienestar para favorecer el gran capital financiero, habían desarticu-
lado los sistemas de salud y dejado a la humanidad indemne ante una
pandemia que la propia globalización se encargó de trasladar a todo el
mundo. La pandemia vino a revelar que la globalización era el mundo del
darwinismo social, en el cual los más fuertes sobrevivían a la crisis del
mercado.
Ahora, en el mundo de la pandemia, sobreviven los más fuertes ante
el ataque de la enfermedad. Es como si lo siniestro, lo real, lo que estaba
escondido detrás de la globalización y el neoliberalismo, se hiciera visi-
ble en la situación de la pandemia. Aquello que Freud (1994) decía de lo
siniestro como la cara oculta de lo real, lo ominoso, de lo que no se ve
pero que está si damos el envés de la realidad, se puede aplicar a esta
situación: la pandemia no crea dicha cara, sino que la manifiesta, la hace
más exultante, más expresiva.
En este presente de pandemia, el malestar humano pone de mani-
fiesto aquello que Freud desarrolla en su texto como fuentes del malestar
propio de toda civilización y que al principio habíamos mencionado: la
fragilidad del ser humano por su condición mortal, la naturaleza con su
poder inmenso y los vínculos humanos, que son fuente de sufrimiento. La
muerte, esa cosa innombrable, indecible, se evidencia ahora a través de
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un enemigo invisible. También podríamos decir que las sociedades que
apuestan al consumo, que vacían de sentido la vida humana, incrementan
esta angustia de muerte. Y la naturaleza, a la que se creía dominada por la
tecnología, aparece ahora con una fuerza que está más allá de la voluntad
humana.
En las sociedades digitales o del enjambre, como las presenta Byung-
Chul-Han (2014), nos habíamos acostumbrado a que no existía la negati-
vidad. Es el mundo del «me gusta», pero ahora aparece allí un virus real
y no un virus de computadora.
Y también los vínculos sociales expresan malestar ya que, si bien to-
dos podemos enfermar o morir, hay sectores con menos recursos y de-
fensas o que no pueden cumplir el aislamiento porque necesitan buscar
el sustento de todos los días, además de las situaciones exacerbadas de
violencia o abuso intrafamiliar.
El psicoanálisis tiene como pilares fundamentales las teorías del in-
consciente, de la sexualidad infantil y de la transferencia. En cada época
se trata de entender cuáles son los modelos de construcción del yo, qué
es lo que gestan las sociedades, cuáles son las subjetividades, las pato-
logías o los recursos técnicos que pueden innovarse. Pero el combate
de Eros y Tánatos, las posibilidades de seguir creando vida y sociedad,
siguen estando presentes siempre, y también en esta hora.
La obra de Freud es muy oportuna, muy pertinente, y estudiarla en
este momento nos hace reflexionar acerca de que en la historia aparecen
a veces acontecimientos impensables que pueden generar nuevas reali-
dades. En el tiempo actual están dispersas las astillas del tiempo mesiá-
nico, como teoriza Benjamin (2010). Esta crisis nos hace estar abiertos a
otras posibilidades, a otros mundos.
La reconstrucción de las sociedades y del mundo también podrá ver-
se como una lucha entre Eros y Tánatos. El desenlace de esta pandemia
podría ser, por un lado, una reconstrucción, la vuelta al mundo neoliberal,
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al mundo del capital financiero, del egoísmo, que podría recobrar ahora
formas peores, formas autoritarias, que darían libertad a los mercados,
pero que oprimirían a los ciudadanos con todos los recursos que se han
desarrollado para el control social en torno a la pandemia. Una recons-
trucción de ese mundo sería siempre el triunfo de Tánatos.
La otra salida, la de Eros, supondría que, sobre la base de la sociedad
y de una conciencia colectiva que supere este individualismo disgregan-
te, se generaran formas racionales y solidarias de convivencia social, a
nivel de las sociedades nacionales y a nivel de una nueva y diferente
globalización. De esta manera, Eros y Tánatos siguen actuando como
principios de lucha y nosotros seguimos estando al servicio de Eros. La
lucha sigue, la vida sigue y el psicoanálisis seguirá, con videollamadas y
con teleconferencias.
Los principios que nos guían a nosotros seguirán presentes para con-
tribuir a nuestras sociedades.
§
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Bauman, Z. (2007). Miedo líquido. Paidós.
Benjamin, W. (2010). Tesis de filosofía de la historia. El cuenco de Plata.
Byung-chul, h. (2014). En el enjambre. Herder.
Freud, S. (1991). En torno de una cosmovisión (1932). En Obras completas
(vol. xxii, pp. 146-168). Amorrortu.
Freud, S. (1992a). Lo ominoso (1919). En Obras completas (vol. xvii, pp.
215-252). Amorrortu.
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Freud, S. (1992b). El porvenir de una ilusión (1927). En Obras completas
(vol. xxi, pp. 1-56). Amorrortu.
Freud, S (1992c). El malestar en la cultura (1930). En Obras completas
(vol. xxi, pp. 57-140). Amorrortu.
GramSci, A. (1984). Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y el Estado mo-
derno. Nueva Visión.
marcuSe, h. (1963). Eros et civilisation. Les Éditions de Minuit.
SchorSke, c. (2011). La Viena de fin de siglo. Siglo XXI.