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A MODO DE BALBUCEO
BY WAY OF BABBLING
A MODO DE ESBOÇO
Carlos Arévalo Plá
Asociación Uruguaya de Psicoanálisis
de las Configuraciones Vinculares
Montevideo, Uruguay
Correo electrónico: carlosarevalopla@gmail.com
ORCID: 0000-0002-3059-3463
Recibido: 9/8/2021
Aceptado: 25/8/2021
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 2
(2), julio-diciembre 2021, pp. 47-62.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/2.2.3.
Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo
ARÉVALO PLÁ, C. (2021). A modo de balbuceo.
Equinoccio. Revista de psicoterapia
psicoanalítica, 2
(2), 47-62. DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/2.2.3.
Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0)
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Vol. , N.o 1
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Resumen
El presente artículo trabaja sobre la noción de encuadre desde distintos paradigmas,
con especial atención en la diferencia entre el paradigma científico y el paradigma esté-
tico. Explora sobre la relación entre la configuración subjetiva y el método de abordaje
terapéutico, ambos en su dimensión política y en relación con las instituciones. Propone
pensar el método psicoanalítico como aquel que apunta a una experiencia y los efectos
que esto tiene a la hora de conceptualizar el encuadre. Toma la idea del encuadre como
programa y lo diferencia del encuadre como estrategia, para finalmente plantear el encua-
dre a modo de paradigma estético en el que no se busca la universalidad, sino la posibili-
dad de mutación de la subjetividad en su singularidad.
Palabras clave: encuadre, paradigma, institución, subjetividad, experiencia.
Abstract
This article considers the notion of setting from the viewpoint of scientific and
aesthetic paradigms. It explores the relation between subjective configuration and
therapeutic treatment method, as well as both their political dimension and their
relationship with institutions. This essay suggests psychoanalytic method as a means
of going through a particular experience, and it analyses the consequences of adopting
this approach when it comes to conceptualizing the setting. It also discusses the
notion of setting as a program in opposition to setting as a strategy. Finally, it suggests
rethinking this very notion in the realm of an aesthetic paradigm which aims to
singular possibilities of subjective mutation instead of pointing to universal categories.
Keywords: setting, paradigm, institution, subjectivity, experience.
Resumo
Este artigo trabalha a partir da noção de enquadramento de diferentes paradigmas,
com atenção especial para a diferença entre o paradigma científico e o paradigma
estético. Explora a relação entre a configuração subjetiva e o método de abordagem
terapêutica, ambos os dois na sua dimensão política e em relação com as instituições.
Propõe pensar o método psicanalítico como aquele que indica uma experiência e
os efeitos disso na hora de conceituar o enquadramento. Considera-se a ideia do
enquadramento como programa e o diferencia do enquadramento como estratégia,
para depois propor o enquadramento como paradigma estético no qual não se está na
busca pela universalidade, e sim a possibilidade de mutação da subjetividade na sua
singularidade.
Palavras-chave: enquadramento, paradigma, instituição, subjetividade, experiência.
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Y en efecto, la locura no sería locura,
si no desborda el (los) marco(s) de mil maneras.
Jean Allouch (2019, p. 127)
Pero yo desconozco las leyes del espíritu: él divaga.
Clarice Lispector (2008, p. 18)
A MODO DE COMIENZO
En el año 2000, en una conferencia en París, Jacques Derrida ad-
vertía que no se puede hablar más de el psicoanálisis, sino de los psicoa-
nálisis en plural. En su decir formulaba: «Si bien el psicoanálisis no está
muerto, nadie puede dudar de ello, es mortal, y lo sabe» (Derrida, 2005,
p. 25). La pregunta que se actualiza es: ¿cómo mantenerlo vital, vigen-
te? Mantenerlo vivo es reinterrogarlo desde la experiencia analítica y,
además, ponerlo en relación con las distintas producciones teóricas y
subjetivas de cada época. ¿Cómo revisitar sus conceptos?, ¿qué cosas se
pueden repensar a la luz de las distintas prácticas psicoanalíticas, tanto
individuales como vinculares?
La experiencia analítica es de una enorme riqueza y diversidad, ya
que es una experiencia que se va construyendo de modo artesanal, con
cada paciente, sea este individual o vincular. Entenderla de esta manera
hace que su conceptualización sea siempre por aproximación, de manera
precaria, frágil, al decir de Gilles Deleuze, balbuceando.
Dice Deleuze (1997):
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cuando decir es hacer… Esto es lo que ocurre cuando el balbuceo ya no
se ejerce sobre unas palabras preexistentes, sino que él mismo introdu-
ce las palabras a las que afecta; estas ya no existen independientemente
del balbuceo que las selecciona y las vincula por sí mismo. Ya no es el
personaje el que es un tartamudo de la palabra, sino el escritor el que
se vuelve tartamudo de la lengua: hace tartamudear la lengua como
tal. Un lenguaje afectivo, intensivo, y ya no una afección de aquel que
habla. (pp. 150-151)
El modo de decir de lo que acontece en esa experiencia o el saber
que se desprende de ella solo pueden ser dichos en un lenguaje afectivo,
intensivo, de afirmación de la diferencia.
Jacques Lacan, en su conferencia en Vincennes en 1977, comienza
diciendo: «¿Qué es la clínica psicoanalitica? Eso no es complicado. Ella
tiene una base, es lo que se dice en un análisis» (p. 7).1 Este sería un modo
del psicoanálisis, no muy alejado de la propuesta freudiana, que podría
formularse así: «Diga lo que se le vaya ocurriendo». Entiendo que este
punto marca una particularidad del método analítico que actualiza su vi-
gencia. Es singular en tanto que, en la práctica individual o multipersonal,
se trata de acoger un decir, escuchar lo que el decir de uno o unos otros
produce, con sus palabras, sonidos, gestos, lapsus, síntomas y sueños.
Singular tanto por lo que allí se dice, como por la posición desde la que
se escucha.
Si bien la invitación a pensar el encuadre no es nueva, siempre es
bienvenida. Sobre este punto se ha dicho mucho y en muchos momentos
de la historia del psicoanálisis, pero entiendo que en general este decir se
ha realizado de manera demasiado asertiva. ¡Al punto de llegar a plantear
que se pueden crear «criterios mínimos», como si esto fuera posible!
1 La traducción es mía.
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Hablar del encuadre nunca fue un paso fácil: siempre ha genera-
do dificultades debido a los atravesamientos que implican las distintas
pertenencias. Esto produce como efecto la sensación de que se puede
ubicar a quien propone algo distinto a lo establecido en el lugar del
«hereje».
Escribir y transmitir algo de la experiencia clínica conlleva una gran
complejidad; es una tarea siempre inconclusa, balbuceante. Esta dificul-
tad en el intercambio de pensamiento entre colegas ya había sido plan-
teada de algún modo por Lacan cuando propuso la creación de una re-
vista en la Escuela Freudiana de París, en la que los escritores serían
anónimos. Allí dice:
para desanudar la contorsión por la cual en psicoanálisis la experiencia
se condena a no dejar paso a nada que pudiera cambiarla. Siendo el nudo
que la naturaleza de esta experiencia es que quien dé cuenta de ella a
sus colegas no pueda fijar otro horizonte para su literatura que el de
quedar bien. (Lacan, 2012, p. 303)2
Un ejemplo interesante en relación a las prácticas y sus transforma-
ciones es el hecho de que muchos analistas y terapeutas, ya antes de la
pandemia, trabajaban por internet sin que esto encontrara un lugar cla-
ro en el campo freudiano. Hoy en día esto se ha movido y se ha vuelto
una práctica sumamente difundida, hasta se podría decir que entendida
por muchos como necesaria. Podríamos preguntarnos: ¿supone siempre
y efectivamente un cambio de encuadre la sesión virtual? Algo produ-
jo, desde mi punto de vista, sin teorizar tanto sobre qué efectos ten-
dría su puesta en práctica. Entiendo que deberá pasar el tiempo para
poder recoger esos efectos y que pueda producir algún tipo de saber.
2 El destacado es mío.
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Pero fue un movimiento que se estableció de manera colectiva y estos
cambios tuvieron la aceptación de los colegas. Este hecho deja en evi-
dencia el punto, no menor, de que la existencia del psicoanálisis o de
los psicoanálisis se encuentra inscripta y es producida por una comuni-
dad atravesada por los avatares sociales de los sujetos políticos que la
componen. Esto confirma que no es posible discernir con exactitud un
afuera y un adentro entre lo social y lo analítico, relación que se presen-
ta a modo de cinta de Moebius.
Surgen así muchas preguntas que pienso habría que atravesar. Dejaré
a modo de ejemplo algunas de ellas. ¿Qué se espera del encuadre? ¿La
copresencia es un punto importante para un análisis? ¿Hay algo que se
sostiene en los cuerpos? ¿Qué efectos tiene que no se encuentren los
cuerpos?, ¿es sin consecuencias? A nivel de la comunidad analítica, ¿qué
hizo que se lograra un consenso tan rápido? En tanto que es alguien tam-
bién afectado por la situación, la inclusión del analista ¿puso o no en
juego a la persona del analista?, ¿implicaría esto, por lo tanto, un cambio
en la posición de analista?, ¿sería un hilo para pensar?
En la historia del psicoanálisis, cada movimiento instituyente que se
produjo en el sentido de transformar el encuadre despertó fuertes cues-
tionamientos. No hay que olvidar las discusiones que generó la amplia-
ción del campo freudiano con los tratamientos de niños, en el trabajo con
la locura, las familias, las instituciones, etcétera, y cómo estos movimien-
tos luego fueron instituidos e incluidos dentro de las variaciones posibles
del encuadre. Estas modificaciones establecieron su propia organización,
casi a modo de especializaciones. Es aquí donde veo todo el peso del
planteo de José Bleger (1984): «Una relación que se prolonga durante
años con el mantenimiento de un conjunto de normas y actitudes no es
otra cosa que la definición misma de una institución» (p. 238). ¿Es el efecto
institución o el encuadre se ha vuelto una institución en sí mismo?
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Esto no deja de ser una forma de ver la experiencia analítica, que me
resulta, al menos, compleja. ¿Cómo un análisis se podría sostener man-
teniendo las cosas del mismo modo? Creo que solo podría verse así al
ubicar al encuadre, al decir de Bleger (1984), como un tercero, en tanto las
situaciones transferenciales a veces son marcadas desde esta terceridad
y no por lo que surge del propio encuentro. Otra respuesta posible que
plantea este autor es que «Fuera de toda duda, las estructuras individua-
les creadas por las instituciones, ayudan a conservar estas instituciones»
(Bleger, 1984, p. 238), lo que deja en evidencia la necesidad del encuadre
al servicio de la institución.
Hay modificaciones al encuadre tolerables y otras que no lo son.
Podemos ubicar en la historia del movimiento psicoanalítico la situación
de Lacan. En 1953 se propusieron nuevas condiciones en la formación
de los analistas dentro de la Société Psychanalytique de Paris (spp), hecho
que generó la renuncia de la mitad de sus miembros, quienes no acepta-
ron la propuesta y formaron la Société Française de Psychanalyse (sfp).
En el Congreso de Edimburgo, a mediados de 1963, se estableció una
serie de requirements, que en español serían requisitos, exigencias, condicio-
nes. Estos fueron órdenes para lograr una uniformidad en las prácticas de
la International Psychoanalytical Association (ipa). Cuando la sfp intentó
ingresar a la ipa, que hasta ese momento había reconocido a todas las
sociedades del mundo, a fin de mantener su exclusividad, se realizó una
investigación a efectos de demostrar que las prácticas de Lacan no se
ajustaban a los requirements.
Se creó una comisión de investigación, bajo la dirección de Pierre
Turquet (psicoanalista inglés), que se proponía indagar acerca de los
analistas, pero que también convocó a los pacientes para saber, entre
otras cosas, la duración de las sesiones. El informe de Turquet, de 1963
(Turquet, 2015) es el resultado de esas investigaciones y da cuenta de
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esta controversia, pero debió mantenerse clasificado por al menos treinta
años para proteger a los implicados.
Parafraseando a Lacan, ¿el psicoanálisis está hecho para el encuadre
o el encuadre para el psicoanálisis? Sin duda, es una respuesta difícil de
responder y cómo sea respondida tiene sus consecuencias. El encuadre
o la organización del encuentro analítico es una configuración en cons-
trucción constante, se produce con cada analizante (o con la cantidad de
personas que participen del espacio) y se irá viendo cada vez, de acuerdo
a los acontecimientos.
DEL PROGRAMA A LA ESTRATEGIA
La apuesta de Bleger se podría resumir como el mantenimiento de
un conjunto de normas y actitudes. En este modo, el encuadre puede ser
entendido como un programa, algo que se da fijo, predeterminado, y que
se aplica en el tiempo sin variación. Este marco incluye un gran número
de reglas que se establecen desde el principio y tiene como objeto una
tendencia contractual de la erótica transferencial. Asigna lugares fijos,
duración estable de la sesión, hora de comienzo y finalización, frecuen-
cia, honorarios que hay que pagar, momentos de las vacaciones (en otras
épocas, si las vacaciones del paciente no coincidían con las del terapeuta,
aquel debía hacerse cargo, es decir, pagar sus ausencias para mantener la
hora), actitud neutra del analista, entre otras.3
En nuestro medio, esta modalidad se sostuvo por muchos años, al
punto de llegar a interferir en la vida privada de los analistas fuera del es-
pacio analítico. Estos se veían limitados en la libertad de sus movimientos
3 Sobre este punto, recomiendo la lectura de La neutralidad benevolente del analista, escrito por
Marcelo Real (2020).
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por si se cruzaban con un paciente; la privación del encuadre abarcaba
sus vidas, situación que no difiere en gran medida de lo que sucede hoy
en día. Este modo de disponer la clínica se sostuvo porque se creía que el
corte arbitrario operado sobre lo real permitía ver lo real mismo. Al decir
de Edgar Morin (2001), «resulta de un modo mutilante de organización
del conocimiento, incapaz de reconocer y de aprehender la complejidad
de lo real» (p. 28).
El trabajo en la práctica psicoanalítica evidenció, para muchos, que
los acontecimientos clínicos requerían de otra disponibilidad. Es allí don-
de el concepto de estrategia se hizo su lugar. Morin (2001) plantea:
La estrategia permite, a partir de una decisión inicial, imaginar un cier-
to número de escenarios que podrán ser modificados según las infor-
maciones que nos lleguen en el curso de la acción y según los elementos
aleatorios que sobrevendrán y perturbarán la acción. (p. 113)4
Subrayo la palabra acción porque ella comprende una decisión; no
pasa solamente por el entendimiento, sino que da cuenta de las afec-
ciones de lo que está en juego en la sesión analítica. Y es en ese sentido
que cualquier estrategia hace consciente la apuesta (ninguna garantía), el
riesgo y la incertidumbre. Como continúa diciendo este autor, «En el mo-
mento en que un individuo emprende una acción, cualquiera que fuere,
esta comienza a escapar a sus intenciones» (Morin, 2001, p. 115).
La estrategia permite operar en el movimiento. A modo de ejemplo,
al recibir a una familia, en algún momento del proceso, la estrategia pue-
de ser que venga solo la pareja parental, los hijos u otras variantes. La
estrategia está al servicio de que se pueda analizar lo que está en juego.
4 El destacado es mío.
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UNA CUESTIÓN DE PARADIGMA
Encuadre es un concepto que, desde los planteos de Bleger, se en-
cuentra capturado por algunos modos del paradigma científico,5 pues él
entiende que «un proceso solo puede ser investigado cuando se mantie-
nen las mismas constantes (encuadre)» (Bleger, 1984, p. 237). El autor en-
fatiza la inclusión del contrato analítico, propuesto por David Liberman,
quien plantea que se intercambian dos elementos formales: tiempo y di-
nero. Como dice el slogan capitalista, «el tiempo es dinero». ¿Por qué
ubicar en el centro esas dos variables?
En la última revista Equinoccio hay un artículo de Ricardo Bernardi
que voy a tomar a efectos de ejemplificar este modo del paradigma cien-
tífico. Se llama ¿Qué psicoterapia?, ¿para quién? Algunos avances en un largo
camino (Bernardi, 2021). Allí él plantea que «La psicoterapia se enfrenta
a cambios en la concepción misma de la subjetividad» (p. 140) Entiendo
que, más allá de que no es el centro de su trabajo, deja de lado un aspecto
fundamental como lo es la función de producción de subjetividad que
tienen las psicoterapias, el psicoanálisis, la psiquiatría, las instituciones,
etcétera.
Los paradigmas científicos o estéticos, por mencionar dos clara-
mente diferentes, apuntan a formas de producción de subjetividades
heterogéneas. Las expresiones que usa en el artículo dan cuenta del
paradigma que se encuentra en la base: «tratamientos válidos empí-
ricamente», «apoyados por estudios científicos», «práctica basada en
pruebas», entre otras (Bernardi, 2021, p. 141). Las pruebas requerirían
establecer un dispositivo de control a efectos de recabar «datos contro-
lados y comparables» (p. 145) y «tratamientos estandarizados» (p. 151),
lo que nos lleva a la estadística, a la necesidad de universalización, al
5 Dentro de este paradigma podemos encontrar otras posiciones.
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uso de manuales y clasificaciones, e implica una fuerte crítica a «obser-
vaciones parciales y no sistemáticas» (p. 144).
Esta puntualización aspira a un horizonte de universalización y, en
ese pasaje de lo singular de la situación a lo universal, considero que se
pierde lo que está en juego para cada analizante. La intención de llevarlo
a un lugar común es hacer que esto se pierda.
En la adenda de su trabajo, Bernardi (2021) remarca la necesidad de
guías que destaquen y diferencien entre los enfoques terapéuticos que
dan garantías y «las que no ofrecen garantías» (p. 156). Aquí nos encon-
tramos con un elemento crucial y que implica, desde mi punto de vista,
el aspecto ético del psicoanálisis como método. Una de sus condiciones
es que el psicoanalista no tenga ideas preconcebidas sobre lo que debería
acontecer al sujeto que consulta; por lo tanto, menos aún podría ofrecer
algún tipo de garantías. Ya lo decía Freud en 1937: «y hasta pareciera que
analizar sería la tercera de aquellas profesiones “imposibles” en que se
puede dar anticipadamente por cierto la insuficiencia del resultado. Las
otras dos, ya de antiguo consabidas, son el educar y el gobernar» (Freud,
1991, p. 249).
En la proposición de Lacan del «sujeto supuesto saber», como bien
dice Viltard: «la suposición no se coloca sobre el sujeto, sino sobre el
saber» (Viltard, 2019, p. 34). Esta aclaración me parece importante pues
ubica al saber de determinado modo, a diferencia del planteo cientificista,
que lo formularía más o menos así: «saber supuesto a un sujeto», saber lo
que es bueno para alguien.
Entiendo el análisis como una experiencia posible. Michel Foucault,
en la entrevista con Duccio Trombadori (2010), dice: «Una experiencia es
algo de lo que uno sale transformado» (p. 42). Esa es una posibilidad del
análisis. Sería recién luego de pasar por la experiencia que uno podría dar
cuenta de si allí hubo una experiencia que lo transformó o no.
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Volviendo al artículo de Bernardi (2021), este autor hace referencia
a los «administradores de salud» (p. 149) y a la necesidad de «lograr la
mayor seguridad de que estamos haciendo lo mejor para el paciente»
(p. 142). Pero si trabajamos con el inconsciente, entiendo que hacer lo
mejor para el paciente no es la mejor posición analítica. Se desprende
del texto no solo un horizonte de cientificidad, sino también la búsqueda
de producir un psicoanálisis funcional al sistema de las aseguradoras de
salud, sin poner en juego el riesgo que implica la presencia de una terce-
ridad omnipresente, donde el psicoanálisis se trataría más de un tema de
gestión que de encuentro analítico.
Janine Puget (2007), en un encuentro de fepal, habla de las conse-
cuencias y del impacto del modelo científico en la vida de las parejas y
de cuán difícil es despegarse de los modelos científicos aceptados. Esta
dificultad, plantea la autora, «evita tomar contacto con el presente, con
lo imprevisible del encuentro» (Puget, 2007, p. 1) y deja por fuera el lado
creativo de nuestro oficio.
Para poder pensar desde otro paradigma, nos servirán de referencia
los planteos de José Attal (2012), quien, siguiendo a Félix Guattari (1996),
propone que del arte habremos de inspirarnos. En su libro Caosmosis,
Guattari (1996) despliega el nuevo paradigma estético. Allí se enfatiza el
arte como lugar privilegiado de producción de subjetividad, entendida
como el resultado de un agenciamiento colectivo y de la estética tomada
en cierta vertiente particular. «El estatuto de la estética es el de ser un
montaje manejable susceptible de funcionar en varios niveles, sobre dife-
rentes planos de saber; en ese sentido la estética es un paradigma» (Attal,
2012, p. 112).
¿Es posible cierta homologación entre la cuestión de la obra de arte
con lo que es recibido en la experiencia analítica? Advierte Attal (2012)
que para ello conviene tomar «homología en sus dos sentidos: como lo
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que es equivalente, correspondiente; pero también como en matemáti-
cas, como un modelo de transformación de figuras» (p. 101).
En 1992, Guattari propone fundar una práctica psicoanalítica, no
sobre modelizaciones existentes, sino sobre una metamodelización allí
donde ningún modelo es ya dado por adelantado. Se trata de refundar
una cierta práctica de producción de subjetividad con la idea de que el
inconsciente se produce. El paradigma estético es propio de cada uno,
hay que inventarlo, es singular, apunta a la producción de mutación de
la subjetividad en el encuentro clínico. Esto quiere decir que hay algo
que hacer para no quedar prisionero del estado de cosas, de una situa-
ción dada. Una clínica que sea hospitalaria, en el sentido que lo plantea
Derrida (2005), a los modos de existencia (en tanto potencia de existir),
no universalizable.
Al decir de Guattari (2000), «Cada cura desarrolla una constelación
de universos singulares, construye una escena, un teatro completamen-
te particular, y la metamodelización consiste en forjar los instrumentos
para aprehender esta diversidad, esta singularidad, esta heterogenei-
dad». (p. 14).6
Este autor plantea la pertinencia de que el psicoanálisis se coloque
bajo este paradigma:
Solo por este camino podrá reconquistar la creatividad de sus años
locos de comienzo de siglo. El psicoanálisis tiene vocación (según dis-
positivos, procedimientos y referencias renovadas y abiertas al cambio)
de engendrar una subjetividad a salvo de las modelizaciones adaptati-
vas y susceptibles de armonizar con las singularidades y mutaciones de
nuestra época. (Guattari, 1996, pp. 130-131)
6 La traducción de esta y la siguiente cita es mía.
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Como decíamos, el psicoanálisis y el arte son dos formas de pro-
ducción de subjetividad. Son formas privilegiadas de producir una indi-
viduación7 siempre por conquistar; es la posibilidad de que los modos de
existencia conmuevan las construcciones teóricas que hemos sostenido.
A MODO DE
IN
CONCLUSIÓN
Para inconcluir, tomaré algunos puntos de manera rizomática.
El 30 de enero de 1907, Freud les declaró a sus amigos de la Sociedad
de los Miércoles: «Solo hay una potencia capaz de sobrepasar las resis-
tencias, es la transferencia. Forzamos al paciente a renunciar a sus resis-
tencias por amor a nosotros. Nuestros tratamientos son tratamientos por
amor» (Pontalis, 1976, p. 123).8 Este es un punto central: la articulación
del par transferencia-amor. Tal vez, ubicar en su importancia lo que está
en juego en esta relación nos permita acoger el despliegue de la transfe-
rencia del analizante, que no siempre espera que el analista sea el perso-
naje que el encuadre le exige que sea.
En su crítica a la noción de encuadre en relación al acto analítico,
Allouch (2019) arriba a ciertas preguntas que me parecen importantes.
Dice:
¿Quién no se da cuenta de que estas reglas que configuran el marco
y que las funciones atribuidas al marco están al servicio del principio
del placer, vale decir, de menor excitación? ¿Que se trata de un ate-
nuante que se espera atempere determinados momentos demasiados
7 A propósito, ver el trabajo de Gilbert Simondon (2009): La individuación a la luz de las nocio-
nes de forma y de información.
8 La traducción es mía.
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intempestivos del recorrido? ¿No es acaso de entrada un intento de
dejar fuera del campo del ejercicio psicoanalítico la cosa misma que se
presenta allí para ser tratada? (p. 126)
Un autor que nos podría abrir un camino posible es Simondon (2009),
quien nos plantea la diferencia entre moldear y modular. Dice: «Moldear
es modular de manera definitiva: modular es moldear de manera conti-
nua y permanentemente variable» (p. 60).
En este sentido, entiendo que cierto modo del paradigma científico se
desliza hacia el borrado progresivo de la polisemia, el gesto, del decir de
las intensidades, en provecho de lo universalizable, lo estandarizable, lo
cual produce subjetividades homogéneas: un molde.
Insisto, entonces, en la pregunta: ¿cómo mantener al psicoanálisis
cerca de su experiencia, donde se puedan producir y modular subjetivi-
dades heterogéneas?
§
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