183
INTERVENCIONES COMUNITARIAS
EN PERÚ: PSICOANÁLISIS
Y CULTURA LOCAL.
CONVERSACIÓN CON
VIVIANA VALZ GEN
Cristina Rodríguez Rega y Luis Correa Aydo
Por la Comisión de Publicaciones de AUDEPP
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Vol. , N.
o
1
184
Viviana Valz Gen es licenciada en Psicología Clínica por la Universidad
Católica del Perú. Se ha especializado en el exterior en asistencia a vícti-
mas de violencia política (Universidad Complutense de Madrid, España)
y en rehabilitación con víctimas de tortura (Rehabilitation and Research
Center for Torture Victims, Copenhage, Dinamarca).
Se desempeña como psicoterapeuta de adultos, niños y adolescen-
tes. Es analista en formación del Instituto de la Sociedad Peruana de
Psicoanálisis, donde participa en la formación de diferentes actores so-
ciales en temas de salud mental en el ámbito universitario y en la comu-
nidad. Es consultora en temas de salud mental de varios organismos de
su país e internacionales y ha participado y liderado diversos proyectos
de relevamiento y atención directa a población de sectores marginados
y afectados por las diferentes formas de violencia social y por el conflicto
armado interno.
Fue coordinadora de la Unidad de Salud Mental de la Comisión de
la Verdad y Reconciliación y miembro del Núcleo del Informe Final de la
Comisión de la Verdad y Reconciliación (2001-2003).
Actualmente es miembro de la Asociación Peruana de Psicoterapia
Psicoanalítica de Niños y Adolescentes, del Grupo de Trabajo de Salud
Mental de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, de la Mesa de
Acompañamiento Psicosocial a procesos de Investigación Antropológica
Forense y de la Asociación Psicólogos Contigo. Es también cofundadora
de la Asociación Wiñastin, en Ayacucho, centro dedicado a fomentar las
capacidades personales y grupales para enfrentar los problemas psicoso-
ciales, especialmente los relacionados con la violencia y la pobreza; dicha
ong trabaja también por la incorporación de temas de salud mental en la
agenda pública e intenta favorecer el diálogo intercultural en asuntos y
prácticas de salud mental.
185
INTRODUCCIÓN
Perú es un país muy peculiar dentro de América del Sur. Fue sede de
la más sofisticada cultura precolombina en esta región, tiene una geogra-
fía riquísima en territorios y recursos naturales muy variados y de incal-
culable potencial económico. A la vez, su devenir político y cultural ha
seguido los derroteros trágicos de la mayoría de los países de América
Latina, con la consabida secuela de injusticias y desigualdad, desventu-
ras cuya solución no se ha logrado abordar desde una institucionalidad
muchas veces fragilizada por la corrupción y la violencia política. Desde
nuestro país contemplamos al Perú con afecto y admiración y, especial-
mente desde que Flappsip nos ha dado ocasión de conocer el desarrollo
del psicoanálisis allí, seguimos con gran atención la enorme capacidad de
los colegas peruanos de trabajar, implicados teórica y prácticamente, en
esa realidad compleja y desafiante.
En esta ocasión, dialogamos con la Dra. Viviana Valz Gen, colega
peruana que ha trabajado, mucho más allá del consultorio, en la aten-
ción clínica de comunidades vulnerables y que ha participado, desde su
experticia, en el espacio público de análisis, denuncia y propuesta ante
las consecuencias de los desgarramientos sociopolíticos de su país. Nos
acercamos al encuentro virtual con ella movidos por la inquietud de en-
tender mejor, según su experiencia, el movimiento que lleva desde el en-
cuadre clínico tradicional del trabajo psicoanalítico a la intervención co-
munitaria, y desde la reflexión teórica abstracta a la participación activa
y comprometida.
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Vol. , N.
o
1
186
LA CONVERSACIÓN
Tu experiencia incluye haber colaborado con maestros, médicos, an-
tropólogos y trabajadores sociales, entre otros, para incorporar, se-
gún tus palabras, «una mirada desde la subjetividad, de cara a las
necesidades de sectores populares, especialmente de origen andino
y de la Amazonia», donde dichos profesionales afrontan su labor.
Cuéntanos sobre esas experiencias de mediación técnica, cómo fue
recibida, bajo qué formatos se llevó a cabo y cómo evalúas los efec-
tos que tuvo, tanto en los profesionales a los que asesoraste, como en
los destinatarios finales del trabajo.
Mi experiencia empezó desde la práctica clínica, buscando llegar a
personas de sectores populares que difícilmente podrían acceder a aten-
ción psicológica. La experiencia colectiva con adolescentes en un pabe-
llón psiquiátrico del Estado, cursando aún la universidad, fue expresión
de ello.
Sin duda, la situación de violencia extrema a partir de los años ochen-
ta, fruto del cruento conflicto armado interno (cai) que vivimos, nos co-
locó ante la necesidad de sostener a diferentes equipos de trabajo, que
se veían amenazados tanto por las fuerzas del orden como por Sendero
Luminoso. Igual, la primera tarea fue ofrecer contención, sostenimiento,
si bien en la época de mayor intensidad del conflicto fue difícil ofrecer
atención psicosocial, ya que las tareas estaban muy centradas en la so-
brevivencia, en la emergencia. Poco a poco, se fueron generando espa-
cios que nos permitieron acompañar y en esa experiencia se hizo evi-
dente cómo las personas iban incorporando, al igual que en el proceso
analítico (salvando las distancias entre ambos), la manera de reflexionar
y procesar las situaciones que enfrentaban día a día. Dentro del marco
de un proyecto de atención a personas afectadas por el cai, dentro de la
187
Intervenciones comunitarias en Perú: psicoanálisis y cultura local
Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (cnddhh), empecé a desa-
rrollar una propuesta de capacitación (así la llamé en ese primer momen-
to) con la idea de fortalecer a los diferentes profesionales, promotores,
defensores de derechos humanos, sobre todo en las zonas más afectadas
por el cai. Estos, al ofrecer atención legal, social, pedagógica, se consti-
tuían en el soporte emocional que las personas afectadas directamente
por la violencia del cai requerían. Un programa que se implementó muy
rápido fue Cuidando a los que cuidan. Un factor importante en este proce-
so es el hecho de no contar con profesionales de la salud mental en las
provincias; en Ayacucho, por ejemplo, epicentro del cai, no había en la
universidad formación en Psicología; quienes tenían interés en la carrera
se iban a estudiar a otro departamento o a Lima, o bien decidían estudiar
Antropología, Trabajo Social…
Fue tomando fuerza la idea de formar a estos y otros profesiona-
les que ofrecían diferentes servicios a la población, para que pudieran
incorporar una escucha analítica sobre lo que estaba sucediendo en su
entorno, que les permitiera sostener a la población que atendían y ser
sostenidos ellos mismos. La idea de capacitación fue tornándose más
hacia una idea de formación desde una perspectiva más integral, esto ya
en el contexto del trabajo realizado desde la Asociación Wiñastin (2004).
Esta es una pequeña ong que formamos con un grupo de colegas post
Comisión de la Verdad y Reconciliación (cvr), para atender las secue-
las del cai en Ayacucho con soporte económico de la Conferencia de
Religiosos del Perú, quienes se comprometieron por un año a financiar
el proyecto. Luego lo continuamos durante nueve años más, buscando
diferentes fuentes de financiamiento.
La propuesta fue recibida en un principio con sorpresa, existía la ima-
gen del profesional de salud mental como alguien que «sabe» y que nos va
a decir qué debemos hacer. La propuesta fue muy psicoanalítica en ese sen-
tido y buscó más bien activar los recursos de los profesionales, ayudarlos a
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Vol. , N.
o
1
188
reconocer cómo en sus intervenciones, generalmente, hacían un trabajo de
contención emocional muy importante. En otros casos, hubo que trabajar
mucho estos modelos autoritarios de acercamiento a quien sufre y está en
situación de vulnerabilidad; veíamos que activar sus recursos les permitía
conectar con ellos mismos y poder ofrecer un servicio a la población tam-
bién en esos términos. Desde Wiñastin reconocimos a los profesionales
con quienes trabajamos como agentes de salud mental y enfatizamos en
sus agencias y posibilidades, aunque reconociendo y trabajando las difi-
cultades también. Esta fue una experiencia que sostuvimos durante ocho
años con varios grupos, todos de personas en una relación de servicio con
la población: docentes, personal de salud, promotores, agentes pastorales,
trabajadores sociales, personal del penal, entre otros; fue muy grato ver
que fueran incorporando nuestro enfoque de trabajo.
Un espacio muy valorado era el de discusión de situaciones cotidia-
nas, donde cada quien presentaba una situación de su trabajo, ya fuera
en el aula, en el puesto de salud, en la universidad, entre los equipos…,
para abordarla de manera grupal y discutirla buscando ampliar la mira-
da sobre lo acontecido, explorando diferentes alternativas de abordaje,
discutiendo las situación, incorporando la mirada desde la subjetividad
en su quehacer. Una situación que viene a mi memoria es cómo afrontar,
como maestro, las dificultades con un alumno «problema» y empezar a
pensar que quizá está expresando, a través de su comportamiento en el
aula, problemas y dificultades que podrían ser abordadas. Otro tema que
recuerdo fue en el marco de un proceso de formación con el personal
de salud de la Red de Huanta, quienes nos contaban de su sufrimiento
durante las campañas de vacunación en las comunidades más alejadas,
ya que las madres no querían que a sus hijos los vacunasen porque sim-
plemente no tenían idea de cuál era el sentido de la vacunación. Fue
fundamental poder hablar de la importancia de informar, dar a conocer y
explicar versus imponer la vacunación solo porque se trata de una norma
189
Intervenciones comunitarias en Perú: psicoanálisis y cultura local
del Ministerio de Salud. Las señoras «no entienden», «no saben», decían
algunos cuando nos contaban de la persecución que finalmente orga-
nizaban para lograr su objetivo de la vacunación. Fue muy importante
poder poner el acento en el vínculo, el encuentro, reconocer la necesidad
de saber, el reconocimiento y el respeto por los otros. El respeto por la
medicina tradicional, por ejemplo, fue otro tema importante a trabajar,
particularmente con el personal de salud.
Como señalaba, la evaluación de lo logrado fue positiva. Somos cons-
cientes de que hay mucho por hacer aún y que estos programas deberían
permanecer a lo largo del tiempo, de manera de que se hagan estructura
dentro de los servicios que se ofrecen.
¿Nos podrías explicar un poco mejor algunos aspectos del trabajo en
Wiñastin? ¿Hay una parte del trabajo que se realiza en Lima y otra
en Ayacucho? Y sobre lo técnico: ¿con qué frecuencia se reúnen?,
¿cómo se acordaron los espacios y los tiempos del trabajo?, ¿en qué
medida estas intervenciones son terapéuticas y en qué medida son de
promoción social o de coordinación de los procesos de organización
comunitaria?
En nuestro quechua, que es tan rico, wiñai es ‘crecer integralmente’,
por dentro y por fuera, y cuando pensamos en este proyecto, encontra-
mos que hacía mucho sentido con nuestro enfoque de promover bienes-
tar y crecimiento en la población de Ayacucho, tan afectada por el con-
flicto armado. Wiñastin es ‘creciendo’ en quechua.
La Conferencia de Religiosos del Perú, como les decía, nos financió el
primer año sin imponer ningún lineamiento religioso o de otro tipo. Ellos
habían estudiado el informe final de la cvr y concluyeron que había que
hacer algo para acompañar el proceso de las comunidades más golpea-
das por la violencia. Comenzamos por hacer una jornada exploratoria
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Vol. , N.
o
1
190
con instituciones de enseñanza, salud y trabajo social para indagar con
ellos las necesidades que había para trabajar en salud mental. La primera
acción fue instrumentar la atención clásica de consultorio en Huamanga
y Huanta, y poco a poco lo fuimos transformando hacia intervenciones
comunitarias, porque quienes venían a consultar, mujeres y hombres jó-
venes, sobre todo, nos abrían un panorama más amplio de lo que había
ocurrido allí.
Posteriormente, como las integrantes del equipo responsable ve-
níamos desde Lima, trabajamos en la formación de cuatro colegas re-
sidentes, dos en cada una de las ciudades. Viajábamos semanalmente,
ya que la distancia es grande. El viaje por tierra lleva toda la noche y es
realmente matador; por avión son unos cincuenta minutos. Se imponía
generar un espacio de formación porque las colegas eran egresadas sin
especialización ninguna y el enfoque mayoritario en las universidades es
cognitivo conductual, mientras que nosotras apuntábamos a la formación
hacia una psicoterapia breve psicodinámica.
Paralelamente, debíamos prepararnos sobre cómo entrar en la co-
munidad, porque en la zona las intervenciones predominantes eran muy
desde el escritorio. Son acciones que pueden estar muy bien intenciona-
das, pero con las que llegas diciendo: «Esto es lo que vamos a hacer».
Nosotros creíamos que teníamos que empezar escuchando qué querían
esas personas, qué necesitaban, y desde ese diálogo diseñar las propues-
tas con ellos y colaborar en la capacitación de quienes ya estaban traba-
jando en el territorio. La idea no era formar psicólogos, por supuesto, sino
formar agentes de salud mental capaces de activar sus agencias primero,
para después activar las de la población, apuntando a que los profesio-
nales en relación de servicio con la comunidad incorporasen la mirada
desde la subjetividad, viendo entre líneas los sentidos de las conductas.
Esto se acompañó de un espacio de discusión semanal en el que cada
uno presentaba un caso y desde ahí se hacía una suerte de supervisión.
191
Intervenciones comunitarias en Perú: psicoanálisis y cultura local
Las personas que pasaron por el programa de formación de año y
medio hoy son muy reconocidas en salud mental dentro de la región.
Tu memoria de grado se titula La construcción del encuadre: una expe-
riencia de psicoterapia con desplazados. Es decir que, desde antes de
comenzar el ejercicio profesional, estos temas fueron de tu particular
atención. ¿Podrías contarnos cómo maduró en ti esta vocación, qué
vivencias te marcaron o te impulsaron a tomar este camino?
Me viene una imagen. Yo he tenido la suerte de vivir fuera de Lima
por un tiempo y eso me permitió mirar otras cosas, otras realidades. Vi
durante cinco años en la zona de la selva en los años ochenta. Fue un es-
cándalo en mi familia, creían que estaba loca, porque terminé la carrera,
me casé y me fui. Y eso tuvo una riqueza enorme, porque yo, por enton-
ces recién egresada y todavía muy basada en la intuición, me encontré
con una forma de curar y de sanar nueva. Yo buscaba cómo trabajar
y tenía clarísimo que para hacer consulta clínica necesitaba supervisar,
lo que era imposible en ese lugar. Tampoco había clínicas ni hospitales
que trabajaran en salud mental. Pero tuve la oportunidad en educación.
Necesitaban una psicóloga para trabajar con niños con discapacidades.
Y yo al principio pensaba que no iba a saber qué hacer, pero me insis-
tieron porque la necesidad era grande. Y ahí me dije: «Algo podré ha-
cer». Finalmente, diseñé un programa con animadoras, que eran chicas
de quinto año de secundaria que estaban por egresar. Partimos de pensar
sobre el desarrollo temprano y lo que implica para ese desarrollo tener
un problema neurológico. Y lo primero en ese proyecto era buscarlos,
porque estos niños estaban en sus casas, encerrados, ocultos. Una vez
en contacto con las madres, les preguntaba por qué creían ellas que a su
niño le había pasado eso. Tengo todo un registro, con el que algún día voy
a volver a trabajar, sobre las fantasías que circulan. Me decían: «Pero le
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Vol. , N.
o
1
192
va a parecer una tontera». Yo les decía que no, que era algo que había que
entender, porque conectarse con uno mismo es un punto para partir en la
autorreflexión. Y yo creo que ese reconocimiento es lo que aglutina y le
da sentido al trabajo. Por más afectada que esté una persona, es alguien
que tiene capacidades, agencias. Si hacemos de esa persona una «po-
brecita», la estamos anulando y no iluminamos ese lado donde están los
recursos que pueden activarse, ese lado que está alicaído por el impacto
de todo lo que ha estado viviendo.
Además de esa escala concreta con las personas y las comunidades,
en varios de los trabajos tuyos que hemos leído se advierte una pre-
ocupación muy marcada por incidir en el espacio público, especial-
mente en la faz político-legislativa, apuntando a una perspectiva inte-
gral de derechos humanos en materia de salud mental. Nos interesa
saber mediante qué herramientas has realizado dicho trabajo y con
qué resultados hasta el momento.
Este es sin duda un punto central. Desde la experiencia de campo,
empezando con la atención directa a personas y grupos, para luego dar
espacio a una intervención más comunitaria, se fue haciendo evidente la
necesidad de incidir en el espacio público. Hubo una época en la que nos
resultaba muy cómodo criticar lo mal que se hacían las cosas; parte del
proceso de crecimiento fue ir viendo que teníamos que buscar incidir en
el Estado, ayudar a que se incorporasen las propuestas de salud mental
con un enfoque comunitario, integral. Creo que algo que nos ubicó en
esa tarea fue el proceso de la cvr. Como encargada de su unidad de salud
mental, tuve la oportunidad de iniciar un diálogo con el Estado, lo que en
esos años era Salud Mental dentro del Ministerio de Salud, buscando for-
talecer la propuesta de trabajo en salud mental, cuestionando la mirada
que se tenía de la salud mental, centrada en la enfermedad mental. Este
193
Intervenciones comunitarias en Perú: psicoanálisis y cultura local
fue un trabajo concertado con otros profesionales y la experiencia de la
cvr fue muy rica en el diálogo interdisciplinario. Partiendo de la certidum-
bre de que la salud mental es tarea de todos, un ejercicio de creatividad
colectiva fue el que nos llevó a trabajar en una propuesta de Ley de Salud
Mental.
Esta iniciativa partió del Instituto de Democracia y Derechos Humanos
de la Pontificia Universidad Católica del Perú para dar continuidad a la
declaración que firmaron sesenta y nueve congresistas de todas las ban-
cadas en el compromiso de dar seguimiento a las recomendaciones de
la cvr, particularmente en tres temas: identidad, currícula educativa y
salud mental. El grupo de trabajo de salud mental de la cnddhh asumió la
tarea de dar contenido a la propuesta en diálogo con otros actores: maes-
tros, abogados, líderes comunitarios, jóvenes, promotores, autoridades,
antropólogos, sociólogos, defensores de derechos humanos, familiares de
personas que padecen de sufrimientos emocionales, hombres y mujeres
que han sufrido las violencias, todas aquellas personas interesadas en
el bienestar emocional de la mayoría de peruanos y peruanas (enfoque
multiprofesional, multisectorial). Se trató de una propuesta que recoge la
idea de que hablar de salud mental implica una dimensión sociocultural,
una dimensión de desarrollo y de derechos.
De la misma manera, hemos constituido mesas de trabajo para apor-
tar con respecto a documentos técnicos y lineamientos del Ministerio de
Salud, como los Lineamientos de acompañamiento psicosocial a familiares de
personas desaparecidas, así como también con respecto a la Ley de búsque-
da de personas desaparecidas durante el período de violencia 1980-2000, del
Ministerio de Justicia. El trabajo en este campo siempre ha sido con una
estrategia colectiva, comunitaria. Diferentes organizaciones de la socie-
dad civil nos reunimos a trabajar y aportar en la elaboración de estos do-
cumentos, tomando como base la experiencia directa con las personas,
familias y comunidades.
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Vol. , N.
o
1
194
Nos intriga conocer qué receptividad encuentras en la clase política
de tu país para complejizar los temas de la agenda pública incorpo-
rando la perspectiva subjetiva, en particular la que es propia del psi-
coanálisis. Y también nos preguntamos por la institucionalidad psi-
coanalítica, donde muchas veces no se han tomado en cuenta estos
enfoques más implicados en lo social.
El informe final de la cvr (2003) es clave para entender el país y seguir
hacia adelante. Ahí proponíamos que hubiera un abordaje comunitario
de las consecuencias de la violencia. Ese enfoque ha influido en lo insti-
tucional. En este momento, desde la Sociedad Peruana de Psicoanálisis
trabajamos en diferentes intervenciones comunitarias para abordar situa-
ciones de emergencias y desastres, diferentes formas de violencias y la
pandemia. Buscamos cómo fortalecer y apoyar la reforma de la atención
en salud mental que está llevándose a cabo desde el Ministerio de Salud,
que propone el modelo comunitario para organizar su trabajo y sugie-
re hacerlo a través de los centros de salud mental comunitarios, que se
vienen implementando a nivel nacional con la perspectiva, entre otros
objetivos, de cerrar los hospitales psiquiátricos.
A pesar de las dificultades políticas, se han encontrado espacios de
repercusión y de legitimación. Y esto ha ocurrido a partir de que pasamos
de criticar lo que se hacía antes, cuando dominaba un abordaje bajo el
manto de la farmacéutica, que medicalizaba todo lo que tiene que ver con
salud mental, a proponer un abordaje comunitario de esta problemática.
En todo proceso de acompañamiento y formación se introduce una
concepción del saber que da lugar a la escucha, que se valida en la medida
en que está abierto al saber de los otros, y esa es una actitud psicoanalí-
tica. Nos encontramos con resistencias de algunos psicólogos que vienen
de otras corrientes, ya que la formación universitaria en Psicología en
Perú está muy orientada hacia lo cognitivo-conductual. Pero desde una
195
Intervenciones comunitarias en Perú: psicoanálisis y cultura local
actitud de escucha y respetando la formación y el saber de los demás, sin
pretensión de desechar o imponer nada, se puede trabajar y establecer un
diálogo que enriquece la práctica de todos los involucrados. Se trata de
un enriquecimiento mutuo con los otros profesionales, ya que, si no fun-
ciona de ida y vuelta, no funciona. Y en ese proceso aprendemos todos al
activarse también nuestras agencias.
Por el reconocimiento que ha alcanzado tu trabajo, has sido convocada
a participar en diferentes iniciativas institucionales, como la Comisión
de la Verdad y Reconciliación (cvr) y el Censo por la Paz (patrocinado
por el Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social). Entre las conclusio-
nes que extraes en tus publicaciones científicas por haber participado
en esas experiencias, se destaca la importancia de la verdad narrativa,
es decir, la articulación entre los hechos y las vivencias que queda
interrumpida cuando se consagran la impunidad y el silenciamiento.
Luego de haber hecho ese recorrido, ¿cómo te respondes personal-
mente tu propia pregunta sobre qué hemos perdido como país?
Es una pregunta dura. Lo que hemos perdido es la confianza entre
peruanos y peruanas, nos cuesta reconocernos en el otro, verlo como
alguien que puede ser diferente a mí en sus experiencias e historia y que
desde ahí me puede aportar muchísimo a la comprensión de la comple-
jidad de nuestro país. Somos un país muy discriminador y marginamos
al diferente en lugar de valorar esa diferencia, lo que nos aporta, nos
enriquece, que es además parte de nuestra cultura y tradición. Somos un
país de los sin nombre, los que no existen, los que no forman parte de, de los
«insignificantes», como dice el padre Gustavo Gutiérrez.
En nuestro país la verdad narrativa de miles de persona, me temo de
la gran mayoría, no es tomada en cuenta; se construyen versiones de
la realidad que intentan ocultar los hechos y sus vivencias. Este ha sido
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Vol. , N.
o
1
196
un tema muy doloroso y lo pude ver de cerca en el proceso de la cvr.
Para esa fecha, 2003, creía tener mucha experiencia en el tema de acom-
pañamiento a personas, familias, instituciones afectadas por la violencia
del cai. Sin embargo, la apertura de la cvr a escuchar nos llevó a tomar
contacto con las vivencias de muchas personas que solo habían dado
cuenta de los hechos, a quienes se les había negado el reconocimiento de
lo vivido. Recuerdo haber conversado con un abogado que venía acom-
pañando a una familia a lo largo de varios años, muy conmovido por las
vivencias que compartieron esta vez con nosotros. Recuerdo que le dije
que realmente me conmovía mucho lo que había hecho al acompañar a
esa familia a lo largo de esos años; me respondió justamente eso, que él
conocía los hechos, pero que todo lo que la señora nos había confiado
ahora, sus vivencias, era la primera vez que lo escuchaba. La forma de
escucha permitió que la verdad narrativa surgiera.
Tú has dicho, citando a tu compatriota y amiga la psicoanalista Fryné
Santisteban, que «cuando se aborda el sufrimiento de una comunidad
como se hizo en Ayacucho, la zona más golpeada por la violencia, es
fundamental dialogar con los saberes de las personas del lugar, con
su forma de concebir la salud, el universo simbólico construido sobre
la vida, el sufrimiento, el cuerpo, la memoria, la salud, la muerte».
Y ambas se preguntan: «¿No hacemos eso siempre cuando estamos
frente a un paciente: acogemos su singularidad y tratamos de cono-
cer sus códigos y estilos?». Asimismo, identifican en esa actitud el
núcleo ético del vínculo analítico.
Queremos preguntarte: ¿qué lugar tiene en ese diálogo con comuni-
dades de campesinos, con gente ajena al mundo de la cultura acadé-
mica, la intervención del psicoanalista?, ¿cómo ajusta su palabra al
interlocutor, sin impostar un lenguaje que no le es propio ni incurrir
en formulaciones condescendientes?
197
Intervenciones comunitarias en Perú: psicoanálisis y cultura local
Efectivamente es una realidad. La experiencia nos permite afirmar
que el diálogo desde el psicoanálisis se constituye en un eje fundamental
para el trabajo con diferentes sectores; quizá resulta un prejuicio suponer
la necesidad de una cultura académica para acceder a ese encuentro.
Al transitar por lo comunitario, mi formación psicoanalítica me permitió
una escucha que me enriqueció muchísimo y que incluso me amplió la
mirada sobre la práctica en la consulta. Se trata siempre de propiciar un
espacio de encuentro en el que estaremos atentos a las particularidades
de ambas partes. No se trata de impostar ni de incurrir en formulaciones
condescendientes. Creo que es fundamental estar atentos a las diferen-
cias, valorarlas, reconocerlas e incorporarlas.
Por ejemplo, es importante valorar las prácticas culturales y los ritua-
les ancestrales como prácticas de salud mental. Trabajando con maestros
en una comunidad en Cangallo, al principio ellos se situaban como «esta-
mos esperando la clase» y entonces les decíamos «No, acá estamos todos
para pensar y ver qué se nos ocurre». Fue así que surgió un relato y una
dramatización, que lamento no haber podido registrar en el momento
con una cámara. Nos relataron que, aterrados después de una incursión
de Sendero Luminoso, algunos habían huido a protegerse en los cerros
y que los que quedaron en la comunidad no podían dormir al temer que
volvieran. Fue entonces que ellos, para estar más tranquilos, decidieron
hacerle una ofrenda al Apu (al cerro) para que los protegiera. Y dramati-
zaron la ofrenda: una chica representaba al cerro cubierta con una manta,
juntaron sus cositas (caramelitos, hojas de coca, cosas así) y uno de ellos
las acercó, casi reptando, al Apu, que les aceptó la ofrenda; esa noche
todos pudieron dormir más tranquilos.
El anterior es un buen ejemplo de lo que puede llegar a funcionar en
la búsqueda de la salud mental: se trata de un recurso tan válido como
podría ser, en otro contexto y para otras personas, hablar con un psicólo-
go para aliviar una angustia.
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Vol. , N.
o
1
198
En tu trabajo El encuadre: una mirada al trabajo clínico en el ámbito
comunitario, dices: «Una impresión que nos dejan las intervenciones
comunitarias es la falta de claridad acerca de estos límites, las dudas
acerca de los alcances de un trabajo clínico insertado en una comu-
nidad. Al trasladar el modelo del consultorio a la población, debemos
tomar en cuenta todos los cambios tanto manifiestos como latentes
y que afectan tanto a la población atendida en términos de los pro-
cesos que se desencadenan, como a los profesionales y equipos que
intervienen en la comunidad». ¿Podrías detallar un poco más esas
dificultades y cuáles serían las mejores respuestas que has hallado
para afrontarlas?
Ese es un tema central en mi práctica tanto clínica como comunitaria.
Sin duda, me permitió reafirmar una intuición que tenía desde muy joven
con respecto a cómo el psicoanálisis nos ofrecía las herramientas tales
como la clínica, la escucha, la comprensión, la reflexión, la actitud im-
plícita en nuestro encuadre, como un marco que nos da la posibilidad de
ampliar nuestro trabajo y, particularmente, de poder trabajar con comu-
nidades, poblaciones vulnerables, con personas y grupos que difícilmente
acceden a servicios de atención con una propuesta transformadora como
la psicoanalítica.
En 1985, inicié una experiencia de trabajo clínico (atención-investi-
gación) en el marco de un proyecto de atención psicológica a personas
que estaban huyendo de Huanta (Ayacucho) a Lima. Estas personas se
ubicaron en un terreno que les cedieron, un arenal que colinda con uno
de los penales de Lima (Lurigancho). Cuando llegamos, estaban recién
ubicándose, empezaban a levantar sus «chozas», como decía uno de los
pacientes que atendí. La idea era atender allí mismo, en los espacios de
las personas, y en diálogo con la junta directiva acordamos construir un
199
Intervenciones comunitarias en Perú: psicoanálisis y cultura local
par de ambientes en un terreno comunal, que usaríamos luego como con-
sultorios y dejaríamos para el local comunal. Fue un reto grande iniciar
estos procesos en un espacio donde no manejábamos muchos aspectos
de nuestro encuadre. Las casas iban construyéndose, semana a semana,
pero no solo se construían las casas de las personas que atendíamos,
sino que también se iba construyendo el encuadre del proceso, lo que me
llamó mucho la atención. El material de las sesiones daba cuenta de ello,
mi vivencia frente al proceso en el encuentro con los pacientes fue muy
clara en el sentido de ver la construcción del encuadre. Hice mi tesis sobre
este tema, fue clave que el material de las sesiones se supervisara riguro-
samente todas las semanas, de manera que pudimos seguir el detalle del
proceso sesión tras sesión.
Algo que pude observar a partir de esta experiencia es que la falta de
claridad y límites de un proceso en la comunidad está muy asociada a la
falta de claridad con respecto a las posibilidades que ofrece el psicoaná-
lisis como un marco de comprensión, una teoría que nos invita a la auto-
rreflexión, a estar muy atentos a nuestras reacciones contratransferencia-
les, a nuestras actitudes para con las personas con las que trabajamos. En
ocasiones, hay una sensación de estar haciendo algo especial, casi como
una ayuda de asistencia humanitaria a personas que son víctimas de la
violencia, personas que están sufriendo y necesitan contención emocio-
nal. Pero además, creo que también se plantea algo diferente: un proceso
transformador en el cual tanto paciente como terapeuta están en dispo-
sición de revisar la manera en que están haciendo las cosas, muy atentos
a la posibilidad de repetir modelos de relación, donde quizá nosotros nos
sentimos «superiores» frente a personas muy afectadas, dañadas, cuyos
derechos humanos han sido pisoteados, para quienes estamos haciendo
una importante labor al ofrecer consuelo. Esa, creo yo, es una actitud
que hay que revisar permanentemente y desmantelar, ya que, si bien las
personas frente a las que estamos han sufrido situaciones de violencia
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Vol. , N.
o
1
200
extrema, que con seguridad nosotros no viviríamos por el lugar donde
hemos crecido, son personas con capacidades, agencias, y podemos, al
igual que en el consultorio, proponer un proceso que promueva transfor-
maciones profundas.
En muchas experiencias veo que se propone no tocar el tema, no
hablar de las diferencias. Creo que ese es un problema central: se debe
hablar de todo lo que sucede en el marco del encuentro y, de manera par-
ticular, del encuentro mismo, de las diferencias, las fantasías; lo referido
al dinero, si se trata de un proyecto, si es financiado, si no lo es, cuáles son
las motivaciones para hacerlo; qué busco con esta intervención…
De manera particular, considero que tenemos que estar atentos al
impacto que pueden tener las modificaciones que hacemos al encuadre
clásico. La noción de parámetro de Kurt Eisller en ese sentido fue muy
importante.
Te agradecemos mucho este encuentro, ha sido un placer escuchar-
te y saber más sobre cómo piensas este enfoque emancipador del
psicoanálisis, concebido como herramienta de reconocimiento en la
escucha. Es muy emocionante conocer el relato de tu experiencia y
tu posicionamiento sereno, convencido y apasionado también.