CUANDO SOMOS MÁS DE DOS
Rafael Sibils
Doctor en Medicina con posgrado en Psiquiatría, UDELAR
Miembro Habilitante de AUDEPP
Profesor adjunto del IUPA
Correo electrónico: rafaelsibils@gmail.com
ORCID: 0000-0001-7434-1287
Resumen
En este trabajo se describen las principales características, aspectos positivos y
dificultades del tratamiento que integran psicoterapia y psicofarmacología. Se hace re-
ferencia a la perspectiva de pacientes y técnicos. Se enfatiza en las variables comunica-
cionales, el par transferencia-contratransferencia y el encuadre. Finalmente, se sugieren
pautas para optimizar esta forma de trabajo.
Palabras clave: psicoterapia, psicofármaco, integración.
When we are more than two
Abstract
In this paper, we describe the main characteristics, positive aspects and difficulties
of the treatment that constitute psychotherapy and psychopharmacology. Reference
is made to the perspective of patients and technicians. Emphasis is placed on
communicational variables, the transference-countertransference pair, and the frame.
Finally, we suggest guidelines to optimize this way of working.
Keywords: psychotherapy, psychotropic drug, integration.
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INTRODUCCIÓN
Hay procedimientos psicoterapéuticos útiles prácticamente para toda la
patología psíquica, y también recursos farmacológicos. Algunos problemas
son abordables casi exclusivamente desde la psicoterapia y —en el otro ex-
tremo— determinadas patologías mejoran de modo decisivo con fármacos.
Sin embargo, múltiples estudios coinciden en que la integración de psico y
farmacoterapia es una estrategia de primera línea para mejorar los sínto-
mas y la calidad de vida de los pacientes en la mayoría de los casos y que
se utiliza cada vez con más frecuencia (Miklowitz et al., 2020; Lipovetzky
y Agrest, 2006; Koenigsberg, 1994; De Jonghe et al., 2004; Kamenov et al.,
2017; Lee y Hills, 2005; Torres-Torija, 2009; Cuijpers et al., 2009).
Ha habido cambios desde que los psiquiatras consideraban que el diá-
logo era solo parte del diagnóstico y no de la terapéutica y que los psicó-
logos creían que existía la posibilidad de algo así como un psiquismo sine
materia. Parece claro que la psiquiatría debe ocuparse de la subjetividad
y no limitarse a consejos y farmacología, y que la psicoterapia tiene que
enfocar aspectos del paciente más allá de la pura subjetividad. Además,
la integración de ambas perspectivas es más que un simple agregado de
técnicas (Lipovetzky y Agrest, 2006). Hoy se sabe que los dos aborda-
jes modifican la psiquis (emociones, pensamiento, acciones) y el cuerpo,
particularmente el cerebro (Peedicayil, 2012; Linden, 2006; Kandel, 1998;
Torres-Torija, 2009).
La literatura sobre tratamiento conjunto entre psiquiatras y terapeu-
tas no es mucha, está fragmentada y proviene de diversos métodos de
investigación. Sin embargo, Donatti et al. (2015) sostienen que
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trabajos de diversa índole refuerzan la idea de que el trabajo en colabo-
ración puede ser explotado con múltiples ventajas siempre y cuando se
integre en una estrategia coherente en cuanto a sus conceptos teóricos,
al diseño de las intervenciones y al ensamblado ideológico del equipo
tratante. (p. 30)
Más allá de ello, hay casos en los que es preferible solo medicación
y otros en los que únicamente psicoterapia (Fernández-Álvarez et al.,
2000). Este enfoque todavía genera dudas, discordancias, desencuentros
y complicaciones; exige investigación, profundización y más práctica.
Muchos estudios refieren a cómo combinar tratamientos en situacio-
nes específicas: patologías, momentos de los pacientes, problemas pun-
tuales a partir de los cuales es difícil generalizar (Miklowitz et al., 2020;
Koenigsberg, 1994; De Jonghe et al., 2004; Kamenov et al., 2017; Ray et
al., 2020; Marazziti et al., 2020; Jindal y Thase, 2003). Frecuentemente
concluyen en que es necesario continuar investigando, pero en este tema
es difícil investigar cuantitativamente y generalizar conclusiones por el
gran número de variables en juego (Gabbard y Kay, 2001; Driessen et al.,
2020; Leichsenring et al., 2017; Fernández-Álvarez et al., 2000). De he-
cho, no se trata solo de utilizar fármacos y psicoterapia, sino que implica
coordinar un espacio relacional entre al menos tres actores: paciente,
terapeuta y psiquiatra; dicho espacio puede aportar a la mejoría del pa-
ciente, pero también comprometerla mediante errores diversos.
Hay varios términos para el tratamiento: combinado, en colabora-
ción, dual, bifocal o bimodal, a su vez ligados a conceptos como equipo,
multidisciplina, interdisciplina, pluridisciplina, transdisciplina e interconsulta
(Azaretto y Ros, 2015), que refieren al tema, aunque eventualmente se
pierden en disquisiciones un tanto abstrusas. Utilizaré aquí la expresión
tratamiento integrado. Me parece clara, precisa y refiere a la combina-
ción coherente de distintas modalidades terapéuticas. Ha sido utilizada
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Cuando somos más de dos
en este tema sin mayores pretensiones conminativas o restrictivas, por lo
que permite incursionar con libertad en él, tanto al redactar como al leer.
Las complejidades y los factores que atraviesan este campo van des-
de los más concretos, como la estructura sanitaria y las vías de comuni-
cación entre técnicos, hasta los ideológicos, de poder, o las diferencias
entre concepciones teóricas. No profundizaré en todos; mi objetivo es
abordar los aspectos más habituales y prácticos que tienen lugar en tres
grandes áreas, hecho determinante en esta forma de tratamiento:
consulta privada por profesionales independientes,
atención institucional pública,
atención institucional privada.
Cada área incluye múltiples variables: tiempos, locaciones, frecuen-
cia, privacidad, costo para el paciente, remuneración de los técnicos,
distancia geográfica, atención telefónica, virtual o presencial, etc., que
generan diferentes grados de complejidad en los abordajes y facilitan o
entorpecen la relación entre los profesionales.
Un objetivo de este artículo es interesar a los colegas en esta modali-
dad para optimizar los resultados terapéuticos (Ellison, 2005). Dadas las
múltiples investigaciones y variables en juego, a la hora de plantear algunas
ideas parece necesario agregar, a los estudios científicos puros y duros y
a los criterios de expertos citados en las referencias bibliográficas, la ex-
periencia propia y la de colegas de nuestro medio, una dosis de sentido
común, y dejar al lector la tarea de diseñar la mejor estrategia en cada caso.
TRATAMIENTO INTEGRADO
A veces, un único profesional realiza las dos tareas, pero en general
uno lleva adelante la psicoterapia y otro prescribe los fármacos. Si bien el
enfoque que haré se apoya en conceptos psicoanalíticos, la mayor parte
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de la investigación no encuentra diferencias de resultado entre modelos
psicoterapéuticos basados en evidencia (Torres-Torija, 2009).
La situación más frecuente y paradigmática es que un psiquiatra se
encargue de la psicofarmacología y otro técnico, casi siempre un psicólo-
go, de la psicoterapia. Los dos son responsables, además de otros aspec-
tos, de la atención del paciente: la relación con su familia y trabajo, las
medidas médicas generales, el acompañamiento y consejo, la interacción
con otros técnicos ligados a la salud mental o general, entre otros.
Ambas aproximaciones pueden estimular la adherencia al trata-
miento. Los medicamentos facilitan la accesibilidad psicoterapéutica al
fomentar funciones del yo valiosas para la psicoterapia y ejercen efec-
tos positivos en expectativas y actitudes. La psicoterapia ayuda a dirimir
preconceptos o problemas de los usuarios ante la psicofarmacología y a
combatir el estigma que recae sobre los pacientes psiquiátricos.
También puede haber efectos negativos: la mejoría farmacológica de
los síntomas podría disminuir la motivación para la psicoterapia y esta
última podría ser sintomatológicamente disruptiva al remover conflictos.
Estas hipotéticas situaciones y otras adyacentes tienen suficiente susten-
to como para considerar su posible vigencia en cada caso.
La integración fármacos-terapia parece ser importante en pacientes gra-
ves y en situaciones de riesgo, en tanto se suman abordajes, opiniones y
controles. En oportunidades, surge frente a crisis; algunas implican riesgo
vital (ideación o intento de suicidio, conductas autodestructivas graves, adic-
ciones en carrera de consumo, etc.). Y, a veces, aparece frente a descompen-
saciones que requieren cambios en el abordaje que se está implementando.
Con frecuencia, uno de los profesionales indica el tratamiento inte-
grado desde el inicio y deriva al paciente a un técnico de su confianza, lo
que facilita la comunicación. Otras veces, el contacto se establece en el
curso de la terapéutica porque el psiquiatra sugiere una psicoterapia o el
psicólogo una consulta psiquiátrica.
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Cuando somos más de dos
El intercambio entre psiquiatra, psicólogo, paciente y eventualmente
su entorno conduce a mejor atención y capacidad de contención para el
paciente y su familia, y de tal comunicación dependen en buena medida
la eficacia y eficiencia de la terapéutica. Veamos algunos aspectos de
cada uno de los participantes.
El paciente
Su edad, personalidad, psicopatología, postura ideológica frente a la
farmacología y la psicoterapia, capacidades, vulnerabilidades y preferen-
cias pueden orientar hacia cuál, cómo y cuándo será la mejor forma de
incluir a un tercero en el tratamiento. La desconfianza, las fantasías, la
vergüenza y la hetero y autoestigmatización conscientes e inconscientes,
así como ciertas ideas y preferencias, aportan datos y señales para deci-
dir acerca de la integración.
Con frecuencia, los técnicos manejan aspectos de la interacción con
los pacientes mediante la lógica de las relaciones interpersonales cotidia-
nas, sin observar en detalle elementos no conscientes, importantes a la
hora de tomar decisiones.
Veamos algunas ideas que se presentan en los pacientes, que no ago-
tan la variedad posible:
Uno de los dos profesionales sabe más y conduce el tratamiento o las va-
riantes cercanas de esta formulación. (Por ejemplo, el psicólogo depende
jerárquicamente del psiquiatra, quien determina finalmente qué es lo
mejor. O bien, el psicólogo escucha y comprende más, y al psiquiatra
le importa menos entender.) Es preciso que se le aclare bien la situa-
ción al paciente y, para ello, es importante que los técnicos tengan
una estrategia común. Los campos de intervención de cada uno deben
quedar definidos para todos y las eventuales diferencias de perspectiva
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deben tramitarse entre los profesionales, con objeto de presentar a la
persona en tratamiento una versión lo más consistente posible.
Es lo mismo la consulta psicoanalítica (o de otra teoría psicoterapéutica)
que la psiquiátrica. Es importante dejar claras las pertinencias y los ob-
jetivos de cada espacio. Hay datos que sirven para uno y son irrelevan-
tes para el otro, y los técnicos tienen que hacérselo saber al paciente.
Se pierde la absoluta privacidad de una relación entre dos. Es así y parece
adecuado que el paciente, de común acuerdo con su terapeuta, pueda
reservar información que el psiquiatra no tiene por qué compartir en
tanto no es útil para el manejo farmacológico.
El uso de medicación implica mayor gravedad. No necesariamente es
así; corresponde sobre todo al psiquiatra enfocar este tema, para de-
jar la terapia como campo más libre para las fantasías del paciente.
El paciente plantea que prefiere «manejarse por sí mismo» y no utilizar re-
cursos farmacológicos, como si por hacerlo perdiera parte de su identidad
o control sobre ella. Algunos pacientes —no tantos— señalan que no
quieren terapia porque no desean depender de nadie y solicitan ex-
clusivamente fármacos. Estos aspectos requieren acuerdo entre am-
bos profesionales ante el paciente, centrado en la idea de que tanto
los fármacos como la terapia tienen como objetivo que él pueda ser
la mejor versión de sí mismo y que tienden a su mayor libertad y ca-
pacidad de elección.
El paciente supone que los técnicos se comunican entre sí porque no tras-
mite bien los datos o hay aspectos a los que él no puede o debe acceder. Es
necesario aclarar que no es así y que la comunicación se realiza para
que los profesionales ajusten de la mejor manera su accionar.
Se desplazan de un profesional a otro ciertos aspectos o exigencias, cons-
ciente o inconscientemente. Parece natural que así sea y se trata —nue-
vamente— de delimitar los campos.
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Cuando somos más de dos
El paciente supone que, luego del contacto entre los técnicos, toda la infor-
mación fue intercambiada, ambos están al tanto en detalle de lo que está
sucediendo y ya no le corresponde a él el esfuerzo y el involucramiento en
la terapia. Esto genera que tiendan a depender de los técnicos, lo cual
puede favorecer la reedición de la pareja parental u otras configura-
ciones familiares.
El paciente desvaloriza o idealiza a uno de los técnicos y constituye —mu-
chas veces con cierto acuerdo más o menos inconsciente del otro— una
«alianza» inadecuada. A veces, compara lo que los profesionales di-
cen y se apoya en lo que uno plantea para sostener sus posiciones
frente al otro, manipular la situación, atacar a uno de ellos o como
manifestación de resistencias. La dilucidación de estos puntos corres-
ponde fundamentalmente al tratamiento psicoterapéutico, al manejo
de elementos transferenciales.
El entorno del paciente
Este elemento no siempre está presente en la comunicación, pero jus-
tamente los casos que requieren tratamiento integrado suelen ser com-
plejos, por lo que se vuelve necesario que uno o ambos técnicos tengan
contacto con la familia o incluso, eventualmente, con el medio social del
paciente. Es conveniente que sea un solo profesional quien lo haga para
liberar al otro de responsabilidad y evitar las dificultades en la comunica-
ción que agregar actores conlleva.
Es posible que se necesite interactuar con instancias laborales, ad-
ministrativas, legales, etc., o bien comunicarse con las instituciones que
brindan la cobertura. Estos parecen más roles del psiquiatra que del psi-
coterapeuta, aunque obviamente habrá variantes.
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Psicoterapeutas y psiquiatras
Ambos profesionales seguramente tendrán diferencias en aspectos
particulares (formación, concepciones personales, experiencia, orienta-
ción psicoterapéutica incluso dentro de la propia escuela) y contextuales
(consulta privada o institucional, etc.). Estos puntos son relevantes a la
hora de una derivación o interconsulta y es preciso tomarlos en cuenta
para constituir un buen diálogo. También podrán estar atravesados por
sesgos y fantasías; veamos algunos…
Los siguientes son algunos de los sesgos y las fantasías posibles en
los psicoterapeutas (la mayoría psicólogos):
Suponer que los psiquiatras ven a los pacientes en profundidad y los
tienen presentes del modo que sucede en una psicoterapia. En general,
las condiciones laborales obligan a los psiquiatras a ver a muchas perso-
nas en tiempos breves y es imposible que todos estén accesibles en su
memoria. Muchas veces, esto es percibido como desinterés o soberbia.
Tener la expectativa de que los psiquiatras poseen siempre la capaci-
dad de precisar el diagnóstico o determinar con exactitud el riesgo u
otros elementos, lo que puede no ser así: muchas veces son necesa-
rias varias entrevistas para efectuar una serie diagnóstica adecuada y,
para ello, los aportes del psicólogo son de gran valor, sobre todo en
cuadros ambiguos en los que se requiere evaluación continua.
Compartir en diversa medida alguna de las falsas creencias o prejui-
cios acerca de la psiquiatría de muchas personas: los medicamentos
producen adicción, la electroconvulsoterapia destruye neuronas y
debe ser evitada, la internación es negativa. No necesariamente son
conscientes de hasta qué punto estos sesgos influyen y es relativa-
mente frecuente evidenciarlos.
Plantear que el sufrimiento sintomático debe ser parte del tratamiento
y que los efectos farmacológicos afectarían la capacidad de resolver
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Cuando somos más de dos
conflictos. Se conceptualiza así la farmacología solo como tratamien-
to coadyuvante, cuando en realidad ambas vertientes confluyen y se
potencian para mejorar la patología de base.
Utilizar en ocasiones un lenguaje que proviene de concepciones
psicoterapéuticas, no contemplado en la formación de todos los
psiquiatras.
Preocuparse por que, si disminuye la sintomatología, el paciente po-
dría dejar la terapia y habría un paciente menos en su consulta. Es
una variante de «el psiquiatra se va a quedar con el paciente».
A veces, le «explican» al psiquiatra qué tiene el paciente y lo que debe-
ría hacer, y la frustración y la rispidez pueden emerger de tal actitud.
A continuación, se listan algunos de los sesgos y las fantasías posibles
en los psiquiatras:
Muchas veces, desvalorizan la tarea del psicoterapeuta, en particular
si es psicólogo. No necesariamente son conscientes de tal extremo,
pero suponen que el verdadero tratamiento es el que ellos hacen y
desconocen la psicoterapia.
Pueden tener el prejuicio de que el psicólogo no sabe de diagnósti-
co o no le interesa. Desacreditan su formación y enfoque desde una
perspectiva médica omnipotente (Lipovetzky y Agrest, 2006).
A veces, le «explican» al psicólogo qué tiene el paciente desde una
nosografía tomada como la única posible o tienden a decirle al tera-
peuta lo que debería hacer; la frustración y la rispidez son el corolario.
Eventualmente —sobre todo si tienen formación en psicoterapia—
sienten que, si no aplican una escucha profunda y se mantienen en un
nivel clínico, no demuestran conocimiento. Se puede tener una pers-
pectiva —es imposible no hacerlo— que incluya aspectos psicodinámi-
cos y vaya más allá de la psiquiatría clásica, pero hay que ser cuidadoso
a la hora de efectuar intervenciones para no interferir en la terapia. La
tentación se puede contener hasta comunicarse con el terapeuta.
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Múltiples y complejas transferencias y contratransferencias
La variedad de ejes transferenciales-contratransferenciales que atra-
viesan el campo entre los tres actores (eventualmente más si agregamos
familia y allegados del paciente) es inabarcable. Se presentan en toda
comunicación humana y pueden incidir para bien o para mal en el trata-
miento, lo que hace necesario prever y reconocer a tiempo los que sea
posible. Lee y Hill (2005) observan que puede generarse splitting en el
paciente, conflictos entre los técnicos y terminación prematura del trata-
miento por el paciente o uno de los profesionales.
Las vivencias que los técnicos tienen cuando su trabajo es observado
por un par remiten a sus historias personales, se expresan de modo cons-
ciente o no y pueden ser fuente de interferencias, desconfianza, compe-
tencia, idealizaciones y otras posibilidades que afectan el tratamiento.
En tanto los psiquiatras están habilitados para realizar fármaco y psi-
coterapia, los terapeutas se limitan a esta última, lo que puede ser un
área de rivalidad no del todo consciente. Algunos terapeutas pueden vi-
venciar la interconsulta como admisión de un supuesto fracaso e importa
detectar una eventual transferencia negativa hacia el psiquiatra. Este úl-
timo también puede convertirse en «objeto bueno» para el paciente en la
transferencia dividida, especialmente cuando se da una mejora sintomáti-
ca con medicamentos. Tal idealización puede ser utilizada por el paciente
para resistir la exploración de la transferencia dolorosa; también podría
refugiarse en un rol pasivo mientras espera el alivio farmacológico, lo que
afecta su participación en la psicoterapia.
Algunos pacientes pueden percibir la consulta psiquiátrica incons-
cientemente como «abandono» por el terapeuta, como encuentro de dos
figuras parentales o tener falsas expectativas acerca de la omnipotencia
fantaseada del par de profesionales.
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Cuando somos más de dos
El psiquiatra puede quedar en medio de una reacción transferencial
negativa del paciente hacia el terapeuta, con las implicancias que esto con-
lleva desde el punto de vista del manejo. En tales casos, el paciente puede
intentar convertir la consulta psiquiátrica en una sesión de terapia, quizás
para evitar la ansiedad del enfrentamiento con el objeto del conflicto.
Los pacientes pueden imaginar a los técnicos como rivales, persegui-
dores en connivencia, y un amplio etcétera de posibilidades conscientes
e inconscientes que habrá que investigar y tener en cuenta en cada caso.
Asimismo, los efectos adversos de los medicamentos pueden convertirse
en foco de la terapia para evitar otros temas, con los elementos trans-
ferenciales subsiguientes. Corresponde a ambos técnicos abordar este
asunto cada uno desde su perspectiva.
En fin, las variantes son inabarcables en cuanto a posibilidades, por lo
cual los técnicos tendrán que estar atentos a evidenciarlas.
Encuadre en los tratamientos combinados
En términos generales, el encuadre surge de la relación profesional e
implica ciertas constantes que permiten el proceso psicoterapéutico. Su
propósito es disminuir las interferencias y aportar estabilidad, privacidad
y confianza, para dar lugar a lo que Winnicott (1971) denominó ambiente
facilitador (en la crianza; en la terapia agrego yo), que permite conten-
ción, sostén y regulación.
El encuadre se funda en los conceptos de cada teoría, las característi-
cas y la personalidad del terapeuta (disposición, actitud, experiencia, ética)
y el compromiso del paciente. Bleger (1967) refiere que Winnicott define
el setting como «la suma de todos los detalles de la técnica» (p. 103) y plan-
tea que el encuadre es un no-proceso que enmarca el proceso terapéutico.
Bleger (1967) considera el rol del analista, el conjunto de factores espa-
ciotemporales y parte de la técnica (horarios, honorarios, interrupciones
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regladas, etc.), y propone el psicoanálisis del encuadre psicoanalítico como
eje relevante.
En los tratamientos integrados todas estas alternativas se multiplican
dadas la complejidad y la cantidad de relaciones reales y fantaseadas.
Por tanto, asirse a reglas fijas y estrictas no parece operativo ni posible;
la mejor opción parece ser un encuadre abierto y flexible, que a la vez
exige responsabilidad para mantener una estructura que habilite el tra-
tamiento. Esto recae en gran medida sobre el terapeuta, quien debe con-
siderar las pautas de comunicación con el psiquiatra antes planteadas y
acordar con él los términos de relación. Es un encuadre que multiplica
y abre en gran medida las variables, y que está conformado sobre todo
por la actitud, profesionalidad y receptividad de los técnicos; no tanto
por los aspectos formales de la relación, aunque estos también tendrán
cierta importancia.
ALGUNAS PAUTAS
Tomar en cuenta los ya mencionados sesgos de pacientes, psiquia-
tras y terapeutas, los aspectos transferenciales-contratransferenciales y
el encuadre facilitará el tratamiento integrado. Además, entiendo posible
señalar ciertas orientaciones, así como advertir acerca de determinadas
dificultades —más allá de la complejidad y lo variado de los contextos—,
para que tal tratamiento resulte más eficaz y eficiente.
En términos generales, el intercambio psiquiatra-psicólogo es acerca
de aspectos diagnósticos y terapéuticos, y disponer de una pauta sencilla y
flexible facilita la comunicación. Esta pauta podría acercarse a la siguiente:
Motivo de consulta.
Diagnóstico clínico (nosográfico, positivo, psiquiátrico).
Rasgos de personalidad.
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Cuando somos más de dos
Diagnóstico psicopatológico, centrado en los mecanismos más
significativos.
Enfermedades físicas relevantes.
Antecedentes personales y familiares.
Entorno familiar y psicosocial, de más o menos importancia en cada
caso.
Posibles riesgos y actings.
Evaluación de la actividad global del paciente.
Manipulaciones que el paciente pueda intentar.
Elaboración o perspectiva conjunta de un proyecto terapéutico que
incluya psicoterapia y farmacología (eventualmente paraclínica, far-
macología general, electroconvulsoterapia, dieta, ejercicio, organiza-
ción de las actividades, interconsulta con otros técnicos) y también
instancias de apoyo familiar, social, institucional, grupal, de ong, la-
boral, etcétera.
Esbozo de un pronóstico.
Pautas para continuar el tratamiento integrado (formas de comuni-
cación, selección de qué aspectos tratará cada uno con el paciente,
entre otras).
Frecuentemente, son relevantes la intensidad y la urgencia del pro-
blema, el motivo de consulta, las capacidades psicológicas del paciente,
su modalidad pasiva o activa, su ideología respecto a los recursos tera-
péuticos y la relación costo-beneficio (Fernández-Álvarez et al., 2000).
Si los técnicos se conocen o tienen referencias sobre el otro, se facilita
la situación desde el inicio, mas no siempre es así y hay que ir estructu-
rando las formas y la comunicación sobre la marcha. Si es la primera
vez que trabajan en conjunto, les sería útil informarse acerca de la expe-
riencia, orientación terapéutica, técnicas y especialización de cada uno y
tomar en cuenta la estructura asistencial en la que se realizará el trata-
miento. Es posible acordar —explícitamente o no— un lenguaje común
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que evite conflictos entre aspectos teóricos y referencias de las distintas
disciplinas.
El uso de la psicoterapia se ha extendido en nuestro país desde la im-
plantación del plan de prestaciones asistenciales en 2011, lo que facilita
el acceso a los registros si ambos profesionales brindan atención en la
misma institución, a la que podrán solicitar condiciones que mejoren la
comunicación. El uso de una única historia clínica es una posibilidad cada
vez más accesible, que permite ver lo que el otro técnico está privilegian-
do en la evolución del caso.
Ambos técnicos deberán reflexionar e intercambiar sobre las fanta-
sías, manejos y aspectos transferenciales-contratransferenciales que sur-
jan desde el paciente, pero también acerca de los que se dan entre ellos
mismos. En la comunicación directa, el mail parece una buena elección
en tanto da más tiempo a pensar, consultar registros y expresar ideas
con claridad. Es positivo manifestar concordancias y discrepancias, aun-
que no involucrarse en discusiones acerca del marco teórico referencial
de cada profesional. Naturalmente, no hay que evidenciar desacuerdos o
críticas frente al paciente o familiares antes de dirimirlas con el otro téc-
nico, en tanto esa actitud puede comprometer las bases del tratamiento.
Un problema puede ser que uno de los técnicos tenga información
acerca de determinado punto y el otro no; habrá que decidir qué informa-
ción se comparte y cuál debe reservarse (especialmente por el terapeuta).
Asimismo, importa aclararle al paciente que, si está en terapia, lo relevan-
te en la consulta psiquiátrica es la sintomatología.
Las anteriores propuestas y reflexiones exigen flexibilidad y creati-
vidad, y creo que aportan para que los profesionales tratantes puedan
referirse a la persona en tratamiento como nuestro paciente.
§
131
Cuando somos más de dos
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