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ENCUADRE DESDE LA MIRADA
DEL PSICOANÁLISIS RELACIONAL
Stella María Barrios Blanc
Licenciada en Psicología, UDELAR
Miembro Habilitante de AUDEPP
Correo electrónico: barriosstella@gmail.com
ORCID: 0000-0002-3201-7494
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Resumen
Desde la perspectiva del psicoanálisis relacional este trabajo aborda el encuadre y
las distintas formas de estar con el paciente, tratando de indagar la peculiaridad que cada
una de ellas conlleva. ¿Es posible sumergirse en todos los sentidos de lo que está pasando
aquí, ahora, en mí, en el otro y entre los dos, en una interacción analítica a distancia?
El psicoanálisis relacional con sus ampliaciones conceptuales y sus referencias teó-
ricas ofrece nuevas luces para observar estos fenómenos. El año 2020 inaugura algo dis-
tinto. La pandemia puso en crisis el encuadre clásico psicoanalítico. La propagación del
covid-19, con sus medidas de confinamiento y sanitarias, hizo que se armaran distintos en-
cuadres, que son distintos modos de encuentro con los pacientes. Comenzamos a utilizar
distintas plataformas online para sostener y sostenernos frente a la irrupción de lo nuevo e
inesperado que proviene del exterior y que es una amenaza para el encuentro presencial.
Aparece en nuestro trabajo la psicoterapia virtual en lugar de la presencial. Surgen
interrogantes acerca de la forma en que estos dispositivos pueden facilitar o entorpecer
el proceso psicoanalítico a la luz de las metapsicologías que nos acompañan.
Palabras clave: psicoanálisis relacional, encuadre, psicoanálisis online, neurociencia.
The frame from a relational psychoanalytic point of view
Abstract
From the perspective of relational psychoanalysis, I will approach the frame and the
different ways of meeting the patient, trying to investigate the peculiarities that each of
them holds. Is it possible to immerse oneself in every way into what is happening here,
now and with me, with the other and between the two of us, in an analytical interaction
at a distance?
Relational psychoanalysis and its conceptual extensions and theoretical references
offers new insights to observe these phenomena.
In 2020 something different is revealed. The pandemic challenged the classical
psychoanalytic frame. The spread of Covid-19 with its confinement and sanitary
measures led to the creation of different frames, which are different ways of meeting
the patients. We began to use different online platforms to support, both patients and
ourselves, in the face of the irruption of something new and unexpected that comes
from outside and that is a threat to face-to-face meetings.
Virtual psychotherapy replaces face-to-face psychotherapy. Questions arise as to
how these arrangements can promote or hinder the psychoanalytic process considering
the metapsychologies that accompany us.
Keywords: relational psychoanalysis, frame, online psychoanalysis, neuroscience.
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PSICOANÁLISIS RELACIONAL:
UNA NUEVA MANERA DE PENSAR LO HUMANO
El modelo relacional se fue gestando con los aportes de los cambios y
avances sociales, culturales y científicos, que fueron haciendo rever los pos-
tulados clásicos del psicoanálisis, legados por su fundador. Manteniendo el
espíritu investigador, no conformista, ha dado origen a nuevas maneras de
pensar lo humano. El enfoque relacional en psicoanálisis
se enmarca en el intento de superar la dualidad clásica sujeto-objeto (in-
terior-exterior), así como la descripción del comportamiento como una
secuencia mecánica de acción y reacción, o agente y paciente. Desde la
filosofía estas ideas son consonantes con el constructivismo, el perspec-
tivismo (Nietzsche, Ortega), y el existencialismo en cuanto niega la pre-
minencia de la esencia frente a la existencia. (Rodríguez Sutil, 2007, p. 9)
Con ese espíritu surge el psicoanálisis relacional, denominación pro-
puesta por Stephen A. Mitchell (1946-2000), quien ha sido uno de los
principales renovadores de la teoría psicoanalítica contemporánea y
uno de los precursores de este giro relacional en psicoanálisis (Mitchell,
2015). El psicoanálisis relacional engloba varias líneas del pensamiento
postclásico: los relacionalistas, los intersubjetivistas, los interpersonalis-
tas (los teóricos de Boston Stern, Karlen Lyon-Ruth) y la teoría del apego
de Bowlby (1988), que prioriza la necesidad básica de amor y exploración
en el niño. Ellos comparten una premisa: se oponen a la metapsicología
pulsional de Freud y enfatizan el papel de las relaciones en la constitución
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de la subjetividad. Lo intrapsíquico se entiende como producto de las re-
laciones y no como resultante de fuerzas endógenas. El ser humano nace
en un ámbito relacional. Necesitamos de un otro para desarrollarnos, pa-
tologizarnos y curarnos. El otro es imprescindible.
El psicoanálisis relacional reformula el campo analítico, su proceso,
su método y su teoría, revisada a la luz del estudio de lo intersubjetivo,
los procesos vinculares y las investigaciones en neurociencias. Toma en
cuenta el fenómeno de la neuroplasticidad, considerando el desarrollo
de nuestro cerebro a lo largo de la vida y la posibilidad de incorporar
nuevas actitudes de acuerdo con las nuevas experiencias (Ansermet y
Magistretti, 2006). Al decir de Nemirovsky (2020),
pensar un sujeto abierto a su historia, a su presente político social y a su
futuro, viviendo en esa paradoja planteada por esa ecuación repetición
versus novedad y enfrentándonos con lo diverso, con lo que no es igual.
Se abandona la idea central de la repetición, para dar lugar a lo nuevo,
a lo que se edita, lo que aparece con el terapeuta, y desde allí se genera
el cambio.
Conviven en este enfoque una amplia gama de conceptos de diversas
escuelas psicoanalíticas que enfatizan aspectos como el self, el objeto o el
espacio interpersonal entre el sí mismo y el otro. Concuerdan en el aban-
dono del énfasis en la pulsión como elemento básico de la vida mental.
Se pasa de un modelo arqueológico y reconstructivo a una construc-
ción activa de una narrativa de la vida del paciente. Paciente y analista
son creadores de patrones (Aron, 2013). El psicoanálisis relacional consi-
dera que todos los fenómenos del proceso analítico se desarrollan en un
campo cocreado entre paciente y terapeuta.
Los teóricos relacionales tienen en común tanto un interés en lo in-
trapsíquico como en lo interpersonal, y observan lo intrapsíquico como
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Encuadre desde la mirada del psicoanálisis relacional
constituido por la internalización de la experiencia interpersonal, que a
su vez está mediada por las limitaciones impuestas por las delimitaciones
biológicas y los patrones (Aron Lewis, 2013). Asimismo, consideran que
desempeñan roles importantes e interactivos en la vida humana: la reali-
dad y la fantasía, lo interpersonal y lo intrapsíquico. Reconocen el valor
de lo que trae el sujeto a la interacción: temperamento, eventos corpo-
rales, capacidad para responder fisiológicamente, patrones de regulación
diferentes, sensibilidad. No minimizan la importancia del cuerpo o de la
sexualidad en el desarrollo humano. Lo intrapsíquico no se opone a lo
interpersonal: se complementan el uno con el otro.
El psicoanálisis relacional no es una escuela de pensamiento unifica-
do, sino que constituye un grupo diverso de teorías que se enfocan en las
relaciones personales, interpersonales e intrapersonales, y que destacan
el énfasis en las dimensiones relacionales del desarrollo y del tratamiento.
La teoría relacional es ecléctica y contemporánea; parte de la idea de que
las relaciones, tanto internas como externas, reales e imaginadas, son su
eje central.
Cambio epistemológico
Del positivismo y el objetivismo se pasa al constructivismo social. Se
abandona la creencia de que el analista puede eliminar el impacto de su
propia subjetividad, observar desde fuera del sistema. Con el constructi-
vismo se enfatiza que el observar tiene un rol relevante en la configura-
ción, construcción y organización de aquello que está siendo observado.
Este cambio epistemológico promueve el escepticismo frente a lo obje-
tivo y al conocimiento universal. Se pasa a considerar la subjetividad de
los dos integrantes de la díada analítica. Se hace foco en la transferencia-
contratransferencia como una coconstrucción mutua.
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Elemento básico de la vida mental
Uno de los puntos de anclaje del psicoanálisis relacional es la teoría
del apego, la búsqueda del objeto como motivación básica del ser huma-
no. La constitución de un sujeto (self) necesita de otro.
Fairbairn (apud Mitchell, 1993) argumenta que la libido no busca el
placer, sino el objeto. La principal necesidad del niño es establecer una
fuerte relación con otra persona. El motivo básico de la experiencia hu-
mana es la búsqueda y la conservación de un fuerte vínculo emocional
con otra persona. Riera i Alibés (2011) dice que
los humanos nacemos con un cerebro que posee la capacidad potencial
para la conexión intersubjetiva […]. La consecuencia más negativa de
la falta de maduración de las capacidades para la conexión intersubje-
tiva es que el pequeño no tendrá la capacidad de recurrir a los demás
para regular sus propias emociones. (p. 223)
Desde la perspectiva relacional, el bebé no está gobernado por las
pulsiones, sino que viene equipado para conectar con los objetos, cons-
truir con ellos sistemas relacionales progresivamente más complejos para
conseguir una buena regulación mutua de las emociones.
Fairbairn (apud Rodríguez Sutil, 2007) plantea que el paciente debe
haber sufrido deprivaciones importantes en su infancia, por lo cual es ló-
gico que acuda a la terapia necesitado de aquellas relaciones personales
de las que careció.
Neurociencias
El psicoanálisis relacional se nutre también de las investigaciones y los
descubrimientos de las neurociencias respecto al desarrollo cerebral, la
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Encuadre desde la mirada del psicoanálisis relacional
neuroplasticidad, la memoria procedural o implícita, el descubrimiento de
las neuronas espejo, entre otros. Estos conocimientos tienen consecuen-
cias en la concepción del desarrollo de la mente y en la postura clínica.
Las neuronas espejo desempeñan un importante papel en la capaci-
dad humana para sentir lo que el otro está sintiendo. «Yo siento que tú
sientes lo que yo siento» (Riera i Alibés, 2011, pp. 133, 179, 212). Son la
base de la empatía, de la identificación y de la capacidad de mentalización.
La amnesia infantil hasta los 3 años de edad es entendida a la luz
de la no disponibilidad del hipocampo, que no comienza su maduración
hasta pasados los 18 meses de vida. La memoria implícita guarda las
experiencias emocionales de los primeros meses, experiencias que no
pueden ser recordadas explícitamente ni verbalizadas; solo se expresan
como memoria emocional en los sentimientos y en el comportamiento.
Al pensar la incidencia de estos elementos en el ámbito clínico, pasan a
jerarquizase los componentes paraverbales, que crean la atmósfera emo-
cional de la sesión y ayudan al paciente a ir modificando y ejercitando su
memoria emocional.
Cambios teóricos
Se recupera la primera teoría freudiana sobre el trauma en cuanto a la
importancia de lo ambiental en la subjetividad. Ferenczi (2016) fue el pri-
mero en señalar que el trauma no estaba solamente vinculado a lo sexual,
y puso de relieve lo afectivo cuando el adulto no cumple su función pro-
tectora al ignorar las necesidades del niño. El trauma deja de organizarse
exclusivamente alrededor de la sexualidad y adquieren una importancia
equivalente la falla por exceso o déficit y la falta de sintonía, contención
emocional y responsividad emocional adecuada entre el adulto y el niño.
Cambia la hermenéutica de la sospecha por la hermenéutica de la
confianza en la escucha del paciente. Se cuestiona la universalidad de la
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fantasía de seducción: se escuchan, también, los eventos del ambiente
en que se desarrolla el niño y se entienden las expresiones clínicas no
solo como producto de la fantasía. Es otra forma de posicionarse con el
paciente (investigación empática-introspectiva), la cual, sin dejar de lado
la asimetría inherente a la relación profesional, ubica a ambos (paciente y
terapeuta) como partícipes en los trastornos del desarrollo del tratamien-
to. Es así como deja de considerarse que no hay pacientes inanalizables,
sino que ese paciente no funciona en análisis con ese analista. Se valora la
personalidad del analista como uno de los factores que intervienen en el
campo relacional entre analista y analizando.
Los sueños no son considerados únicamente como expresión de un
impulso sexual reprimido: se les asigna una función de regulación y res-
tauración de los procesos psíquicos. Se considera que los sueños también
intentan integrar y organizar las experiencias afectivo-cognitivas actuales.
En el psicoanálisis relacional las emociones cobran relevancia, se
exploran en el discurso del paciente y en todas las irrupciones del in-
consciente. Las emociones guían y determinan el comportamiento de los
seres humanos en todas sus dimensiones. Intervienen en los más diver-
sos campos de acción humana: relaciones interpersonales, de pareja y
familiares, de negocios, política, religión, economía, etcétera.
Son las emociones, de placer o de displacer, de esperanza o temor,
de deseo o aversión, de amor o de odio, de amistad o de antipatía, de
alegría o tristeza, y un larguísimo etcétera lo que constituye el meollo
de nuestra vida psíquica. La capacidad de razonar, como la percepción,
la memoria, etc., son los recursos de que disponemos para calibrar,
filtrar, canalizar, inhibir o expresar nuestras emociones y, finalmente,
comportarnos, mental y prácticamente, de una manera u otra manera.
(Coderch de Sans y Plaza Espinosa, 2016, p. 23)
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Encuadre desde la mirada del psicoanálisis relacional
Todo ser humano llega al mundo desvalido y, al mismo tiempo, pro-
visto de un potencial de humanidad. Ese potencial se despliega en el con-
tacto con otros seres humanos. Ese encuentro o desencuentro, tanto con
las personas como con la sociedad que lo reciba, dará lugar a una gran
variabilidad de resultados en ese ser que se hace humano.
ENCUADRE EN PSICOANÁLISIS RELACIONAL
El Diccionario introductorio de psicoanálisis relacional e intersubjetivo
(León y Ortúzar, 2020) define el encuadre como un
Conjunto de reglas y constantes que permiten y facilitan el desarrollo
del proceso terapéutico. Tradicionalmente, el psicoanálisis clásico ha
abogado por un encuadre más fijo e inmóvil, mientras que el psicoa-
nálisis relacional propone un encuadre elástico y flexible, resultante de
la negociación mutua, dinámica y particular de cada díada terapeuta-
paciente. (Bass, 2007, apud León y Ortúzar, 2020, p. 202)
Se concibe el proceso psicoanalítico como algo que se genera en el
encuentro de dos subjetividades: la del paciente y la del analista, que se
influyen mutuamente. Es la creación compartida entre ellos de un am-
biente seguro y ético, que a partir de un encuentro continuo permite,
entre ambos, la exploración intensa y profunda de los aspectos incons-
cientes del paciente y la edición de situaciones novedosas, no vividas por
el paciente (Nemirovsky, 2020).
El encuadre en esta perspectiva es flexible, antijerárquico, democrá-
tico y dialógico. Es una cocreación entre terapeuta y paciente que per-
mite movimientos emocionales en un ambiente seguro, confiable y ético.
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Bregman Ehrenberg (2016) en su libro Al filo de la intimidad… nos propor-
ciona numerosos ejemplos de este giro relacional.
¿Cuál es la función del encuadre?
Para el psicoanálisis freudiano, favorecer la regresión del paciente,
necesaria para llevar a cabo el proceso psicoanalítico y la instauración
de la neurosis de transferencia. Para el psicoanálisis relacional, que parte
de la naturaleza social y relacional del ser humano, se entiende que el
encuadre debe estimular y favorecer la progresión del funcionamiento
psíquico del paciente.
Sabemos que los seres humanos poseemos múltiples self de acuer-
do con los diversos contextos por los que ha transcurrido nuestra vida
(Mitchell, 1993).
El reconocimiento del otro y el desarrollo del self son fenómenos inter-
dependientes. La intersubjetividad, el reconocer al otro y sentirse reco-
nocido por el otro, son el alimento del self. Por lo tanto, el espíritu del
encuadre en el psicoanálisis relacional es el de estimular y favorecer la
profundización de la intersubjetividad. (Coderch de Sans, 2018, p. 351)
Un encuadre para el psicoanálisis relacional no alude solamente a las
coordenadas espaciotemporales y de actitud profesional en que se desa-
rrolla el encuentro. Sabemos que entre paciente y analista se produce una
ininterrumpida y mutua influencia (llamada clásicamente transferencia y
contratransferencia), cocreada, por lo cual ningún analista es igual con to-
dos sus pacientes, porque cada uno despierta en él diferentes estados de
su self (conscientes y disociados). Por lo tanto, sería más adecuado plan-
tear que entre ambos crean un encuadre interno, en cuyo marco transcu-
rre esta peculiar interacción entre dos personas (Coderch de Sans, 2018).
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Encuadre desde la mirada del psicoanálisis relacional
En el Río de la Plata, Baranger (2004) plantea:
La relación analítica es distinta conforme a la personalidad y las carac-
terísticas de sus dos integrantes. Sabemos empíricamente que no todo
paciente puede funcionar con cualquier analista, y recíprocamente, que
no todo analista trabaja bien con cualquier paciente, por más que su
análisis previo haya ampliado su capacidad de comprensión y su intui-
ción. Es necesaria una adaptación mutua entre analista y paciente para
permitir la formación del campo y de la fantasía inconsciente básica
compartida. (p. 166)
Asimismo, en el Mediterráneo, Coderch de Sans (2015) plantea que,
gracias a los conocimientos aportados por el sistema nerviosos central,
en el encuadre psicoanalítico queda confirmada la innegable realidad de
la influencia mutua de la díada analítica, sean cuales sean las intenciones
y fantasías que posea cada uno de sus miembros:
Todo movimiento en el estado mental de cada uno de los componentes
de la díada analítica, ya sea enunciado verbalmente en el contenido se-
mántico de las palabras o en la prosodia del lenguaje, o sub-verbalmente
a través de gestos y expresiones faciales o silencios, da lugar a que en el
cerebro del otro se activen las mismas redes neuronales, de manera que
el analista, con la atención vuelta hacia sí mismo, puede percibir no tan
sólo las emociones y pensamientos que, de alguna manera, le provocan
sus redes neuronales activadas y equivalentes a las que lo están en el pa-
ciente, sino también los procesos somatosensoriales correspondientes a
tal activación de estructuras cerebrales, es decir, puede acompañar sen-
sorialmente al paciente en las experiencias que está viviendo en la rela-
ción, gracias a lo cual podemos decir que este analista no únicamente
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comprende a su paciente, sino que, además, lo reconoce como la madre
reconoce a su bebé. (Coderch de Sans, 2018, p. 334)
A la luz de estas observaciones, se podría plantear que el matiz dife-
rente en cuanto a cómo se configura el campo analítico en la perspectiva
relacional estaría dado por la importancia que cobran los procesos psí-
quicos implícitos en la díada analítica. Basta pensar en «lo sabido no pen-
sado» de Bollas (1987). Se configura un diálogo implícito ente paciente y
terapeuta por otros canales de expresión (no verbales), y allí nos encon-
tramos con fenómenos como el enactment (De Souza y Anfusso, 2017),
que son reveladores de lo que está sucediendo en la díada. Desde la pers-
pectiva relacional, el enactment es una experiencia valiosa en el proceso
terapéutico, en tanto se trata de instancias basadas en las emociones que
cobran vida en la relación paciente-analista, en la cual intervienen am-
bos. Los enactment son una forma de comunicar las experiencias o esta-
dos emocionales más arcaicos, asimbólicos y no verbales, es decir que
no pueden expresarse de otro modo. Es una comunicación, una escena
donde pasa algo, se escenifica algo que no es consciente entre paciente
y analista.
Siguiendo a Coderch de Sans (2018), el encuadre psicoanalítico (ex-
terno e interno) configura un campo donde es imposible tener todas las
variables controladas. Se produce una reverberación de los estados men-
tales, pensamientos, sensaciones y emociones del paciente en la mente
y en las sensaciones corporales del analista, y viceversa, del analista en
la mente del paciente. Desde el psicoanálisis relacional, el analista debe
aspirar a una actitud de entrega al otro sin dejar de ser él mismo, en un
encuadre que estimule el diálogo abierto con todas las posibilidades, don-
de se despoje del temor a ser descubierto como persona, se ofrezca dis-
ponible para ser reconocido por el paciente y abandone la preocupación
por mantener la fría distancia analítica, la neutralidad y el anonimato.
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Encuadre desde la mirada del psicoanálisis relacional
Esto no significa que los analistas relacionales sean siempre simpáticos y
laxos ni que hagan uso indiscriminado de la autorrevelación y el vale todo.
ENCUADRE Y PANDEMIA
Detengámonos ahora a reflexionar sobre la incertidumbre y los cam-
bios que generó una situación excepcional en el 2020: la pandemia por
el covid-19. La exhortación al confinamiento y el temor a lo desconoci-
do, con potencial letal, hicieron que rápidamente adoptáramos el uso de
tecnologías a nuestro alcance para poder continuar con nuestra tarea. El
psicoanálisis vía videoconferencia modificaba el encuadre en el proceso
analítico y no sabíamos cómo ello podría alterar el proceso y la identidad
de nuestra práctica. Se produjo un ajuste activo a las necesidades del pa-
ciente, del analista y del contexto de pandemia.
El encuadre está en proceso de profundas transformaciones a la luz
del psicoanálisis relacional y de la comunicación virtual y digital que el
avance tecnológico ha proporcionado (León y Ortúzar, 2020). La pande-
mia nos impuso atender a nuestros pacientes a distancia. Debimos cam-
biar el encuadre, lo que derribó la ilusión de poseer algo seguro y estable
al resguardo del consultorio en presencia corpórea.
Asistimos con anterioridad a los cambios en la cultura y en la sub-
jetividad de los pacientes, que exigieron modificaciones en el encuadre,
y confeccionamos a medida el encuentro con el que solicitaba nuestra
ayuda. Con la pandemia, el encuentro se ha diseñado a través de diversas
plataformas de videoconferencia: Skype, Zoom, teléfono, etc. El paciente
elige y se arman diferentes encuadres, con imagen y sin imagen, mientras
que otros no pudieron apropiarse de la copresencia virtual y no acepta-
ron esta nueva modalidad para continuar el proceso analítico.
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El encuentro se da en un mundo que incorpora la amenaza de muerte
y la preocupación por la vida propia y de los otros. ¿Cómo dar amparo a
las formas emergentes de ser y afrontar esta realidad, sin caer en una so-
breadaptación que obture una transformación creativa de lo que estamos
viviendo y haciendo?
Siguiendo a Gutiérrez (2020), podemos inferir el malestar subjetivo
en estas relaciones de copresencia virtual. Este psicoanalista chileno nos
propone pensar que lo que radicalmente viene a alterarse en la telecopre-
sencia es la experiencia de otredad en el encuentro humano:
Cierto conjunto perceptual me indica que ahí hay otro, y me encuentro
coordinándome, encontrándome con él. Por otro lado, la responsivi-
dad espontánea se encuentra entorpecida, el trasfondo psique somá-
tico que anticipa al otro, se encuentra con una respuesta ominosa, es
familiar pero extranjera a la vez, y tenemos que resolver esta forma de
comunicación silente, y lo hacemos mediante el uso de diversos meca-
nismos de defensa para lidiar con este malestar. La renegación o actitud
de aceptar el objeto negando la falta es notorio. Al estar inmerso en la
experiencia virtual avanzamos a alucinar negativamente el registro de
la carencia. (Gutiérrez, 2020)
Perceptualmente la carencia desaparece: «Se reconstruye un otro a
partir de una interacción por vías de la imagen y el sonido que reniega de
la ausencia y al mismo tiempo se anticipa reflexivamente al otro, quedan-
do, esperando aquello que nunca llega» (Gutiérrez, 2020).
Gutiérrez (2020) considera que la virtualidad tiene muchos beneficios
prácticos, pero que también trae aparejada una serie de malestares subje-
tivos en el campo de las copresencialidades, que, a su entender, obedecen
a esas condiciones estructurales que contravienen el modo de construir
nuestra subjetividad a partir del encuentro humano. Nuestro self emerge
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Encuadre desde la mirada del psicoanálisis relacional
de la experiencia de sostén físico y emocional de la madre en tanto am-
biente. La experiencia temprana de maternaje opera como una estructura
encuadrante para el sujeto. «Hacemos de lo externo el modo interno, y de
cómo hemos sido tratados, un lienzo para la representación» (Gutiérrez,
2020). Estas consideraciones de la construcción de la subjetividad, a su
entender, nos advierten de cuál es la población clínica con indicación o
contraindicación de teleanálisis.
Asimismo, Coderch de Sans (2018) se interroga sobre dónde reside la
posibilidad del cambio psíquico y la fuerza terapéutica del psicoanálisis
desde la perspectiva relacional. En su respuesta (además de la personali-
dad del analista y el método o teorías que lo guían en su trabajo) conside-
ra la importancia de sintonizar psicobiológicamente con el paciente y lo-
grar que se sienta reconocido en sus experiencias implícitas, no verbales
y no simbólicas, de la misma manera que un bebé se siente reconocido
por su madre.
Coderch de Sans (2018) afirma que es gracias a «la sintonización psi-
cobiológica de las mentes corporeizadas de paciente y analista» (p. 56)
que puede producirse el cambio y la modificación del inconsciente rela-
cional. La sintonización psicobiológica es un concepto que se apoya en
las investigaciones de Rizzolatti y Sinigaglia (2006) sobre las neuronas
espejo.
Gallesse (2011) afirma que los humanos somos semejantes porque
estamos equipados con el mismo substrato neuronal, que se activa cuan-
do realizamos acciones o experimentamos emociones y sensaciones. A
este mecanismo neuronal funcional lo llama simulación corporeizada. A
través de él se logra una comprensión del otro, desde el interior, lo reco-
nocemos dentro de nuestro propio organismo. Este mecanismo neuronal
funcional nos permite compartir los estados emotivos, las necesidades y
el sufrimiento. Poseemos un mecanismo espejo que nos permite recono-
cer inmediatamente al otro. Estas aportaciones de la neurofisiología y la
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neurobiología respecto a la captación de las emociones e intenciones del
otro, gracias a la función del sistema nervioso central y a la simulación
corporeizada, no derriban la utilidad de la comprensión basada en la re-
flexión. Por el contrario, abren una interrogante respecto a la posibilidad
de su despliegue en el encuentro virtual con el paciente. El espejamiento
en nuestro cerebro de las emociones y pensamientos de los pacientes:
¿es posible en la comunicación a través de los dispositivos electrónicos?
¿Corremos riesgo de pasar a una virtualización de la psicoterapia, con un
self virtual y descorporeizado?
En el encuentro con el paciente se desarrolla otro diálogo subverbal
a nivel implícito. Paciente y analista emiten señales sensoriales durante el
diálogo: parpadeo, expresiones faciales y gestuales, movimientos corpo-
rales, expresión de los ojos en todas sus tonalidades, entonación y ritmo
de la voz, entre otras, captadas en la comunicación en presencia física,
necesaria para que se produzca la sintonización psicobiológica. Las per-
cepciones somatosensoriales, origen de las experiencias implícitas, de las
que derivan las explícitas, pueden estar muy restringidas en el intercam-
bio con el paciente a través de los medios electrónicos. Está la imagen,
pero no la experiencia vívida humana. Mediante la simulación corporei-
zada, junto al diálogo explícito paciente-terapeuta, se desarrolla otro diá-
logo subverbal a nivel implícito en ambos sentidos de la díada. El pacien-
te también percibe internamente al analista. Es lo que Winnicott nos ha
enseñado respecto a la díada madre-bebé y a cómo la madre percibe en
su interior los estados mentales de su bebé y los refleja en su rostro, tono
de voz, gestos…; asimismo el bebé sintoniza los estados emocionales de
la madre (Anfusso e Indart, 2009).
¿El análisis online funciona con todos los pacientes? La experiencia
clínica en pandemia nos fue mostrando la variabilidad de respuesta ante
el nuevo dispositivo propuesto para continuar trabajando. Muchos pa-
cientes se adaptaron fácilmente y lograron revelar a distancia relatos que
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Encuadre desde la mirada del psicoanálisis relacional
de forma presencial no se habían producido. En otros casos, esto no fue
posible, especialmente en aquellas situaciones en que el paciente reque-
ría una regresión profunda a la dependencia en su proceso de análisis.
Llegado el confinamiento, algunos analistas tenían experiencia de
trabajar online, con encuadres reservados como medidas transitorias para
mantener un tratamiento, de lo que no se hablaba mucho. Con la pande-
mia apareció la necesidad de continuar con nuestra tarea incluyendo un
tercero, extraño para muchos de nosotros: el tercero tecnológico. Con él
se instalaron varias interrogantes y preocupaciones, una de ellas: la con-
fidencialidad, elemento fundante en la creación de un ambiente seguro y
ético para desarrollar el encuentro con el paciente. Debimos asesorarnos
y aprender los resguardos necesarios para continuar a través del encuen-
tro online. Debimos tolerar las interferencias en la conectividad en el uso
de diferentes plataformas y nos preguntamos si es lo mismo la ausencia
del paciente por no conectarse. Movidos por la autoconservación, nos
lanzamos a nadar en aguas extrañas, sin perder un modo de pensar psi-
coanalítico. ¿Fin del reinado del diván, del cara a cara, para dar cabida a
otro encuadre en la práctica psicoanalítica: el psicoanálisis a distancia?
Estamos trabajando juntos cuando no estamos juntos, desarrollamos
el psicoanálisis mediado vía internet, el ciberespacio ingresa en nues-
tra práctica y suscita discusiones respecto a su factibilidad e indicación.
Existen diversas posiciones (positivas, neutras, negativas, moderadas) en
torno a esta discusión sobre el análisis por videoconferencia (Gutiérrez,
2017), que consideran el impacto de las mediaciones virtuales en el pro-
ceso analítico. Gutiérrez (2020) nos propone pensar que los encuadres
por videoconferencia producen
una bi-escisión entre diversos grados de reconocimiento/negativiza-
ción de la ausencia del otro, por un lado, y la expectativa de la copre-
sencia física por el otro, desmantelando con ello la experiencia unitaria
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prerreflexiva del ser aquí, ahora, conmigo, propia de las interacciones
materialmente presentes.
A la luz de estas consideraciones, debemos preguntarnos qué pacien-
te se beneficia con este nuevo encuadre a distancia y en qué casos no es
pertinente. Nuevamente cobra relevancia lo singular en nuestra discipli-
na: depende del caso a caso.
El posicionarnos respecto a este asunto está mediatizado por la pers-
pectiva teórica que nos acompaña en el encuentro con el paciente, los
modos de entender la práctica clínica y los objetivos que consideremos
tiene el análisis. Podemos estar preocupados por hallar la verdad, escla-
recer o curar (objetivos que seguramente nos interesan en términos del
proceso que vamos transitando). Vamos armando, construyendo entre
ambos integrantes de la pareja terapéutica, intervenciones sucesivas que
intentan acercarse a las vivencias de quien nos consulta y que tratan de
abarcarla, dando rodeos metafóricos (Nemirovsky, 2019).
Desde la mirada que nos ofrece Winnicott con su teoría del desarrollo
emocional, la no integración es un estado necesario para la emergencia
del self (estados de unidad o ser being) (Sáinz Bermejo, 2017). Como lo
plantea Mc Dougall (apud Gutiérrez, 2017), en un tratamiento psicoanalí-
tico el acceso a los estados de no integración se relaciona «con la capaci-
dad de un individuo de, sin miedo, poder flotar o entregarse a lo informe
y la nada, y tener “tiempo para ser”, con un énfasis en el ser en el lugar
del hacer» (pp. 215-216).
Todos en esta pandemia estamos en un ser siendo, afrontando con
creatividad el encuentro con los pacientes. A veces no logramos la sin-
tonía anhelada en los nuevos encuadres y no podemos sobreponernos a
la condición biescindida de la videoconferencia, lo que nos hace anhelar
recuperar la conexión del encuentro presencial.
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Encuadre desde la mirada del psicoanálisis relacional
El trabajo psicoanalítico a través de la videoconferencia tendrá que
ser revisado no solo por las determinaciones estructurales del dispo-
sitivo, sino también por la capacidad de la díada paciente-analista de
superar las peculiaridades del nuevo encuadre (escisión, interferencia,
dificultad en la sincronización psicobiológica, dificultad en el acceso
a estados de no integración, entre otras), sin olvidar las necesidades
del paciente y sin apartarnos de los preceptos psicoanalíticos que nos
guían. No se trata de rechazar o incluir ingenuamente estos disposi-
tivos electrónicos en el encuentro con los pacientes, sino de explorar
(acompañados por nuestras perspectivas teóricas y juicio clínico) cómo
debemos llevar a cabo nuestra tarea con cada paciente. Nos movemos
en la incertidumbre, buscando la manera distinta en cada caso de ser
analista para cada paciente. El análisis a distancia nos reta a distinguir
lo central de lo accesorio sin desnaturalizar nuestra práctica, sin perder
nuestra identidad profesional.
En pandemia, la nube cibernética nos sostuvo y modificó el encuadre
psicoanalítico, lo que nos permitió ser creativos y lanzarnos a explorar
nuevas coconstrucciones. Comprobar su pertinencia y efectividad insu-
mirá más tiempo y reflexión.
§
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