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TRABAJANDO PSICOANALÍTICAMENTE
EN Y CON INSTITUCIONES.
ESTRUCTURAS Y DINAMISMOS
Eliseo Miguel González Regadas
Licenciado en Psicología, UDELAR
Miembro Habilitante de AUDEPP
Ex profesor titular del IUPA
Correo electrónico: eliseogon@hotmail.com
ORCID: 0000-002-6032-2875
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Resumen
El presente artículo propone una articulación al servicio de la tarea terapéutica de en-
cuadres y dispositivos diferentes, por un lado, y, por otro, de dinamismos transferenciales
y circulantes movilizados durante el proceso.
Examinamos lo circulante y lo transferencial atravesando diferentes dispositivos y
encuadres y viendo sus dinamismos y la relación que hay entre unos y otros.
Palabras clave: circulante, dispositivo asistencial, transferencia.
Psychoanalytic work with and in institutions.
Structures and dynamics
Abstract
This article proposes an articulation at the service of different frames and devices,
on the one hand, and, on the other, of transference and circulating dynamisms mobilized
during the process.
We examine the circulating and the transferential by going through different devices
and frames and examining their dynamics and the relationship between them.
Keywords: circulation, assisive device, transference.
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ENCUADRES Y DISPOSITIVOS DIFERENTES
1
El tema de los encuadres y sus particularidades, para que pueda dis-
currir un proceso psicoanalítico, ha sido una de las preocupaciones cons-
tantes de nuestra disciplina desde sus mismos orígenes. Quien hizo una
sistematización de este tópico en los años setenta fue José Bleger (1976),
quien consideró al encuadre como una institución. Cornelius Castoriadis
(1989) lo llamó lo instituido, para diferenciarlo de lo instituyente. Queremos
hacer un aporte al tema desde la perspectiva de los dinamismos que
acontecen en diferentes espacios y su posible articulación desde una óp-
tica teórico-clínica. Los dinamismos, a su vez, dependen de los encuadres
instituidos y de sus avatares en el curso de los tiempos insumidos en los
procesos que allí se desarrollan. Cómo distinguir y articular fenómenos
parecidos, pero diferentes, y sus implicancias para un trabajo psicoanalí-
tico en y con instituciones es lo que desarrollaremos.
En un trabajo publicado en 1992 abordamos el tema de las transfe-
rencias referidas a lo psicótico (González Regadas, 1992). Consideramos
que, para entender, participar o intervenir en una institución, es central
poder identificar lo que se desplaza en un momento dado, ya sea como
dato, rumor o imaginario; y que sirve de vehículo cargado de sentido y
1 A los efectos de este trabajo, vamos a definir encuadre como el marco regulatorio en el que
va a realizarse el proceso psicoanalítico y que es trasmitido por el o los terapeutas al o a los
pacientes. Por otra parte, los dispositivos son las modalidades de abordaje empleadas por los
terapeutas —o equipos— para llevar adelante el proceso. A modo de ejemplo: dispositivos
individuales, grupales, familiares, de pareja, en instituciones, etc. Cada dispositivo, a su vez,
tiene su propio encuadre.
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productor de efectos para las personas implicadas. Estos efectos y sentido
pueden generar angustia y provocar situaciones conflictivas. Se trata de
un típico fenómeno colectivo al que llamamos circulante, al que no hay que
ver como algo personal. Ciertamente, son los individuos los que ponen en
marcha el circulante, pero este es transpersonal. Hay siempre un proceso
colectivo alusivo a situaciones propias de la vida institucional.
2
Las institu-
ciones constituyen un marco relativamente estable para los diferentes dis-
positivos albergados por ella, donde se dan procesos diferentes que están
íntimamente interconectados y que podemos analizar y considerar en su
profunda interrelación. Sabemos que los espacios utilizados, los tiempos,
las modalidades de pago, etc., condicionan —de una u otra forma— los
procesos terapéuticos. La supuesta «invariante» del encuadre o los encua-
dres en la historia del psicoanálisis se ha convertido en una variable más
a considerar en cada momento histórico, en cada sociedad concreta y en
cada cultura particular. Las instituciones —sobre todo las del psicoanáli-
sis— deben ser analizadas a la par de los procesos asistenciales allí desa-
rrollados para dar cumplimiento a su tarea primaria.
DINAMISMOS EN DISPOSITIVOS Y ENCUADRES:
LO CIRCULANTE Y LO TRANSFERENCIAL
Hemos visto que lo que circula a título de informaciones, tal como
comunicar un atraso en el pago de los salarios, afecta la tarea primaria.
Lo circulante, ya sea un rumor o una información verificable, discurre
por los registros consciente y preconsciente, mientras que los afectos y
efectos asociados que estos evocan y provocan son inconscientes para
los afectados directamente (Castoriadis, 1989).
2 Esto se parece mucho a los fenómenos de contagio descritos en los siglos xix y xx.
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Trabajando psicoanalíticamente en y con instituciones.
Estructuras y dinamismos
La cuestión sobre diferenciar lo circulante de lo transferencial es
importante en lo referente a lo metapsicológico. Una vez distinguidos e
identificados, ulteriormente es necesario ver las posibilidades de su ar-
ticulación para así ampliar la comprensión de lo que está aconteciendo
en un momento dado en espacios distintos. Reviste gran interés práctico
porque pone en evidencia cómo ambos fenómenos pueden potenciarse
recíprocamente. Lo circulante puede dinamizar lo transferencial y aspec-
tos referidos a lo transferencial pueden llegar a poner en marcha un circu-
lante. Lo circulante está siempre vinculado con una vulnerabilidad espe-
cífica —ya sea del colectivo en cuestión, de un grupo que allí funciona o
de un individuo en particular—, que produce angustia y sufrimiento entre
los implicados, que son parte de una institución y de los grupos humanos
que allí funcionan.
Un circulante puede promover el surgimiento de transferencias y las
situaciones transferenciales también movilizan circulantes; esto porque
nuestros psiquismos no son mónadas, sino que están interconectados y
abiertos al mundo relacional y social. Por ello, podemos hablar de un cir-
culante transferencial o bien de lo transferencial circulando. Si el dinamismo
surge del registro inconsciente de un sujeto y logra un eco o resonancia
en el contexto grupal, familiar o social, podemos identificarlo como un cir-
culante transferencial. Si se trata de un rumor proveniente de un espacio
social, grupal o institucional, pensaríamos en un circulante. Este rumor
circulante puede evocar reacciones transferenciales en los sujetos y llevar-
los a darle un sentido singular e idiosincrásico al hecho. Por ejemplo, pue-
do vivenciar lo que acontece como un poder suprapersonal que controla
todo y que, en este momento, me está haciendo un daño en represalia por
algo que hice.
La importancia de examinar ambos aspectos en simultáneo y ver po-
sibilidades de articulación o de disyunción nos da una perspectiva más
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amplia del proceso psicoterapéutico que estamos explorando.
3
Como en
todo lo humano, siempre hay zonas grises que dan lugar a un eventual
solapamiento de ambos fenómenos, que responden a una etiología dife-
rente y que afectan a individuos y colectivos en momentos problemáticos.
Ciertamente, nos hemos preguntado si llamarlos circulantes o si catalo-
garlos a todos como trasferencias.
4
¿Es de utilidad para entender la clínica
institucional y sus matices? Nuestra respuesta es afirmativa; para ello, nos
apoyamos en el concepto freudiano de transcripción,
5
ya mencionado en
el borrador de su Proyecto de psicología (Freud, 1991b) y sostenido hasta el
final de su vida en el Esquema del psicoanálisis (Freud, 1980). Cuando algo
pasa de un espacio a otro sufre un cambio, una transformación, se trans-
cribe en el otro espacio acorde a las leyes que lo rigen. El juego entre lo
transferencial y lo circulante puede tornarse algo muy sutil en ciertos mo-
mentos en que se da una concordancia y una sincronía entre fenómenos
que discurren por tópicas distintas. Apelaremos a un ejemplo.
3 Para ver una situación que articula momentos, espacios y recursos técnicos diferentes, suge-
rimos la lectura de nuestra presentación al Congreso Internacional de Psicoterapia realizado
en Lima en 2009 y en las Jornadas Más allá del consultorio
iii, de audepp, en 2010 (González
Regadas, 2009-2010).
4
El concepto de circulante tiene parentesco con el que los franceses llamaron transversalidad
o atravesamiento para aludir al campo de las instituciones (Guattari, 1976). Al hablar de cir-
culantes transferenciales o de transferencias circulantes por los espacios institucionales, nos
referimos a estas zonas grises donde hay superposiciones de ambos fenómenos.
5
En la famosa Carta 52 ya Freud (1991a) nos decía que el pasaje de un registro mental a otro
implica una transcripción que va a seguir las leyes del nuevo registro (Freud, 1979, 1980). A
modo de ejemplo, la diferencia entre la representación de cosa en lo inconsciente y en el
sistema preconsciente o consciente es que hay una transcripción que incluye una represen-
tación de palabra. Por analogía usamos transcripción para referimos al pasaje del campo de
lo social al de lo institucional-grupal y de allí al de lo familiar. El fenómeno transferido desde
el inconsciente individual sufre una transcripción cuando pasa de un espacio a otro, ya que
cada uno de ellos posee lógicas diferentes que les son propias.
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Trabajando psicoanalíticamente en y con instituciones.
Estructuras y dinamismos
LO SUCIO, LA SUCIEDAD
:
CIRCULACIÓN Y TRANSFERENCIAS
La Sra. H. estaba internada en un hospital psiquiátrico desde hacía
muchos años. Un terapeuta joven, a quien yo supervisaba, se dispuso a
tomarla en psicoterapia «para aprender». Iba todos los días al hospital
psiquiátrico con el propósito de tener encuentros con fines psicoterapéu-
ticos con esa persona.
En el primero, la Sra. H. se presentó «sucia», «con olor a mierda»,
semidesnuda y ubicada en un rincón de la sala. Tanto su cama como los
objetos que estaban sobre ella «eran un revoltijo, un nido de caranchos».
El terapeuta comentó que sus compañeros del equipo que trabajaba en
sala haciendo rehabilitación comenzaron a llamarlo «el kamikaze».
Durante un encuentro conmigo comentó, en un momento, que expe-
rimentaba una sensación de inoperancia: «Me siento muerto cada vez que
terminamos la sesión y salgo de allí, soy un despojo humano, un mons-
truo. No sé por qué, a pesar de todo, sigo atendiéndola». Después, como
al pasar, agregó que, cuando se encontró con la madre de la paciente en
una visita al hospital, descubrió en ella «una mirada asesina que recorrió
mi médula de arriba abajo produciéndome escalofrío y parálisis. De pron-
to, experimenté un impulso incoercible de matarla. ¡Soy un monstruo,
todo esto es una locura!». Hubo un silencio prolongado entre nosotros
para recuperarnos de estos comentarios tan cargados.
Le propuse explorar estas vivencias. Evocó dos situaciones aconte-
cidas durante las sesiones. En la primera, la paciente le decía desgarrada
por la angustia: «Mi madre me dijo una vez: “Sos una bestia; estás to-
talmente desquiciada, tu lugar es el manicomio”». La madre de la Sra.
H. de joven había trabajado en un geriátrico y la paciente, una niña pe-
queña, recordaba oírle decir: «Trabajo con muertos, desechos humanos
pudriéndose allí». La segunda asociación aportada fue lo que sintió, en
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otra ocasión, al entrar a la sala donde la Sra. H estaba internada: «Sentí
tanto olor a podrido, algo descompuesto, que me dieron náuseas y tuve
que salir a vomitar». A su regreso, la Sra. H lo miró y le dijo: «Váyase, por
favor, usted es demasiado joven y bueno; lo de aquí le hace mucho mal».
El terapeuta, angustiado y llorando, me comentó: «No sirvo para traba-
jar en un hospital psiquiátrico; los internados son, realmente, desechos
humanos». Un día, el psicoterapeuta fue a la casa de su madre, luego de
una sesión con la Sra. H, y ella le comentó muy preocupada: «Te estás
volviendo un monstruo yendo a trabajar a ese lugar. Cuando venís de allí
sos otra persona, no te conozco».
Esta situación permite un análisis desde diversas perspectivas. Por
una parte, explicita algo circulante por el espacio institucional que tie-
ne que ver con la falta de higiene, la suciedad y la podredumbre. Por
otra, aparece un imaginario vinculado a las instituciones asilares, consi-
deradas depósitos para «desechos humanos». Finalmente, podemos ver
la dinamización transferencial de una representación de la Sra. H como
«una bestia», «una loca desquiciada» y «que debe estar siempre en un
manicomio».
Durante la supervisión exploramos, además, cómo el circulante mo-
torizaba la contratransferencia del psicoterapeuta, quien se sentía «un
monstruo», incapaz, incompetente, loco, «un kamikaze», por trabajar con
la Sra. H.
La articulación del imaginario social acerca de los centros psiquiá-
tricos, del circulante institucional, de la historia de la paciente y de la
movilización contratransferencial, nos permitió una mayor comprensión
de lo acaecido para articular diferentes espacios y situaciones al servicio
de una tarea compleja enmarcada en un dispositivo institucional. Sumar
técnicas y dispositivos no es el caso. Articular es pararnos en un lugar
con ciertas herramientas y, desde allí, ver qué está circulando y qué está
transfiriéndose.
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Trabajando psicoanalíticamente en y con instituciones.
Estructuras y dinamismos
UN PSICOANÁLISIS ATENTO A LOS PROCESOS
COLECTIVOS PARA SU ARTICULACIÓN
Lo antedicho nos lleva a ser sensibles frente a diferentes contextos en
los cuales las instituciones están inmersas y con los que se relacionan. En
este marco amplio funciona el microuniverso institucional donde muchos
trabajan. Otro elemento relevante refiere a la importancia de investigar
detalladamente las circunstancias que rodearon la gestación de la insti-
tución: la historia de su creación y el desarrollo temporal con sus crisis.
Esto aporta información para conocer sus fortalezas y fragilidades, sus
equilibrios y desequilibrios, el vaivén entre los polos tanático y trófico que
organizan el campo. Los contextos sociales, propios de cada época y lugar
geográfico, van a dejar su huella en ocasión del surgimiento institucional.
En cuanto a los momentos de crisis y sus factores desencadenantes,
estos nos proporcionan la pauta del grado de sinergia entre los polos
trófico y tanático a la hora de ver lo ocurrido en un momento particular.
Lo trófico es lo que sirve para organizar, producir sentido y construir e
ir creando la tarea primaria de la institución. Lo tanático alude al ataque
al pensamiento, lo destructivo y productor de caos y desorganización en
el funcionamiento cotidiano del colectivo. En momentos saludables, am-
bos aspectos se reequilibran. Cuando se produce una crisis, hay un des-
balance y el marco institucional deja de contener la faceta destructiva,
que, liberada, entra a circular por los diferentes espacios institucionales,
afectando a los sujetos más vulnerables y aptos para ser sus depositarios
y chivos expiatorios. Los procesos colectivos son transindividuales. Su
estudio, desde una óptica psicoanalítica, implica focalizarse en los puntos
de entrecruzamiento institucionales.
6
6 Freud (1988) hablaba del psicoanálisis como de una Spezialwissenschaft. Al decir de Paul-
Laurent Assoun (1982), esto refiere a que, para Freud, el saber está estructurado en compar-
timientos separados, cada uno de los cuales es una Spezialwissenchaft, que interacciona con
otras en función de sus intereses recíprocos.
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Trabajar con esta perspectiva in mente nos coloca a la intemperie, ya
que nuestro anonimato queda constantemente jaqueado por la propia
situación. Las posibilidades de trabajar en la abstinencia y la frustración
son muy escasas o nulas. Esto implica tener en cuenta lógicas muy dife-
rentes a las usuales y hegemónicas. En tal sentido, debemos cuidarnos de
no colonizar el psiquismo de los otros con nuestros propios puntos de vis-
ta sobre tópicos muy variados (religiosos, políticos, filosóficos, etc.), sino
dejar que las decisiones corran siempre por cuenta de los involucrados.
La esperanza ante la posibilidad de producir cambios y transforma-
ciones como consecuencia de nuestras intervenciones está siempre pre-
sente como un ideal a alcanzar, temperado por las inevitables desilusio-
nes que habrá que procesar ante ciertos hechos de la realidad fáctica que
nos muestran siempre tanto nuestros límites como nuestras limitaciones.
7
EL FOCO EN LA DIMENSIÓN INSTITUCIONAL
La institución constituye el dispositivo macro que contiene espacios
diversos, con diferentes encuadres, para llevar adelante un programa co-
mún, lo que debería estar adecuadamente articulado. Las instituciones
configuran un dispositivo cuyo propósito es gestionar una tarea primaria,
según la cual sirven de mediadoras con el conjunto de la sociedad en
un cierto momento histórico (Bleger, 1985). Los seres humanos, por ser
sociales, no podemos prescindir de ellas en nuestro relacionamiento con
un mundo crecientemente complejo y globalizado en su funcionamiento.
Las instituciones no pueden desarrollar su tarea primaria sin contra-
dicciones y conflictos. Su funcionamiento no es lineal ni carece de fisuras,
7 Freud (1991c) se ocupó de este tema al final de su vida en su texto Análisis terminable e in-
terminable. La compilación de trabajos en torno a esta cuestión realizada por Sandler (1989)
aporta una reflexión psicoanalítica actualizada.
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Trabajando psicoanalíticamente en y con instituciones.
Estructuras y dinamismos
lo cual tiene efectos sobre los sujetos que interactúan en ellas. La mayoría
de los psicoterapeutas
8
hoy día trabajan tercerizados en el marco de las
instituciones que componen el Sistema Nacional Integrado de Salud y de
la ley 19.529 de Salud Mental, que ha sido parcialmente reglamentada.
Aun cuando un psicoterapeuta atienda en su consultorio privado, siempre
hay detrás una institución —por lo pronto, la institución de la psicotera-
pia—.
9
Esa institución virtual funciona como fondo de nuestra práctica
psicoterapéutica y genera efectos sobre nosotros y nuestros pacientes.
Hablamos de la presencia de las instituciones y de los propios psicote-
rapeutas en las redes sociales, con lo que allí dicen o dejan de decir. Lo
mismo ocurre con el acontecer económico y cómo esto afecta nuestros
aranceles.
Los potenciales pacientes, al consultar, ya llegan con información
proveniente de diversas redes sociales y sitios de referencia en internet,
lo que pone en jaque el proclamado anonimato y la reserva que supues-
tamente tiene el psicoterapeuta. Las redes sociales visibilizan temáticas
que pueden llevar personas al consultorio de un psicoterapeuta determi-
nado o bien generar que, estando en psicoterapia, las personas realicen
planteos referidos a tópicos candentes (por ejemplo, abuso, violencia,
diversidad sexual, etc.). Pensar todo esto desde nuestra disciplina con-
figura un desafío porque nos obliga a ver dónde estamos parados y, así,
a diferenciar el abordaje de estas cuestiones por disciplinas diferentes al
psicoanálisis.
8 Desde la Federación Uruguaya de Psicoterapia se ha bregado por el reconocimiento de la
profesión a la que se accede a través de una formación de posgrado. Al respecto, ver Gonzá-
lez Regadas (2008, 2010, 2015).
9
Nos referimos a la psicoterapia como una institución abstracta, que refiere a la psicoterapia y
a los psicoterapeutas, pero también a las instituciones concretas que los nuclean y les sirven
de marco.
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Si bien vamos a referirnos fundamentalmente a las instituciones vin-
culadas a algún tipo de cuidados, esto vale para examinar diferentes mo-
delos, mirándolos psicoanalíticamente, para entender su funcionamiento
y disfunciones. Hablar de lo circulante es aludir a un acontecer de la vida
institucional que se da cotidianamente y que oscila entre cumplir con
la tarea primaria o bloquearla por conflictos y contradicciones, lo que
les provoca a sus integrantes un sufrimiento psíquico. Lo que designa-
mos como enloquecedor o trasgresor es una experiencia o vivencia que se
pone en marcha cuando se disparan ciertas vulnerabilidades institucio-
nales ante una situación determinada y que están conectadas con algún
conflicto o evento traumático acaecido en algún momento de su historia.
En estos casos, exploramos el funcionamiento patológico y patogénico
producido por la dimensión institucional, cuando se torna disfuncional
y olvida la tarea primaria para la cual fue creada. Siempre ha sido un
problema articular lo individual con lo grupal o institucional, ya que se
los tiende a ver como contrapuestos o como si uno sustituyera al otro,
cuando son, simplemente, diferentes.
En cualquier institución o grupo humano ocurre el fenómeno de la
resonancia del circulante,
10
que nos lleva a que dicha institución o grupo
se configure efectivamente como algo que va a ponerse en movimiento y
producir efectos en las personas involucradas. Podemos definir resonancia
como aquello que un miembro privilegiado de un grupo promueve y tiene
eco en los demás. Esto nos permite despersonalizar situaciones inheren-
tes a la vida institucional y trabajarlas al servicio de la tarea primaria. Si
10 Didier Anzieu (1986) comenta que «En las situaciones de grupo, la vida psíquica intenta or-
ganizarse en torno a una fantasía individual, la de un miembro privilegiado o promotor, con
relación al cual las fantasías de algunos miembros entran en resonancia» (pp. 142-143). Hay
experiencias, vivencias, emociones y representaciones que tienen un alto poder evocativo
para el resto de los integrantes del grupo y que son puestas en marcha por alguno de sus
integrantes.
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Estructuras y dinamismos
bien el conflicto puede estar visiblemente localizado en una persona es-
pecífica, se trata de algo en lo que todos participan de una forma u otra, lo
que lo potencia. Por ejemplo, el temor individual a ser castigado por decir
lo que se piensa y siente se puede mitigar dando certezas y seguridades
acerca de los beneficios que tiene para todos la transparencia y la libertad
de expresión puestas al servicio de la tarea en común.
Las instituciones padecen y hacen sufrir a sus integrantes aquellos
problemas que aspiran a modificar. En función de esto, y en concor-
dancia con Oury (1980), pensamos que la institución es funcional a la
tarea primaria en la medida en que la propia institución sea analizada.
Lamentablemente, esto no ocurre así y llega, incluso, a considerárselo
como irrelevante. En nuestra experiencia, lo consideramos necesario
para un funcionamiento eficaz. En tal sentido, sería bueno que las institu-
ciones formadoras de psicoterapeutas implementaran espacios de análi-
sis periódico de su funcionamiento para ver cómo impacta su acontecer
durante el proceso de formación.
11
JOSSELYN: CIRCULANTES Y TRANSFERENCIAS
INTERACTUANDO
Un colega
12
del interior del país recibe a una mujer de poco más de
veinte años, derivada por orden judicial a causa de un proceso por acoso
11 Este era un tópico en el que insistía Harold Bridger. Al respecto, ver el capítulo xxi del libro
Comunidad terapéutica y trastornos duales (González Regadas, 2001).
12
Agradecemos al colega que nos proporcionó este material, que ya tiene muchos años. Obvia-
mente, está deformado para que no resulte posible reconocerlo. A propósito de este tópico,
remitimos —porque nos parecen pertinentes— las Palabras preliminares de Freud (1978) al
comienzo del caso de Dora, que dan cuenta de su proceder con respecto a este tópico (qué
trasmitir y cómo hacerlo para que la clínica ilustre adecuadamente la teoría).
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y usurpación de identidad.
13
La paciente designada venía acompañada
por una mujer mayor y, mientras se acercaban, una funcionaria le dice al
colega: «¡Mirá quiénes te tocaron hoy!».
Después del encuentro con Josselyn, el psicoterapeuta señaló que la
recepcionista le había hecho ese comentario porque «sabían todos» que
la paciente tenía un proceso judicial en curso, información que, supues-
tamente, debía ser «absolutamente reservada». La madre de esta pacien-
te era «una escandalosa» que tenía «podrido a todo el mundo»; iba con
frecuencia a pedir «constancias y certificados para presentarle al juez».
«Todos se la quieren sacar de encima, ella [la paciente] es una mentirosa
y una ladrona», acotó la recepcionista.
Josselyn había sido vista por diferentes técnicos del equipo de salud
mental. El psiquiatra que la derivaba le dijo al psicoterapeuta: «Hacé lo que
puedas, pero no te preocupes porque es un trastornazo.
14
Esto lo hacemos
[la indicación de psicoterapia] para cumplir con el pedido del juez».
En síntesis, lo circulante por el centro de salud era que de Josselyn no
podía esperarse mucho porque sus problemas eran de tal magnitud que
era poco probable algún cambio en ella.
Durante las sesiones, al comienzo Josselyn se mostró muy reticen-
te: apenas hablaba y miraba al terapeuta con mucho recelo, hasta que
este aclaró de un modo explícito que no iba a informarle nada al juez, a
menos que este lo solicitara, y que, en ese caso, previamente iba a com-
partir el eventual informe con ella. A partir de allí, la situación «aflojó un
poco». Al cabo de un tiempo, el terapeuta «descubrió» que su paciente
13 Dicha identidad era electrónica, ya que el delito había sido usurpar la cuenta de una compa-
ñera de clase en una red social para, desde allí, enviarle mensajes acosadores a una docente
de ambas. Esto salió a luz y la paciente debió afrontar un juicio y tratar su problemática
psicológica por resolución del juez de la causa.
14
El psiquiatra estaba refiriéndose, «coloquialmente», al diagnóstico de trastorno fronterizo de
la personalidad con un componente antisocial.
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Trabajando psicoanalíticamente en y con instituciones.
Estructuras y dinamismos
tenía «escaso contacto con la realidad cotidiana», que distorsionaba gro-
seramente «encarnando un personaje». Esto indujo al psicoterapeuta a
indagar aspectos del personaje que actuaba y en qué momentos aparecía.
Supo que había surgido en la adolescencia y que era una parasitación de
la identidad de otra adolescente: «triunfadora, exitosa, querida por todos,
agasajada». Esto configuraba la contracara de su realidad del momento:
una joven esmirriada, fea, con un bajo rendimiento académico y recha-
zada por la mayoría de sus pares. La madre de crianza la había adoptado
de un orfanato porque era hermana de otra niña a la que ella y su marido
querían adoptar, «pero no podíamos separarlas». Esa otra hija (la herma-
na mayor de Josselyn) se convirtió, pasado el tiempo, en una profesional
exitosa y con una familia propia.
Josselyn estudiaba para ser instrumentista quirúrgica. Una de sus
docentes —a la que había acosado con mensajes y reclamos afectivos
valiéndose de la identidad electrónica de una compañera de clase— coin-
cidentemente trabajaba en el centro de salud donde Josselyn fue referida
para asistirse por orden judicial. Esto no era una buena noticia para la
paciente ya que, verosímilmente, podía «jugarle en contra».
A los seis meses de estar en psicoterapia, en una sala del centro de
salud donde diversos estudiantes concurrían a hacer sus prácticas —entre
ellos, Josselyn—, se constató la «desaparición de material de curaciones
y medicamentos». Josselyn fue señalada como la responsable, «teniendo
en cuenta sus antecedentes». La docente llevó «su caso» a las autoridades
del centro de estudios. Como efectivamente tenía antecedentes, perdió su
calidad de estudiante. Esto le produjo un tremendo impacto emocional y
configuró una limitante en sus proyectos de autonomía personal y familiar,
que fueron procesados en su psicoterapia en la institución. Al cabo de unos
meses, luego de una laboriosa investigación administrativa realizada en el
hospital, se identificó a la persona que había sustraído los materiales. En el
centro de salud, en aquel entonces, había una «particular susceptibilidad»
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frente a cualquier tipo de robo, ya que había habido una seguidilla. En tal
contexto y dados sus «antecedentes de mentirosa» —que previamente ha-
bían circulado por el centro asistencial—, Josselyn cargó con la sospecha
de «ladrona» durante un período de seis meses. Al clarificarse la situación,
el daño provocado por el rumor circulante ya estaba hecho. Su calidad de
estudiante no le fue restituida a pesar de su reclamo.
Esta viñeta muestra cómo un circulante institucional (Josselyn «es
una ladrona y mentirosa» y tiene una «madre escandalosa y pesada»)
coagula en ese momento en el sujeto más vulnerable, que oficia de chivo
expiatorio para que la institución eluda las fallas notorias en sus mecanis-
mos de control y uso de los materiales. La institución no era «vulnerable
a los robos», sino que había «una ladrona». El peso recayó sobre Josselyn,
quien, por su propia historia, fue la depositaria de lo trasgresor. Los chis-
meríos y rumores de pasillos la ubicaron en ese lugar. La vulnerabilidad
institucional que dinamizó un circulante trasgresor encontró en Josselyn
la excusa perfecta.
Durante las sesiones, la paciente transfirió su vulnerabilidad especí-
fica ante una situación de marginación, desvalorización y falta de reco-
nocimiento, y mantuvo una postura reticente y suspicaz ante su psicote-
rapeuta. Esto la indujo a actuar, durante muchas sesiones, un personaje
que era una impostura compensatoria para salir del lugar de mentirosa
y ladrona en el que siempre quedaba ubicada. El personaje escogido fue
el de una persona «exitosa, inteligente, que brillaba», como su herma-
na mayor. Trabajar durante un par de años esta problemática la llevó a
una gradual desidentificación y abandono del personaje, lo que dio lugar
a una identidad genuina sustentada en habilidades para el cuidado de
niños. Esto la llevó a estudiar magisterio y a recibirse de maestra. Así,
surgió una nueva opción laboral y dio un paso importante hacia una ma-
yor autonomía personal. Su autoestima acrecentada fue sustituyendo una
imagen devaluada de sí misma.
69
Trabajando psicoanalíticamente en y con instituciones.
Estructuras y dinamismos
FUNCIONALIDAD Y DISFUNCIONES
EN LOS DISPOSITIVOS INSTITUCIONALES
Cuando la institución funciona productivamente y el polo trófico con-
trabalancea al tanático, esta faceta trasgresora o enloquecedora es conte-
nida en el marco instituido y no interfiere con la tarea primaria. El marco
funciona como una madre lo suficientemente buena y con capacidad de
ensoñación (Bion, 1966) para contener los temores que se le depositan,
de forma tal que los individuos puedan asimilarlos provechosamente.
Cuando predomina lo tanático, colapsa la función de contenedor del en-
cuadre y lo allí depositado es devuelto en forma intacta (sin ser procesa-
do psíquicamente) hacia los grupos más vulnerables y, de estos, hacia los
individuos más proclives para recibirlos.
Los aspectos tróficos se vinculan, además, con las diferentes tareas
que debemos afrontar durante el proceso de subjetivación o socializa-
ción.
15
Cuando la institución recibe, incorpora, a una persona y le pro-
porciona el sostén y la continencia necesarios, estamos en ese momento
inaugural del proceso. De fracasar en esta etapa, se produce una falta bá-
sica (Balint, 1982). Luego, aparecen las instancias de reconocimiento de
la singularidad y de las diferencias de quien fuera incorporado. El fracaso,
por falta de empatía y frustraciones no adecuadas al momento, conlleva
confusiones, simbiosis, amalgamas, seudoidentidades, etc. En momentos
ulteriores, hay que encarar la instancia de redireccionar la propia exis-
tencia con base en lo aprendido, conformando metas, ideales, esperan-
zas e ilusiones para, finalmente, salir, egresar, de la institución (González
Regadas, 2001).
15 Nos referimos al artículo «Bases para una psicopatología humanista», publicado en la Revista
de psicoterapia psicoanalítica, de
audepp, y que actualizamos y ampliamos en forma electróni-
ca (González Regadas, 2014).
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Vol. , N.
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