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Las palabras no entienden lo que pasa...
todopoderosas, protectoras, por un lado, y, por el otro, terribles y despó-
ticas, todo lo cual quedará inscripto en el psiquismo.
Más adelante, con el Edipo, la identificación con los padres no solo
hace que tengamos de ellos tales gestos, características o manera de ser,
sino también lo que ellos nos transmiten, proponen y exigen dentro de la
pauta cultural en la que están inmersos. Esta tarea luego es continuada
por los maestros, los profesores y las diferentes figuras de autoridad del
entorno social. En el interior del psiquismo se constituye, pues, un ideal,
que no es solo un modelo de identificación, sino también una exigencia
de realización que se impone al yo del sujeto como instancia vigilante,
que juzga y castiga, a la que llamamos superyó. Y es en el superyó donde
quedaría internalizado el padre todopoderoso y terrible que mencionába-
mos anteriormente.
Freud nos muestra cómo a través de la sublimación se produciría ese
pasaje de los padres a otras figuras de autoridad, e incluso a Dios, o a
formas más sublimadas, como sería la sujeción a dos fuerzas soberanas y
abstractas: la razón y la necesidad. Daniel Gil (1990) nos dice:
El sujeto, cuanto más defectuoso haya sido su proceso de sublimación,
cuanto menos abstractas sean las figuras superyoicas, cuanto más ale-
jadas estén de la soberana Razón y Necesidad, más dependiente, más
sometido, menos libre se encontrará, constituyéndose dentro del pro-
pio sujeto una relación donde el yo estará en una posición masoquista
(de servidumbre voluntaria) y el superyó en una posición más despia-
dada y sádica de instancia tiránica (M. Viñar), y el sujeto más alejado de
su libertad, es decir, de asumir su deseo y de ser sujeto deseante. (s. p.)
Queremos agregar que, en la estructura del psiquismo humano, así
como está la relación de dependencia con los padres que llevaría al so-
metimiento, también están el enfrentamiento y la rebeldía con el padre