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INFANCIAS TRANS.
INTERPELACIONES EN LA FIGURA
DEL PSICOANALISTA
Mauricio Clavero Lerena
Magíster en Psicología Clínica de la UDELAR
Especialista en Psicoterapia Psicoanalítica del IUPA
Profesor titular del IUPA
Miembro de la AUDEPP
Correo electrónico: maucl2020@gmail.com
ORCID: 0000-0002-8961-4222
Resumen
En este artículo se propicia una reflexión acerca de la necesidad de que «lo invisible
opere visibilidad y lo impensado se vuelva enunciable» (Fernández, 2000, p. 171). Para
ello, se desarrollan algunas tensiones en torno a la teoría y la clínica psicoanalítica desde
las diversidades y disidencias sexuales en la infancia.
Para una posible comprensión de las migraciones sexo-genéricas en las infancias, es
necesario considerar una amplitud teórica dentro y fuera del territorio psicoanalítico, de
los enunciados de permanencia del funcionamiento psíquico (Bleichmar, 2000), el conoci-
miento de estudios de género desde una perspectiva poscolonial y el necesario debate en
torno a la relación entre los cuerpos, los sexos y las identidades.
Es por esa razón que se apuesta a la articulación interdisciplinar y a la noción de pro-
ducción de conocimiento desde la interseccionalidad. Este planteo surge de una clínica
comprometida con el denominado lazo social y, siguiendo a Silvia Bleichmar (1986), se
propone a la clínica psicoanalítica no como ese lugar donde se produce teoría, sino desde
el cual se abren interrogantes; y es desde allí que se convoca a pensar las violencias que
sufren y han sufrido algunas personas trans en sus primeros años de vida.
Palabras clave: infancias trans, psicoanálisis, violencias
TRANS CHILDHOODS: INTERPELLATIONS IN THE FIGURE
OF THE PSYCHOANALYST
Abstract
In this article, we propose to reflect on the need to make “the invisible visible and
the unthinkable enunciable” (Fernández, 2000, p. 171). To do so, we develop some
tensions around psychoanalytic theory and clinic from diversities and sexual dissidence
in childhood.
For a possible understanding of sex-generic migrations in childhood, it is necessary
to consider a theoretical spectrum both inside and outside of the psychoanalytic territory,
the statements of permanence of psychic functioning (Bleichmar, 2000), the knowledge
of gender studies from a postcolonial perspective, and a necessary debate around the
relationships between bodies, sexes and identities.
For this reason, we commit our efforts to an interdisciplinary articulation and to the
concept of generating knowledge from an intersectional standpoint. This approach arises
from a clinic devoted to the so-called social bond and, following Silvia Bleichmar (1986),
we propose a psychoanalytic clinic, not as a place where theory is produced, but a place
where questions are raised; and from this place we invite others to think the violence that
trans people suffer and suffered in early life.
Keywords: trans childhood, psychoanalysis, violence
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EL CRUCE DE LA FRONTERA
1
No soy un hombre. No soy una mujer. No soy heterosexual. No soy homo-
sexual. No soy tampoco bisexual. Soy un disidente del sistema sexo-género.
Soy la multiplicidad del cosmos encerrada en un régimen epistemológico y
político binario, gritando delante de ustedes.
Paul B. Preciado (2019, p. 28).
Tal como propone Paul B. Preciado (2019), el cambio de sexo o gé-
nero y la migración son dos prácticas de cruce que, al poner en cuestión
la arquitectura política y legal del colonialismo patriarcal, de la diferencia
sexual y del Estado-nación, sitúan a un cuerpo humano vivo en los límites
de la ciudadanía e incluso de lo que entendemos por humanidad. Lo que los
caracteriza es el camino radical, no solo del viajero, sino de la comunidad
humana que lo acoge o rechaza. El cruce es el lugar de la incertidumbre, de
la no evidencia, de lo extraño, y eso no es una debilidad, sino una potencia.
Cambiar de sexo o género no es, como quiere la guardia del antiguo
régimen sexual, dar un salto a la psicosis, pero tampoco es un mero trá-
mite médico-legal que puede completarse durante la pubertad para dar
paso a una normalidad absoluta. Si el régimen de la diferencia sexual es
la religión científica de Occidente, entonces ese cambio no puede ser sino
1 El presente artículo plantea y discute posibles interpelaciones en la figura del psicoanalis-
ta a partir de las migraciones sexo-genéricas en las infancias; como tal se enmarca en un
adelanto de investigación en curso que se titula: Infancias trans. Perspectivas psicoanalíticas.
Estudio exploratorio-descriptivo en psicoanalistas de la ciudad de Montevideo, del doctorado en
Psicología de la Facultad de Psicología de la Universidad del Salvador, en convenio con la
Asociación Psicoanalítica Argentina, en la ciudad de Buenos Aires.
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un acto herético. El cuerpo y la sexualidad ocupan en la actual mutación
el lugar que la fábrica ocupó en el siglo xix. Existe al mismo tiempo una
revolución de los subalternos y un frente contrarrevolucionario en lucha
por el control de los procesos de reproducción de la vida (Preciado, 2019).
El cruce de la frontera posibilita visualizar sexualidades centrales y
periféricas, como si se hiciera uso de un símil geográfico, no con el objeti-
vo de trasmitir un locus de pertenencia, tal como menciona Raquel Lucas
Platero (2012), sino con el fin de esbozar la posición que ocupa una prác-
tica, vivencia o identidad sexual, con respecto a los vectores de poder
que la componen, para evidenciar así sus fisuras constitutivas. Asimismo,
son de interés los aportes de Gilles Deleuze y Félix Guattari (2006) con
respecto al territorio que se pretende conocer, el cual es producido en
el movimiento mismo del cartografiado o como cartografías que se van
dibujando en paralelo al tiempo que se fundan y establecen los territorios.
Se parte de que no todas las identidades sexuales o de género com-
parten un mismo lugar de disidencia o transgresión y, por lo tanto, ello
exige conceptualizar como campo de problema —al decir de Ana María
Fernández y Juan Carlos De Brasi (1993)— lo diverso, aquello que agru-
pa lo discontinuo, sin cultivar lo homogéneo.
PSICOANÁLISIS, DIVERSIDADES Y DISIDENCIAS
SEXUALES
Las diversidades sexuales llevan consigo presentaciones subjetivas que
ponen en discusión conceptualizaciones psicoanalíticas relativas a la se-
xualidad, los géneros, los sexos y la sexuación. Particularmente, el tra-
vestismo, la transexualidad y el transgénero dislocan la tradicional rela-
ción sexo-género y ponen en evidencia un carácter disidente con relación
a la heteronorma, lo cual convoca a la revisión de algunos postulados
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Infancias trans. Interpelaciones en la figura del psicoanalista
psicoanalíticos tradicionales. Dichas presentaciones exigen una especial
discusión de sus complejidades y especificidades cuando constituyen
existenciarios en las infancias.
Reconocer la existencia de niños y niñas que desde su identidad de
género autopercibida se denominan trans pone de manifiesto subjetivi-
dades sexuadas, así como emplazamientos deseantes e identitarios que
alteran el orden de un régimen instituido. Estimamos que las perspectivas
o puntos de vista que posean los psicoanalistas al respecto son un proble-
ma de interés para ser atendido-investigado.
Propiciar la problematización en torno a las infancias trans genera de-
safíos que incluyen a la comunidad científica y académica, y que la exhor-
tan a la producción de conocimiento al respecto. El psicoanálisis —como
disciplina que aborda la sexualidad— podría sentirse convocado a expo-
ner un posicionamiento, desde sus aportes tanto teóricos como clínicos.
Desde este lugar, si desea hacerlo, deberá considerar los aportes
de Silvia Bleichmar (2000) y definir los enunciados de permanencia del
funcionamiento psíquico, entendidos como aquellos que trascienden
las mutaciones en la subjetividad y las modificaciones históricas y po-
líticas. Esa necesaria permanencia de enunciados cobra mayor vigencia
como horizonte explicativo posible para esos modos de emergencia de la
subjetividad.
Por otra parte, Joyce McDougall (1998) postula que a veces reveren-
ciamos con un fervor casi religioso a las cabezas pensantes de nuestras
escuelas analíticas. Es decir, no cuestionamos estas instituciones ni sus
conceptos o descubrimientos, con lo cual dejamos entrever que les otor-
gamos una suerte de profesiones de fe, más que considerarlas teorías
científicas; muchas veces los maestros son elevados al rango de sacer-
dotes y profetas en torno a cierto fervor casi religioso de quienes inte-
gramos esas instituciones. En ese sentido, se hace necesario considerar
la apuesta epistemológica de Sandra Harding (1986), quien entiende la
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necesidad de volver a las sociedades científicas y revisar cómo se produ-
ce conocimiento y de qué manera las nociones sobre género han influido
e influyen en la práctica y el pensamiento científicos.
Tal como se desprende de la investigación de Diego Sempol (2013),
el discurso médico —particularmente el psiquiátrico—, así como el dis-
curso psicoanalítico, y, por tanto, las instituciones que los han albergado
históricamente, han diagnosticado las diversidades sexuales en la órbita
de la psicosis y la perversión. Al respecto, Néstor Yellati (2013) propone
suspender el diagnóstico de psicosis a toda persona trans y subraya la
importancia que tiene para un psicoanalista el reconocer sus propios pre-
juicios. Afirma que muchas veces la contratransferencia que suscita la de-
manda de transformación del cuerpo puede ser causada por un prejuicio
actual, y agrega que el diagnóstico es una herramienta magnífica, pero
que en ocasiones puede quedar al servicio de ese mismo prejuicio. Tal
como propone Facundo Blestcher (comunicación personal, 2019), des-
patologizar las diversidades no implica suprimir la psicopatología, sino
someter a revisión la metapsicología para evitar una ideologización.
Es necesario reconocer que las construcciones indentitarias trans no
son psicosis per se. Esto no significa que no alberguen un sufrimiento es-
pecífico que pueda desencadenar alteraciones de orden psicopatológico,
pero ello podría desarrollarlo también alguna otra situación de sufrimien-
to psíquico.
Un desafío que se instalaría en la figura del psicoanalista a partir de
las disidencias y diversidades sexuales en las infancias sería permitirse
una interpelación en torno a su marco referencial teórico y tener dispo-
sición a una necesaria ampliación de sus fronteras teóricas y horizontes
conceptuales. Ello implica ser cauteloso, no incurrir en una suerte de so-
ciologismo psicoanalítico y revisar dimensiones metapsicológicas con el
fin de acercarse a una comprensión del sufrimiento psíquico que pueda
ocasionar el dinamismo de estas presentaciones.
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Infancias trans. Interpelaciones en la figura del psicoanalista
En tal sentido, y al decir de Fernández (2000), tampoco se trata de
psicologizar lo social, sino de partir de una noción de subjetividad más allá
de los dominios de objeto unidisciplinarios —en lo que, bajo la premisa
del caso por caso, muchas veces se incurre— y considerar un sujeto uni-
versal de interioridad psicológica.
Además, se trata de reconocer la avidez de un saber que no se ha
producido exclusivamente en nuestras fronteras disciplinares, sino que
proviene fundamentalmente del horizonte social, en particular de los co-
lectivos de la diversidad y la disidencia. Estos colectivos han dispuesto
sus biografías de vida y también de muerte, y, paralelamente, han cons-
truido teorías de las cuales muchos de nosotros, desde nuestra sexualidad
cis, no hemos podido cuidar-respetar adecuadamente.
La contemplación de una amplitud teórica, la articulación interdisci-
plinar, así como la noción de producción de conocimiento desde la inter-
seccionalidad, darían cuenta de condiciones necesarias para poder, como
proponía Michel Foucault (1976), pensar de otro modo.
2
La interseccionalidad, en el sentido desarrollado por Platero (2012,
2014), debe concebirse como una herramienta de comprensión de las
sexualidades no normativas, que contempla las expresiones de deseo, la
identidad y el parentesco que rompen con patrones heteronormativos y
exceden y transgreden las creencias del sexo asignado al nacimiento, la
identidad de género y la congruencia de los roles asignados socialmente.
O, como sostiene Lisa Duggan (2011), como posibilidad de propiciar la
comprensión en torno a las relaciones de privilegios y exclusiones, no solo
apelando al necesario reconocimiento de las sexualidades no normativas,
sino también contribuyendo teóricamente a interpelar la privatización de
2 En este sentido se considera como antecedente el trabajo de la Dra. Rosario Allegue (2013),
Pensar de otro modo: de la diferencia sexual a la diversidad. Si bien no incluye las disidencias
sexuales, sí relaciona en profundidad el postulado foucaultiano con presentaciones de la di-
versidad sexual en la clínica psicoanalítica.
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derechos y ofreciendo herramientas teóricas para la movilización dentro
de las fronteras.
Por otra parte, atiende a la artificial frontera entre el ellos y el nosotros.
Esa posición se dibuja sobre la garantía de la distancia y la seguridad
de quienes configuran el nosotros, que no podrán jamás ser confundidos
con el ellos. Esa frontera entre el nosotros y el ellos se desvanece y está
asentada en una ilusoria convicción de continuidades, donde se cargan
y movilizan ejes de diferenciación y no de integración, lo que reproduce
dinámicas de privilegio y subordinación.
La interseccionalidad exige que la sexualidad sea pensada con re-
lación a la raza o etnia, la capacidad o la diversidad funcional, la clase,
la posesión o no de un estatus de ciudadanía, etcétera. A veces, arriba
a la noción de una sexualidad abyecta —aunque no toda sexualidad no
normativa es necesariamente abyecta o disidente— en la que se subraya
cómo funcionan el privilegio y el poder, tal como lo proponía Foucault
(1976), o lo que Preciado (2005) menciona como «sexo-política».
Lo abyecto como práctica transgresora es lo que, según Platero
(2012), fue enunciado con anterioridad por Julia Kristeva (1980) como
la imposibilidad de alcanzar una identidad estable y fija, en la que los
objetos que provocan la abyección son los que traspasan el límite del
cuerpo y ocupan ese espacio intermedio de peligro y deseo. Esta noción
en torno a la corporalidad implica conocer —tal como menciona Carlos
Alberto Barzani (2015), citando a Enrique Carpintero (2012)— la noción
de corposubjetividad, entendida como aquella que refiere a un sujeto que
constituye una subjetividad desde diferentes cuerpos.
Cuerpo orgánico, cuerpo erógeno, cuerpo pulsional, cuerpo social y
político, cuerpo del imaginario, cuerpo simbólico; cuerpos que a lo largo de
la vida componen espacios de anudamiento y dan cuenta de procesos de
subjetivación, pero también cuerpos que producen signos, tal como plan-
tea Baruch Spinoza (1982), en clave de pasiones. Pasiones como efectos
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de acciones sobre los cuerpos, cuerpos que afectan y son afectados en el
colectivo social. Siguiendo a Foucault (1984), cuerpos en tanto realidades
discursivas, que no solo producen sino que transforman discursos, inter-
pelando así lo que Zubiaur (2007) postula como ficciones identitarias, las
cuales no desaparecen solo con una deconstrucción teórica.
Concebir los cuerpos acorde a la noción de género de Judith Butler
(2002) implica que el cuerpo sexuado se asume en un contexto y mo-
mento dados y, por ende, queda descartada la hipotética relación mimé-
tica entre sexo biológico y género. Este último es entendido como una
categoría clasificatoria que constituye una matriz con el poder, que no
puede ser leída fuera de él y que no existe, sino que se crea al tiempo
que se performa (Butler, 1990). Así concebido, el género estaría necesa-
riamente en articulación con la noción de agencia, ya que el género no
sería una suerte de identidad estable o un locus de agencia del que de-
rivarían distintos actos, sino que se trataría de una identidad constituida
en el tiempo, una identidad instituida a través de una repetición de actos
siguiendo particulares estilos. A su vez, el género estaría tensionado con
una noción de inteligibilidad (Butler, 1993, 2002), que atañe a todos los
actores sociales implicados en los procesos de etiquetaje identitario, don-
de indicar algunos cuerpos como inteligibles no limita las posibilidades
corporales ni discursivas de representación, es decir que pueden existir
representaciones cuyos significados sean ininteligibles para parte de los
actores involucrados.
El psicoanalista que se entienda interpelado seguramente examinará
su implicación, su corposubjetividad, ampliará su análisis de las teorías
que sustentan sus prácticas y de las propias representaciones sexuales y
de género que lo atraviesan y lo han constituido. Asimismo, podrá con-
siderar la corposubjetividad trans apoyado en la noción de cuerpo que
propone Begoña Enguix (2010), como esa frontera entre dos mundos vi-
vidos o imaginados: por un lado, el de los discursos sociales —adscritos e
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inscritos— y, por otro lado, el de los deseos y las expresiones identitarias
corporeizadas. Y lo hará considerando las representaciones y los discur-
sos desde su carácter múltiple, limitado por la inteligibilidad y visibilidad,
donde la apuesta estaría en
visibilizar lo menos estereotipado recurriendo a los nuevos discursos
identitarios. Los cuerpos visibles, identidades no prefijadas sino inesta-
bles y fragmentadas en las que las identidades son inscritas (Nietzsche,
Butler) se constituyen en fronteras respecto a los cuerpos no visibles ni
explícitamente sexualizados, en los que los elementos de inscripción
pueden no existir, pasar inadvertidos o ser distintos. (Enguix, 2010, p. 58)
LAS INFANCIAS TRANS COMO EXISTENCIARIOS
POSIBLES
Largas tensiones se han puesto sobre la mesa con relación a lo trans
en las infancias o a las infancias trans, atravesadas por dimensiones que
responden a una consideración evolucionista —que no habría motivos
para desechar—, que quizás exige ciertas revisiones en las que algunos
conceptos, como el de recursividad, han encontrado un fundamentalismo
resistente a la hora de ser interpelados. A ello se le suman los debates en
torno al tratamiento hormonal, la autonomía progresiva, etcétera, todos
debates necesarios, pero que exceden el horizonte de esta reflexión.
Tales debates, si se articulan con la interpelación, seguramente cons-
truirán una escucha analítica que respete lo que Marlene Wayar (2019)
propone como empatía mutua, lo cual propiciaría la consideración de la
nostredad de la infancia como tiempo y cartografía para la indagación,
la transformación y la identificación. Ello permitirá escuchar empática-
mente infancias exploratorias que no sean rápidamente patologizadas,
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Infancias trans. Interpelaciones en la figura del psicoanalista
sino que puedan ser modelos de referencia que ofrezcan la posibilidad de
producción de nuevos saberes.
Ríos de tinta han circulado desde el psicoanálisis en torno a la con-
ceptualización de las infancias. Sin ánimo de desconocerlo y apuntando a
su ampliación desde un posicionamiento poscolonial es que se entienden
oportunos los aportes de Wayar (2019):
la infancia como ese tiempo y cartografía donde podemos construir
una tercera opción a la dicotómica propuesta entre identidad/Yo-
Otredad, el poder como posibilidad de construir Nostredad, posibilidad
valiosa para enarbolar nuestras voces. La humanidad está hasta hoy
entendida como la realidad sistémica heterocentrada hombre-mujer,
de cuyo entender binario venimos teniendo resultados tales como que
desde que enunciaron la ley primera, «No matarás», la muerte ha ve-
nido siendo el negocio más productivo del sistema en lo macro: ci-
vilizaciones heterosexuales contra civilizaciones heterosexuales. Y en
lo micro, familias y hogares heterosexuales violentando, expulsando y
hasta matando por acción y omisión a sus infancias. Entonces, desde la
Teoría Trans Latinoamericana afirmamos que «No queremos más ser
esta Humanidad» (Susy Shock), y al decirlo intentamos salirnos del par
sistémico: «No soy hombre, no soy mujer, hoy voy siendo travesti». Este
gerundio explica mi solo por hoy, pero no lo cierra a crisis y transforma-
ción. Iré viendo si desde mi compromiso y amor responsable me salgo
de esa topografía otra, ajena y opresiva, para desde mi lugar y tiempo
hacer una crítica con todos aquellos registros que poseo, desde los que
pueden confrontar cualquier teoría para situacionalmente ratificar o
rectificar cualquier constructo teórico, todo saber. (p. 25)
Con el fin de aportar al conocimiento, y enmarcado en la formación
doctoral en curso, se enuncia una noción posible acerca de las infancias
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trans que las considera como una construcción de existenciarios en niños
y niñas que presentan formas identitarias aparentemente discordantes con
el sexo anatómico asignado o con las representaciones genéricas binarias
que definen la diferencia entre lo masculino y lo femenino, según los dis-
positivos de producción de subjetividad (Blestcher, 2017).
La noción de existenciarios tiene como origen el pensamiento de
Martin Heidegger (1951) y se articula con los desarrollos de Fernández
(2012) y Fernández y Peres (2013), así como con la noción de existencia-
rios trans, acuñada por Lohana Berkins (2012). Asimismo, considera la
noción de itinerarios y subjetividades nómades, propuesta por Rosi Braidotti
(2000), y se adhiere a un concepto de género autopercibido y resultante
de las condiciones de construcción ideológica, entidad cultural, moral y
política (Pavan, 2017).
Estos existenciarios hacen eco de una perspectiva constructivista de
la identidad trans, una construcción nunca acabada, abierta a la tempo-
ralidad y la contingencia (Hall, 2003, en Arfuch, 2005), y emergen de po-
siciones del sujeto y no son susceptibles de ser fijadas en el tiempo ni de
reducirse a unos pocos significantes claves. Así entendidos, refieren, más
que al ser, al proceso de devenir (Arfuch, 2005) y operan como un juego
de representaciones que funciona en el marco de contextos simbólicos
y materiales específicos. Ello supone que no hay existenciarios-identi-
dades sin una narrativa del sí mismo, sin un discurso ni un entramado
de intersubjetividades sociales que oficien de marco de inteligibilidad
(Arfuch, 2005).
Ello se amplía y enriquece con los aportes de Blestcher (2019), quien
considera a las infancias trans como una modalidad entre tantas otras
con las cuales se constituye el sujeto sexuado. Esto es extensible a otras
presentaciones de disidencias sexuales existentes en la infancia o en otro
momento de la vida, atravesadas por una pluralidad, una multiplicidad,
una ambigüedad, una hibridación, una transicionalidad, que en gran
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medida contradicen e incomodan las concepciones canónicas con las
cuales se pensaron los géneros, los sexos, las identidades, las subjetiva-
ciones, las sexuaciones.
De forma similar, una referente, la Dra. Eva Giberti
3
(2019), en diálogo
personal hace mención a
un mundo que ha existido siempre y que ha podido hacerse, ver y bus-
car reconocimiento contra toda corriente que ha marcado qué es lo
normal y qué no. Una realidad que ha estado oculta y ocultada, sufrien-
do, confundida […] íntimamente definida por el afuera, […] donde la
violencia de la cultura intenta obligar a comportarse como no se desea
[…] niños que tempranamente, cuando acceden a su identidad de gé-
nero, se autoperciben desconcertados, poniendo en juego elementos
del ser en cuanto identidad, de la existencia de ese ser. (Comunicación
personal, 5 de mayo, 2019)
Si atendemos a que las interpelaciones exigirían de nosotros esbozar
algunas definiciones, sin forzar sentidos, es que se hace imperioso escu-
char a los protagonistas. La clínica y particularmente la clínica psicoanalí-
tica, implicada, interpelada, siempre ha sido un lugar para alojar hospita-
lariamente esa posibilidad. Una clínica en la que a algunos psicoanalistas
estos pacientes nos llegan —en el sentido amplio del significante— podría
ser ese lugar para poner en funcionamiento el postulado de Bleichmar
(1986), como ese lugar desde donde se abren interrogantes.
3 El Mag. Facundo Blestcher y la Dra. Eva Giberti forman parte de la muestra de la investiga-
ción en curso y fueron entrevistados en 2019 en calidad de informantes clave.
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CLÍNICA Y VIOLENCIAS
Solía pasar largas horas mirándome al espejo. Me acariciaba el rostro y el cue-
llo, me pasaba los dedos por los labios, me rozaba los pezones y, despacio, iba
bajando por el vientre hasta encontrarme con eso. «Ya se va a caer», pensaba,
mirándome el pene. Mis compañeros de clase me decían mujercita y aquello
me entusiasmaba.
Nenita, nenita cantaban, pero no alcanzaba para que la maestra me diera
permiso de ir al baño con las otras nenas, o para evitar la tormenta de piñas
que dos o tres veces por semana me alcanzaban a la salida de la escuela. A
las nenas no se les pega, había dicho la maestra una vez, pero se ve que yo era
parte de un grupo de nenas a las que sí se les podía pegar.
¡Pateá como un hombre!, me gritaba el profesor de gimnasia y todos se reían
de mis movimientos demasiado frágiles. No era buena en el fútbol, lo reconoz-
co, pero si tan solo me hubieran dado la oportunidad de demostrarles lo regia
que era patinando, tal vez hasta se hubiera sentido orgullo de mí.
Una mañana de domingo, desnuda frente al espejo, osé esconderme el pene
entre los muslos y ponerme la bata suave de mamá. ¡Qué bonita me quedaba!
No recuerdo muy bien qué pasó después. Ellos estaban en misa, pero habían
llegado antes.
Papá entró al dormitorio y me sorprendió jugando. Apretó los dientes, se arro-
jó sobre mí y los puños de los gurises de la escuela ya no eran tan poderosos
comparados con los suyos.
Sentada en la ducha, llorando, veía la sangre y el agua tibia arremolinándose
en el desagüe. Las compañeras de la escuela decían que la primera vez que
sangrás duele, pero nunca me imaginé que tanto.
Juan Solá (2016, pp. 23-24).
Juan Solá (2016), en su texto La Chaco, expone diversos testimonios
que evidencian y enuncian lo difícil de ser enunciable-denunciable: múlti-
ples tramas de violencias padecidas tempranamente por personas trans,
nada lejanas a las que escuchamos en la clínica.
De forma similar, Juan Ramón Barbancho (2018), en Cicatrices en la
memoria, realiza un recorrido por historias de vida de personas trans y
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conceptualiza la noción de infancias destruidas para aludir a la violencia
a la que han sido sometidas por el hecho de evidenciar su sexualidad no
normativa.
Otros relatos, como también proponen Verónica Dema y Alejandro
Viedma (2018) —citando a Osvaldo Bazán (2018)— evidencian un orden
de lo nefando, entendido como lo indigno, lo que no se puede hablar sin
repugnancia u horror.
Las diversas formas en que se entraman los relatos de las personas
trans van tejiendo redes de significaciones que —al decir de Graciela
Eyheremendy et al. (2017)— desquician y deslizan los acoples sexo-gé-
nero de la modernidad. En tal sentido, se piensan como agenciamientos,
en la medida en que las experiencias de los cuerpos se entraman con
enunciados y significaciones, y arman máquina.
La violencia por identidad de género puede ser ejercida por perso-
nas, grupos de personas o por instituciones. Va desde sutiles expresiones
—propias de la violencia simbólica— hasta graves actos discriminatorios
con altos niveles de violencia física, que ponen en riesgo la integralidad e
incluso la vida de personas trans.
La transfobia está en el origen de los actos violentos hacia las per-
sonas trans. Jesús Generelo (2012) la define como aversión, rechazo o
temor a personas trans, a la transexualidad o a sus manifestaciones, quizá
porque roza lo que parece ser el tabú más grande de todos: la transgre-
sión de los roles de género y de lo socialmente establecido en lo que
refiere a la identidad de género.
Estos procesos incluyen no solo a quien agrede y quien es agredido,
sino también a quien es espectador, que generalmente desde el silen-
cio y la no intervención coopera con la reproducción de la situación de
violencia. El espectador se convierte en un testigo que muchas veces se
identifica con la víctima.
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Ilan Meyer (2003) habla de un «estrés de las minorías» cuando se
refiere a existenciarios atravesados por experiencias vitales de alto grado
de ansiedad por el hecho de ser trans. Ello pone en juego los múltiples
mecanismos de la discriminación, las expectativas de rechazo, la ver-
güenza, la posible transfobia internalizada, etcétera. Según el autor, las
vivencias de estigma, prejuicio y discriminación construirían un ambiente
hostil que facilitaría la aparición de diversos conflictos psicológicos. A
diferencia de otras violencias, como puede ser la discriminación por etnia
o religión —en las cuales se encuentra apoyo en el contexto familiar—,
las personas trans suelen ser las únicas en sus familias, núcleos familiares
que históricamente las han discriminado y expulsado.
La clínica psicoanalítica que reciba estas situaciones propiciará es-
cuchar al otro atravesado por el campo de lo diverso o lo disidente, sin
descuidar las resonancias internas que se ponen en juego en las fantasías,
así como las construcciones de realidad que allí se produzcan. Se buscará
sostener las dimensiones del dolor psíquico sin impulsar una adaptación
normativa y acompañar la producción en torno a la singularidad desean-
te y la autopercepción. Se escuchará las derivas del reconocimiento de lo
diverso desde un lugar de la no excepción o rareza, para potenciar que
pueda expresarse como singularidad sin incurrir en la normalización.
La violencia padecida desde lo real buscará ser reparada en el víncu-
lo transferencial, y es allí donde se entiende que aquel psicoanalista que
se halla interpelado escuchará un particular sufrimiento muchas veces
atravesado por la abyección y estará atento de no incurrir en una lógica
hetero-cis-normativizante. Ello posibilitará que emerjan otros elementos,
que podrán ser o no de orden psicopatológico y que trascenderán los con-
flictos específicos del campo de lo diverso.
Si se produce una interpelación en la figura del psicoanalista, segura-
mente se podrá estar atento de no incurrir en discursos que quizás pue-
dan tener un contenido reactivo a lo hetero-cis-normativo, en los cuales
95
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—atravesados también por una cierta corrección política— se pueda lle-
gar a considerar una suerte de explicación de las infancias trans en forma
exclusiva desde lo genérico. La clínica psicoanalítica con perspectiva de
género entenderá que no son reducibles las infancias trans a la identifi-
cación genérica y contemplará también la constitución psíquica de las
infancias. Tal como menciona Blestcher (2019), deberá tener en cuenta
aspectos de una organización de la tópica que exigen la comprensión de
parámetros metapsicológicos.
UN
A MODO DE SÍNTESIS
,
SOSTENIENDO LA INCOMODIDAD
Este trabajo intentó aportar a un pensar incómodo y tomó los desafíos
de interrogar lo que no se sabe. Pero, sobre todo, intentó no incurrir en
explicar psicoanalíticamente desde lo ya sabido situaciones como las in-
fancias trans, sino que buscó someterlas a un real campo de problemas,
con el fin de insistir en que lo invisible opere visibilidad y lo impensado
se vuelva enunciable.
Esta es una realidad que oficia como punta de lanza, ya que abre un
debate a la interna de nuestra disciplina y nos convoca a interpelarnos.
Y esta punta de lanza no desconoce los avances de los marcos legales
regulatorios, por ejemplo, en Uruguay, donde las infancias trans son le-
galmente posibles.
El psicoanalista que se interpele desde la implicación de su clínica
podría sentirse interesado en comprender una realidad que se articula
y se adapta al sistema legislativo y, por lo tanto, da respuestas, desde
una perspectiva de derechos, a sujetos que han padecido históricamente
su vulneración. Pero más allá del reconocido avance legal que reciben,
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tendrá presente que el goce involucrado en la sexuación no puede ser
considerado, por definición, del todo absorbido por ninguna ley.
Por otra parte, quienes realicen investigaciones en este campo de
problemas, atravesados por la interpelación, aportarán a la concientiza-
ción y la educación dentro de una episteme de la diversidad sexual y de
los derechos humanos, teniendo en cuenta que sigue siendo el horizonte
que permitirá eliminar la discriminación y las violencias sufridas por la
población trans.
Para finalizar, cabe mencionar que las interpelaciones serán múltiples
y los puntos de vista o perspectivas de los psicoanalistas que se sientan
convocados serán variados y dependerán de la relación entre su orienta-
ción teórica y la visión que tengan de los modos de subjetividad sexuada
contemporánea y de los devenires eróticos-existenciales.
§
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