21
D. W. Winnicott: Lo positivo de la agresividad y el odio
en el desarrollo temprano y en el tratamiento
esas reacciones imprevisibles, de origen consciente o inconsciente, que
a menudo responden al impacto que producen en él actitudes inespera-
das o regresivas de los pacientes (Little, 1995). Así es que se populariza
el concepto de respuesta total del analista (R) acuñado por Little en 1957,
que era colega y paciente de Winnicott, quien valora y hace suya tal de-
nominación. Esta R incluye «todo lo que el analista hace, piensa, imagina,
sueña o siente en relación a su paciente, a lo largo de todo el análisis»
(Little, 2017, pp. 215-216). Winnicott y Little acuerdan en cuanto a que la
neutralidad no solo es imposible de sostener, sino que además no resulta
deseable. Conciben al analista como alguien fuertemente comprometido
con su trabajo y con su paciente, e inevitablemente atravesado por las
múltiples y variadas complejidades propias de su irrenunciable subjetivi-
dad. Esta subjetividad solo se podrá controlar muy parcialmente, por más
y mejor analizado que se esté, y además incluye, obviamente, agresividad
y odio latentes, que inevitablemente aflorarán cada tanto con mayor o
menor visibilidad y fuerza. En tales casos, el analista tendrá que hacerse
cargo de ello, reconocerlo e incluso disculparse.
En todo análisis son inevitables ciertas fallas del analista. Carece de
importancia que estas sean reales, fantaseadas o atribuidas y proyectadas
en el analista por el paciente. No importa si es justa la atribución o si el
paciente adjudica esa falla equivocadamente, porque en ambos casos la
situación es vivida por ese paciente como absolutamente real, ya que hay
momentos en que realidad y fantasía se confunden. El paso siguiente es
que el terapeuta integre el tema en la sesión para ofrecer la oportunidad
de trabajar en torno a la coexistencia de distintas verdades que dependen
de la subjetividad de cada uno y que hay que aprender a reconocer, to-
lerar y respetar. Una actitud tal del terapeuta permite al paciente revivir
y reubicar la perspectiva de aquella vivencia traumática que fue parte de
lo sabido no pensado (Bollas, 1991) y que afectó su desarrollo desde su
primera infancia. Aspectos que el paciente concebía como incambiables