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Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Tomo , N.
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En esa isla escarpada, que pretende dar la espalda a la muerte, que
minimiza el lugar para sus muertos y los entierra de pie, la presencia de
estos mudos extranjeros desafía a sus habitantes, que luchan con su pro-
pio desconcierto ante lo desconocido —o lo que quieren desconocer—.
Ofrecerles sepultura sería una manera digna del reconocimiento de una
realidad de la que ellos mismos también forman parte, aunque se empe-
ñen en negar; pero entonces prevalecen el miedo y la vivencia de amena-
za a una supuesta y precaria paz.
En torno a esto es que, como en un patético desfile, empiezan a emer-
ger los personajes de la comunidad. Nominados en función de los roles
y lugares que ocupan en ella, muestran dificultad para tomar distancia
de la función concreta, entrelazan anonimato y universalidad, conspiran,
interpelan. A través de ellos queda representado un pueblo que puede ser
cualquier pueblo o comunidad de estos tiempos.
Y algunos de ellos se autoasignan la potestad de componer un tribunal
de facto que defina y dictamine el suceder de los hechos consecuentes.
Representan lo viejo y lo nuevo, la esperanza y la desesperanza; re-
ferentes antagónicos o complementarios, caducos o vigentes, que mues-
tran al poderoso, a la vez que al frágil y al sumiso, en función de víctimas
no reconocidas que paradójicamente adoptarán cada vez más una pre-
sencia incisiva, ineludible, y que irán instalándose progresivamente en el
espacio compartido y en el interior de cada uno.
Lo que podría ser la sabiduría de los mayores aparece como miedo
y resistencia al cambio. La Vieja, antigua maestra que ocupa un lugar de
poder por el conocimiento del discurrir de las vidas de los lugareños, se
ve incomodada por su sucesor: el actual Maestro, representante de lo no-
vedoso, lo foráneo, y de la búsqueda de la verdad como propósito.
Vivido como amenaza al supuesto equilibrio reinante (equilibrio pre-
cario, frágil, rígidamente conservador y basado en el sostenimiento de