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Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 6(1), enero-junio 2025, pp. 141-158.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/6.1.8.
sin que nadie me moleste», comenta Cristian (51 años). Esto muestra
cómo se rezaga el espacio de lo compartible, pues los sujetos no res-
guardan la relación en primer término. Y esto contribuye a la actual
fragilidad vincular, ya que derriba la posibilidad de sostén que las es-
tructuras relacionales tuvieron a lo largo de la historia.
Algunos entrevistados dijeron que, en el marco de situaciones vi-
venciadas como desencuentros, sucedieron situaciones de relaciones
sexoafectivas paralelas, adicciones o circunstancias violentas entre
ellos. Como trata de explicar Solana (45 años), eso habría sucedido «tal
vez como anestesiando ver todo esto que ya no pasaba entre noso-
tros», en lugar de que ambos miembros de la pareja pusieran en juego
la posibilidad de negociar las diferencias.
Cuando el reconocimiento mutuo se rompe, el otro aparece como
objetivizado, insensible o amenazante, lo que propicia reacciones cir-
culares y conictos sin solución, donde cada parte se siente víctima de
lo que el otro le hace. Joaquín (51 años) da cuenta de un estilo vincular
en el que uno se impone y la otra se somete, relación que se nutre del
mismo deseo de reconocimiento que encontramos en el amor, pero
que se enfoca en el dominio. Arma: «Yo sentía que la subyugaba, que-
ría que me respetara, que dijera que lo que yo hacía era importante
y que valía la pena». Al intento exacerbado del dominio del objeto de
amor —sea esto logrado en la realidad o imaginado— subyace un su-
jeto entrampado en la omnipotencia (Rodulfo, 2017), incapaz de expe-
rimentar la subjetividad de la otra persona desde el reconocimiento.
Joaquín comenzó a comportarse de manera estricta y severa, que-
riéndole «ordenar la vida» a Sofía (48 años). Esto incluía el estableci-
miento de reglas rígidas, que perpetuaban una relación de desigual-
dad y dominio, donde su ejercicio de poder lo posicionaba en el lugar
deseado de «ser respetado». Ella terminó el vínculo durante la terapia
de pareja, diciéndole que estaba harta de amoldarse, que no quería
seguir renunciando a la autenticidad, porque lo único que hacía era
comportarse evitando hacer las cosas que lo enojaran.
Otros varones adoptan una forma fusional enmascarada en la
proyección de que es un pedido femenino, valiéndose del mandato de