Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Tomo , N.
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dice algo que no escucha bien, enfrascada como está en sus pensamien-
tos acerca de los problemas domésticos y el psicoanálisis. Le pareció
entender algo así como «la agonía de la razón». Le viene a la memoria
un escrito de Arthur Miller en el que hablaba del derrumbe de la razón
o de la racionalidad, ante los ojos de quien ve un mundo en el que nun-
ca, como ahora, la mayor cantidad de riqueza se reparte entre la menor
cantidad de gente. Recuerda también haber leído que la diferencia entre
los que tienen más y los que tienen menos, en el planeta, es de setenta a
uno, según una investigadora del Instituto Transnacional de Ámsterdam.
La imagen del planeta, decía la autora, ya no es la de un pastel corta-
do en dos mitades, norte y sur, sino la de una pirámide en cuya cima se
ubica una pequeña superelite transnacional, en el medio una clase media
con trabajo más o menos permanente y en la base una enorme masa para
la que el sistema no tiene planes ni proyectos. Se equipara el ya antiguo
concepto de progreso con el de crecimiento, siguiendo las leyes del «ajuste
estructural» y adheridos a un personaje mítico y supuestamente benéfi-
co, llamado Mercado, que solo lleva al bienestar de las elites y devasta el
planeta, llenándolo de desperdicios o destruyendo los sistemas ecológi-
cos protectores, lo que a su vez debilita las capacidades inmunológicas
humanas. La posibilidad del incremento y centralización del poder en
organismos antidemocráticos es la más grave perspectiva. La más desea-
ble, pero menos posible, según esta investigadora, es la revisión por el
mundo rico de sus sistemas de enriquecimiento, que lleve la mira hacia la
solidaridad con la mayoría.
Es cierto, pero, sin embargo, piensa nuestra analista, tampoco nunca
como ahora se tuvo tanta conciencia de los genocidios y, junto a una
fracción del mundo indiferente o perversa, hay otra horrorizada y activa.
Que haya sucedido el Holocausto tiene un efecto sísmico en el pen-
samiento del hombre y en su actitud ante la vida. Es la primera vez, dice
D. Sperling, que el hombre tiene conciencia de la destrucción planificada