«SE MURIÓ, SE MURIÓ… AL FIN, AL FIN»:
EL DUELO DE UNA NIÑA AUTISTA
“SHE DIED, SHE DIED… AT LAST, AT LAST”:
THE GRIEF OF AN AUTISTIC GIRL
«MORREU, MORREU… FINALMENTE, FINALMENTE»:
O LUTO DE UMA MENINA AUTISTA
Dinorah Larrosa
Facultad de Psicología, Universidad de la República
Montevideo, Uruguay
Correo electrónico: dlarrosa@psico.edu.uy
ORCID: 0000-0002-9242-899X
Daniel Camparo Ávila
Facultad de Psicología, Universidad de la República
Montevideo, Uruguay
Correo electrónico: dcamparo@psico.edu.uy
ORCID: 0000-0003-3440-5797
Mariana Vieyto Domínguez
Facultad de Psicología, Universidad de la República
Montevideo, Uruguay
Correo electrónico: mariana.vieyto@gmail.com
ORCID: 0009-0009-5748-1371
Submitted: 1/17/2025
Accepted: 5/2/2025
Recebido: 17/1/2025
Aceite: 2/5/2025
Recibido: 17/1/2025
Aceptado: 2/5/2025
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 6(1), enero-junio 2025, pp. 41-54.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/6.1.3.
Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo
VIEYTO DOMÍNGUEZ, M., ÁVILA, D. C. y LARROSA, D. (2025). «Se murió, se murió… Al fin, al
fin»: el duelo de una niña autista.
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 6
(1),
41-54. DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/6.1.3.
Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0)
Resumen
Se presenta el estudio de caso de una niña con autismo que atraviesa el duelo por
la muerte de su padre, en el marco de un servicio universitario de atención terapéutica
individual. El análisis se centra en momentos signicativos del proceso y destaca tanto
la capacidad de simbolización de la niña como la función de contención de la terapeuta.
La intervención, adaptada a sus necesidades especícas, evidenció mejoras en su com-
portamiento y bienestar emocional. Los avatares del duelo se asemejaron, en muchos
aspectos, a lo esperable en niños sin diagnóstico de autismo. Se subraya la importancia
de la inclusión de la madre en la última sesión, instancia clave para favorecer la comu-
nicación madre-hija y posibilitar la expresión verbal de la pérdida.
Palabras clave: autismo, duelo, niñez, caso clínico.
Abstract
This case study presents the therapeutic process of a girl with autism grieving
the sudden death of her father, within the context of a university-based individual
therapy service. The analysis focuses on signicant moments in the process and
highlights both the child’s capacity for symbolization and the therapist’s containing
role. The intervention, tailored to her specic needs, showed improvements in her
behavior and emotional well-being. In many aspects, the grief process resembled that
of neurotypical children. The inclusion of the mother in the nal session is emphasized
as a key moment for fostering mother-daughter communication and enabling the
verbal expression of loss.
Keywords: autism, grief, childhood, case study.
Resumo
Apresentamos o estudo de caso de uma menina com autismo que vivencia o luto
pela morte do pai, no contexto de um serviço universitário de atendimento terapêutico
individual. A análise foca em momentos signicativos do processo e destaca tanto a
capacidade de simbolização da menina quanto a função de contenção exercida pela
terapeuta. A intervenção, adaptada às suas necessidades especícas, evidenciou
melhorias em seu comportamento e bem-estar emocional. Os avatares do luto se
assemelharam, em muitos aspectos, ao que se espera em crianças sem diagnóstico
de autismo. Destaca-se a importância da inclusão da mãe na última sessão, momento
chave para favorecer a comunicação entre mãe e lha e possibilitar a expressão verbal
da perda.
Palavras-chave: autismo, luto, infância, caso clínico.
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INTRODUCCIÓN*1
El proceso de duelo es inevitable tras la pérdida de un ser queri-
do. Los primeros trabajos relativos al duelo en el campo de la psico-
logía se remontan a la época del psicoanálisis clásico, cuando Freud
(1917/1998) lo denió como aquel proceso psíquico, reactivo a la pér-
dida de un objeto amado, mediante el cual se quita progresivamente
la libido de la representación inconsciente del objeto perdido. Klein
(1940) expuso la idea de que este proceso se da también en niños, aun-
que con las particularidades correspondientes al nivel de desarrollo
(Guillén et al., 2013; Sánchez, 2019).
Investigaciones recientes sugieren la existencia de procesos de
duelo similares entre niños con y sin autismo (Ahlers et al., 2017;
Bonin, 2022; Hume et al., 2016), a pesar de la dicultad del entorno
para reconocerlos (Bonin, 2022; Bóveda Hermosilla y Flores Robaina,
2021; Ferraz de Liz et al., 2023; Mair et al., 2024). La minimización del
impacto de la pérdida en niños con autismo y la inseguridad de sus
cuidadores sobre cómo ayudarlos suelen resultar en su exclusión
de las conversaciones, eventos y rituales relacionados con la muerte
(Fernández-Alcántara et al., 2017; Forrester-Jones y Broadhurst, 2007;
Lewis, 2019; Parks et al., 2014). Es posible, entonces, que no sea el au-
tismo, sino la falla en el reconocimiento de su capacidad de simbolizar
e integrar la pérdida, lo que mine el proceso de duelo de aquellos niños
con este diagnóstico (Mair et al., 2024).
El presente trabajo se enmarca en las acciones de un servicio de
atención, formación e investigación desarrollado conjuntamente por
la Facultad de Psicología de la Universidad de la República, el Equipo
de Detección, Diagnóstico e Intervención en Trastornos del Espectro
Autista () del Departamento de Neuropsiquiatría Pediátrica del
* La editora Leticia Pombo aprobó este artículo
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Mariana Vieyto Domínguez, Daniel Camparo Avila y Miriam Dinorah Larrosa Sopeña
Hospital Policial, y el Espacio de Coordinación y Atención Nacional en
Discapacidad () de Sanidad Policial.
Desde 1994, el Espacio  brinda atención a hijos e hijas de
policías y funcionarios policiales en situación de discapacidad, con un
enfoque basado en el modelo social. Desde 2018, este espacio alberga
las actividades del mencionado servicio interinstitucional, cuyo obje-
tivo es abordar problemáticas clínicas vinculadas a niños y niñas con
 y sus familias. Durante el período lectivo, los pacientes reciben
atención psicológica individual semanal, a cargo de estudiantes avan-
zados de Psicología que realizan su práctica curricular preprofesional
bajo supervisión docente.
En este contexto, se presenta aquí un estudio de caso centrado en
el tratamiento de una niña de seis años y dos meses diagnosticada
con autismo, cuyo padre ha fallecido de forma repentina. El objetivo
es aportar a la comprensión de los procesos intrapsíquicos e inter-
subjetivos implicados en los cambios observables durante el proceso
psicoterapéutico, especialmente en relación con la elaboración de esta
pérdida.
CASO CLÍNICO
La niña había recibido el diagnóstico de autismo leve cuando te-
nía tres años. En ese momento, ingresó en un dispositivo de abordaje
interdisciplinario: psicológico, psiquiátrico, psicomotriz y fonoaudio-
lógico. A lo largo de los sucesivos procesos de intervención interdisci-
plinaria y de las acciones coordinadas con el centro educativo, fueron
produciéndose notables avances en la atención conjunta, en la aten-
ción sostenida, en el lenguaje verbal, en la comunicación no verbal y
en el juego simbólico.
La niña había ingresado al servicio de Facultad de Psicología en el
año 2020, donde recibió atención psicoterapéutica individual y grupal.
En paralelo a este tratamiento, se realizaban entrevistas de seguimiento
con la madre aproximadamente cada dos meses. Cada año, el proceso
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individual era acompañado por un practicante diferente, por lo cual
nos enfocaremos en el proceso que se desarrolló durante cuatro meses
y medio en el año 2023. Al momento de iniciar dicho proceso, la niña
mostraba interés por comunicarse con otros e incluirlos en sus juegos,
demostraba disfrute en la experiencia compartida y se esforzaba por
comunicarse verbalmente. Gracias al abordaje temprano de su autismo
y a sus características singulares, contaba en ese momento con cierta
capacidad de simbolización que hacía posible el despliegue de juego
simbólico. Esto, sumado a habilidades lingüísticas y cognitivas cerca-
nas al desarrollo esperable, hizo posible su integración escolar en un
nivel adecuado a la edad, pese a sus dicultades en el relacionamiento
social. Todavía persistían momentos de desborde en los que situacio-
nes de gran frustración desencadenaban rabietas y el uso de guras
autistas de sensación (Tustin, 1990). La madre manifestaba preocupa-
ción por la reaparición de conductas auto y heteroagresivas, así como
por una disminución del habla y de otras formas de comunicación no
verbal fuera del hogar, coincidentes con el fallecimiento del padre, con
quien la niña no convivía. La noticia aún no le había sido comunicada
explícitamente, aunque desde la primera sesión surgió en el material
clínico evidencia de que la niña tenía conocimiento de la pérdida.
Los primeros meses del proceso se caracterizaron por la aparición
del sentimiento de culpa por la muerte de su padre. En el juego, agre-
sión y castigo dominaban las interacciones entre padre e hijo. La pre-
gunta «¿Qué hiciste?» precedía escenas de persecución en las que el
padre, en forma de zombie, fantasma o monstruo, buscaba castigar al
hijo por haberlo golpeado, asesinado, envenenado o insultado. Al mis-
mo tiempo, la pérdida del padre fue simbolizada a través de la alter-
nancia entre presencia-ausencia, haciendo desaparecer y reaparecer
al juguete que representaba al padre: este era constantemente arroja-
do lejos para ser recuperado y luego golpeado, lastimado, enterrado en
plastilina y asxiado por su hijo, quien recibía las mismas agresiones
ejercidas por el padre.
En ocasiones, tras la pérdida de un objeto de amor, el sujeto perma-
nece atado a un objeto muerto-vivo —que no puede morir ni vivir, tal
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como metaforiza la gura del zombie— que reaparece en la fantasía
haciendo peligrar de muerte al yo, habitándolo y controlándolo, obli-
gándole a una actividad reparatoria estéril (Baranger, 1961). Las desa-
pariciones y reapariciones activas pueden, por un lado, pensarse como
un indicio de la aceptación de la muerte y la necesidad de negarla a
través de la resucitación del objeto (Aberastury, 1968). Por otro lado, las
tendencias reparadoras implican impulsos destructivos subyacentes.
La ambivalencia, en tanto coexistencia de tendencias hostiles y senti-
mientos de amor (Laplanche y Pontalis, 2004), en este caso dirigidos al
padre, incrementó las ansiedades de aniquilación interna y persecu-
ción externa (Klein, 1940). En el trabajo de duelo, como defensa frente
a la angustia por la pérdida del objeto amado, se produce una escisión
del objeto (Klein, 1940); la parte muerta es depositaria de las fantasías
sádicas y expulsada del yo, mientras que la parte viva es idealizada
e integrada al yo en un intento de autopreservación (Baranger, 1961).
Cuando el yo asume estas fantasías sádicas y se considera responsa-
ble del daño, se siente invadido por la tristeza y la culpa. En el niño
autista, la ruptura irreparable de la muerte supone una reparación
imposible que puede sentirse como una amenaza de desintegración
(Tustin, 1987).
Si bien las interpretaciones son posibles en intervenciones con ni-
ños autistas, estas son necesariamente diferentes: parten de sus acti-
vidades y apuntan a favorecer la representación simple de sus expe-
riencias en un nivel de pensamiento comprensible para ellos (Tustin,
1987). En el caso de esta niña, la siguiente escena resulta ilustrativa:
tras arrojar varias veces al padre con fuerza y correr hacia él para
recuperarlo antes de que la serpiente lo mordiera otra vez, la terapeu-
ta interpretó: «No hay nada que podamos cambiar, sigue todo igual,
no lo podemos salvar, aunque queramos», a lo que la niña respondió:
«No, murió». En otra ocasión, ella encarnó al monstruo que persiguió y
mató al padre, tras lo cual insistió en llevarlo al doctor. «Murió —dijo,
representando al doctor—. ¿Qué hiciste?». La terapeuta interpretó:
«No hiciste nada para matarlo, aunque sientas culpa», a lo que la niña
contestó: «No es mi culpa… Culpa mamá».
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Así, se inauguró un segundo momento del proceso, en el cual la
culpa fue localizada en la gura de la madre: su madre había mata-
do al padre y merecía un castigo, por lo cual distintos personajes la
golpeaban, perseguían y asesinaban en diversos juegos. Sus impulsos
destructivos escindidos y rechazados eran expresados a través de ob-
jetos que se encargaban de destruir a las guras parentales: la araña,
la serpiente, el monstruo, el dragón, el caballo (Aberastury, 1968). Tras
agredir a mamá y papá, estos personajes eran asesinados, atacados o
sepultados en plastilina por el hijo. En tanto la incorporación de los
objetos de amor, padre y madre, suponía la reunión de la blandura y
la dureza en una misma fuente y la integración del no-yo duro como
experiencia del sí mismo (Tustin, 1987), el yo también debió escindirse
en su relación con los fragmentos objetales (Klein, 1946/1987).
En este punto se apreciaba cierto estancamiento en el juego de
duelo (Bruner, 2013) debido al atascamiento de la niña en torno a la idea
de ser ella misma o su madre las causantes de la ausencia de su pa-
dre (Ahlers et al., 2017). A través de la repetición de las persecuciones,
visitas al doctor, luchas y venganzas, desapariciones y reapariciones,
la niña sostenía la estructura del muerto-vivo y recubría al represen-
tante de la gura paterna con una imagen de vida, capaz de satisfacer
el deseo de reparación. El juguete en tanto representante, gracias a su
tamaño y a su condición de juguete, posibilitó que la niña dominara
las dicultades en relación con el objeto real del padre (Aberastury,
1968). Resulta ilustrativo que el representante del padre, duro y plás-
tico, fuera repetitivamente recubierto con masa, blanda y maleable,
la cual paradójicamente era la que conducía a su muerte por asxia
en el juego. El recubrimiento de la dureza por la blandura podría indi-
car una actividad reparatoria, al dotar de cualidades vitales al objeto
inerte, y una evitación de la experiencia no-yo dura, desagradable e
insoportable (Tustin, 1987).
Para que la repetición pudiera ser sustituida por la asimilación
de la desaparición irreversible del padre —y que su muerte pudiera
ser puesta en palabras («Se murió», «Ya no está», «No escucha, no ve,
no habla», «No se salvó») y otorgara así un sentido al agujero en lo
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real (Bruner, 2013)— y para que lograra integrar afectos displacente-
ros y expresarlos («No, hijo no, yo triste»), fue necesario construir lo
que Tustin (1990) denominó una situación de amparo psicoterapéutico,
en la que el desborde emocional fuera contenido por el terapeuta de
manera maternal. La situación transferencial con estos niños puede
establecerse a partir del sostén y la contención ofrecidos frente a las
evacuaciones emocionales, no solo desde lo interpretativo, sino tam-
bién desde lo corporal. Esto implica, en ciertos momentos, reproducir
situaciones propias de la primera infancia, en las que la madre ayuda
a su bebé a organizar experiencias que él aún no puede elaborar por
sí solo (Tustin, 1987). En el caso presentado, la niña colocaba pelotas
sensoriales sobre sus orejas y las hacía sonar rítmicamente, mientras
imitaba esos sonidos con su voz, especialmente cuando el juego re-
activaba la angustia y el terror vinculados a la pérdida. En esos mo-
mentos, la terapeuta acompañaba sincronizando sus propios sonidos
y pasos con los de la niña. Entonces, ella se detenía y sonreía cuando
la terapeuta le preguntaba: «¿Te sentís mejor?».
Asimismo, fue también preciso brindar un espacio de acompaña-
miento individual a la madre para sostener su propio malestar psíqui-
co, que operara como un amortiguador entre madre-hija y permitiera
restablecer cierta ritmicidad entre ellas (Tustin, 1987). Alojar el dolor
de la madre facilitó su pasaje del tiempo de comprender al tiempo de
concluir, lo que conllevó un investimiento de su hija (Grigoravicius et
al., 2021). El apoyo a los cuidadores primarios y la utilización del juego
como herramienta para transmitir el mensaje de que el fallecido no
volverá se ha implementado en algunos casos para facilitar la comuni-
cación entre la familia y el niño (Prabha, 2014; Uzunay y Mutluer, 2021).
Al momento del cierre del proceso terapéutico individual, se le
propuso a la madre ser incluida en la última sesión de su hija para co-
municarle la muerte del padre. Esta decisión supuso la consideración
de los tiempos de la madre para elaborar la pérdida, su disponibilidad
para contener a su hija y la posibilidad de brindar sostén desde la
institución.
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En esta última sesión, el juego comenzó con la representación del
encarcelamiento del padre por haber intentado asesinar a la madre.
Una vez encerrado, la niña y la terapeuta salieron del consultorio en
busca del guardia carcelario: la madre. La niña le conó la vigilancia
del padre encarcelado, indicándole: «Cuida, no salga». De regreso en
el consultorio, la niña abrió la celda y la llenó con bloques de cons-
trucción, enterrando al padre debajo de ellos. «¿Sigue vivo?», preguntó
la terapeuta. La niña miró dentro del balde y lo volcó sobre la mesa.
«¡Murió!», gritó.
Acto seguido, colocó la gura del padre en un recipiente vacío y
lo apoyó en el suelo, lejos de la terapeuta y de la madre, quienes se
acercaron y se sentaron junto a ella. «¿Dónde está papá?», preguntó la
niña, comenzando a buscarlo dentro de una caja repleta de juguetes
con forma de animales y guras de acción. Una por una, la terapeuta
y la madre le iban entregando estas guras, preguntando: «¿Es este?».
La niña negaba con la cabeza y disponía los juguetes alrededor de la
gura del padre: estaba siendo velado por los demás, mientras persis-
tía la pregunta: «¿Dónde está papá?».
La terapeuta invitó a la niña a llamarlo juntas, y gritaron: «¡Papá!».
Entonces, la madre intervino: «Niño… —Esperó a que su hija, que es-
taba sentada de espaldas, se diera vuelta y la mirara, para decirle—: Se
murió, no está más, y no va a volver. Dejá de buscarlo». La niña la miró
jamente y preguntó: «¿Murió? ¿Por qué?». La madre respondió: «No
sé…, se murió. Dejó de respirar, se le paró el corazón».
La niña imitó el llanto de los personajes del velorio y habló a tra-
vés de su juguete: «¿Estamos solos?». Su madre le contestó: «No estás
solo, niño. Estamos juntos. Somos familia». La niña concluyó: «No es-
toy solo. Hay muchos amigos… y familia». Luego se puso de pie con
rapidez y condujo a su madre hacia fuera del consultorio.
Una vez a solas con la terapeuta, la niña la invitó a bailar mientras
cantaba: «Se murió, se murió… Al n, al n. —Luego armó—: Miren,
miren, yo juez —y representó una escena en la que daba muerte al
padre—: Este a la basura. Ya no sirve más».
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La excitación de la niña podría pensarse como una defensa psí-
quica excesiva frente a la experiencia de venirse abajo (Tustin, 1990),
similar a las defensas maníacas en no autistas. No obstante, parece
remitir a una expresión vital: el canto y el baile no fueron utilizados
como una actividad autosensual (Tustin, 1987) en tanto autoestimu-
lación sensorial dirigida a regular la angustia, sino como experiencia
compartida entre la niña y la terapeuta. Finalmente, la escena del
juicio donde la vida del padre depende de la niña-juez podría pensar-
se como un intento defensivo frente a la amenaza de desintegración:
tirar al padre a la basura puede ser un intento de control sobre una
pérdida insoportable, como protección ante la vivencia de vacío que
conlleva la ausencia real y el riesgo de la pérdida de cohesión interna
(Tustin, 1987).
CONCLUSIÓN
Este trabajo presentó un estudio de caso centrado en el tratamien-
to de una niña de seis años y dos meses con autismo leve, cuyo padre
había fallecido repentinamente. El objetivo fue contribuir a la com-
prensión de los procesos intrapsíquicos e intersubjetivos vinculados
a los cambios observables durante el proceso psicoterapéutico indivi-
dual, centrado en la elaboración de esta pérdida.
En relación con el trabajo de duelo se destaca que la noticia del
fallecimiento de su padre, con quien la niña no convivía, aún no se le
había comunicado explícitamente. Al principio, el juego se caracteri-
zó por la aparición del sentimiento de culpa por la muerte y la idea
de haber sido ella la responsable, mientras la gura paterna aparecía
dotada de cualidades persecutorias. El proceso terapéutico acompañó
la aceptación de la muerte y la necesidad de negarla a través de la
resucitación del objeto, mediados por los intentos de reparación y de
culpabilización de la madre. Mediante el juego la niña fue aceptando
la muerte del padre, proceso que culminó en la última sesión con la
inclusión de la madre. Se jerarquiza la importancia del juego y de la
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capacidad de simbolización de la niña en este proceso, así como la
contención e intervención de la terapeuta.
Si bien este trabajo no pretende elaborar un modelo general del pro-
ceso de duelo en niños con autismo, se ha de enfatizar que los avatares
particulares del caso analizado se asemejan, en cierta medida, a lo es-
perable en niños sin esta condición. En este sentido, es importante su-
brayar las especicidades del caso: el nivel de desarrollo alcanzado por
la niña, el grado de compromiso asociado al autismo y la adecuación de
las intervenciones técnicas —tanto en el juego como en la interpreta-
ción— a un nivel de simbolización que le permitió procesar la pérdida,
a pesar de las dicultades del entorno para reconocer dicha capacidad.
Además, la niña había realizado un tratamiento interdisciplina-
rio sostenido durante tres años, lo cual le brindó herramientas para
afrontar el duelo y evitó regresiones signicativas. Por otra parte, el
vínculo con el padre no era cercano desde el punto de vista afectivo,
lo que posiblemente atenuó el impacto emocional de su fallecimiento.
Todas estas particularidades contextuales y del nivel de desarrollo
logrado deben ser contempladas en la atención de casos de autismo
infantil, sobre todo considerando la diversidad de grados de severidad
y áreas de afectación en las presentaciones clínicas de estos pacientes.
Una evaluación continua de los recursos comunicacionales, cognitivos
y de simbolización es necesaria para orientar las intervenciones en
casos de duelo.
Se concluye que la niña logró atravesar un proceso de duelo por la
pérdida de su padre, facilitado tanto por la intervención de la terapeu-
ta en las sesiones individuales como por el acompañamiento cercano
a la madre. El trabajo con esta última le permitió expresar su propio
dolor y, a partir de ello, poner en palabras la pérdida y brindar conten-
ción emocional a su hija. El tratamiento resultó signicativo para fa-
vorecer la comunicación entre ambas, en tanto les permitió verbalizar
aquello que ya estaba presente de forma implícita en el vínculo.
Partiendo de la hipótesis de que la falla en el reconocimiento de
la capacidad de simbolización e integración de la pérdida es el ver-
dadero obstáculo para el proceso de duelo en niños autistas, puede
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entenderse el espacio clínico como facilitador del encuentro entre la
niña y la madre al activar los procesos intersubjetivos necesarios para
compartir la experiencia afectiva relacionada con la pérdida. El reco-
nocimiento y la comprensión de los procesos de pérdida y duelo en
las infancias presentan una serie de obstáculos sociales y culturales,
y esto es también válido en relación con los niños con . La dicul-
tad en el reconocimiento del impacto de la muerte en los niños con
esta condición puede conducir a que los familiares los excluyan de
conversaciones en torno a la pérdida, lo cual imposibilita que sociali-
cen su sufrimiento e incrementa el sentimiento de aislamiento, pese
a sus deseos de saber más sobre los hechos y su necesidad de recibir
información clara. El rol de los adultos en la contención afectiva y la
elaboración de la pérdida para estos sujetos puede ser, como señala el
caso, fundamental para que puedan transitar el sufrimiento y el dolor
y dar continuidad a su proceso de desarrollo.
* * *
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