DERIVAS CLÍNICAS DEL EMBARAZO
DE LA PSICOTERAPEUTA
CLINICAL DERIVATIVES OF THE PSYCHOTHERAPIST’S
PREGNANCY
DERIVAS CLÍNICAS DA GRAVIDEZ DA PSICOTERAPEUTA
Juliana Artola
Asociación Uruguaya de Psicoterapia Psicoanalítica
Montevideo, Uruguay
Correo electrónico: mj.artola90@gmail.com
ORCID: 0009-0007-9623-5283
Recibido: 26/3/25
Aceptado: 29/4/25
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 6(1), enero-junio 2025 , pp. 29-40.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/6.1.2.
Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo
ARTOLA, J. (2025). Derivas clínicas del embarazo de la psicoterapeuta.
Equinoccio.
Revista de psicoterapia psicoanalítica, 6
(1), 29-40. DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/6.1.2.
Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0)
Submitted: 3/26/2025
Accepted: 4/29/2025
Recebido: 26/3/25
Aceite: 29/4/25
Resumen
El trabajo aborda y problematiza aspectos clínicos vinculados al embarazo de la
psicoterapeuta. A partir de mi propia experiencia, se inician preocupaciones clínicas
que posibilitaron reexionar sobre los movimientos que esta situación genera en la día-
da terapéutica, tanto en el mundo interno como en la intersubjetividad del paciente,
así como en relación a los cambios que esta situación implica en el campo de traba-
jo, particularmente en relación al encuadre, la transferencia y la fantasmática movi-
lizada. Para ello, comparto situaciones clínicas que permiten profundizar la reexión
teórico-técnica.
Palabras clave: embarazo, cambio, psicoterapia.
Abstract
This paper explores and problematizes clinical aspects related to the therapist’s
pregnancy. Drawing from my own experience, it raises clinical concerns that allow for
reection on the movements this situation generates within the therapeutic dyad—both
in the patient’s internal world and intersubjectivity—as well as the changes it brings to
the therapeutic setting, particularly regarding the frame, transference, and the fantasies
it activates. To this end, I share clinical situations that help deepen theoretical and
technical reection.
Keywords: pregnancy, change, psychotherapy.
Resumo
O trabalho aborda e problematiza aspectos clínicos vinculados à gravidez da
psicoterapeuta. A partir da minha própria experiência, reito sobre os movimentos que essa
situação gera na díade terapêutica, tanto no mundo interno quanto na intersubjetividade
do paciente, bem como no enquadre, a transferência e a fantasmática mobilizada. A
gravidez e a maternidade colocam desaos que inuenciam no campo clínico e requerem
uma elaboração técnica cuidadosa. Por isso, compartilho vinhetas clínicas que permitem
aprofundar na reexão teórico-técnica.
Palavras-chave: gravidez, mudança, psicoterapia.
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TRABAJO1
Mi embarazo dio lugar a una serie de inquietudes y preocupacio-
nes sobre cómo abordar, con mis pacientes, lo que estaba ocurriendo
en mi cuerpo y en mi psiquismo: ¿qué podía provocar en ellos o ellas
y en los procesos de trabajo en marcha? Este escrito es un intento de
elaborar lo vivido y, al mismo tiempo, de compartirlo para reexionar
sobre mi experiencia, con el deseo de que sirva como lazo con/para
otras psicoterapeutas que cursen un embarazo y puerperio. Traigo
más preguntas que certezas: ¿cómo pensar el embarazo de las psico-
terapeutas en clave de género?, ¿qué nos sucede a las mujeres psicote-
rapeutas ante este retiro temporal de la actividad profesional?, ¿cómo
lidiamos con las preocupaciones que nos generan algunos o algunas
pacientes en estas circunstancias?, ¿cómo se inscribe un embarazo
en el encuadre y en el vínculo transferencial?, ¿qué conictivas y fan-
tasmáticas se despliegan a partir de esta experiencia tan particular y
cómo transformarla en una oportunidad de trabajo?
Frente a estas preguntas, inicié una búsqueda —no exhaustiva,
pero sí curiosa— de bibliografía sobre el tema y me encontré con esca-
sos materiales disponibles. En los textos hallados, las autoras se lan-
zan a escribir desde sus propias vivencias de embarazo en un inten-
to por «transcribir estas reexiones ya, como temiendo que escapen»
(Angulo y Doria, 1995, p. 371), algo que me sucede también a mí.
Uno de los elementos atribuidos a la constitución de la subjeti-
vidad femenina es la posibilidad de ser madre. Como describen múl-
tiples autoras (Burín, 2010; Carril, 2018; Dio Bleichmar, 2011; Meler,
2013), nuestra cultura ha perpetuado la imagen de la mujer ligada a la
maternidad, lo que implica una sexualidad ejercida y, al mismo tiem-
po, reprimida y desexualizada en la gura materna. Sin embargo, poco
1 La editora Laura de Souza aprobó este artículo.
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se dice sobre los avatares que este destino implica en el ejercicio pro-
fesional, en general, y en nuestra práctica como psicoterapeutas, en
particular. En este sentido, Angulo y Doria (1995) dicen:
nos ha llamado la atención la escasa bibliografía que hemos encon-
trado sobre el tema en nuestro medio, en una profesión en la cual
[…] el número de mujeres es predominante y donde el embarazo es
transitado por la mayor parte de las terapeutas en su ciclo vital […] la
dicultad estaría en que la terapeuta embarazada revela más aspec-
tos de su vida privada, así como es un constante desafío mantener la
actitud analítica en un momento de mayor vulnerabilidad emocio-
nal. (p. 375)
Compartimos estas conjeturas mientras reexionamos sobre el
silencio que rodea este tema, el cual podría evidenciar un conicto
largamente abordado por los estudios de género: el espacio público
y el mundo del trabajo han sido históricamente masculinos. Aunque
las mujeres hace ya décadas accedemos a estos ámbitos y trabajamos
para ampliar y mejorar nuestra participación, hablar de lo que implica
esta presencia en relación con la tensión entre vida productiva y re-
productiva resulta aún una tarea difícil. No hablar públicamente sobre
el tema lo invisibiliza y vuelve a relegar a las mujeres a resolver en el
ámbito privado los aspectos relacionados con lo reproductivo, como si
fuera necesario ngir que no ocurre nada.
Poco hablamos y escribimos sobre nosotras: mujeres psicotera-
peutas, embarazadas, madres, puérperas, jóvenes, envejecidas, atrave-
sadas por un duelo, entre tantas otras experiencias. En denitiva, poco
reexionamos sobre nuestras vivencias y sobre cómo estas conforman
el campo de trabajo y actúan como matriz desde la que es posible tra-
mitar, junto con nuestros y nuestras pacientes, lo que acontece. Lo que
nos acontece como díada en el trabajo se inicia en lo que me ocurre
como analista y en lo que eso convoca en cada paciente, en relación
con su mundo interno y su intersubjetividad. De hecho, «el encuentro
entre terapeuta y paciente es como una danza en la que ambos se
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acomodan a un ritmo, en una relación en la que los movimientos de
uno van a condicionar los del otro y viceversa» (Silva y Weigensberg,
1992, p. 62).
En este sentido, ya en la década del cincuenta, Winnicott
(1958/1999) comienza a introducir la idea de que el analista debe tratar
de ser sí mismo. Señala: «el tratamiento y [la] dirección de este caso ha
exigido la participación de cuanto poseo en mi calidad de ser humano,
de analista y de pediatra» (Winnicott, 1999, p. 374).
Más adelante, en los años setenta, algunos autores intentaron
cuestionar y tensar la separación entre vida privada y ejercicio de la
clínica. En esta línea, Zac (1971) propuso incluir dentro del encuadre
psicoanalítico lo que denominó la persona real del analista, una catego-
ría difícil de integrar en aquellos tiempos marcados por la rigidez del
encuadre. Por su parte, Little (2017) insiste en que el analista debe asu-
mir un compromiso total con su paciente, lo que supone implicarse y
responder de diversas formas, soportar los derroteros transferenciales,
asumir riesgos, sentir con y para el paciente, identicarse con él, entre
otras implicancias.
A su vez, dentro del campo de los estudios de género hemos salda-
do la discusión acerca de que existe la escucha de género, es decir, que
nuestra construcción identitaria en términos de género compone una
posición simbólica desde la que escuchamos, denimos y miramos.
Alkolombre (2004) propone que «el género supone inevitablemente
puntos ciegos, prejuicios y contratransferencias, así como también
sensibilidades, capacidades y comprensiones particulares» (p. 94).
Una escucha como mujer, sí, pero ¿cómo qué mujer?, ¿en qué etapa
de su ciclo vital?, ¿en qué circunstancias especícas? Entonces, ¿cómo
se ve atravesada esa posición simbólica en los procesos de embarazo y
puerperio? ¿Cuál es el impacto de esa mirada especíca, portadora de
ese cuerpo especíco, sobre el psiquismo de su paciente?
Vives (2004) plantea que
el ejercicio del psicoanálisis es en sentido estricto la puesta en es-
cena de una identicación parcial con la madre o con funciones de
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sostén que históricamente se han adjudicado y ejercido por la gura
femenina: las de contener, cuidar, cobijar, consolar cuando hay do-
lor y sufrimiento, confrontar, etc. […] cuidar, metabolizar contenidos,
transformar y traducir mensajes caóticos en contendidos verbales
para producir pensamientos, promover la modulación y el enriqueci-
miento de la vida emocional. (p. 163)
¿Qué ocurre, entonces, cuando una psicoanalista debe retirarse
temporalmente de esta puesta en escena para replegarse a los cuida-
dos de un hijo real?
La abstinencia, como elemento central del encuadre y bastión de
la técnica psicoanalítica —entendida como privación que, al no grati-
car los deseos del paciente, habilita el despliegue de su conictiva
(Allegue, 2021; Schkolnik, 1999)— queda tensionada ante un emba-
razo. ¿Qué tipo de abstinencia es posible construir y sostener cuando
el cuerpo mismo de la terapeuta enuncia algo de su vida personal?
Casas de Pereda (1968) lo expresa así: «mi cuerpo modicado y modi-
cándose era el que mostraba el crecimiento de otro, de un tercero, que
empezó a ocupar un espacio en el cuarto» (p. 261).
Rosando (2019) plantea que el embarazo se presenta como la in-
troducción del otro, de forma presente y efectiva, en la relación que
era, hasta entonces, dual. Esta situación «obliga a incluir en el setting
a un invitado involuntario, convirtiendo el consultorio en un espacio
triangular con estímulo real para los pacientes» (Alcorta, 1996, p. 142).
Esta situación introduce un cambio que modica la escena analítica
y la fantasmática que en ella se despliega: «Esta presencia enfrenta
al paciente a la evidencia de que en el mundo de la terapeuta existen
otros […]. El bebé en gestación empaña la ilusión de un vínculo exclu-
sivo» (González et al., 1992, p. 65).
El embarazo de la psicoterapeuta, en este sentido, es una expe-
riencia vincular. ¿Cómo integrarla al campo de trabajo sin que se viva
como una intrusión, favoreciendo además el despliegue de fantasías y
la elaboración de conictos? ¿Cómo se juega esto frente a la particular
separación-interrupción del proceso que esta situación conlleva? En
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este sentido, Weiss (1975) equipara la situación analítica con soñar. El
embarazo sería una intrusión de la realidad, que despierta rápidamen-
te al paciente y lo trae de forma violenta, lo que ubica en primer plano
fenómenos transferenciales. Poner esto a disposición del trabajo ana-
lítico, en tanto posibilitador, al mismo tiempo que nos la arreglamos
con todo lo propio en juego en este momento vital, resulta un desafío.
DERIVAS CLÍNICAS
A partir de lo mencionado, el embarazo genera en los y las pa-
cientes movimientos de todo tipo: afectos agresivos, amorosos, iden-
ticatorios, envidiosos, persecutorios, miedos a la pérdida y al aban-
dono, entre otros. Intentaré ilustrar algunas de estas derivas clínicas
que permiten pensar en los diversos procesos puestos en juego en mis
pacientes.
Con Melina,2 una adolescente de diecisiete años, se pone en es-
cena una larga historia de abandonos y negligencias. Cuando descubre
mi embarazo, me transmite una mezcla de alegría e inquietud. En las
sesiones siguientes emergen angustias y dicultades para tomar dis-
tancia de un exnovio: «Es lo único que tengo, él está siempre», me dice.
Cerca del cierre, logra poner en palabras: «Me preocupa un poco y me
pinta el miedo al abandono, que tengas a tu bebé y no vuelvas más.
Además, me paso pensando que vos querrás estar descansando con tu
bebé y no escuchándome a mí». Que yo le asegurara que iba a volver
no era suciente para ella: «Todos los adultos dicen lo mismo». En la
última sesión antes de mi retiro, comienza diciendo: «Lejos de querer
dejarte ir a parir preocupada...». En tono divertido le respondo: «Lo vas
a hacer».
Todos estos movimientos nos permitieron trabajar cómo la inte-
rrupción de la psicoterapia venía a reeditar otros abandonos previos
2 Para salvaguardar la identidad y preservar el anonimato se modicaron algunos
datos personales de las pacientes.
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y cómo mi embarazo activaba algo de su vínculo temprano con su
madre. También abordamos su desconanza hacia los adultos en fun-
ciones de cuidado, una desconanza cimentada en múltiples expe-
riencias de abandono y promesas no cumplidas. En este sentido, poder
hacer acuerdos y cumplirlos ha sido fundamental para construir un
modelo vincular distinto, que abrió un espacio nuevo para el psiquis-
mo de Melina. A partir de ese trabajo incluso pudimos bromear sobre
el tema, lo que marcó un hito que fortaleció la alianza terapéutica.
Con Leticia el asunto de la maternidad estuvo siempre muy pre-
sente. Ella, mamá de cuatro hijos, inició psicoterapia en pleno puer-
perio de su hija menor. Consultó buscando lo propio y sabía que algo
de esto lo encontraría fuera del mandato de la maternidad, pero aún
no sabía qué era ni dónde buscarlo. Estaba muy angustiada, perdida
de sí misma. La subjetividad de Leticia se constituyó sobre la base de
lo que podía (procrear, ser buena madre y buena esposa) y también de
sus restricciones (no poder construir proyectos singulares fuera de sus
mandatos de género). Desde dichos preceptos comenzó la producción
de diferencia en el trabajo con ella.3 Vivía la maternidad con angustia
y, además, con mucha hostilidad debido a que su construcción identi-
taria estaba casi exclusivamente relacionada con esa función, aspecto
que rechazaba, pero del que no podía zafar.
Al momento de mi embarazo habíamos trabajado muchos de esos
aspectos y habían ocurrido en ella cambios signicativos en relación
con la construcción de un proyecto que sin desconocer su maternidad,
tenía nombre propio, lo que supuso mucho trabajo en relación a su
mundo interno y también a sus vínculos.«¿Eso es lo que yo pienso que
es?», dice, reriéndose a mi panza. Su comentario habilita la posibili-
dad de revisitar sus propios embarazos a través de una identicación
conmigo y lo hace desde un lugar más amoroso hacia sí misma. «Qué
lejos estoy de esa», agrega. Esta revisita se fue dando antes y después
3 Con producción de la diferencia me reero a la posibilidad de producir algo distinto
a lo esperado para ella de acuerdo a los mandatos de mujer-madre aprendidos
durante todo su proceso de socialización, así como a lo impuesto por el corset de
género.
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de mi licencia, y el devenir del trabajo nos permitió, de forma conjun-
ta, concluir que era tiempo de cerrar el proceso psicoterapéutico, lo
que efectivamente ocurrió algunos meses más tarde.
Otros aspectos se ponen en juego con pacientes graves, con quie-
nes, una vez establecida la transferencia, pueden generarse vínculos
terapéuticos marcados por una alta demanda y dependencia. En estos
casos, las interrupciones de la psicoterapia —ya sea por vacaciones,
enfermedad u otras razones— suelen movilizar angustias primarias
difíciles de elaborar,4 por lo que cada retiro parcial requiere de un tra-
bajo anticipado y sostenido.
El vínculo terapéutico cobra especial relevancia en relación con los
movimientos vitales que estos pacientes logran sostener en el marco
de la relación analítica. Con algunas pacientes con estas característi-
cas, mi retiro temporal generó profundas angustias, que me preocupa-
ron especialmente, y se desplegaron también temores sobre la posibi-
lidad de contener la angustia y los pensamientos, muchos de ellos de
carácter persecutorio. Parafraseando a Winnicott (1963), se produjo un
profundo miedo al derrumbe.
Con este tipo de pacientes fue fundamental explicitar lo que esta-
ba ocurriendo, contener la desorganización y la intensa demanda que
generó la noticia tanto del embarazo como de mi retiro. Trabajamos
en la creación de espacios transicionales donde pudieran alojarse en
caso de desborde durante mi ausencia, con el objetivo de construir
una continuidad objetal. Esta forma de transitar la separación se sos-
tuvo a través de apoyos externos (Alcorta, 1996), anclados en un vín-
culo transferencial positivo, que permitieron preparar y sostener la
interrupción, y dieron continuidad al proceso terapéutico a pesar de
mi ausencia.
4 Si bien en todos los casos se movilizan angustias primarias en diferentes momen-
tos del proceso psicoterapéutico y en particular el embarazo de la psicoterapeuta
genera un contexto posibilitador para la aparición de estas angustias; los riesgos
de estos movimientos y las posibilidades de tramitarlas suelen ser diferentes en
función a los recursos yoicos, las defensas, las capacidades de separación y de
simbolización con las que cuenten los y las pacientes.
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REFLEXIONES FINALES
La percepción del embarazo ocurre de forma particular y especí-
ca en cada paciente. Hay quienes, a pesar de las evidencias físicas,
no lo ven; algunas personas lo ven tempranamente, otras muestran
afecto o curiosidad… Al margen de las reacciones maniestas, Motta
(2009) platea que embarazo y puerperio contienen aspectos importan-
tes para la vida humana: lo primitivo, la indiferenciación, la simbiosis;
la discriminación, la integración y la identidad. Por este motivo, esa si-
tuación tan particular en la vida de la psicoterapeuta podría pensarse
como una oportunidad para el trabajo, del que intento dar cuenta en
las situaciones clínicas planteadas. Estas, si algo tienen en común, es
que ponen en evidencia la profunda tormenta de transferencia (Lax, 1969)
que genera nuestro embarazo y puerperio. Esta tormenta se vincula
con la presencia de una otredad real, con lo que viene a contarle a los
pacientes esta presencia, que además será causante de una separa-
ción que no forma parte del encuadre planteado.
En este escenario, cabe preguntarse: ¿conviene comunicar o no co-
municar el embarazo? Creo que introducir el tema se vuelve necesa-
rio, en un tiempo que sea oportuno para el paciente, pero que también
lo sea para nosotras, en tanto necesitamos poder trabajarlo y generar
las condiciones de posibilidad para irnos tranquilas. La bibliografía re-
visada recomienda «introducir el tema después del primer trimestre,
cuando la gestación es evidente y así dar tiempo para analizar los me-
canismos que contribuyeron a la negación» (Alcorta, 1996, p. 164). En
este sentido, tiene un rol central «la búsqueda de apoyos, tanto por
parte del paciente como del analista, para aligerar la elaboración de la
angustia en la relación» (Alcorta, 1996, p. 166).
Es necesario también reexionar en torno a lo que vendrá después
en relación con los ideales de vínculos deseados en modo exclusivo,
comprometido y hasta quizá excluyente de todo otro deseo de parte
de la terapeuta que no se encuadre en la relación terapeuta-paciente.
A modo de cierre, cito a Rosando (2019), que con estilo prosaico
dice: «Cuando Yo fuimos Nosotros, fue así y además ¡todo aquello que
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yo no vi!» (p. 138). La intención ha sido poner estas inquietudes teó-
rico-clínicas y personales en diálogo para que se potencien de otras
derivas y experiencias posibles.
.
* * *
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