EL VÍNCULO TERAPÉUTICO COMO ALGO
HUMANO, HUMANIZADO
Y HUMANIZANTE
Ana Barrios Musto
Asociación Uruguaya de Psicoterapia Psicoanalítica
Montevideo, Uruguay
Correo electrónico: psic.anabarriosmusto@gmail.com
ORCID: 0009-0009-9598-6477
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 5(1), enero-junio 2024, pp. 127-140.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/5.1.7.
Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo
BARRIOS, A. (2024). El vínculo terapéutico como algo humano, humanizado y
humanizante.
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 5
(1), 127-140.
DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/5.1.7
Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0)
Sobre el texto y su autora
Por iniciativa de algunos socios de , llega al Consejo Editorial de
Equinoccio el texto de Ana Barrios Musto con la sugerencia de publicarlo en
este número de revista, destacando la vigencia de sus postulados, funda-
mentales en los desarrollos contemporáneos del psicoanálisis. Diversos co-
legas le señalan a la autora la importancia de las ideas presentadas en el
artículo, el cual había publicado hace treinta años.
En 1994, la primera versión del texto, titulada Intervenciones psicoanalí-
ticas: intervenciones desde lo humano, se presentó en el II Congreso de .
En 2008, la versión actual formó parte de la Jornada «Vínculo terapéutico en
la psicoterapia psicoanalítica». La autora, al releer su texto, se sorprende al
constatar que ha consolidado su línea de trabajo clínico al enfocarse en ayu-
dar en el sufrimiento del otro y buscando herramientas adecuadas consi-
derando el contexto del paciente. Asimismo, al revisar este texto, el Consejo
Editorial considera también los aportes realizados por Silvia Tejería en su
artículo Congresos de : herencia almacenada,1 que recoge la historia ins-
titucional a partir de los artículos presentados en los congresos organizados
por la asociación. Allí destaca el afán de investigar sobre el quehacer psicoa-
nalítico, junto a la heterodoxia y la diversidad de enfoques en la construc-
ción de la identidad del psicoterapeuta.
Equinoccio, como revista de psicoterapia psicoanalítica de , reeja
esta identidad y propone abordar una temática central desde distintas pers-
pectivas. Invitamos a leer y dialogar sobre los dos artículos, el de Barrios y
Tejería, que proponen un enfoque relacional o intersubjetivo del psicoanálisis.
Ana Barrios Musto es licenciada en Psicología, psicoterapeuta, docente
y supervisora habilitante de , especialista en psicoterapia vincular de
la Asociación Uruguaya de Psicoanálisis de las Conguraciones Vinculares
() y diplomada en Psiconeuroinmunoendocrinología () por la
Facultad de Medicina del Centro Latinoamericano de Economía Humana
(). En su práctica profesional, trabaja con niños, adolescentes, parejas,
familias y grupos. Tiene una vasta experiencia como docente en los semina-
rios de , tanto en los curriculares como en los seminarios libres, y fue
también docente del . Además, tiene estudios en coaching y actualmente
es formadora en Eneagrama.
1 Este artículo es parte de la publicación De huellas y utopías: un tiempo inquieto.
40 años de psicoterapia psicoanalítica en el Uruguay (, 2020).
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INTRODUCCIÓN
Con la presentación del trabajo Intervenciones psicoanalíticas: inter-
venciones desde lo humano (Barrios, 1994) en el II Congreso de ,
expuse por primera vez mi idea del vínculo terapéutico como algo hu-
mano, humanizado y humanizante, soporte y creación de una relación
terapéutica fundamental. Desde los inicios del psicoanálisis, en su for-
ma tradicional hasta el presente, han ocurrido numerosos cambios
signicativos. Los invito a explorarlos.
EL PSICOANÁLISIS TRADICIONAL
En la práctica del psicoanálisis tradicional la relación psicoanalista-
paciente era considerada de forma totalmente asimétrica: no se habla-
ba de vínculo, sino de la relación analista-paciente. El analista no debía
existir en tanto persona y eran la abstinencia y la neutralidad dos de sus
pilares fundamentales. El analista era el depositario y objeto de la trans-
ferencia del paciente y su función fundamental era la interpretación de
la resistencia, de la transferencia y del deseo. El analista debía diluirse
en su humanidad y su tarea era la de analizar el inconsciente de su pa-
ciente en la forma como se fuera manifestando. Mantenerse distante,
inexpresivo, totalmente desafectivizado era uno de los ejes fundamen-
tales para no existir jamás como persona y devolverle al paciente lo que
este, a través de sus diversos mecanismos psíquicos, le depositaba. En
este contexto se entiende la existencia del diván, que, entre otras cosas,
impedía cualquier tipo de contacto que no fuera el auditivo.
El diccionario de Laplanche y Pontalis (1971) dene el psicoaná-
lisis, tanto como método de investigación o método terapéutico, sin
mencionar en ningún momento el vínculo o una relación entre dos
seres humanos:
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El vínculo terapéutico como algo humano, humanizado y humanizante
Ana Barrios Musto
Un método de investigación que consiste esencialmente en eviden-
ciar la signicación inconsciente de las palabras, actos, producciones
imaginarias (sueños, fantasías, delirios) de un individuo. Este método
se basa principalmente en las asociaciones libres del sujeto que ga-
rantizan la validez de la interpretación. (Laplanche y Pontalis, 1971,
p. 328)
Y continúa diciendo:
Un método psicoterápico basado en esta investigación y caracteri-
zado por la interpretación controlada de la resistencia, de la trans-
ferencia y del deseo. En este sentido se utiliza la palabra psicoanálisis
como sinónimo de cura psicoanalítica; ejemplo: emprender un psicoa-
nálisis (o un análisis). (Laplanche y Pontalis, 1971, p. 328)
Es signicativo y sustancial para el psicoanálisis el acento en la
investigación, la interpretación, etcétera, pero es llamativo que no
aparezca en ningún momento denido como una relación humana y
humanizada entre un ser que sufre y otro que se compromete en el
intento de ayudarlo en su dolor, pero que también es humano y siente
cosas. Es por ello que nos sentimos mucho más cerca de la psicoterapia.
LA PSICOTERAPIA: RELACIÓN TERAPEUTA-PACIENTE
Siguiendo el mismo texto, ya la denición hace referencia a «todo
método de tratamiento de los desórdenes psíquicos o corporales que
utilice medios psicológicos y, de manera más precisa, la relación del te-
rapeuta con el enfermo2»1(Laplanche y Pontalis, 1971, p. 335).
Desde hace muchos años, consideramos que uno de los elemen-
tos más relevantes de nuestro trabajo es dejar de considerar al otro
como un objeto cuyo inconsciente debemos conocer, develar, ayudar a
2 El destaque es de la autora de este artículo.
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transformar, para poner el acento en un sujeto con el que nos conecta-
mos empáticamente y al que pretendemos ayudar en su sufrimiento.
Esta es nuestra principal tarea. El vínculo terapéutico, como la palabra
misma lo indica, pone el acento en la unión de una persona con otra.
Antiguamente, se consideraba como una unión sujetada rmemente.
Lo que sin duda compartimos es lo que el Diccionario de psicoanálisis de
Laplanche y Pontalis (1971) dene como el tercer nivel del psicoanálisis:
«Un conjunto de teorías psicológicas y psicopatológicas en las que se
sistematizan los datos aportados por el método psicoanalítico de in-
vestigación y de tratamiento» (p. 328).
Lo antedicho nos lleva a poner cada vez más acento en el valor
fundamental del vínculo en tanto relación humana nueva, creativa,
única y fundamental, en la que el paciente pueda resolver su proble-
mática. Sin desconocer el valor de la repetición transferencial ni de los
elementos contratransferenciales, hacemos hincapié en lo nuevo, lo
único e irrepetible, inherente solamente a ese vínculo terapéutico. Este
es el lugar fundamental donde se generan los cambios que el paciente
necesita para mejorar su vida.
Partiendo de la demanda del paciente, vemos cómo a través de
este proceso se van dando cambios en relación consigo mismo tanto
en lo psicológico como en lo físico, y también en cuanto a sus vínculos
familiares, sociales, culturales, etcétera. Pasamos, entonces, del mun-
do interno y sus fantasmas, que sin duda analizamos para ampliarlo,
al mundo intersubjetivo, donde se privilegia también el papel del otro
desde el inicio de la vida psíquica.
EL MUNDO ACTUAL EN NUESTRO QUEHACER
COMO TERAPEUTAS
Observamos que el cambio en el vínculo terapéutico se debe, en
parte, a las características de la época actual, las cuales nos desafían
a conceder una importancia signicativa a la realidad circundante
y su impacto en todos nosotros. Este contexto contemporáneo nos
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El vínculo terapéutico como algo humano, humanizado y humanizante
Ana Barrios Musto
enfrenta a nuevos tiempos, urgencias y necesidades, a las que debe-
mos responder.
Percibimos esta inuencia en distintos niveles. Por ejemplo, la apa-
rición de nuevas patologías propias de este momento, en el que mu-
chas veces aparecen fallas en las relaciones más primarias, como en la
relación madre-hijo, afectada por los cambios sociales que ha tenido
el rol de la mujer. El mundo actual mucho más exigente y exigido pue-
de llegar a dicultar la dedicación incondicional tan necesaria para la
relación de la madre con su bebé en estas primeras etapas. Esto nos
hace pensar que está en juego el mundo intrasubjetivo de la madre
y el intersubjetivo con su bebé, pero también nos obliga a reexionar
sobre cómo la realidad de este momento, en el que todos estamos in-
mersos, contribuye o interere en esta relación fundante para el bebé.
Es nuestra tarea preguntarnos cómo incide el siglo  en el vínculo
terapéutico que el paciente mantiene con nosotros. Ahora no solo nos
hacemos cargo de las interpretaciones y construcciones clásicas, que ya
hacían a nuestro trabajo hace unos años, sino que también nos enfren-
tamos a intervenciones que van más allá de lo establecido en los libros.
Nuestra empatía es nuestro principal instrumento para que el paciente
se sienta escuchado y comprendido, para luego utilizar también otros,
que no eran del ámbito de trabajo, como la información, el sentido co-
mún, la gestión de los silencios, el acercamiento en forma más humana
y menos distante al paciente y su mundo. Muchas veces debemos am-
pliar la simple verbalización a lo que denominamos actos terapéuticos.
Creemos que el vínculo terapéutico ha ampliado su función y va
mucho más allá de una comunicación de sentidos inconscientes en
una relación transferencial. En la actualidad, se construye y se pone
en juego mucho más que eso. Es más, me atrevería a decir que salir del
lugar transferencial repetitivo para representar y mostrarles lo nuevo,
lo distinto, lo diferente, es lo que más los ayuda a modicar aquello
que los trae a la consulta.
Cada vez más se siente la aparición de lo nuevo: cada paciente,
cada momento del trabajo, cada sesión aparecen como una expe-
riencia única y diferente. Esta apertura nos permite replantearnos
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nuestras prácticas desde otra mirada, la de alguien que se ocupa y se
preocupa, que también puede reírse, entristecerse y compartir desde
las vivencias más angustiantes y profundas hasta los logros.
Más allá de las explicaciones desde la metapsicología o desde to-
das las perspectivas psicoanalíticas, entran en juego otros elementos
propios del siglo . El lugar de privilegio que le damos al vínculo se
une con varias aperturas: del mundo interno, de lo intrasubjetivo al
mundo intersubjetivo, donde se privilegia el papel del otro desde el ini-
cio mismo de la vida psíquica. Hay muchos cambios a tener en cuenta
desde que iniciamos nuestra tarea psicoterapeútica hasta ahora; por
ejemplo, el lugar que se da a la realidad, al mundo en el que vivimos
y su incidencia en todos nosotros, con otros tiempos y otras urgencias
a las que debemos responder. El vínculo terapéutico humanizado es
aquel en el que el paciente deja de ser objeto del inconsciente para ser
un sujeto que sufre.
Es esta una realidad que nos interpela y nos obliga a crear, desde
la clínica, nuevas respuestas a las nuevas demandas y necesidades de
nuestros pacientes. Es necesario pensar el vínculo inserto en la reali-
dad del siglo  y sus modicaciones en lo teórico y lo técnico. Uno
de los nuevos cambios es pensar el vínculo como creación de lo nuevo,
poniendo el acento en lo que el paciente demanda y necesita, siendo
nosotros los que nos tenemos que adaptar creativamente en su ayu-
da y no seguir pretendiendo que el paciente se amolde a las teorías y
técnicas conocidas.
Partiendo del psicoanálisis, cuya teoría y técnica seguimos compar-
tiendo, necesitamos ampliarnos para poder llegar a otras patologías, así
como a otros campos, como el de la infancia, la adolescencia, la pareja,
la familia, la tercera edad y los grupos. También es necesario dejar de
hablar solamente de psicoterapia para introducir las entrevistas tera-
péuticas, las consultas, etcétera, todo lo cual genera vínculos diversos.
Es necesario replantearnos nuestra tarea como terapeutas y ha-
cer del vínculo la herramienta fundamental que nos permita ayudar
al paciente a acceder a sus demandas y posibilidades. En este nuevo
vínculo se darán repeticiones transferenciales, pero también va a ser
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Ana Barrios Musto
algo nuevo y único, un lugar donde el paciente sienta que es compren-
dido, escuchado, acompañado y ayudado de una manera totalmente
diferente y singular.
Centrar nuestra atención en la necesidad del paciente diere de lo
que podíamos ofrecerle desde el psicoanálisis convencional. El encua-
dre, la frecuencia de las sesiones también ha cambiado. Esto nos lleva
a replantearnos cómo y para qué nos vinculamos y a ver ese vínculo
único e irrepetible que tenemos con cada paciente, sea durante un
tratamiento o simplemente durante varias consultas, que le permitan
modicar aquello que lo perturba.
ADAPTARSE A LAS NECESIDADES DEL PACIENTE
Al decir de Winnicott (2007), «Analizo porque es lo que el paciente
necesita y le conviene. Si el paciente no necesita análisis, hago otra
cosa» (p. 217). Afortunadamente, hemos dejado de gastar energía in-
tentando que nuestro quehacer encaje dentro del psicoanálisis tradi-
cional, preocupándonos por si es o no psicoanálisis. Lo que realmente
importa es reexionar, desde nuestra posición de terapeutas, sobre lo
que el paciente necesita y cómo podemos ayudarlo mejor, sin importar
si se considera psicoanálisis.
Por eso me identico con el concepto de psicoterapeuta psicoanalí-
tico, porque enfatiza nuestro lugar de psicoterapeutas en el sentido
más amplio, lo cual nos permite poner antes que nada al paciente y
sus necesidades. Debemos repensar el lugar que ocupa la interpreta-
ción, la construcción, la repetición, para poner acento en lo nuevo, en
aquello que proviene del análisis del material desde otro lugar. Esto
implica generar la posibilidad de analizar juntos, pensar y sentir con
otros elementos y de otra manera. Colaborar en la construcción de su
vida actual con otras bases vitales y creativas.
Además del saber tradicional, incorporamos otros elementos,
como la información, la risa, la contrariedad, el uso del sentido co-
mún, el compartir tan de cerca dolores y alegrías, para ser cada vez
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más cercanos y auténticos. Creemos que esta autenticidad y cerca-
nía son fundamentales en nuestra labor terapéutica. Mostrar nues-
tra humanidad ante otros seres humanos que nos piden ayuda ante
preocupaciones o sufrimientos, permitir que nuestro paciente perciba
nuestro genuino interés en ayudarlo desde lo cercano y auténtico, es
de por sí terapéutico.
Pensar desde el vínculo terapéutico nos lleva irremediablemente
a pensar en nuestro rol y lugar frente al paciente, o frente a los padres
de pacientes que nos demandan. Esto nos ha llevado a profundizar en
el aprendizaje del psicoanálisis vincular y a enriquecer, en consecuen-
cia, nuestra capacidad no solo para trabajar con los vínculos del pa-
ciente, sus padres y familias (en el caso de niños y adolescentes), sino
también para ampliar nuestra visión de la terapia individual.
Aunque parezca redundante decirlo, somos convocados porque
hay situaciones, vivencias, dolores que no se han podido resolver. Esto
implica que la persona que nos consulta piense que tenemos la posi-
bilidad de ayudarlos. Muchas veces somos para ella el último recurso,
después de haber tratado, sola o por otros medios, de salir de una si-
tuación que le está impidiendo, limitando o dicultando su vida, la de
los demás o su vida con los demás.
Esto nos sitúa en una posición de conocimiento que no podemos
ignorar. El desafío es evaluar si estamos en condiciones de responder
a esta demanda, considerando nuestras posibilidades y dicultades.
Esto exige que como profesionales estemos cada vez más preparados,
forzando nuestra creatividad e interpelando nuestra capacidad para
desarrollar y aprender nuevas herramientas e instrumentos. Aquí es
donde el vínculo terapéutico juega un papel principal.
ALGO FUNDAMENTAL: RECONOCER NUESTRAS
LIMITACIONES
Lo primero que debemos considerar es nuestra capacidad de eva-
luar, lo que resalta la importancia de nuestro análisis personal, nuestra
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El vínculo terapéutico como algo humano, humanizado y humanizante
Ana Barrios Musto
formación en profundidad. Necesitamos saber si estamos dispuestos,
si podemos, si queremos asumir el compromiso que el paciente nos
demanda. No son nuestras posibilidades teóricas o técnicas las únicas
que importan, sino también el poder evaluar si se da un encuentro hu-
mano y empático tanto por nuestra parte como por la del consultante,
para poder trabajar juntos en la tarea que nos convoca.
Personalmente, cuando me relatan los problemas de un paciente
niño o adolescente, lo que evalúo, en primer lugar, son las caracterís-
ticas del paciente. Hay patologías o problemas que muchos colegas
pueden tratar mejor que yo. En ese caso, me aboco a que la derivación
sea efectiva. Al mismo tiempo, evalúo las posibilidades de establecer
un vínculo adecuado con el paciente adulto o con el niño o joven y sus
padres. Si no existen las bases mínimas para la conanza, la comodi-
dad, la uidez en la comunicación, la empatía con los padres o con el
paciente individual, sé que ese tratamiento o esa consulta no van a
lograr un buen resultado.
El objetivo principal del trabajo con los padres es lograr coherencia
en nuestro enfoque, generando acuerdos sobre las conductas o actitu-
des a asumir con sus hijos. Es por este motivo que, desde la primera
entrevista, aclaro que solo trabajo si puedo hacerlo con ellos en forma
conjunta, para lograr darle unidad y coherencia al tratamiento. Por
ello, considero fundamental la corriente empática con los padres, ha-
ciendo que se sientan contenidos y cómodos en su relación conmigo.
He ahí un primer vínculo y sus vicisitudes: el mío con los padres.
Este vínculo se extiende a menudo a otros profesionales que tra-
tan al niño, así como al centro de enseñanza. Solo trabajo si puedo
lograr una red coherente y contenedora. La experiencia clínica me ha
demostrado la alta ecacia de esta forma de encarar el trabajo con
niños y adolescentes.
Reconocer nuestras limitaciones y ser honestos acerca de nues-
tras capacidades es crucial para ofrecer un apoyo realmente ecaz a
nuestros pacientes.
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INCREMENTANDO EL AFECTO HACIA
NUESTROS PACIENTES
El vínculo terapéutico es constante y rme cuando se basa en la
posibilidad de haber logrado con el paciente la empatía, la seguridad
y la certeza de que podamos ser esa persona con la que mantienen un
vínculo conable, único e irrepetible, que le aporte el crecimiento y la
graticación de vivir la vida de otra manera. He aquí, entonces, nues-
tro gran desafío.
Parafraseando a Touraine (2013), un conocido sociólogo francés,
podemos decir que no podríamos vivir en una cultura del siglo  con
explicaciones del siglo . Aunque, asimismo, sin esas explicaciones
del siglo  no podríamos apreciar cuánto nos costó comprender el
signicado que tiene nuestra autenticidad, cercanía y contención en
la clínica. Permitamos, entonces, que nuestros pacientes vean y vivan
el entusiasmo y el compromiso que ponemos en entender lo que les
pasa y en ayudarlos a tener una vida más plena.
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El vínculo terapéutico como algo humano, humanizado y humanizante
Ana Barrios Musto
ADENDA32
En esta ponencia, Ana Barrios Musto (1994) continúa desarrollan-
do una forma de trabajo que aparece por primera vez en su publica-
ción Intervenciones psicoanalíticas: intervenciones desde lo humano, presen-
tada en el II Congreso de . Ese año, Ana comienza a compartir
su clínica, una práctica centrada en la noción de vínculo terapéutico,
una relación entre dos seres humanos, un encuentro de dos subjetivi-
dades; un vínculo cocreado con el paciente, donde el valor fundamen-
tal está puesto en esa nueva relación con características creativas y
únicas, que conforma una nueva matriz relacional.
Su trabajo, vigente y actual, nos interpela en aspectos clínicos in-
dispensables en la construcción de nuestra profesión como psicotera-
peutas. Entiende el vínculo terapéutico como una construcción huma-
na, humanizada y humanizante. Esta forma de encarar el encuentro
paciente-terapeuta que nos propone coincide con el desarrollo de la
perspectiva relacional, una corriente psicoanalítica que, trabajando
sobre la intersubjetividad creada entre paciente y terapeuta, busca
aliviar el sufrimiento psíquico considerando las dicultades que la ex-
periencia de relaciones tempranas, acontecimientos traumáticos y la
cultura imprimen en el ser humano.
El trabajo comienza planteando la noción de vínculo en sustitución
de la noción relación analista-paciente, onsiderada por el psicoanálisis
clásico. Se destacan los aportes del psicoanálisis del Río de la Plata
sobre este concepto: Pichon-Rivière, Bleger, M. Baranger, W. Baranger,
Bernardi y B. De León. Para Pichon-Rivière (1998), el vínculo integra un
aspecto interno, que contempla la relación objetal, y un aspecto exter-
no, que contempla la relación intersubjetiva, y hay una tensión dia-
léctica entre ellos. Se trata de una construcción compleja que implica
una gestalt donde la totalidad es más que la suma de las partes y que
se transforma en una terceridad en relación con los dos elementos
que la componen, siguiendo a Ogden (1994).
3 Esta adenda fue realizada por Vilma Belzarena en mayo de 2024.
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Podemos pensar que el vínculo es testigo de una intensa actividad
humana, que se desarrolla, profundiza y espiraliza junto con otro que
se compromete a observar e intentar comprender un desarrollo vital
que se ha visto obstaculizado en su devenir por diferentes circunstan-
cias traumáticas o decitarias.
Ana Barrios considera el rasgo de asimetría dentro de la relación
terapeuta-paciente, en contraste con los requisitos psicoanalíticos clá-
sicos, donde el analista se presentaba de manera distante e inexpre-
siva, sin mostrar afectos ni reejar aspectos que pudieran evidenciar
lo que el paciente estaba suscitando directa o contratransferencial-
mente en el terapeuta. Este es un punto de extrema sensibilidad en
nuestro quehacer clínico, que implica cómo cuidamos al paciente en
el progreso de su desarrollo personal y en el alivio de su sufrimiento.
El trabajo de la autora lleva a pensar en el concepto de mutualidad
de Aron (1991, 1996), desarrollado en su libro Un encuentro de mentes
(Aron, 1996), donde considera el vínculo paciente-terapeuta como un
espacio de mutualidad y de inuencia recíproca. La mutualidad se ex-
presa a través de la inuencia recíproca y el intercambio, pero no es
sinónimo de igualdad ni de simetría (León y Ortúzar, 2020). El paciente
y su terapeuta tienen responsabilidades que no son intercambiables
(León y Ortúzar, 2020). La mutualidad otorga exibilidad y espontanei-
dad, y la asimetría encuadra y regula la relación.
Otro de los aspectos considerados por Ana en el apartado sobre «El
mundo actual en nuestro quehacer como terapeutas» da cuenta de la
incidencia de la cultura del siglo  en nuestra clínica, las ciencias de
la complejidad, un conjunto de perspectivas, teorías e hipótesis que
estudian los fenómenos que no puede explicar la ciencia clásica. Ya no
es posible investigar en forma aislada, se necesita de un diálogo entre
disciplinas. Estamos organizados en torno a sistemas, el reduccionis-
mo pasa a ser una ilusión.
Coderch de Sans (2014) menciona la teoría de los sistemas inter-
subjetivos dinámicos y no lineales, a través de la cual el psicoanálisis
comienza a dialogar con las ciencias de la complejidad. El cambio de
paradigma desde el psicoanálisis tradicional al psicoanálisis relacional
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El vínculo terapéutico como algo humano, humanizado y humanizante
Ana Barrios Musto
pasa del interés por las pulsiones instintivas, sus jaciones y desplaza-
mientos, a la investigación de lo especícamente humano y humani-
zante: la comprensión del sufrimiento, la creatividad, la comprensión
de las emociones con un giro desde lo pulsional a la experiencia inter-
subjetiva con el otro.
* * *
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