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LA CONFORMACIÓN DE
LA SUBJETIVIDAD ADOLESCENTE
EN EL MARCO DEL MUNDO VIRTUAL
ATRAVESADO POR LA PANDEMIA.
¿MALESTAR U OPORTUNIDAD?
¿ELECCIÓN O IMPOSICIÓN?
Alicia Costanzo
Psicóloga de la UCU
Miembro Habilitante de AUDEPP
Profesora titular del IUPA
Correo electrónico: aliciacostanz@gmail.com
ORCID: 0000-0001-8190-1895
Florencia Chabalgoity Arrambide
Licenciada en Psicología de la UDELAR
Miembro de AUDEPP
Especialista en Psicoterapia Psicoanalítica del IUPA
Profesora adjunta del IUPA
Correo electrónico: fchabal@adinet.com.uy
ORCID: 0000-0001-8504-0594
Resumen
Partiendo de las fuentes que generan malestar en el ser humano, teorizadas por
Freud, nos preguntamos qué entendemos actualmente por malestar. ¿Lo seguiremos plan-
teando sobre los parámetros de represión de las pulsiones? Hoy podríamos pensarlo más
como estar compelido a mostrarse, a habitar de alguna forma las redes, a fin de calmar la
urgencia subjetiva. Los ideales sociales parecen incitar al despliegue de las pulsiones y a
su exhibición, más que a su represión. ¿Qué consecuencias puede traer esto en el proceso
de subjetivación?, en particular en el marco de una pandemia, cuando el recurso virtual se
constituye en la única alternativa para todas las actividades.
La conformación de subjetividades adolescentes se dará en este contexto de incer-
tidumbre y confinamiento o paulatino y parcial desconfinamiento. Las consecuencias de
una suerte de endogamia sanitaria obligatoria a la que se ven enfrentados los adolescentes,
con un tiempo vital «en pausa», aún no quedan claras. Los malestares señalados por Freud
hace noventa años parecen quedar amplificados en el escenario actual. En el caso de esta
franja etaria, la cuarentena pone más en evidencia aun que los vínculos con otros podrán
fácilmente tornarse en fuentes potenciales de malestar.
Palabras clave: adolescencia, subjetividad, mundo virtual, malestar.
The Conformation of Adolescent Subjectivity within the Framework
of the Virtual World Crossed by the Pandemic. Discontent or
Opportunity? Choice or Imposition?
Abstract
Starting from the sources that generate discontent in the human being theorized
by Freud, we wonder what we currently understand as discontent. Will we continue to
relate it to the parameters of drive repressions? Today we could think of it more as being
compelled to show oneself, to inhabit the networks in some way, in order to calm the
subjective urgency. Social ideals seem to incite the spread of drives and their exhibition,
rather than their repression. What consequences can this bring to the subjective process?
Especially, within the framework of a pandemic when the virtual tool constitutes the only
option for all activities.
The conformation of teenage subjectivities will take place in this context of
uncertainty, confinement, or gradual and partial release.
The consequences of a sort of compulsory sanitary endogamy, which teenagers are
facing, with vital moments “in standby”, are still not clear. This discontent pointed out
by Freud 90 years ago seems to be magnified in the current scenario. The quarantine
exposes this even more, in the case of this age group, that the bonds with others, could
easily become potential sources of discontent.
Keywords: adolescence, subjectivity, virtual world, discontent.
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El hombre ha llegado a ser… un dios con prótesis: bastante magnífico cuando
se coloca todos sus artefactos, pero estos no crecen de su cuerpo y a veces
aun le procuran muchos sinsabores.
Sigmund Freud (1974, p. 3034)
En El malestar en la cultura, Freud (1974) señalaba las tres fuentes
del sufrimiento humano: «la supremacía de la Naturaleza, la caducidad
de nuestro propio cuerpo» y la insuficiente regulación de «las relaciones
humanas en la familia, el Estado y la sociedad» (p. 3011). El límite a las
satisfacciones pulsionales derivadas de Eros y Tánatos, que pertenecer a
la cultura impone, nos genera malestar.
¿QUÉ ENTENDEMOS ACTUALMENTE POR
MALESTAR
?
¿El malestar freudiano en la cultura sigue pudiendo plantearse so-
bre los parámetros de represión de las pulsiones? Hoy en día podríamos
pensarlo más como el estar compelido a mostrarse, conectarse, habitar
o visitar de alguna forma las redes, a fin de calmar la urgencia subjetiva,
para ser alguien (existir) y para ser alguien para otro.
1
Los ideales sociales
actuales parecen incitar más al despliegue de las pulsiones y su eventual
exhibición. ¿Qué consecuencias, entonces, puede traer esto en el proceso
de subjetivación? ¿Cuáles serían hoy los márgenes, límites, en los cuales
las pulsiones pueden ser desplegadas?
1 «Cuando miro se me ve, y por lo tanto existo» (Winnicott, 1986, p. 151) .
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Las claves para descifrar lo bueno y lo malo, lo permitido y lo trans-
gresor, se han visto transformadas. Estos parámetros, antes nítidos y con-
sistentes, hoy se encuentran, al decir de Marcelo Viñar (2010), estallados,
fragmentados, equívocos y ambiguos. El conflicto estaría puesto entre lo
posible y lo imposible, más que entre lo permitido y lo prohibido, al ha-
berse producido un cambio en los garantes metasociales, organizadores
de nuestra mente (Viñar, 2010).
¿Y a partir de la pandemia? Lo imposible y ficcional se tornó posible
y real. Lo ominoso y siniestro se hizo presente y borró los límites entre
la fantasía y la realidad. Un enemigo invisible parece poner en juego lo
más reprimido y oculto. Y al no poder representarlo, lo ligamos al otro,
al cuerpo del otro, que se torna extraño y peligroso ya que nos puede
contagiar (Ranzani, 2020). Es de suponer que esta nueva situación tendrá
una incidencia en la conformación subjetiva: ¿implicará otra faceta de la
mutación civilizatoria conceptualizada por Viñar (2010)?
María Cristina Rojas (2015) nos invita a concebir la subjetividad como
«una subjetividad entramada, que va siendo/haciéndose con otros» (p. 88).
Refiere a un psiquismo abierto que se constituye con y partir de los otros, y
a una identidad en permanente construcción/deconstrucción.
Estos aportes de Viñar (2010) y Rojas (2015) nos conectan con los de-
sarrollos de Paula Sibilia respecto a las mutaciones de las subjetividades.
Esta autora refiere un nuevo fenómeno, la exhibición de la intimidad, que re-
laciona con las prácticas confesionales que reconfiguran los límites entre
lo público y lo privado, y redefinen lo que entendemos hoy por intimidad
(Sibilia, 2010). Apela al término extimidad
2
para dar cuenta de una inti-
midad que se exhibe, «un festival de vidas privadas» (Sibilia, 2010, p. 15).
2 Extimidad (extimité) es un neologismo creado por Jacques Lacan en su seminario sobre la
ética del psicoanálisis, de 1958. Lo éxtimo, para Lacan, es precisamente lo más íntimo, que a
su vez está en el exterior, como un cuerpo extraño (García, 2017). Sibilia (2010) le da a este
término un nuevo sentido para dar cuenta de un fenómeno contemporáneo.
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La conformación de la subjetividad adolescente en el marco del mundo virtual
atravesado por la pandemia. ¿Malestar u oportunidad? ¿Elección o imposición?
Entiende a «esas nuevas prácticas como un síntoma de mutación y de
transformación histórica en las subjetividades» (p. 17). Nos acerca la idea
de que estaríamos en una transición en la cual lo que está cambiando es
ese yo que protagoniza el relato de la propia vida y crea un tipo de sujeto
distinto, el que hace del yo «un show […] un espectáculo visible» (p. 19).
Esta autora retoma el concepto de sociedad del espectáculo de Guy
Debord para dar cuenta de la espectacularización de la vida cotidiana,
donde las subjetividades se construyen y se realizan en el campo de lo
visible (en conexión permanente), desplazándose así desde la propia in-
terioridad a la superficie observable (Sibilia, 2010). Las diferencias entre
realidad y ficción, entre máscara y realidad o auténtico y falso tienden a
difuminarse. Emerge el personaje o, mejor, su superficie. Alguien que está
siempre a la vista, que necesita tener público, lectores, miradas, para no
dejar de existir. Pareciera que nos estamos convirtiendo en la máscara
misma, en personajes audiovisuales, subjetividades más funcionales para
habitar nuestro mundo contemporáneo (Sibilia, 2010).
Las formas de residir en el universo virtual pueden incluso llegar a una
suerte de exhibicionismo digital. Este se define como «la tendencia por
parte de algunas personas de mostrar su vida personal sin demora y de ma-
nera recurrente e insistente y así obtener refuerzo social» (Psicosol, 2016,
párr. 4), pero a costa de la pérdida de espontaneidad. «La meta del exhi-
bicionista digital no es la excitación sexual, sino la aprobación, el [h]alago,
la alabanza, el aplauso y, en definitiva, el refuerzo social» (Psicosol, 2016,
párr. 8). En caso de no conseguirlo, se generaría pérdida de autoestima para
el sujeto que, eventualmente, podría derivar en depresión. En la adolescen-
cia, podríamos pensar que este exhibicionismo estaría tanto al servicio de
una búsqueda de reaseguros narcisistas, puestos en jaque a partir de los
cambios y duelos típicos de esta edad, como —más específicamente— de
la apropiación de un cuerpo en cambio. Y esto acontece fundamentalmen-
te a través de la mirada (comentarios, likes, etc.) que devuelven las redes,
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al modo del espejo de la bruja de «Blanca Nieves». Si bien pensamos que
priman los aspectos narcisistas, es difícil deslindarlos de la satisfacción se-
xual, tanto de la autoerótica como de los intentos de posicionarse como
objeto de deseo para otros.
Las nuevas subjetividades mediáticas se nos presentan más bien
inestables, precarias, fluidas, en comparación a las sólidas subjetividades
estatales de antaño; nuevas subjetividades socialmente instituidas por
los discursos, que —en tanto contenidos, representaciones y prácticas—
tienen efectos reales sobre los individuos. El discurso mediático produ-
ce fugacidad, «actualidad, imagen, opinión» (Corea y Lewkowicz, 2013,
p. 48). Basta pensar en la proliferación de videos de TikTok y en los desa-
fíos (challenge) que han surgido en los últimos meses, en el marco de una
humanidad que se ha visto sacudida de manera casi simultánea por una
pandemia.
Una nueva consigna se nos ha propuesto, desde todos los medios y
casi todos los países, para afrontar el peligro de la poco conocida covid-19:
«Quedate en casa». La cuarentena voluntaria (es el caso de Uruguay) u
obligatoria conlleva cambios en los modos de trabajo, estudio y relacio-
namiento. La percepción de los demás —alejarse para cuidarnos y cui-
darlos— fácilmente puede deslizarse al peligroso territorio del otro como
potencial enemigo.
Esta situación convirtió a muchas de nuestras ciudades (y esto se
replicó a escala planetaria) en escenarios de ficción: calles vacías, con
animales salvajes que se aventuraban a explorar territorios urbanos, la
mayoría de los comercios cerrados, los eventos, espectáculos y reuniones
públicas prohibidas. Los habitantes comenzaron a circular con tapabocas
y con sensación de miedo o culpa por estar en la calle, sobre todo al prin-
cipio de la llegada del virus.
Nuestra percepción del tiempo también se vio alterada. Esta cate-
goría tan subjetiva se nos impuso, sobre todo al principio, como una
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La conformación de la subjetividad adolescente en el marco del mundo virtual
atravesado por la pandemia. ¿Malestar u oportunidad? ¿Elección o imposición?
vivencia de estar en pausa. Un tiempo escandido entre informes oficiales
de cifras de avance de la pandemia a nivel nacional y a nivel mundial: el
manejo sanitario y las consecuencias económicas. Casi nada más parece
ocurrir. Un tiempo colmado de información de calidad variada, a veces
contradictoria: desde apelaciones al miedo hasta a la responsabilidad
individual y colectiva; de crisis no solo sanitaria; de la amenaza de pe-
nurias a la constatación dramática, en ocasiones, del efecto general de
empobrecimiento.
¿Qué subjetividad se gesta en la incertidumbre, tanto del confina-
miento como en la del paulatino (limitado) desconfinamiento? ¿Y parti-
cularmente en el caso de los adolescentes?
LA CONFORMACIÓN DE LAS SUBJETIVIDADES
EPOCALES ADOLESCENTES Y EL MALESTAR
… si la transición adolescente trabaja en el sentido de la autonomi-
zación, junto a esto ha de procesar el reconocimiento de ser uno con
otros y entre otros […]. Toda autonomía es interdependiente y no so-
mos por fuera de los lazos con otros. (Rojas, 2015, p. 99)
Un otro que se impone con su deseo, otredad y ajenidad, y exige un
trabajo de elaboración de las diferencias. Este ir siendo del que nos habla
Rojas (2015), ¿cómo se procesa en pandemia?
Frente a la imposibilidad del encuentro cuerpo a cuerpo, ¿cómo se
tramita la condición adolescente
3
en las redes y el mundo digital? Lo
virtual, recurso potencialmente valioso de gestión de la conflictiva
3 La condición adolescente se conceptualiza como una producción cultural de la modernidad.
Se encuentra indisolublemente ligada al perfil que vayan adoptando las configuraciones
familiares en un determinado momento histórico (Cao, 2009).
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adolescente, pasa a tornarse casi la única manera posible de hacerlo. ¿Les
es suficiente? ¿Qué consecuencias tendrá esta hiperconectividad cuando el
contacto social, el estudio, el trabajo y el ocio quedan reducidos exclusi-
vamente al recurso virtual?
Las pantallas no compensan totalmente la falta de encuentro presen-
cial. La sensación de soledad, la tristeza y la ansiedad en algún momento
surgen, ya que los adolescentes necesitan abrazarse, tocarse, moverse,
como nos recuerda Liliana Szapiro (en Ranzani, 2020).
El malestar se define comúnmente como una sensación física de in-
disposición y molestia general e imprecisa. Una sensación de inquietud
y desazón que se siente ante un acontecimiento considerado de forma
negativa. ¿Cómo pensar esto a partir del coronavirus? ¿Qué pasa con la
incertidumbre, la ansiedad, con el miedo al otro? ¿Acaso algo de esta sen-
sación vaga e indefinible no es la que siente usualmente el púber frente a
los cambios corporales o el adolescente frente a las turbulencias identi-
ficatorias? ¿Las exigencias de lo social y cultural han incrementado este
malestar? ¿Y el encierro impuesto?
El escenario virtual tal vez permita transitar las urgencias identificato-
rias y vinculatorias (Cao, 2009) y estos malestares al amparo de los otros,
que aportan escucha y mirada en momentos de desamparo, incertidumbre
y pérdida. El espacio cibernético se habitará, utilizará, compartirá desde la
singularidad de cada historia de vida. Pero reiteramos las preguntas: ¿qué
sucede cuando estas urgencias se transitan en el encierro?, ¿será suficien-
te este recurso virtual si se constituye en el único disponible?
En el marco de la pandemia, habría que estar atentos a la posibilidad
de que se genere
un repliegue narcisista (aumento de las horas de sueño, humores ci-
clotímicos, sobreaislamiento, aburrimiento, intolerancia) o un efecto
regresivo (una sobresaturación de los modelos y puntales que vino
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La conformación de la subjetividad adolescente en el marco del mundo virtual
atravesado por la pandemia. ¿Malestar u oportunidad? ¿Elección o imposición?
proveyendo el imaginario familiar, junto con una reedición edípica que
no aligera su peso con la descarga extramuros del hallazgo de objeto).
(Cao, 2020, pp. 57-58)
Basta remitirse a los discursos de los pacientes adolescentes o jó-
venes en la consulta: «Es como cuando era más chico, todos en casa,
cenando con papá y mamá, extraño llegar tarde a la noche de clases…»,
«Hoy me sentí un poco mejor porque pude ver a una amiga, ¡me cambió
el día!», «¡Nunca pensé que fuera a extrañar ir al liceo!».
¿Cómo se ven alteradas las experiencias novedosas de estas etapas:
el ingreso a secundaria, la interrupción o desfasaje de los festejos de los
cumpleaños de 15, las primeras previas y salidas nocturnas, el viaje y
fiesta de egreso del liceo, el inicio de la vida universitaria?
Esta situación podrá afectar, eventualmente, «la búsqueda de nue-
vos equilibrios para la autoestima, incrementando el desorden narcisista
transitorio y genérico
4
que padecen» (Cao, 2009, p. 17). En algunos casos,
incluso, «la ausencia de experiencias impedirá el acceso a los logros que
puedan cimentarla […] así el proyecto a futuro tambaleará […] sin logros
concretos que alimenten la autoestima, el futuro [podrá quedar] reducido
al terreno de la fantasía» (Cao, 2020, p. 57). Serán nuevos duelos a tran-
sitar, encontrando alternativas, mientras se logra recatectizar el futuro.
«Mis hijas estaban tan felices de volver al liceo, ¡como si se hubieran
ganado un viaje a Disney!», «Me invitaron a otra huevada por el cumple
de X. ¡Es la tercera ya! ¡Ella pensó que ya nos habíamos olvidado! ¡Estaba
refeliz! ¡No pensé que me gustaran tanto!».
4 El desorden narcisista transitorio y genérico en la adolescencia se origina cuando, al abando-
nar la infancia, el sujeto pierde no solo sus recursos, sino también su estructura psíquica, que
laboriosamente construyó (Cao, 2009).
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URGENCIA Y MALESTAR EN EL CUERPO PUBERAL:
¿CUÁNTO PUEDE FAVORECER U OBTURAR SU
VIVENCIAR EN LAS REDES?
La adolescencia exige al niño que se convierte en púber un trabajo
psíquico trascendental para integrar la novedad de las transformaciones
corporales. Uno de los desafíos de esta etapa es transitar estos cambios
«preservando al mismo tiempo una cierta continuidad en el sentimiento de
existir: cambiar siendo el mismo» (Marty y Missonnier, 2010-2011, párr. 19).
Nos cuestionamos cómo hace el púber para incorporar la novedad y
preservar la continuidad en un contexto de pandemia. ¿Acaso las viven-
cias propias de este período evolutivo no han de ser también las que se
experimentan frente al virus?, vivencias de ser arrasado-amenazado, de
irrupción de lo desconocido, de imposibilidad de control, de robo, incer-
tidumbre, falta de garantías, miedos y ansiedades.
¿Cómo se puede tramitar la sexualidad en el encierro, endogámico
y familiar? Rojas (2015) nos recuerda que «la sexualidad se conforma
dentro de los modos de lazo con el otro y los códigos propios de la época
[…] la sexualidad es una producción propia de cada tiempo» (pp. 96-97).
¿Cómo se irá conformando en tiempo de coronavirus?, ¿dependerá de
cuánto se extiendan sus limitaciones? ¿Es posible la esperable dematerna-
lización del cuerpo (Le Breton, 2014) cuando se compele a los púberes a
una suerte de endogamia sanitaria obligatoria?
La realidad virtual posibilitaría sobrevivir a la violencia de la meta-
morfosis que se produce en este período, soportar ser transformado sin
posibilidad real de control. Este medio puede constituirse en un campo
privilegiado de ensayo, experimentación y anticipación en tanto posibili-
dad de exploración de un nuevo mundo a partir de una nueva autonomía,
al modo de lo que Ricardo Rodulfo (2012) llama la etapa de la segunda
deambulación (retorno a lo exploratorio, independencia de movimientos
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La conformación de la subjetividad adolescente en el marco del mundo virtual
atravesado por la pandemia. ¿Malestar u oportunidad? ¿Elección o imposición?
que ganan la calle y la noche, nuevo distanciamiento-extrañamiento de lo
familiar, etc.). Solo que aquí se da sin salir de casa, sin el contacto poten-
cialmente perturbador del cuerpo a cuerpo real, con otro.
En la actualidad se incita a quedarse en casa ya no como elección,
sino como indicación o —en algunos países— como imposición. El cuer-
po pubertario es pasible de ser dañado, afectado, invadido por un virus.
«El cuerpo es siempre en la adolescencia una especie de extraño y supo-
nerlo enfermo los inquieta. Suelen fluctuar entre la omnipotencia abso-
luta, con la desmentida de la situación, y la sensación de fragilidad y de
muerte inminente» (Janin, 2020, p. 6).
El espacio virtual puede transformarse en un ámbito privilegiado para
el encuentro con pares, a la vez que genera desencuentro con la mirada
paterna. Aquí la intimidad sería un espacio sin padres. El ciberespacio y
las redes sociales pueden constituirse en una variante de espacio transi-
cional: funcionan «como un holding electrónico, una función maternante,
de sostén, distribuido entre todos los contactos, usuarios o “amigos”»
(Balaguer, 2012, p. 18).
Sin embargo, en algunos jóvenes la excesiva inmersión en el ciberes-
pacio puede propiciar guiones de dependencia, conductas compulsivas
(no tolerar la desconexión), de modo tal que la transicionalidad desapa-
rece: no hay espacio entre el sujeto y el objeto, y aquel queda adherido a
este, como una prótesis. Se pierde, de esta forma, la dimensión onírica de
este ámbito, que se convierte en un terreno de huida. Así, François Marty
y Sylvain Missonnier (2010-2011) sugieren que
el uso excesivo de los videojuegos, como el del alcohol o de otro tipo
de sustancias, corresponde más bien a un modo singular de tratar las
angustias de pérdida y de separación frecuentemente (re)vividas en
la adolescencia, inclusive si son raramente reconocidas como tales.
(párr. 12)
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Estos autores prefieren el término dependencia al de adicción, ya que
muestra mejor no solamente un comportamiento, sino también un fun-
cionamiento psíquico (Marty y Missonnier, 2010-2011). Frente a lo in-
controlable y, eventualmente, angustioso de los cambios corporales, a
través del juego y la virtualidad, los adolescentes intentan ser editores de
su propia vida. Crean y ensayan alter egos, representados por diversos
personajes o avatares, en una etapa en que ese cuerpo «adquiere un esta-
tuto provisorio de extraterritorialidad» (Nin, 2010, p. 125), experimentado
como yo y no-yo a la vez.
La fantasía de dominio, de puesta en juego de la omnipotencia, se
escenifica en el mundo virtual a través del curioseo, al expandir los lími-
tes del cuerpo, al coquetear con atributos que aún no se manejan plena-
mente, al tener otro origen, al autoengendrarse, sin deber la existencia
más que a uno mismo. De esta forma se combatiría el sentirse desvali-
do, desorientado, frente a la metamorfosis corporal y a la remodelación
identificatoria. Así, la proyección, la omnipotencia, la negación, la esci-
sión y la desmentida —defensas típicas de este período frente a la marea
pulsional (Nin, 2004)— son las que coincidentemente suelen ponerse en
juego frente a las situaciones de crisis importantes, en un crescendo que
acompasa la gravedad de estas. La actual pandemia parece constituir un
ejemplo privilegiado de estas situaciones.
Pero ¿hay lugar para lo novedoso y creativo en las situaciones de cri-
sis? ¿Crisis puberal - crisis sanitaria?
Rodolfo Urribarri (2015) plantea que no todo lo que acontece en esta
etapa es vivido con un sesgo negativo, como pérdida o renuncia. También
emerge la posibilidad, el deseo y el disfrute de la adquisición de nuevas
potencialidades que, a nuestro entender, podrían ensayarse primero en la
realidad virtual, previo a su debut en el mundo real. Estos movimientos
esperables, oscilantes entre lo progresivo y regresivo que caracterizan al
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La conformación de la subjetividad adolescente en el marco del mundo virtual
atravesado por la pandemia. ¿Malestar u oportunidad? ¿Elección o imposición?
adolescente, podrán tramitarse si hay adultos y sociedad que acompañe
y sostenga.
En las décadas del cincuenta y sesenta, Erik Erikson (1971) acuñó el
término moratoria social para dar cuenta de aquel tiempo muerto o, mejor,
de trasbordo (Cao, 2009), compás de espera y preparación, en la búsque-
da de la identidad. Este tiempo posibilita aplazar las consecuencias de
nuestros actos y diferir las responsabilidades por ellos. Entendemos que
el mundo virtual se constituye en otro campo de pruebas posible, donde
esta moratoria también despliega.
Más allá del modo singular como cada joven habita las redes, en tan-
to visitante o residente virtual (White y Le Cornu, 2011), esta dimensión
de nuestra cultura resulta insoslayable al acercarnos al intento por deco-
dificar las adolescencias actuales. «Los jóvenes están en conexión, por
defecto», como dice Roberto Balaguer (2012, p. 6). Tomar en cuenta esta
dimensión se ha convertido en algo necesario para todas las franjas eta-
rias, a fin de aportar al entendimiento del malestar civilizatorio actual y la
tramitación de las concomitantes urgencias subjetivas.
La presencia ominosa de la enfermedad y la muerte, la constatación
de que —a pesar de los avances científicos— no podemos aún curar la
enfermedad provocada por el coronavirus, la imposibilidad o limitación
del encuentro con otros, así como el confinamiento con la familia, pare-
cen ratificar el pensamiento de Freud (1974), noventa años después de
la publicación del El malestar en la cultura (1930). Basta recordar, como
sintetizaba Manuel Laguarda (2020) en una conferencia reciente, las tres
fuentes que generan ese malestar: «Somos finitos y mortales, el poder
y la potencia de la naturaleza que nos limita y los vínculos sociales son
necesarios e imprescindibles para sobrevivir, pero al mismo tiempo gene-
ran malestar». Pareciera que estas se ponen más en evidencia aun en la
situación de pandemia.
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Estos malestares, también presentes en los procesos adolescentes,
quedan amplificados en este contexto. La omnipotencia y la inmortalidad
se ven jaqueadas por la presencia de la enfermedad y la finitud, así como
por la pérdida de control en un cuerpo en permanente cambio. El deseo
de autonomía y exploración del mundo y los vínculos se ve limitado por
la cuarentena o la «nueva normalidad», y queda expuesta la ambivalen-
cia entre la necesidad de alejamiento y la necesidad de sostén y refugio
familiar. El mundo virtual, como hemos señalado, según el uso que se
le dé, puede constituirse en una suerte de espacio transicional entre la
realidad impuesta y la elección creativa de otras vías posibles, hasta estar
preparado para afrontarla. Dependerá tanto de los recursos internos de
los adolescentes, como de la facilitación o no del entorno.
§
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