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Funcionamientos autistas: sensorialidades a enlazar
Karina Hackembruch Tourn y Graciela Roca Pini
En los autismos se gesta una forma de acercamiento al mundo que
conlleva una dependencia extrema del objeto y el espacio por los ca-
nales sensoriales proximales (tacto, olfato, gusto), a partir de la cual la
atención no puede psiquizarse. Touati (2019) nos dice que en el autismo
es necesaria la contigüidad para aprehender el mundo; para entender-
lo, todo debe ser tocado, lo que conlleva como costo la pérdida de la sin-
cronización polisensorial. Si la persona logra desprenderse de esta con-
tigüidad sensorial, puede acceder a la representación y la evocación,
adentrarse en el pensar, investir los objetos en ausencia, manipularlos
internamente, cambiarlos, generar hipótesis, etcétera. Touati (2019) en-
tiende que, para que se dé este proceso, la persona con autismo debe
hacer un «duelo concerniente a la disposición absoluta del objeto para
sí, y por lo tanto a costa de una crisis profunda» (p. 264). Esta crisis y
este duelo le posibilitan al mismo tiempo liberarse de la tiranía de la
presencia del objeto y de su control omnipotente.
Otra posibilidad en estos funcionamientos es recurrir al extremo
opuesto: aprehender las cosas directamente por una vía objetivable,
aséptica, medible, con lo cual el aprendizaje se produce por la vía cog-
nitiva y no por la pulsional, como plantean Crespin y Binisti (2024).
Por otra parte, están las sensorialidades distales (vista y oído), que
nos permiten mantener distancia con los otros sin perder conexión
afectiva y acceder a una alternancia saludable de presencia-ausencia.
Recordemos que, para la primera separación con el otro signicativo,
el bebé precisa que esa presencia, que se retira momentáneamente de
la interacción corporal con él, mantenga el lazo anclado a través de
la mirada y la voz. Mirada y voz van posibilitando crear esas peque-
ñas, pero tan importantes, brechas entre el adulto y el bebé, introducir
otras continuidades sin contigüidad corporal, dar lugar al desarrollo
de la capacidad para estar a solas (Winnicott, 1958). En los bebés o
niños con retraimiento relacional que pueden llegar a ser diagnostica-
dos como autistas se observan dicultades importantes en el acceso a
las sensorialidades distales. En general, estas son las que alertan a los
cuidadores o pediatras de que algo sucede (el bebé no ja la mirada,
no sigue el rostro, parece no escuchar cuando se le habla). Cuando