DESEAR: EL ENCUENTRO CON OTROS.
POSICIONAMIENTOS ERÓTICOS
Y SEXUALES EN LA VEJEZ
DESIRE: THE ENCOUNTER WITH OTHERS.
EROTIC AND SEXUAL POSITIONINGS IN OLD AGE
DESIRE: THE ENCOUNTER WITH OTHERS.
EROTIC AND SEXUAL POSITIONINGS IN OLD AGE
Soledad Acevedo Barcia
Instituto Universitario de Postgrado de AUDEPP
Montevideo, Uruguay
Correo electrónico: s.acevedobarcia@gmail.com
ORCID: 0000-0003-2227-8508
Submitted: 15 March 2024
Accepted: 3 May 2024
Recebido: 15/3/2024
Aceite: 3/5/2024
Recibido: 15/3/2024
Aceptado: 3/5/2024
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 5(1), enero-junio 2024, pp. 49-65.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/5.1.3.
Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo
ACEVEDO BARCIA, S. (2024). Desear: el encuentro con otros. Posicionamientos eróticos y
sexuales en la vejez.
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 5
(1), 49-65.
DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/5.1.3
Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0)
Resumen
A partir de la película La vida empieza hoy, de Laura Mañá (2010), el presente ar-
tículo reexiona sobre la habilitación social del posicionamiento erótico y sexual de
las vejeces en la actualidad. Desde una producción artística, el análisis se fundamenta
en el potencial del arte para crear nuevos sistemas de signicados que sostienen la
construcción del psiquismo. A través de diversas escenas de la película se abordan las
representaciones sociales relativas a la vejez, los modos en que los otros habilitan u
obstaculizan el deseo y los posibles aportes del psicoanálisis para pensar los posiciona-
mientos subjetivos a lo largo de la vida y la sexualidad en un sentido amplio y pulsional,
en diálogo con el otro.
Palabras clave: envejecimiento, erotismo, sexualidad, subjetividad.
Abstract
Based on the lm La vida empieza hoy, by Laura Mañá (2010), this article reects on
the social empowerment of the erotic and sexual positioning of the elderly today. From
an artistic production, the analysis is based on the potential of art to create new systems
of meaning that support the construction of the psyche. Through various scenes in the
lm, the social representations related to old age are addressed, the ways in which
others enable or hinder desire and the possible contributions of psychoanalysis to think
about subjective positioning throughout life and sexuality in a broad and driven sense,
in dialogue with the other.
Keywords: aging, eroticism, sexuality, subjectivity.
Resumo
Tomando como base o lme La vida empieza hoy, de Laura Mañá (2010), este artigo
reete sobre a habilitação social do posicionamento erótico e sexual das velhices na
atualidade. A partir de uma produção artística, a análise se baseia no potencial da arte
para criar novos sistemas de sentido que apoiam a construção do psiquismo. Por meio
de diversas cenas do lme, são abordadas as representações sociais relacionadas à
velhice, as formas como os outros possibilitam ou obstaculizam o desejo e as possíveis
contribuições da psicanálise para pensar o posicionamento subjetivo ao longo da vida e
a sexualidade em sentido amplo e pulsional, em diálogo com o outro.
Palavras-chave: envelhecimento, erotismo, sexualidade, subjetividade.
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INTRODUCCIÓN1
En el presente trabajo me propongo abrir algunas líneas de análisis
en relación con la habilitación social del posicionamiento erótico y se-
xual en los adultos mayores en la actualidad. Para ello utilizo como me-
dio la película La vida empieza hoy, dirigida por la española Laura Mañá
(2010), directora, guionista y cofundadora de la Asociación de Mujeres
Cineastas y de Medios Audiovisuales, creada en 2006 con el n de fo-
mentar la presencia equitativa de mujeres en el ámbito audiovisual.
En relación con la vejez, es importante subrayar que las primeras
conceptualizaciones se desarrollaron en torno a una lógica biologicis-
ta-reduccionista. Esto se debe a que los primeros estudios cientícos
sobre envejecimiento surgieron en el siglo  de la mano de la me-
dicina y conguraron un modelo particular de envejecimiento y de ser
viejo o vieja.
En este sentido, Zarebski (2016) propone que las teorías geronto-
lógicas desarrolladas a partir de la segunda mitad del siglo  produ-
cían un sujeto desde generalizaciones sobre la vejez, enmarcado en un
modelo decitario o en aquello signado por ideales a alcanzar, como el
envejecimiento exitoso. En este último, se trata de superar el décit a
través de la actividad en sí misma, fuera del sentido que el sujeto pue-
da darle a ella. En ambos casos, caras de una misma moneda, tanto la
historicidad como la dimensión simbólica y deseante son excluidas de
dichas teorizaciones.
En las últimas décadas del siglo , a partir de resultados de in-
vestigaciones longitudinales, se incorpora la idea de proceso dentro del
envejecimiento (Zarebski, 2016). Así, se va conformando el paradigma
del curso de la vida, sustentado en el desarrollo humano, que entiende
al sujeto en su devenir a lo largo de la vida y no solamente circunscrito
1 La editora María Victoria Patrón aprobó este artículo.
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a una etapa particular. En este desarrollo convergen elementos de or-
den biológico, otros derivados del contexto sociohistórico y aquellos
signados por la biografía del sujeto, con lo cual se conforma una mul-
ticausalidad en interacción.
Desde el paradigma del curso de la vida, la plasticidad y exibili-
dad ante el cambio permite la reconstrucción y la resignicación de la
propia identidad del sujeto en permanente devenir. El desorden se con-
cibe como una posibilidad de transformación y crecimiento (Zarebski,
2016) y la construcción del curso de vida ocurre a partir del deseo sin-
gular en una red de relaciones interconectadas y en un determinado
marco contextual.
En este sentido, no podemos obviar que las representaciones so-
ciales relativas a la vejez tienen un fuerte componente prejuicioso
(Andrés et al., 2003); entre estos prejuicios, la inexistencia de la se-
xualidad y del erotismo. Estas representaciones generan efectos dis-
criminatorios y limitan el acceso a desear y ser deseado, así como el
ejercicio pleno de ciudadanía de las personas mayores. Al respecto,
Jodelet (1988, apud Andrés et al., 2003) plantea que las representacio-
nes sociales denen un marco de referencia común que posibilita el
intercambio social, el «sentido común», a la vez que guían los compor-
tamientos. Condensan historia, relaciones sociales, prácticas políticas,
prejuicios, narrativas y discursos.
La elección de sostener el presente análisis desde una producción
artística se fundamenta en la potencialidad que ella guarda respec-
to al cuestionamiento del orden social dominante, en tanto habilita
lo novedoso en relación con prácticas y discursos hegemónicos, con
valores materiales y simbólicos desde los cuales plantearse modos al-
ternativos o instituyentes de representar y pensar el mundo (Acevedo
Barcia, 2019). La vida empieza hoy (Mañá, 2010) da luz a vidas de viejos y
viejas desde posicionamientos en los que alternan modelos hegemóni-
cos de vejez con aquellos que conguran a los sujetos como deseantes,
con sus alegrías, sus angustias y sus miedos.
En la película, un grupo de personas mayores se encuentran
asiduamente en un curso sobre sexo. Olga, la tallerista, rescata las
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vivencias de un cuerpo erógeno, aun en la vejez. En el taller se plan-
tean dudas y prejuicios, se comparten experiencias, se inician amores,
se resignan otros. Desde las narrativas de los diferentes personajes,
nos encontramos con modos de vivenciar la sexualidad y el erotismo
en la vejez, así como con los modos en que los otros habilitan u obs-
taculizan el deseo. A través de cada personaje se descubren, entonces,
formas singulares de dar batalla ante mandatos opresores, para que la
vida aún siga empezando hoy.
¿ABUELITOS TIERNOS DESEXUALIZADOS
O VIEJOS PERVERSOS?
De Beauvoir (apud Iacub, 2006) planteaba la irrepresentabilidad
del erotismo en la vejez, vinculada a la desacreditación social de que
los viejos y viejas ocupen posicionamientos eróticos. Salvarezza (1988),
basándose en los estudios del ageism de Butler, propone el término vie-
jismo o edadismo para denir la discriminación y segregación de la so-
ciedad hacia la vejez. Esta actitud se relaciona con múltiples prejuicios
hacia viejos y viejas en función de la edad. Así, el rechazo a envejecer
se relaciona con el anudamiento de este pasaje por la vida con la en-
fermedad, la discapacidad y la muerte. Estas representaciones atravie-
san los discursos relativos a la vejez, pero, además, son internalizadas
por los sujetos envejecientes.
Castoriadis (1975) plantea que cada sociedad, a partir de la ins-
titucionalización de ciertas prácticas, produce e instituye sentidos y
signicados, los cuales son sostenidos imaginariamente y generan
una forma particular de interpretar y elaborar diferentes realidades.
El imaginario social produce efectos concretos en los sujetos, constru-
ye subjetividad al asignar signicados y sentidos, y orienta el deseo.
Asimismo, Kaës (Pachuk y Friedler, 1998) propone que el psiquismo se
apuntala en el entramado de la realidad vincular y sociocultural, es
allí donde se estructura y sostiene; destacando el papel fundante del
otro en la constitución psíquica.
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Detenernos en las posibilidades que aparecen desde las produc-
ciones artísticas es sumamente interesante, ya que no podemos ob-
viar la dimensión política del arte. Al respecto, Rancière (apud Acevedo
Barcia, 2019) propone que la obra de arte crea un mundo en tanto fun-
da un nuevo sistema de signicados. Funda un nuevo sistema de signi-
cados, representando una propuesta novedosa y distinta de sistema-
tización del mundo. Por lo tanto, el arte encuentra su potencia desde
su capacidad no reproductiva.
Tanto en el arte como en psicoanálisis se nos permite «jugar con
la realidad» (Angulo y Arnaud, 2023, p. 49) para reinventarla y reelabo-
rarla. Fantasías, alegrías y angustias, expresadas en experiencias esté-
ticas, nos interpelan y nos transforman, y en ese entramado subjetivo
construimos nuestro psiquismo.
Pero ¿por qué el argumento de la película resulta novedoso? Esta
interrogante nos conduce a lo referido anteriormente sobre los modos
en que se ha pensado la erótica en la vejez y el imaginario que la sos-
tiene. Me interesa detenerme particularmente en las contribuciones
del psicoanálisis al respecto. Seguramente, lo primero que se nos pre-
senta son las condiciones desfavorables de analizabilidad de quienes
han tocado el quinto decenio, referidas por Freud en el 1900, recomen-
daciones que han inuenciado a los analistas hasta la actualidad. De
Beauvoir (apud Iacub, 2006) señala el puritanismo con el cual ha sido
pensada la erótica en el psicoanálisis, desde la condena de prácticas
sexuales que no tuviesen como n la reproducción, hasta la conside-
ración de las personas mayores desde un punto de vista regresivo, lo
que llevaría a un goce perverso.
Asimismo, con base en los aportes freudianos, De Beauvoir (apud
Iacub, 2006) subraya la diferencia entre pulsión e instinto, diferencia que
ya había posibilitado conceptualizar la sexualidad desde una mirada
amplia. Desde este postulado, la autora sostiene que, siendo el placer la
nalidad, no tiene por qué suponer un goce perverso que en la vejez se
encuentren otros caminos que no lleven al goce estrictamente genital.
Las aportaciones del psicoanálisis para considerar la sexuali-
dad y el erotismo desde un punto de vista más vasto no solamente
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se remiten a la diferenciación entre instinto y pulsión, sino también a
proponer la divergencia entre sexualidad y genitalidad. La sexualidad
abarca la genitalidad sin limitarse a ella e implica el nivel simbólico
estructurante de lo psíquico (Casas de Pereda, 2014). La sexualidad
constituye psiquismo e inconsciente y articula goces con partes eróge-
nas del cuerpo, construidas desde las primeras interrelaciones con el
otro signicativo, mientras que lo genital organiza la libido alrededor
de las zonas genitales. Como menciona Casas de Pereda (2014), «el in-
consciente es sexual (no genital)» (p. 33).
Para esta autora, desde el comienzo y en una perspectiva dinámi-
ca, Freud planteó nociones como el de a posteriori o de resignicación, lo
cual da cuenta de un inconsciente cuyas temporalidad y espacialidad
rompen con la idea de linealidad, de lo disperso a la unicación, del
caos a la integración; estas son ideas propias del pensamiento evolu-
tivo (Casas de Pereda, 2014). La paradoja se hace lugar y «el supuesto
tránsito de las pulsiones parciales a la integración genital constitu-
ye una suerte de mito que aboga por una unidad ilusoria» (Casas de
Pereda, 2014, p. 34), perspectiva que nos permite introducirnos en la
posibilidad de una sexualidad diversa a lo largo del curso de vida.
Iacub (2006) señala la aportación de la lectura lacaniana a esta
temática, que plantea la asociación entre el erotismo del sujeto y el
valor fálico que el cuerpo posea; falo considerado como el objeto de
deseo de la madre, el cual instala un patrón de lo deseable. El malen-
tendido del neurótico consiste en que este cree poder captar el deseo
del otro por poseer cierta potencia o por tener cierta apariencia. Esto
permite que el sujeto se considere deseable y posibilita el interjuego
con el otro a través del erotismo. No obstante, Lacan (apud Iacub, 2006)
nos indica que justamente la falta que causamos en el otro es la razón
por la que nos volvemos deseables.
Más allá del malentendido, no podemos obviar que cada época,
cultura y sociedad habilita la existencia de determinadas estéticas
e invisibiliza y desvaloriza muchas otras. En nuestro contexto, sigue
siendo difícil para las vejeces ingresar en el interjuego con el otro a
través del erotismo y posicionarse como objetos de deseo.
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En la película, observamos a viejos y viejas con estéticas impreg-
nadas por el transcurso del tiempo. Es interesante pensar cómo los
goces podrían devenir inhibidos en la vejez por carecer de representa-
ciones con las cuales identicarse que posibiliten el ejercicio de una
sexualidad no sostenida únicamente en formatos hegemónicos.
Iacub (2006) nos advierte sobre una de las actitudes descalica-
torias del erotismo en la vejez, vinculada a la representación tierna e
infantilizada de los viejos y viejas y, por ello, imposible de ser sensua-
lizada, erotizada y sexualizada. Esta imagen, propone el autor, es aun
más extendida y potente que la del viejo depravado o perverso.
Además, la idea de la discapacidad en la vejez, asociada al anuda-
miento vejez-enfermedad, congura el prejuicio de la posibilidad de
daño físico de la que puede ser causante el ejercicio de la sexualidad
(Iacub, 2006). Así, Olga, la tallerista del curso de sexo en la película
suscita el siguiente intercambio:
O: Si el sexo es salud, ¿qué dicultad podríamos tener para
practicarlo?
C: Pues la salud.
O: ¿Y qué problemas de salud tienes, Carlos?
C: Ninguno. (Mañá, 2010)
El diálogo pone en evidencia un posicionamiento cristalizado des-
de los prejuicios y estereotipos en la vejez. ¿Cuáles son entonces las
posibilidades de expresión de deseo en la vejez? Es importante atender
a los productos culturales, en su potencialidad de desplegarse como
dispositivos de criticidad. Estos hacen posible el cuestionamiento de
órdenes dominantes y habilitan así nuevas producciones de subjeti-
vidad no condensadas en las imágenes de abuelitos tiernos o viejos
perversos.
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OLGA Y SUS CLASES DE SEXO
Martínez (apud Quintanar, 2017) sostiene que es necesaria la
enunciación de los diversos mitos y prejuicios que rodean la sexua-
lidad de los viejos y viejas, ya que, una vez internalizados, deterioran
las relaciones interpersonales y la circulación erótica de las personas
mayores. Asimismo, Quintanar (2017) plantea que la educación sexual
ofrece conocimientos y técnicas que promueven una mejora en la
aceptación personal y el relacionamiento con el otro. Al respecto, Olga
les plantea a los participantes del taller que «La medicación no tiene
por qué inuir en la respuesta sexual, lo que sí tenemos que hacer es
mirarnos y aceptarnos… Si aceptamos que somos mayores, sabemos
hasta dónde llegar» (Mañá, 2010).
Los viejos de hoy han recibido, por lo general, una educación se-
xual insuciente o nula. En un pasaje de la película, Juanita le plan-
tea a Olga: «Cuando las mujeres se estimulan, ¿qué hacen?» (Mañá,
2010). No es casualidad que esta interrogante surja desde una mujer,
a quienes nos ha sido condenada la sexualidad por fuera de los -
nes reproductivos. Es interesante notar que, como menciona Freixas
(1997), el envejecimiento ha sido pensado desde la consideración de
que hombres y mujeres envejecen de forma similar, lo cual solapa las
singularidades de cada sujeto a la vez que las inequidades de género.
¿Y qué hace un grupo de viejos en un taller sobre sexo? Observamos
la sorpresa de Nina, la hija de Herminia, cuando descubre a su madre
asistiendo al taller: «¿Clases de sexo aquí?» (Mañá, 2010). Es que los
espacios educativos sobre sexualidad, como plantea Quintanar (2017),
son casi una excepción en la medida en que a los viejos y viejas el de-
recho a ser sexuado parece habérseles quitado.
Olga plantea una frase habilitadora: «Sexo es vida, porque el
sexo tiene que ver con las sensaciones, y no dejamos de sentir nun-
ca» (Mañá, 2010). Abre, así, un puente a redescubrir las posibilidades
y potencialidades de sus cuerpos, a un acercamiento a la sexualidad
más allá de su función reproductiva. En este sentido, Quintanar (2017)
sostiene que la negación de la sexualidad en las personas mayores
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responde al fuerte enlace que existe entre sexualidad y reproducción.
En palabras de Olga, «el disfrute sexual es un derecho, lo que ocurre es
que a muchos de nosotros no nos han educado para el placer» (Mañá,
2010).
JUANITA Y SU DIVORCIO CON LA MUERTE
Viuda y sin hijos, Juanita participa de varios talleres, pero no pode-
mos observar un atisbo de placer en lo que hace. Vive acechada por la
presencia de su difunto marido, convencida de que la llama para que
se reúna con él. El placer sexual parece haberle sido ajeno a lo largo de
su vida y se muestra irritable e inhibida, indiferente a su cuerpo.
Es interesante el planteo de Iacub (2006) acerca de que las nue-
vas conceptualizaciones en sexología, con el n de separarse del pa-
radigma médico, evitan considerar la dicultad sexual como síntoma.
El autor postula que existe un equilibrio relativo entre conocimientos
y habilidades sexuales disponibles. Este equilibrio puede llegar a ser
fuente de malestar cuando es el resultado de habilidades aprendidas
no apropiadas en el desarrollo sexual. La noción de inhibición aprendida
se sostiene en un anudamiento entre el impulso sexual y sentimien-
tos negativos, lo que limita la posibilidad del goce sexual (Iacub, 2006).
Esto es observable, por ejemplo, en casos en donde el deseo sexual fue
aprendido desde prejuicios que lo consideraban negativo y —podemos
agregar— dañino o inexistente, como en el caso de la vejez.
En una casa llena de imágenes religiosas, fotos de su marido y cru-
cijos, la gura persecutoria del fallecido acecha y controla a Juanita,
todo lo cual se transforma en un delirio que la mantiene alejada y qui-
zá protegida de ella misma y su sexualidad: «ya no puedo más, me está
llamando, me manda señales, me cambia las cosas de sitio. Yo intento
no responder, pero es muy difícil hacérselo saber» (Mañá, 2010).
Juanita, sin embargo, contacta con su cuerpo desde el dolor cor-
poral, representante del cuerpo pulsional y erógeno, el cual la lleva a
hacer lazo con otro:
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J: ¿De qué me estoy muriendo, doctor?
D: Juanita, no te estás muriendo.
J: No me engañe, tengo olfato para la muerte. (Mañá, 2010)
Este otro manipula su cuerpo. Así, Juanita se propone como un
objeto de cuidados, lugar que les es asignado muchas veces a los vie-
jos y viejas. Al respecto, Mannoni (1992) plantea que, si no se escucha
al ser hablante en su desamparo, este adoptará una actitud de desa-
fío, aferrándose a la muerte como signicante velado por el lenguaje.
Menciona que toda muerte (buscada o padecida) liga una huella de
desesperanza y un acto de rebeldía.
Asimismo, Korovsky (1993) señala que, en algunas ocasiones, vie-
jos y viejas recurren a la somatización como forma de control y si-
multáneamente de expresión de afectos desbordantes, como el miedo,
los sentimientos de pérdida y la agresividad; pero también de mani-
festaciones eróticas «indebidas» para su edad. Estas, entonces, se ma-
niestan metafóricamente fuera de lugar, velando el sentido de los
síntomas corporales.
A partir de la apertura que posibilita el encuentro con otros en
el taller, Juanita decide divorciarse de su marido o, más bien, de la
muerte en la que se halla y quizá se halló al estar sumida junto a él.
«Quiero separarme, para no tenerlo encima ni debajo cuando me en-
tierren, y, aunque puestos a morir, mejor de una pulmonía que de otra
cosa» (Mañá, 2010). Sorprendentemente, habilitada al placer autoeró-
tico, Juanita fallece en medio de un orgasmo mientras se masturba en
su bañera.
PERO ¿PAPÁ Y MAMÁ TODAVÍA HACEN EL AMOR?
Rosita se ha convertido en la cuidadora de sus pequeños nietos.
Es esposa de Pepe, quien no encuentra su lugar en el mundo como re-
cientemente jubilado. Una noche, al acostarse, Pepe desea hablar con
ella, pero Rosita se encuentra ocupada haciéndose cargo de su nieto,
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ya que su nuera está de guardia y su hijo no es responsable de los cui-
dados de sus propios hijos.
R: ¿Sabes lo que he pensado? Alquilar una casa rural grande y
pasar todos juntos las vacaciones.
P: Y luego dices que te cargan con todo…
R: Tienes razón, pero ¿qué quieres que haga? (Mañá, 2010)
El trabajo de cuidados que realiza Rosita aparece invisibilizado y
naturalizado, y —como sabemos— ampliamente feminizado. ¿Qué lu-
gar queda para el erotismo? En una escena se la escucha decir a su
nieto: «¿Quién es el rey de la casa?, ¿quién es mi gran amor?» (Mañá,
2010). Pepe escucha estas palabras y se angustia, aunque tampoco o-
cia como corte de esa situación, ya que ella ocupa un lugar socialmen-
te asignado para la mujer.
Contrariamente a lo que indica el imaginario sobre el estado an-
gustioso que generaría la vivencia de nido vacío, Freixas (1997) plan-
tea que varias investigaciones de la década del noventa indican que
la mayoría de las parejas reciben con alivio esta nueva etapa (White
y Edwards, 1990, apud Freixas, 1997) y que, por el contrario, la acep-
tación de roles tradicionales de género se relaciona con mayores ín-
dices de depresión en las mujeres (Tinsley et al., 1984, apud Freixas,
1997). El mito del nido vacío parece perpetuar las ataduras a la vida
intrahogar de las mujeres.
Freixas (1997) menciona entonces que, para las mujeres mayores,
librarse de elementos opresores que el patriarcado consideró indis-
pensables para su felicidad y realización (ser esposa, madre y ama
de casa, y obviamente «buena» en todo eso) se relaciona con mayo-
res sentimientos de bienestar. Pero además de la lectura de género
que podemos hacer al respecto, se enlazan los prejuicios asociados
al viejisimo. Así, en una charla entre dos de las hijas de Rosita, una
le pregunta a la otra: «Pero ¿papá y mamá todavía hacen el amor?»
(Mañá, 2010).
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EL DISCIPLINAMIENTO DEL CUERPO POSMODERNO:
PEPE Y EL ESPEJO
En las sociedades posmodernas, el modo de gobierno del cuerpo
genera que este se torne un proyecto. Este no es un proyecto cualquie-
ra, sino que está signado por el ideal de juventud. Belleza y juventud
aparecen como equivalentes. Así, vemos a Pepe continuamente ha-
ciendo deporte y observando su cuerpo en el espejo, que, al parecer,
por mucho ejercicio que realice, va envejeciendo. De esta forma libra
una guerra contra su propio cuerpo envejeciente, lo cual, desde el sen-
tido foucaultiano, lo convierte en objeto de disciplina.
Es complejo posicionarse como objeto de deseo cuando existe una
desidenticación progresiva frente a un cuerpo no deseado y temi-
do. En este sentido, Iacub (2006) introduce el señalamiento de que el
cambio cultural de las últimas décadas muestra representaciones en-
contradas relativas al erotismo en la vejez, lo que pone en cuestión la
aparente revolución sexual en esta etapa vital. Es de atender cómo la
valorización posmoderna de la imagen lleva a algunos sujetos a ge-
nerar cambios corporales que permiten la posibilidad del goce erótico
(Iacub, 2006). Entonces, podemos preguntarnos nuevamente: ¿qué lu-
gar hay para que los y las vejas se posicionen como sujetos eróticos?
En la película observamos los problemas de erección que comien-
za a vivir Pepe, el abandono de su amante, las complejidades del vín-
culo con su esposa y la pérdida de poder y estatus a partir de su jubila-
ción, elementos que ponen en cuestionamiento la versión hegemónica
de masculinidad, con sus rasgos de poder físico, sexual y económico y
su capacidad de protección y autonomía. Al respecto, Spector-Mersel
(2006, apud Iacub, 2014) menciona que el ideal de masculinidad se
quiebra en la mediana edad cuando no se alcanzan las expectativas
hegemónicas, y, al no encontrarse disponibles otros valores simbólicos
que permitan restituir el valor social, se da una consecuente crisis
narcisista.
Sin embargo, Rosita y Pepe se reencuentran desde nuevos posicio-
namientos. Rosita adopta un rol más activo y sexual, a la vez que Pepe
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Desear: el encuentro con otros. Posicionamientos eróticos y sexuales en la vejez
Soledad Acevedo Barcia
debe cumplir reposo luego de una caída, y es justamente en su vul-
nerabilidad que logra desprenderse de algunos mandatos que pare-
cían oprimirlo. Al respecto, Freixas (1997) menciona que en la vejez se
observa un entrecruzamiento de roles, donde los mandatos de géne-
ro resultan menos marcados, las mujeres adoptan posicionamientos
más activos y asertivos y los varones, otros más dependientes y afecti-
vos. Por lo tanto, podríamos pensar que la vejez se presenta como una
oportunidad para la transformación subjetiva del sujeto.
HERMINIA Y NINA
«Puede tratarse de una descompensación hormonal sobresexua-
da» (Mañá, 2010). Estas son las palabras que le dice Nina a su madre,
Herminia, luego de descubrirla en el taller de sexo. A partir de ello, la
hija resuelve institucionalizar a la madre sin participarla de la deci-
sión. En respuesta, Herminia decide marcharse del lugar adonde fue
llevada, caminando por la carretera con su valija a cuestas, y Nina
abandona toda esperanza relativa a la salud mental de su madre.
Korovsky (1993) plantea que frecuentemente se catalogan como
patológicas reacciones o comportamientos comprensibles en aquellos
viejos y viejas que atraviesan determinados procesos o son expuestos
a situaciones particulares, en las que, muchas veces, se vulnera su
autonomía. Asimismo, se asumen como inherentes a la vejez signos
de orden patológico, popurrí y miopía herederos del viejismo que nos
atraviesa.
Al respecto, Manonni (1992) subraya la construcción social de la
vejez y propone que, en la desubjetivación progresiva que sufren al-
gunos viejos y viejas, el acento recae sobre un otro no atento ante su
deseo, que lo trata como objeto de cuidados. De igual modo, menciona
que la dicultad de nuestra sociedad para hacerle lugar a las vejeces
las empuja a la representación de carga: para sus hijos, para el siste-
ma económico, social y sanitario. Esto resulta en que algunos sujetos
opten por «abandonar la vida con discreción» (Manonni, 1992, p. 160).
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Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 5(1), enero-junio 2024, pp. 49-65.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/5.1.3.
Más allá de la muerte, real o simbólica, la sordera de los otros quita a
la persona del lugar de sujeto deseante. Pero Herminia se rebela ante
su hija, que constantemente la anula en su autonomía.
HERMINIA Y JULIÁN
Lacan (apud Sanmiguel, 1994) sostiene que el sujeto no se estruc-
tura como deseante a partir de sí mismo, sino desde el Otro, abrién-
dose a interrogantes tales como: ¿qué quiere el Otro de mí?, ¿qué me
demanda?, ¿qué me desea? Es así cómo el Otro dicta los caminos de
la pulsión. La sexualidad, entonces, no es únicamente expresión de
procesos internos, sino que en su construcción toman un papel funda-
mental los intercambios con los otros. En este sentido, el deseo apare-
cería limitado únicamente por no tener lugar para el otro.
Herminia conoce a Julian en el taller de sexo y surge el deseo. En
los primeros encuentros se los observa riéndose entre café y charlas;
luego, se descubren besándose, acariciándose, disfrutando de una
comida, del baile y también encontrándose sexualmente. Long (1976,
apud Iacub, 2006) plantea que la expresión sexual incluye ingredientes
tales como el humor, el guiño de ojos, la postura y los matices en la
conversación. Se amplía la mirada del erotismo y la sexualidad, tradi-
cionalmente acotada a la genitalidad.
CONCLUSIONES
Dar luz a los modos de vivenciar el erotismo en las vejeces pare-
ce fundamental para el desarrollo pleno del sujeto en su producción
deseante, a la vez que posibilita el cuestionamiento de los discursos
desde donde se ha considerado a la sexualidad centrada fundamen-
talmente en lo genital y reproductivo. De igual forma, los viejos y las
viejas pueden manifestar su sexualidad de diversos modos y menos
orientada por metas. Esto pone el acento en el carácter cualitativo de
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Desear: el encuentro con otros. Posicionamientos eróticos y sexuales en la vejez
Soledad Acevedo Barcia
la experiencia sexual y erótica. Por su parte, los aspectos cuantitativos
(como el número de relaciones sexuales o de orgasmos), que en mu-
chas ocasiones se enfatiza en la actualidad, limitan la experiencia eró-
tica de los sujetos en general y han sido señalados como una lectura
masculina y capitalista del sexo (Cole, 2001, apud Iacub, 2006).
Reexionar sobre el erotismo y la sexualidad en la vejez permite
continuar la línea psicoanalítica de la conceptualización de la sexua-
lidad en un sentido amplio, pulsional, divergente a la genitalidad y
fundamentalmente en diálogo con el otro. También, permite pensar
las singularidades del erotismo en la vejez como revolucionarias, en
una época neoliberal donde el paradigma del éxito impulsa al sujeto
en su narcisismo y rendimiento y en una sociedad en la cual, como
menciona Byung-Chul Han (2022), asistimos a la agonía del Eros.
* * *
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