77
LO SILENCIADO EN EL TRAUMA:
UNA APROXIMACIÓN
PSICOANALÍTICA
Mariana Rubio
Licenciada en Psicología de la UDELAR
Especialista en Psicoterapia Psicoanalítica del IUPA
Miembro de AUDEPP
Correo electrónico: marrubio273@gmail.com
ORCID: 0000-0001-8859-5990
Daniel Pereira
Licenciado en Psicología de la UDELAR
Miembro Habilitante de AUDEPP
Correo electrónico: danielpereira2918@gmail.com
ORCID: 8,126,249
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Tomo , N.
o
2
78
Resumen
En el presente artículo reflexionamos sobre aquello que está silenciado en el trauma
y sus efectos en la estructuración subjetiva. Profundizamos en los posibles sentidos del
silencio. Por un lado, el silencio en su dimensión estructurante, potenciador del tiempo
necesario para la integración, metabolización y composición de los elementos de la ex-
periencia subjetiva. Por otro lado, el silencio que no propicia la construcción del tejido
psíquico, donde la posición de sujeto puede quedar parasitada o injuriada. Nos hallamos
frente a los efectos de lo traumático, efectos que retornan como dimensión de lo indecible,
inmetabolizable, innombrable, y ponen de manifiesto los intentos fallidos de elaboración.
A lo largo del artículo ejemplificamos la figura del silencio tomando como referencia
la novela Charlotte, de David Foenkinos.
Reflexionamos acerca del tratamiento del traumatismo y nos preguntamos: ¿cómo
lograr, desde lo transferencial, que eso que ha quedado desligado pueda ser reconstruido
en el registro simbólico?
Palabras clave: silencio, efectos de lo traumático, posición del analista, tarea.
What is Silenced in Trauma: a Psychoanalytic Approximation
Abstract
In this article we reflect on what is silenced in trauma and their effects on the
subjective structure. We delve into the different possible meanings of silence. On one
hand, silence in its structuring dimension, enhancer of the needed time for integration,
metabolization and composition of the subjective experience’s elements. On the other
hand, a silence that does not foster the construction of the psychic tissue, where
the subject’s position could be parasitized or injured. In other words, we are before
the effects of the traumatic, effects that return like dimensions of the unspeakable,
inmetabolizable, unnamable, and highlight the failing attempts at elaboration.
Furthermore, we take as reference David Foenkinos’ novel Charlotte where an
example of this kind of silence is well exemplified.
We reflect on the treatment of trauma and we wonder: How do we reconstruct in
the symbolic record what has been detached - from a transference standpoint?
Keywords: silence, effects of the traumatic, analyst’s position, task.
79
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo tiene como propósito reflexionar sobre aquello
que está silenciado en el trauma y sus efectos en la estructuración sub-
jetiva. Intentaremos ahondar en la dimensión estructurante del silencio.
Los efectos de lo traumático retornan como dimensión de lo indecible, in-
metabolizable e innombrable, y ponen de manifiesto los intentos fallidos
de elaboración.
Las distintas formas de intervención posibilitan tender puentes y li-
gazones simbólicas en la cadena representacional de aquello que está
desligado en el tejido psíquico. Los vacíos representacionales invitan al
terapeuta a atender sus ocurrencias como elementos figurables que lo
puedan auxiliar.
POSIBLES SENTIDOS DEL SILENCIO
Entendemos la figura del silencio en su doble vertiente.
En primer lugar, como momento de sostén, de aseguración, de ela-
boración de la fantasía inconsciente: el silencio en su dimensión estruc-
turante. En palabras de Juan David Nasio (1987): «el silencio representa
[…]: entre todas las manifestaciones diversamente humanas, es la que
expresa mejor, de manera muy pura, la estructura densa y compacta, sin
sonido ni palabra, de nuestro propio inconsciente» (p. 11), senda por don-
de se desliza lo inconsciente, lugar de resguardo, de reunión, elaboración
e integración de lo vivido. ¿Garante de apertura, de creatividad?
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Tomo , N.
o
2
80
En la situación clínica, el silencio puede presentarse como habilitante
de configuraciones, como intervalo oportuno para el despliegue de posi-
bles ocurrencias a partir de un posicionamiento analítico, articulado desde
el inconsciente amainado del analista, en tanto analizado. El silencio ofi-
ciaría, así, como potenciador del tiempo necesario para la integración, me-
tabolización y composición de los elementos de la experiencia subjetiva.
En segundo lugar, discernimos este silencio de otro, ya que el silencio
puede también servir a los efectos del farsante en cuanto al secreto de
impunidad o falta a la verdad de los orígenes del sujeto. Es un silencio
que no posibilita la construcción del tejido psíquico, donde la posición de
sujeto puede quedar parasitada o injuriada.
Estamos frente a los efectos de lo traumático, efectos que retornan
como dimensión de lo indecible, innombrable (Tisseron, 1997), inmeta-
bolizable, y ponen de manifiesto los intentos fallidos de elaboración.
Santiago Kovadloff (2009), en El silencio primordial, escribe:
El más íntimo dolor es siempre impersonal. Se pertenece a él, pero él
no nos pertenece. No puede ser narrado porque carece de sustancia
argumental. Es impredicable. Es silencio. Silencio primordial […]. Nada
y solo nada se tiene que decir cuando de verdad se accede al dolor de
fondo. (p. 53)
Detrás del silencio se oculta el horror de muchas experiencias vividas;
hablar implica correr el riesgo de sucumbir, de desorganizarse. A modo de
ejemplo, en la novela Charlotte, del escritor francés David Foenkinos (2015),
se relata la historia de Charlotte Salomon, una pintora alemana de origen
judío que huye de los nazis al sur de Francia, con sus abuelos. Es una histo-
ria marcada por la tragedia familiar: a Charlotte se le oculta durante mucho
tiempo el suicidio de su madre. Ya en los inicios de la novela el escritor
nos anticipa que, para esta familia, «hablar es correr el riesgo de evocar a
81
Lo silenciado en el trauma: una aproximación psicoanalítica
Charlotte […] está oculta detrás de cada palabra […] solo el silencio puede
sustentar el avance de los supervivientes» (Foenkinos, 2015, p. 15).
Hablar es abrir una herida, es quedar atrapado en el pretil de los
afectos, tumultos de afectos que pueden ser sentidos muy desorgani-
zantes: por eso el silencio. Silencio para sobrevivir. La historia familiar
de Charlotte está atravesada por el suicidio como destino. El escritor va
mostrando cómo la primera Charlotte (tía materna de la pintora) va ensi-
mismándose, deja de reír. «Se le ha infiltrado la melancolía en el cuerpo
[…] una melancolía devastadora, de la que no se regresa» (Foenkinos,
2015, p. 13). La familia no registra ese cambio de la primera Charlotte.
Para esta familia no hay lugar para los malestares, que son colocados
afuera, circulando lo indecible, lo que no se puede ni saber ni nombrar;
se perpetúan así los silencios, los secretos, las mentiras (a Charlotte, la
pintora, le dicen que su madre murió de una gripe fulminante; años más
tarde Charlotte sabrá la verdad), y queda la actuación del suicidio como
vía posible para huir de los sufrimientos.
Letargo, silencio de muerte. En esta situación el silencio está en rela-
ción con el secreto, pero el secreto aquí actúa como prohibición porque
coloca en la escena el temor a la locura y al sufrimiento. Es una forma de
desmentir lo ocurrido.
Así como el silencio expresa una doble vertiente, también al secre-
to lo podemos entender de distintas maneras, incluso como un derecho.
Piera Aulagnier (1994), en Un intérprete en busca de sentido, teoriza sobre el
derecho al secreto como condición para poder pensar. Ese derecho, el de
guardar secretos, es una conquista del yo. El yo tiene el derecho de elegir
sobre su silencio y sobre la puesta en palabras de su pensamiento. El ser
despojado de la posibilidad de elección es quedar sujeto a una posición
de esclavitud.
Pensar secretamente es una necesidad para el yo, para su funcio-
namiento psíquico y para que el pensamiento sea sentido como una
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Tomo , N.
o
2
82
actividad propia, algo creado. El secreto que se instaura en la familia de
Charlotte, eso que circula como lo indecible, como secreto y silencio,
oficia como algo traumático. El trauma implica el encuentro con un ex-
ceso imprevisible, el cual dificulta el acceso a la inscripción psíquica, de
manera tal que las palabras no tienen la potestad de nombrar lo que re-
sulta imposible de asimilar. «¿Qué palabras hay cuando se pierde a una
hermana?» (Foenkinos, 2015, p. 17), se pregunta el escritor.
El efecto de este silencio retorna como lo indecible, lo innombrable
(Tisseron, 1997), queda desligado en el tejido psíquico y retorna muchas
veces en el campo de la actuación. Es así que la madre de Charlotte,
Franziska, también se suicida (hay un suicidio de la tía materna de la
pintora, llamada Charlotte, de la madre de la pintora, Franziska, y de
la abuela materna de la pintora). La dimensión temporal se altera y, en
ella, el silencio permanece capturado en un presente que se reitera. Es
una dimensión que revela la ausencia de ritmo, la dispersión temporal. El
tiempo no existe como posibilidad narrativa, sino que insiste como repe-
tición. Retahíla de suicidios.
¿Podemos pensar que también este silencio traumático se pierde en
la repetición y queda atrapado en una memoria que no olvida, en un
tiempo que no recuerda, ya que no tuvo la posibilidad de ser narrado?
CLÍNICA DEL TRAUMA: LA POSICIÓN DEL ANALISTA
¿Se trata de poner en palabras, de percibir los sentimientos cercena-
dos y reconstruir su historia? ¿Se trata de respetar el silencio?
Quien está traumatizado suele presentar gran desconfianza, silen-
ciamiento, apatía, temores. El tratamiento del traumatismo apuntaría a
brindar un espacio de intimidad y de simbolización, de escucha en un
tiempo y en un proceso en el cual se van estableciendo las rutas para una
83
Lo silenciado en el trauma: una aproximación psicoanalítica
posible reconstrucción de la historia, donde las intervenciones deben ser
delicadas. ¿Cómo lograr, desde lo transferencial, que eso que ha quedado
desligado pueda ser reconstruido en el registro simbólico?
La tarea pasaría por intentar hacer tramas desde el nivel representacio-
nal, ligando y uniendo la representación y el afecto, ya que en los sucesos
traumáticos aparecen separados. El trauma implica una experiencia que
invade al sujeto, pero que también aparece como habilitadora de posible
simbolización, de aventurar nuevas significaciones. Los dos tiempos del
trauma, el de la implantación y el de la resignificación, se configuran en
un après-coup, que se torna eficaz desde el presente (Laplanche, 2013). La
figurabilidad podrá ser utilizada como facilitador para dicho proceso. Los
autores Sara y César Botella (2003) sostienen que hay algo que va más allá
de la palabra, y es allí donde la figurabilidad posibilitaría el registro a lo
metafórico, habilitando construcciones, donde algo del evento traumático
podrá ser reconstruido apelando al auxilio del registro simbólico.
Con el método indiciario, Sigmund Freud (1975, 2013) intentará mos-
trar un modo de aproximación al inconsciente, no por traducción simul-
tánea ni por recurrencia a un código preestablecido de sentido, sino para
tomar posición en lo relativo a un aspecto central del método, que es el del
descubrimiento a partir de los elementos fenoménicos que expresan. La
cuestión es percibir que en el discurso del paciente, en su asociación libre,
se encuentra la materia prima con la que el análisis producirá un nuevo
contenido, un saber nuevo, un decir distinto que nace en la transferencia.
Los elementos indiciales no resisten un furor interpretativo a priori,
sino que justamente la labor del psicoanálisis será la de generar las condi-
ciones para que nazca ahí, en la transferencia, el advenimiento de un lazo
que lo ubique de manera nueva, tomando otra dimensión y resonancia en
su reconocimiento.
En la Carta 52, Freud (1991) menciona que: «Ps [signos de per-
cepción] es la primera trascripción de las percepciones, por completo
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Tomo , N.
o
2
84
insusceptible de conciencia y articulada según una asociación por simul-
taneidad» (p. 275). El signo de percepción oficia como un fragmento de
un objeto real que ignora de dónde proviene, y en lo traumático aparecen
como pedazos, restos de lo visto, de lo oído, que no se pueden metabo-
lizar, transcribir. La tarea del terapeuta pasará por facilitar el pasaje del
signo de percepción a la configuración del indicio para que pueda devenir
en materia representacional de enlace a una cadena significante. En las
experiencias traumáticas lo que no aparece es el indicio, aparece el signo
de percepción, aparecen los fragmentos.
En la clínica hay situaciones que al analista le hacen signo. Atento a
su contratransferencia, el analista se encuentra interpelado por algo que
le llama la atención, que puede ser, por ejemplo, un detalle, la presencia
de la mirada en silencio. El paciente presenta fragmentos de algo que vio,
de algo que escuchó.
Ubicar lo traumático implica encontrar un lugar para que no retorne
desde una ajenidad exterior. Entretejer los eslabones sueltos en la cadena
representacional, ligar aquello que ha quedado desligado, favorecerá la
no repetición y la vivencia de una temporalidad diferente, en donde la
vivencia de eso traumático no sea experimentada como si acabara de
ocurrir, en un presente que insiste. Los grandes traumatismos llevan a un
primer tiempo de silencio, el cual no suele ser —por prudencia— inte-
rrumpido de forma intempestiva; intentar tocar fuera de timing el registro
de lo traumático puede ser una forma de incurrir en el estatuto de lo obs-
ceno, en tanto ofende al pudor del otro.
El terapeuta tendrá que evitar tener una actitud entrometida, actitud
que muchas veces lleva a la revictimización del sujeto, sin el respeto nece-
sario de los tiempos subjetivos para el trabajo de elaboración. Partiendo de
que el traumatismo se resignifica a posteriori, se irán buscando a su tiem-
po las líneas posibles de elaboración, pasando por el lazo de lo simbólico.
85
Lo silenciado en el trauma: una aproximación psicoanalítica
La técnica del análisis será prudente en lo que refiere a la escucha de lo
ausente, de lo que no se dice, aunque esté presente de otra forma.
Si el sujeto está en lo que no habla, en lo traumático, habrá que sos-
tener que el sujeto hable lo que pueda, para que a su tiempo pueda ope-
rarse la caída que potencie el advenimiento subjetivo.
La concepción que se trasmite no es solo ética, es también una con-
cepción del proceso terapéutico. Habrá que respetar, siempre y cuando
no sean mortíferas las defensas psíquicas del sujeto. Todo traumatismo se
resignifica en el après-coup (Laplanche, 2013). Esperar, dar tiempo a que
el psiquismo se reacomode.
La mirada analítica tendrá que soportar y hasta sostener el velo nece-
sario respecto a lo encarnado del cuerpo y la letra, de la mirada y la voz
del traumatismo. Así también, en el trayecto del análisis, deberemos de
enfrentarnos a varios obstáculos que nos interrogarán sobre los modos
posibles de intervención. Si tomamos la Odisea (Homero, 2010) en tanto
posible metáfora de nuestra clínica, el trayecto de análisis implica obstá-
culos, muchas veces cambios de ruta. Habrá encuentros con cíclopes en
donde nos veremos interpelados y nos interrogaremos sobre qué recur-
sos utilizar para no ser vencidos por lo bestial.
¿A dónde somos conducidos en el trayecto clínico y de qué forma
puede darse una especie de Odisea? En traumas severos hay, muchas ve-
ces, por así decirlo, tifones que vienen realmente de distintas direcciones
y horadan al sujeto, lo traumatizan.
Odiseo vence utilizando la astucia. Un nuevo escollo en el viaje de
regreso será la presencia de las sirenas, ante lo cual Circe alerta a Odiseo
y a su tripulación a que se tapen los oídos con cera para no sucumbir a su
encanto mortífero, canto letal para quienes lo escuchan. Hay que resguar-
darse en el silencio para no sucumbir al hechizo mortífero. Pero Odiseo,
apelando a su astucia, hace que lo aten al mástil para no perderse de ese
canto fascinante, atrayente, pero mortífero (Homero, 2010).
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Tomo , N.
o
2
86
¿Podemos, como analistas, tolerar esa distancia sabiendo que involu-
cra una zona lindera a la fascinación del exceso de lo siniestro? O, por el
contrario, ¿podemos vernos tentados a tocar fuera de tiempo el registro de
lo traumático sin respetar el derecho que tiene el sujeto de callar, de per-
manecer en silencio, y así ser seducidos también por la voz de las sirenas?
En general, en los traumas severos no hay un territorio preestableci-
do al cual volver; se trata de que se pueda configurar una nueva parcela
de tierra donde se tenga otra posibilidad. La odisea de la clínica de lo
traumático consistirá en poder encontrar recursos, modos de interven-
ción, que oficien de enlaces en la trama de representaciones para que lo
silenciado se estructure de otra manera; ayudar a que el sujeto no quede
en una posición subjetiva injuriada, fijado a una posición que favorece la
compulsión, que otorgue así un tipo de satisfacción basada en el sufri-
miento. El trauma no se deja olvidar, como cosa perdida para siempre;
donde la repetición intenta apresar lo inasimilable, ese vestigio silenciado
que, sin embargo, se revela en la mirada consternada.
Muchas veces, ese vestigio silenciado oficia como encriptamiento o
como mandato del super, que silencia, en complicidad de la no ligazón
y la no procesión, desde la culpa inconsciente. Estar posicionado desde
un lugar psicoanalítico implica tener una escucha sigilosa, en donde lo
inanimado pueda volverse prosa y en donde la ocurrencia implicaría un
avispar el ojo y afinar el oído, una picardía ocurrente que se rebela contra
los significantes empolvados que no dan margen a poder ser de otra for-
ma. Así, el silencio puede vestir la palabra para que advenga lo que estaba
en espera, en tanto potencia fundacional en sentido estructurante. Como
analistas debemos posicionarnos desde un lugar delicado, en el sentido
de actuar en el momento apropiado, cuidando al paciente y dejando que
sea él quien decida cuándo hablar, cuándo callar. Consideramos que esta
postura supone un posicionamiento ético.
87
Lo silenciado en el trauma: una aproximación psicoanalítica
A menudo se observa la compulsión de volver a la escena traumática
donde quedó capturada la mirada y el ser roto. Es un lugar cautivante, pero
terrorífico, en donde asoma lo bestial, como esa especie de figura dibujada
por Homero (2010), a la manera del cíclope, en su brutalidad y tara que se
impone por su supremacía corporal. Pero, en estos casos, muchas veces
falta la astucia que le fue otorgada a Odiseo, por lo cual la captura y el pe-
ligro de volver a atascarse en el escollo puede ser mayor. Homero (2010)
brinda una inspiración para fundar o reinaugurar los enlaces y montajes,
en una temporalidad que vuelva a fluir, que posibilite el moverse de lugar
y brindar otras empresas para poder regresar a su tierra.
Volviendo a las figuras del silencio, pensamos, por consiguiente, que
puede otorgarnos parámetros para concebirlo como un silencio que favo-
rece el espacio de tramitación, sin dejar de considerar su otra versión, la
potencialidad paralizante del silencio perturbador.
René Magritte, en su cuadro La condición humana, transmite tanta
prolijidad, calma y silencio, que lo áspero de la combinatoria de los ele-
mentos que allí figuran otorga una sensación perturbadora, algo que ahí
no encaja o que está en un ensamblado forzado. Parece que vemos algo
conocido y desconocido al mismo tiempo, donde queda en cuestión qué
podemos ver ahí. La falsa ventana que media en la mirada muestra que
el encuentro nunca es crudo, que siempre hay un velo en la percepción,
como un reflejo. Silencio como plano y espacio intermedio: muestra y
oculta. Es un silencio que posibilita la emergencia de la figura en diferen-
tes planos, que se pueden ir tramando, como una emergente refracción
de espejos, en un nuevo cuadro, con otros montajes y dimensiones. Se
configura así una nueva cosa.
En la clínica, el silencio también muestra y oculta. Es pausa necesaria
que permite el pensamiento o podrá ser un silencio de consternación en
donde algo de la angustia circula. Cabe preguntarse, entonces, de qué
sustancia está hecho el silencio, a sabiendas de que siempre opera de
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Tomo , N.
o
2
88
una forma singular y peculiar en cada situación. El guardar la voz ¿es un
ocultamiento de uno mismo?, ¿una forma de rebelarse?, ¿un querer mar-
car una distancia?, ¿una manera de necesitar estar solo como un modo
necesario para transitar por el espacio del pensamiento, de la creatividad,
de la producción pensante y deseante? ¿O lo silenciado es el vestigio por
donde circula lo traumático, aquello indecible, innombrable, que produce
efectos en la subjetividad?
En la clínica estaremos en una deriva que se situará entre la escla-
vitud que puede producir el silenciar, por un lado, y el silencio, por otro,
también como custodio de cierta organización psíquica que hace nece-
sarios niveles de escisión para tolerar los embates excesivos del propio
traumatismo. Con una distancia correcta y en un buen ángulo, se podrá
generar una narración diferente de lo ocurrido, una nueva orientación del
sujeto en torno a sí mismo y a los otros, muchas veces en un intervalo
no marcado desde donde mirar y escuchar; una mirada en perspectiva,
a la manera de Diego Velázquez en Las meninas, enclave entre Lacan y
Foucault en el año 1966. Foucault (2001) refiere a la pirueta del autor en
la obra: «Fija un punto invisible […] no está representado […] un punto
ciego […] en el que nuestra mirada se sustrae a nosotros mismos en el
momento que la vemos […] invisibilidad que está bajo nuestros ojos»
(p. 14). Mientras que Lacan (1966) alude:
Lo que se desvanece siempre, lo que es elemento de caída, la única caída
en esta representación donde este representante de la representación,
que es el cuadro en sí, es este objeto a de lo que no podemos agarrar ja-
más […] el cuadro está hecho para hacernos sentir este intervalo. (p. 125)
Esta mirada nos permite ir descubriendo nuevos relieves y aristas que
produzcan otras representaciones a la hora de encontrar a su autor, en
sus tachaduras y en sus huellas.
89
Lo silenciado en el trauma: una aproximación psicoanalítica
§
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
aulagnier, P. (1994). El derecho al secreto: condición para poder pensar.
En Un intérprete en busca de sentido (pp. 233-253). Siglo XXI.
Botella, S. y Botella, C. (2003). La figurabilidad psíquica. Amorrortu.
FoenkinoS, D. (2015). Charlotte. Alfaguara.
Foucault, M. (2001). Las palabras y las cosas. Una arqueología de las cien-
cias humanas. Siglo XXI.
Freud, S. (1975). El Moisés de Miguel Ángel (vol. xiii, pp. 213-243). Amorrortu.
Freud, S. (1991). Carta 52. En Obras completas (vol. i, pp. 274-279).
Amorrortu.
Freud, S. (2013). Moisés y la religión monoteísta (1939 [1934-38]). En
Obras completas (vol. xxiii, pp. 1-132). Amorrortu.
homero (2010). Odisea (trad. J. L. Clavo). Cátedra.
kovadloFF, S. (2009). El silencio primordial. Emecé.
lacan, J. (1966). Seminario 13. El objeto del psicoanálisis. Psikolibros. www.
bibliopsi.org/docs/lacan/16%20Seminario%2013.pdf
laplanche, J. (2013). El après-coup. En Problemáticas vi. Amorrortu.
naSio, D. (1987). El silencio en psicoanálisis. Amorrortu.
Schkolnik, F. (2005). Efectos de lo traumático en la subjetivación. Revista
Uruguaya de Psicoanálisis, 100, 73-90. www.apuruguay.org/revista_
pdf/rup100/100-schkolnik.pdf
tiSSeron, S. (1997). El psicoanálisis ante la prueba de las generaciones. En
S. Tisseron, M. Torok, N. Rand, C. Nachin, P. Hachet y J. C. Rouchy,
El psiquismo ante la prueba de las generaciones. Amorrortu.
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Tomo , N.
o
2
90