157
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 4
(2), julio-diciembre 2023, pp. 153-182.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/4.2.9
dejando puertas afuera los rencores, los reproches, las cosas asombrosas
que quieren que sepa semana tras semana, «¡A ver si hago algo de una
vez!». Pero es difícil, cualquier posición que tome genera molestia en ellos
e incomodidad en mí. Porque no me siento lo suficientemente segura, es
un campo minado, nunca se sabe cuál paso, en qué lugar, puede activar
una explosión. Últimamente, cada cosa que explota implosiona en mí,
me desborda de cuestionamientos y me deja varios días inmersa en sus
problemas, que se han vuelto míos, por la dificultad para abordarlos, por
la dificultad para discriminarme. Me siento cansada.
Llegaron. Respiro hondo. Y ahí vienen los pelotazos… «¿A ver qué
hacés con esto?», «Porque pasó esto y esto…», «Porque la maestra, por-
que la vecina…, porque la policía…», «Y la abogada que no hace nada, y
la jueza, ¡qué vergüenza!», «¿Y usted qué?». Lo curioso es que me tratan
de usted, como en señal de cierta cortesía. Curioso. Será pura ironía. Y así
estamos. Todos revueltos, bien entreverados. Y yo intentando asomar la
cabeza para reubicarme y ubicar mi rol y recordar quién es el paciente
y, entonces, delimitar lo que sí y lo que no. Pero el revuelto está empas-
tado, intento trepar la ensaladera, pero me siento resbalar y rolar hasta
el centro. Así estoy, como una verdurita más en esta ensalada revuelta,
chamuscada, empastada, donde ya no se discriminan bien los colores ni
las formas ni los sabores por la homogeneización del pegoteo. Siento que
me morfan.
Por fin adentro del consultorio. Vamos a nuestro juego, casi el único
al que hemos jugado. Al principio, lo constante eran las trampas. Como
si ese juego ya no tuviese suficientes vericuetos y arbitrariedades. Pero,
claro, no es suficiente, porque eso es parte de las reglas, no tiene gracia.
Entonces me hacés trampa: buscás engañarme. […] Siempre me dejás en
offside. Creo que afuera vos has estado siempre así, hasta que aprendiste
el juego y entonces entendiste que vos también podías mentir o bien decir
a cada quien lo que quiere escuchar. Y armar tu juego. Y, bueno, yo juego