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Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 4
(2), julio-diciembre 2023, pp. 97-106
. ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/4.2.6
BÚSQUEDA DE RECONOCIMIENTO Y SUBJETIVIDAD
El hacer en el arte busca enlazar afectos, rupturas, caminos tortuosos
a través de una materialidad concreta que nos abre un sendero que no
siempre será una brecha posible para una transformación. Así sucede
también en el psicoanálisis: camino con tropiezos y oscuridades hacia
una búsqueda de respuestas posibles. Al final, ambos nos convocan a
bucear en nuestras profundidades para poder, sin saberlo tal vez, trans-
formar algo de nuestras miradas, de nuestros vínculos anclados en un
abismo, que pueda encontrar una circulación más vital de nuestro pasado
con un presente y hacia un futuro más auspicioso.
Intentemos adentrarnos en algunos aspectos del arte: ¿qué ve el arte?,
¿para qué sirve? Me detengo a mirar una obra, a leer, a escribir, aunque
lo haga en un dispositivo electrónico; tengo la posibilidad de detenerme y
pensar: ¿qué hago?, ¿qué quiero? Difícil momento, ya que esa actitud me
lleva a desacelerar mi tiempo, observar y, así, ver qué me provoca ese otro
que hizo algo que me interesa o me resulta impactante o mueve algo que no
esperaba o tal vez lo rechace. Pero el otro está y genera en mí la posibilidad
del encuentro, de ser mirado a través, de ser reconocido como ser sujeto.
En las diferentes civilizaciones, el arte ha sido objeto de la expresión,
del hacer, del plasmar el sentir de los pueblos al representar momentos
fermentales. Deja huellas en la historia y en la memoria a modo de restos,
de fragmentos, que con el paso del tiempo dan cuenta de la vida, de las
guerras, de las hambrunas, de las formas de diversión y de los períodos
de crecimiento.
Recordemos las pinturas rupestres,*1El nacimiento de Venus, de Botticelli
(obra renacentista de 1482-1485), La tormenta en el mar de Galilea, de
* Las pinturas rupestres son las manifestaciones más antiguas de las que se tiene constancia,
ya que hay testimonios de hasta de cuarenta mil años de antigüedad, es decir, de la última
glaciación.