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Escuchar-recibir-entender
en el observador, o bien, como propone Pessoa (2002), que «no están ahí
las cosas que veo» (s. p.). Esto no viene más que a cuestionarnos: ¿qué
conocemos cuando conocemos?, ¿qué conocen cuando nos conocen?
Porque somos el otro del otro que es el otro para mí. Podríamos decir que
conocemos conociéndonos y que, felizmente, no hay un conocimiento
acabado, cerrado o saturado, sino que todo tiende a suceder en un pro-
ceso de entendimiento donde el pensamiento es manifestación, relato y
recurso de conocimiento.
Ahora bien, en esta dinámica todo es más complejo, más proteico,
cuando la cuestión es entre seres animados, en tanto que los movimien-
tos implícitos en lo vital suponen la participación de emociones básicas:
conmoción, amor, odio, conocimiento, desequilibrio, ansiedad, incerti-
dumbre, etcétera. Así es que, volviendo a la situación de diálogo, en este
lo más novedoso convoca lo más primario, arcaico y arcano, en la peripe-
cia del origen de la idea, el tiempo y la subjetividad. Convoca la dinámica
de la fusión-defusión, del intervalo más allá de la distinción sujeto-objeto
que busca y anhela, así como también la construcción de la mismidad o
su dilución en el tiempo del otro… «No hay dolor más atroz que ser feliz»
dice Zitarrosa (1978), pero no es para huir, sino para ver los costos de
correr los riesgos a la hora de involucrarse en el conocimiento de la vida;
porque lo otro es el desconocimiento y la indiferencia de los paraísos
artificiales, empantallados, obsolescentes, del hombre deshabitado, que
desliza el dedo tanto por la prisa del celular como por lo efímero de las
relaciones, por la vacuidad del ser. Sí, coincido con Zitarrosa: la vida de
compromiso afectivo es cara; hay otra más barata, pero no es vida. Claro
que a esto se llega y se elige, pero si no se llega, no se elige.
Escuchar, entender, es instalarse en el tiempo del otro, habitarse de él
y ahí constatar que, si lo individual es del ente, la subjetividad sucede en
el intersticio permeable continuidad-discontinuidad, que hace patentes el
sistema inestable y el par equilibrio-desequilibrio, en el que nos movemos