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Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 4
(1), enero-junio 2023, pp. 165-171.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/4.1.10
smartphone, hacen y piensan por nosotros. Dice el filósofo: «El mundo
parece estar digitalmente a mi entera disposición» (Han, 2021, p. 34).
Liberados de este yugo, nos sentimos pletóricos de posibilidades de ele-
gir, aunque se trate de una selección consumista. Sin ser conscientes,
vamos perdiendo la libertad que, según Arendt, solo da la acción, que es
la que «rompe con lo que existe y pone en el mundo algo nuevo» (Han,
2021, p. 23).
Han (2021) desarrolla también la teorización psicoanalítica, lo que
invita a un interesante diálogo entre filosofía y psicoanálisis. Toma del
concepto la cosa, de Freud y Lacan, lo que tiene de inasimilable. «La
singularidad imponente, la negatividad de lo enteramente otro la distin-
gue. La cosa como punto ciego es la contrafigura de la información y la
transparencia» (Han, 2021, p. 79), que campean en la era digital.
En esta era, no percibimos las cosas en su alteridad o extrañeza, y
esto debilita nuestro sentido de la realidad. El trato con las cosas pierde
cualquier carácter conflictivo, la digitalización quita a las cosas cualquier
materialidad rebelde. De este modo, el mundo se desrealiza. El otro y lo
otro son despojados de su misterio y alteridad, son rebajados a la con-
dición de objetos disponibles y consumibles, lo que anestesia cualquier
experiencia intensa e impide entablar una relación genuina, porque esta
implica una reciprocidad, un tú.
«La depresión es la exacerbación patológica de la sensación de po-
breza del mundo. La digitalización ha contribuido a su propagación […].
Solo una reanimación de lo otro podría liberarnos de la pobreza del mun-
do» (Han, 2021, p. 72).
Han (2021) rescata el valor de poseer las cosas en vez de consumirlas
como mercancías. Ello implica una relación de intimidad con esas cosas
queridas, darles vida dotándolas de sentidos y afectos y generando una
historia con ellas. En el actual reino del consumismo se evita la atadura