Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 4
(1), enero-junio 2023, pp. 00-00.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: xxxxx
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EL ESTATUTO EPISTEMOLÓGICO DEL
PSICOANÁLISIS Y LA INVESTIGACIÓN
PSICOANALÍTICA II
Ricardo Navia
Instituto de Filosofía, Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación, Universidad de la República
Montevideo, Uruguay
Correo electrónico: naviamar@vera.com.uy
ORCID: 0000-0002-3125-7111
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 4
(1), enero-junio 2023, pp. 89-107.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/4.1.6
Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo
NAVIA, R. (2023). El estatuto epistemológico del psicoanálisis y la investigación
psicoanalítica II.
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 4
(1), 89-107.
DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/4.1.6
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Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica - Vol. , N.o 1
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Sobre el texto y su autor
El Consejo Editorial de Equinoccio invita inicialmente a Ricardo Navia a
presentar una adenda del artículo «Observaciones sobre el estatuto episte-
mológico del psicoanálisis y de la investigación psicoanalítica», publicado en
la revista Natureza humana (2017), de la Sociedad Winnicott de San Pablo. La
idea original de un anexo se transformó en un trabajo en sí mismo, que tomó
como base una conferencia del autor en la Universidad Roma Tre, publicada
en la sección «Early Views» de la revista Argumenta, de la Sociedad Italiana de
Filosofía Analítica*.
El entusiasmo del autor por el tema que estudia queda evidenciado por el
grado de elaboración de esta actualización de la temática, que constituye una
excelente contribución sobre el estatuto epistemológico del psicoanálisis y de
la investigación en psicoterapia psicoanalítica. La validez científica del psicoa-
nálisis y las modalidades de validación del saber psicoanálitico son cuestiones
de sumo interés para el desarrollo de la teoría en nuestro campo de trabajo.
Ricardo Navia es doctor en Filosofía y Conocimiento del Lenguaje, por la
Pontificia Universidad Católica de Río Grande del Sur, y magíster en Filosofía
Contemporánea, por la Universidad Federal de Porto Alegre. Es profesor titular del
Departamento de Historia de la Filosofía del Instituto de Filosofía de la Facultad
de Humanidades y Ciencias de la Educación, de la Universidad de la República;
asimismo, fue coordinador de la Maestría en Filosofía Contemporánea en di-
cha universidad. Es también profesor titular de Epistemología del Psicoanálisis
en el Instituto Universitario de Postgrado de audepp. Sus áreas de investigación
han sido la filosofía del conocimiento, la metafilosofía y la epistemología del
psicoanálisis.
* Este artículo aún no integra un volumen de la revista Argumenta. Por el momento,
se encuentra disponible en línea en la sección «Early Views». Puede encontrarse en
https://www.argumenta.org/early-views/
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INTRODUCCIÓN
Han pasado diez años desde que presentamos, en un intercambio en
audepp, el material de base que, luego, algo retocado, se publicó bajo el
título «Observaciones sobre el estatuto epistemológico del psicoanálisis
y de la investigación psicoanalítica», en la revista Natureza humana, de
la Sociedad Winnicott de San Pablo, Brasil. Desde ese momento hemos
accedido a nuevos estudios y materiales que nos permiten volver sobre
el tema del estatuto epistemológico del psicoanálisis y de la investigación
psicoanalítica para reafirmar algunas ideas, completar otras y, quizás,
también moderar algunas opiniones.
Para comenzar, creo que podemos distinguir al menos dos grandes
vertientes dentro de esta problemática. Por un lado, las discusiones en
torno a cuál o cuáles son las metodologías o los abordajes más adecua-
dos para la investigación en psicoanálisis. Y, por otro, en qué medida la
eficacia terapéutica del análisis es la forma principal o incluso única de
validar las teorías e hipótesis psicoanalíticas.
El muy influyente libro de Adolf Grünbaum (1984), Foundations of
Pyschoanalysis, defendía la tesis de que la validez de la teoría psicoanalíti-
ca freudiana dependía de sus resultados terapéuticos —el llamado argu-
mento de la coincidencia (tally argument)—; esto unido a los resultados te-
rapéuticos comparativos escasamente positivos que se tenían en la época
parece mostrar que la teoría no tenía validez o bien que tenía que buscar
asentarse en otras fuentes de validación. Todo esto, a su vez y de algún
modo, reavivaba viejas objeciones epistemológicas hacia la disciplina.
92
El estatuto epistemológico del psicoanálisis y la investigación psicoanalítica II
Ricardo Navia
Esta muy difundida tesis, sostenida por un prestigioso epistemólogo
que —a diferencia de otros anteriores que habían abordado el tema—
demostraba haber estudiado extensamente la obra de Freud, junto a la
necesidad de legitimar la terapia analítica —frente a los sistemas de sa-
lud, especialmente en algunos países desarrollados—, de alguna manera,
definió buena parte de la agenda investigativa en torno a estos temas. Fue
entonces que una serie de investigadores comenzaron a trabajar en las dos
direcciones arriba mencionadas. En 1998, la Asociación Psicoanalítica
Internacional creó el Comité de Investigación Empírica Sistemática, pre-
sidido, primero, por Robert Wallerstein y, luego, por Paul Fonagy. Y, en
1999, a instancias de quienes querían reivindicar el abordaje clínico más
clásico, se creó el Comité de Investigación Conceptual, en el que se des-
tacaron André Green y Roger Perron.
¿UNA METODOLOGÍA DE INVESTIGACIÓN
PARA EL PSICOANÁLISIS?
Se han propuesto diversas formas de clasificar la investigación en
torno a la teoría psicoanalítica. Una forma básica es dividirla en investi-
gación clínica y extraclínica, pero eso ha resultado demasiado general,
por lo que se ha ido consolidando la clasificación tripartita (Leuzinger-
Bohleber y Bürgin, 2003). Esta distingue: la investigación clínica, entendi-
da como aquella que realiza el propio analista a la luz de su trabajo clínico
bajo la forma clásica de estudios de casos compartidos con su supervisor
y, eventualmente, con su comunidad de analistas; la investigación empíri-
ca sistemática, que busca apoyos empíricos extraclínicos para las teorías
e hipótesis psicoanalíticas; y la investigación conceptual, que consiste en
la exploración de las implicaciones filosóficas y la consistencia teórica de
los conceptos manejados en la teoría y la práctica analíticas. Y aun cabe
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pensar si no se justificaría dividir las investigaciones empíricas en feno-
menológicas y neurobiológicas, donde las primeras exploran los apoyos
empíricos en conductas del analizando y las segundas trabajan sobre la
base estrictamente neurobiológica de las teorías e hipótesis analíticas.
En el grupo de la investigación conceptual se encuentran, por ejem-
plo, las investigaciones La mente psicoanalítica (2000) o Becoming a Subject:
Reflections in Philosophy and Psychoanalysis (2006), de Marcia Cavell, o los
trabajos Mental Events (1980) y Las paradojas de la irracionalidad (1981),
de Donald Davidson.
En el grupo de las investigaciones que exploran la base neurofisio-
lógica de la teoría psicoanalítica se destacan los trabajos de Eric Kandel
(1999) y Howard Shevrin et al. (2013). A propósito de esto, Maximiliano
Azcona (2018) señala: «Shevrin aportó nuevos datos que corroboran un
vínculo causal entre la noción de conflicto inconsciente y los síntomas
experimentados por sujetos con trastornos de ansiedad; por ejemplo, fo-
bias» (p. 7). También se destaca el trabajo de Mark Solms (2001) de buscar
pruebas para parte de la teoría freudiana de los sueños, «A pesar de que
son conocidas las dificultades que conlleva utilizar diseños experimenta-
les para testear las hipótesis psicoanalíticas, como, por ejemplo, los pro-
blemas de operacionalizar conceptos de carácter metafórico y sumamen-
te polisémicos» (Azcona, 2018, p. 6). También Ricardo Bernardi (2015)
informa de bibliografía especializada que muestra avances relevantes en
el «estudio imagenológico de los cambios cerebrales que acompañan el
cambio psicoterapéutico» (p. 3).
Pero quizás donde ha sido más aguda la polémica fue entre los de-
fensores de la exclusividad metodológica del estudio clínico de casos (en
adelante ec) y los partidarios de la necesidad de desarrollar también una
investigación empírica sistemática extraclínica. En este último grupo hay a
su vez grados: algunos hacen hincapié en estudios cuantitativos y otros se
limitan a estudios extraclínicos a partir de material clínico y con categorías,
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El estatuto epistemológico del psicoanálisis y la investigación psicoanalítica II
Ricardo Navia
cuidadosamente, no demasiado distintas a las empleadas por el psicoaná-
lisis clínico. Este tema dio origen a debates que se tornaron célebres, como
el intercambio entre Green y Wallerstein durante 2005 y 2006.
Los defensores de la exclusividad metodológica del ec —entre los
cuales se han destacado Green, Juan David Nasio y Perron— sostienen
que, dadas las particularidades del objeto de estudio, de la teoría y del
encuadre de trabajo, el ec es el único método adecuado para investigar
y desarrollar el psicoanálisis. Asimismo, señalan que el ec fue el método
que usó Freud para llegar a comprender el funcionamiento del aparato
psíquico, para describir sus dinámicas y explicar los principales cuadros
patológicos que se le presentaron (neurosis obsesiva, fobias, histeria, et-
cétera), así como para elaborar su modelo metapsicológico y comprender
la función y el valor terapéutico de actos fallidos, sueños y transferencia.
Argumentan, además, que la investigación empírica extraclínica no logra
dar cuenta de los fenómenos descriptos por la teoría psicoanalítica y que,
de usarse categorías exógenas a la teoría, se estaría distorsionando el
objeto propio de la teoría analítica.
Desde el punto de vista epistemológico, parece claro que quienes
defendían casi con exclusividad los estudios empíricos extraclínicos (y
le reservaban el rótulo de investigación en psicoanálisis) parecían manejar
una concepción positivista e inductivista de las ciencias —que hoy ya
no es de recibo— y desconocer el carácter sui generis del psicoanálisis.
Especialmente considerando las innovaciones metodológicas en el cam-
po de las ciencias sociales, donde, entre otras cosas, se ha aprendido
a sacar conclusiones generales a partir del estudio de ciertos aspectos
estructurales de un caso único e incluso a valorar su uso para falsear una
ley que se creía general. Estos ejemplos son relativamente comunes en
historia, economía, sociología o antropología. Recuérdese, por ejemplo,
ciertos casos célebres como los de Helen Keller o los niños criados en
aislamiento para la comprensión del fenómeno lingüístico.
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Por su parte, los defensores de la investigación empírica, además de
señalar las dificultades de obtener explicaciones legaliformes a partir
de casos individuales (cosa que fue contestada en el final del párrafo
anterior), generalmente comienzan por señalar la privacidad del vínculo
analítico. Esto lo torna más permeable a sesgos subjetivos del investi-
gador, tanto en la observación como en la interpretación, y los vuelve
particularmente propensos al llamado sesgo de confirmación, así como
también más evasivos a los controles de la comunidad científica. La
respuesta aquí —además del concepto de estructuralmente pública21— es
que hace tiempo que los epistemólogos y los científicos saben que toda
observación y toda interpretación, aun en ciencias naturales, conlle-
va cierto sesgo del investigador. La cuestión es si la disciplina cuenta
con una teoría y ciertas técnicas que puedan explicar y controlar ese
sesgo. Y, precisamente, es de destacar que Freud fue de los primeros
investigadores en advertir eso y en tomarlo en cuenta, desde varias de
sus teorías, muy especialmente desde la teoría de la transferencia y la
contratransferencia.
Sin embargo, aun con este alegato por los ec e incluso reconocien-
do el valor insustituible del método clínico como método central de
la investigación psicoanalítica, parece haber buenas razones para no
postular su exclusividad. Antes que nada, porque dentro de los estudios
empíricos han surgido instrumentos que, a diferencia de las primeras in-
vestigaciones paraclínicas (por ejemplo, Eysenck y Wilson, 1973), logran
actualmente hacer su trabajo sin usar categorías exógenas que no nece-
sariamente sirven para contrastar las teorías e hipótesis psicoanalíticas.
2 Esta fue una expresión adjetivante que generé en el artículo aquí releído, referida a la obser-
vación psicoanalítica en sesión. Quiere significar que no se puede decir que esa observación
sea totalmente privada, que solo la perciba el analista. Su estructura también puede ser
revisada por la comunidad a la cual se le transmite el caso, con base en la consistencia con
el resto del caso y su evolución.
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El estatuto epistemológico del psicoanálisis y la investigación psicoanalítica II
Ricardo Navia
Me refiero a estudios como el de Dahl et al. (1988), Maldavsky (2006) y
especialmente —el más reciente— Bernardi (2015).
Una razón epistemológica, fuerte y general, para no negarse a estos
estudios empíricos es expresada magníficamente por Azcona (2018). Me
permito citar extensamente:
No han faltado psicoanalistas que describieran con el mote de «positi-
vistas» a todos aquellos que pretendieron indagar su mismo campo de
fenómenos con métodos diversos al ec psicoanalítico. Paradójicamente,
son ellos los que hacen revivir lo más rancio del espíritu positivista:
¡anteponen el método al objeto! […] Lo que comúnmente suele olvi-
darse, generalmente por parte de los defensores de la exclusividad
de la investigación clínica, es que el tipo de procedimientos a utilizar
debe ser solidario del tipo de problemas que merecen nuestra atención.
Pretender que el procedimiento sea un a priori metodológico es reducir
obstinadamente el abanico de posibilidades. Es autocercenarse tanto
el campo de formulación de los problemas como el de las respuestas
posibles. […] la idea de una «pureza» o «esencia atemporal» psicoana-
lítica contraría la dinámica evolutiva de las disciplinas. […] Asumir una
identidad en constante transformación quizás resulta más productivo y
saludable… (p. 15)
EFICACIA DE LA PSICOTERAPIA PSICOANALÍTICA
Como decíamos al comienzo, fue en gran medida el citado libro de
Grünbaum (1984) el que postuló una relación directa y necesaria entre
validez teórica y eficacia terapéutica. Eso tiene, en parte, fundamento
en la obra de Freud en la que habla de cómo el acierto interpretativo
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hace avanzar los procesos terapéuticos (Freud, 1937/1964), pero la rela-
ción no es tan directa ni necesaria como Grünbaum (1984) la interpretó.
Es conocido que puede haber varias razones que lleven a que, aun con
acierto en las interpretaciones y la conducción del proceso, la cura o la
mejoría del analizando no se produzca: sea porque se ha establecido un
sistema muy fuerte y consolidado de beneficios secundarios; sea porque,
sin perjuicio del acierto teórico e interpretativo, el terapeuta adolece de
otras deficiencias o errores técnicos.
La relativización de ese vínculo que había establecido Grünbaum
(1984), así como el surgimiento de otras posibles fuentes de validación
de la concepción analítica —como los mencionados estudios empíricos
extraclínicos o incluso el descubrimiento de bases neurofisiológicas de
ciertos fenómenos postulados por el psicoanálisis, o, aun, la posibilidad
de mostrar el valor explicativo del psicoanálisis en otras áreas como fe-
nómenos sociales, culturales, etcétera—, llevan a una cierta relativización
del tema de la eficacia terapéutica.
EL ARTÍCULO DE JONATHAN SHEDLER
Pese a que la eficacia terapéutica de las orientaciones psicoanalíticas
no sea ni una prueba necesaria ni tampoco una prueba suficiente de su
validez, es evidente que constituye un aspecto importante que mucho
tiene que ver con su validez como teoría sobre la vida psíquica. En este
sentido, el artículo de Jonathan Shedler La eficacia de la psicoterapia psi-
codinámica (2010) constituye —creo— un momento importante de todo
este tema.
Shedler (2010) comienza exponiendo siete rasgos fundamentales im-
prescindibles para caracterizar una terapia como psicodinámica, a los efec-
tos de no concebir dichos tratamientos de manera equívoca, anacrónica o
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El estatuto epistemológico del psicoanálisis y la investigación psicoanalítica II
Ricardo Navia
simplificada, como considera que muchas veces se ha hecho. A partir de
ahí, en lo medular de su artículo desarrolla varias afirmaciones que resultan
muy significativas y lo hace con sus respectivos respaldos investigativos.
1. Al año de su artículo, Shedler afirma que ya había estudios sobre
eficacia terapéutica y eficacia terapéutica comparada —fundamen-
talmente entre psicoterapia cognitiva conductual (cbt, por su sigla en
inglés) y enfoques analíticos—, que son bastante más abundantes y
refinados que treinta años atrás. Pese a esto, sobre todo hacia el final
del artículo, señala varias direcciones en las cuales dichas investiga-
ciones podrían refinarse en los años próximos (mejor definición de
los cuadros estudiados, ajustes de las muestras y los grupos de con-
trol, etcétera).
2. Esos estudios están logrando superar resistencias de ambos lados:
tanto de los más allegados a la cbt, que preferían mediciones estric-
tamente descriptivas de conductas, como de los defensores de las
terapias psicodinámicas (pdt, por su sigla en inglés), que antes se
mostraban renuentes a esos estudios y se aferraban a la exclusividad
del abordaje clínico de casos individuales. Shedler se basa en investi-
gaciones que producen resultados estadísticos e incluso en metaaná-
lisis que, usando ciertos parámetros categoriales, permiten integrar
los resultados de varios estudios anteriores y llegar a lo que llama
magnitud de efecto (effect size); esta expresa la diferencia de resultados
entre los grupos en tratamiento y de control. La eficacia medida por
la magnitud de efecto se considera escasa si es de 0,2, moderada si es
de 0,5 y amplia si es de 0,8; arriba de eso es muy satisfactoria.
3. Shedler sostiene que, al menos desde fines de los noventa, los estu-
dios y metaanálisis sobre efectos de psicoterapia psicodinámica arro-
jan resultados claramente positivos. Concretamente alude a cuatro
estudios:
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El metaanálisis de Abbass et al. (2006), que incluyó 1431 pacien-
tes (excluyendo sintomatología psicótica y bipolar) con 40 horas
de psicoterapia psicoanalítica, y arrojó una magnitud de efecto
de 0,97. Esta cifra subió a 1,51 cuando se los evaluó nueve meses
después, al finalizar el proceso.
El metaanálisis de Leichsenring et al. (2004), que abarcó 17 inves-
tigaciones sobre terapia psicoanalítica con 21 semanas de trata-
miento, y obtuvo una magnitud de efecto de 1,17 (siempre contra
los grupos de control).
El metaanálisis publicado por Abbass et al. (2009), en el cual se
evaluó la eficacia de procesos breves sobre 1870 pacientes con
trastornos somáticos. Arrojó como resultado una magnitud de
efecto de 0,69 para los síntomas psiquiátricos y de 0,59 para los
síntomas somáticos.
El metaanálisis de De Maat et al. (2009), que en un promedio de
150 sesiones arrojó un efecto de mejora de 0,78 para las patolo-
gías moderadas, que subió a 0,94 al evaluarse luego de tres años
de seguimiento.
4. Shedler pasa luego a estudios que comparan efectos de la psicotera-
pia psicodinámica y la terapia cognitivo-conductual, tratando de mos-
trar que en algunos estudios de los últimos veinte años la primera
tiene mayor eficacia que la cbt. Cita el metaanálisis de Leichsenring y
Leibing (2003), que implicaba 25 estudios de casos de trastornos de
personalidad, sobre tratamientos de psicoterapia dinámica de 37 se-
manas con un seguimiento postratamiento de un año y medio. Ahí la
magnitud del efecto fue de 1,46. Lo compara con cbt de 16 semanas y
un seguimiento de 13 semanas posteriores, donde el efecto fue de 1.
5. Shedler explica que hay también estudios, como el de Bateman y
Fonagy (2008), que estarían mostrando que en pdt se consigue un
cambio estructural y no solo en síntomas. Concretamente, dicho
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El estatuto epistemológico del psicoanálisis y la investigación psicoanalítica II
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estudio muestra que en pacientes borderline la pdt aventaja a la cbt
en remisión a cinco años posteriores con un índice del 13 % frente a
8,7 % en otros tratamientos.
6. Shedler da aun un paso más y afirma que buena parte de los éxitos
terapéuticos de los cbt se deben a que parcialmente adoptan técnicas
o modalidades emanadas de la teoría psicoanalítica. Menciona como
ejemplo los conceptos técnicos de alianza de trabajo y de experiencia.
Para demostrar su origen psicodinámico, usa la Clasificación Q de
procesos psicoterapéuticos (pqs, por su nombre en inglés), un listado
de 100 aspectos técnicos y teóricos de las técnicas de psicoterapia
que, según el uso que de ellos se haga, muestran su procedencia teó-
rica. Así se evidencia que el éxito es mayor cuando el perfil técnico,
reconocida o no reconocidamente, se acerca más al psicoanalítico
que al cbt. Considera que el estudio de Castonguay et al. (1996), en el
que se evaluó la eficacia de la psicoterapia cognitiva de Beck para el
tratamiento de la depresión, ratifica esta conclusión. A partir de ello
infiere que el empleo de la alianza terapéutica y la experiencia, a di-
ferencia de otras técnicas más típicamente cbt, era lo que conseguía
una mejoría sintomática más extendida.
7. Shedler sostiene que los logros y las ventajas de la pdt sobre la cbt
(sobre todo los descritos en los puntos 3 a 6) han sido durante déca-
das esquivos a la investigación. Esto se debe fundamentalmente al
propio diseño de los instrumentos de evaluación, que en su mayoría
tendían a enfocarse solo en los aspectos sintomáticos y descuidaban
los aspectos más estructurales y la promoción de recursos psíquicos
que habilitan un funcionamiento más libre y una mejoría en los vín-
culos que favorecen ese tipo de funcionamiento. Al mismo tiempo,
se reconoce la necesidad de seguir mejorando y enriqueciendo los
sistemas de evaluación y comparación intertécnicas e interteóricas,
así como la apreciación de los resultados de mediano y largo plazo.
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EL MODELO DE LOS TRES NIVELES (3-LM)
DE RICARDO BERNARDI
Bernardi introduce su modelo señalando que una apreciación de la
marcha general del proceso analítico es un elemento coadyuvante. Y
que, sin embargo, ya David Liberman (1972) y José Bleger (1973) habían
señalado que los analistas eluden tal evaluación porque «perdemos la
perspectiva global, para recluirnos demasiado en lo que no logramos mo-
dificar» (Bleger, 1973, p. 319). Señala Bernardi (2015): «mantener unidas
la lucidez necesaria para el insight a la vez que la intensidad emocional del
proceso transferencial-contratransferencial no es una tarea sencilla para
el paciente ni para el terapeuta» (p. 5). Repasa la paradójica relación en-
tre mentalización y apego en la relación analítica y, aludiendo a Fonagy,
señala una peculiaridad muy específica de este vínculo: «al intentar com-
binar mentalización y apego, la psicoterapia se propone lograr una for-
ma única y paradójica de funcionamiento mental» (Bernardi, 2015, p. 6),
lo cual puede estar explicando la dificultad ya advertida por Liberman
(1972) y Bleger (1973) para evaluar la situación.
El modelo de los tres niveles es un procedimiento propuesto como
una guía para la «observación de los cambios en materiales clínicos de
pacientes adolescentes o adultos» (Bernardi 2015, p. 10) en el mediano
y largo plazo. Para ello, se pautan reuniones de evaluación del material
clínico en el seno de grupos de ocho a quince analistas, en tres grupos
de reuniones prolongadas y sucesivas a lo largo del proceso terapéutico.
En ellas se promueven evaluaciones en tres niveles, que avanzan desde
la descripción fenomenológica del material, pasan por las dimensiones
diagnósticas y llegan a un nivel de testeo de hipótesis explicativas de los
cambios observados.
En el primer nivel, a partir del relato del analista, «se procura la ob-
servación y descripción fenomenológica de los cambios del paciente»
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El estatuto epistemológico del psicoanálisis y la investigación psicoanalítica II
Ricardo Navia
(Bernardi, 2015, p. 9), incluidos los elementos contratransferenciales.
Para ello se propone una serie preestablecida de preguntas que orientan
la discusión grupal. Se procura focalizar en aquellos temas que tienen
una resonancia especial en el analista y en los miembros del grupo; estos
servirán «de fondo sobre el que es posible identificar los cambios ulterio-
res» (Bernardi, 2015, p. 9). En el segundo nivel se hace foco en identificar
cuáles son los aspectos que están cambiando en la experiencia subjetiva
y en el relacionamiento del analizando, y cómo esto repercute en el fun-
cionamiento general del paciente y de sus vínculos. En el tercer nivel el
objetivo «es discutir los aspectos teóricos implícitos en las intervenciones
del analista y en las contribuciones de los participantes, buscando cuáles
hipótesis teóricas o estrategias interpretativas resultan más ajustadas al
material» (Bernardi 2015, p. 10) y a la evolución del analizando.
Este modelo —que en mi calidad de no psicoanalista no puedo apre-
ciar ni evaluar a cabalidad— resulta, desde el punto de vista epistemológi-
co, especialmente interesante por cuanto se propone evaluar la evolución
de tratamientos desde grupos de discusión con distintas orientaciones
analíticas, usando algunas preguntas significativas y pluridimensionales
preestablecidas, pero con especial cuidado respecto a no alterar, sino fa-
cilitar, la relación analítica. Parece orientado justamente a respetar las
particularidades especiales del vínculo analítico, sin dejarlo puramente
librado a la intuición personal del terapeuta, para beneficiarse de una
tercera mirada plural, pero respetuosa. Apunta precisamente a satisfacer
cierta demanda de objetividad y contrastación suprapersonal, en un cam-
po tan sui generis, sin alterar ni desconocer la especialísima naturaleza de
la relación entre el inconsciente de los dos protagonistas centrales del
proceso.
Una revisión mínimamente panorámica de esta temática debería ha-
ber incluido algún análisis del trabajo de Fonagy (2015), The effectiveness
of psychodynamic psychotherapies: an update, pero no quisimos extender
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esta relectura, que solo pretende hacer una primera aproximación a este
conjunto de investigaciones.
CONCLUSIONES GENERALES
Para concluir este trabajo, a continuación presento mis conclusiones
generales. Las tres primeras coinciden bastante, de hecho, con algunas de
las afirmaciones de Shedler.
1. Hacia el año 2010 ya había estudios sobre eficacia terapéutica y efica-
cia terapéutica comparada —fundamentalmente entre cbt y enfoques
analíticos pdt—, que son bastante más abundantes y refinados que
treinta años atrás. Pese a esto, sobre todo hacia el final del artículo,
Shedler señala varias direcciones en las cuales dichas investigacio-
nes podrán refinarse en los años próximos (mejor definición de los
cuadros estudiados, ajustes de las muestras y los grupos de control,
etcétera).
2. Dichos estudios están logrando superar resistencias de ambos lados:
tanto de los más allegados a la cbt, que preferían mediciones estricta-
mente descriptivas de conductas, como de los defensores de las pdt,
que antes se mostraban renuentes a esos estudios y se aferraban a la
exclusividad del abordaje clínico de casos individuales.
3. Al menos desde fines de los noventa, los estudios y metaanálisis so-
bre la eficiencia de la psicoterapia psicodinámica arrojan resultados
crecientemente positivos.
4. Sigo creyendo que el método clínico de ec y de discusión con su-
pervisores y con la comunidad analítica continúa siendo el método
principal de investigación en psicoanálisis, dado el carácter sui ge-
neris de la disciplina y del vínculo que su tarea supone. Sin perjuicio
de esto, todas las demás formas de investigación pueden colaborar
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El estatuto epistemológico del psicoanálisis y la investigación psicoanalítica II
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con el desarrollo de la teoría y la práctica psicoanalíticas, ya sean
los estudios empíricos extraclínicos, los estudios de neurociencias o
los trabajos de análisis y exploración teóricas como los que fueron
señalados.
5. El modelo 3-Ml de Bernardi resulta especialmente innovador e in-
teresante en tanto aparece dirigido justamente a respetar las parti-
cularidades especiales del vínculo analítico, sin dejarlo puramente
librado a la intuición personal del terapeuta. Intenta beneficiarse de
una tercera mirada plural, apuntando precisamente a satisfacer cierta
demanda de contrastación suprapersonal, en un campo tan sui gene-
ris, sin alterar ni desconocer la especialísima naturaleza del vínculo
analítico.
§
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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