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EL CUERPO Y EL DOLOR:
ABORDAJE DE PACIENTES
EN PSICOLOGÍA MÉDICA
THE BODY AND PAIN: AN APPROACH TO PATIENTS
IN MEDICAL PSYCHOLOGY
O CORPO E A DOR: ABORDAGEM DE PACIENTES
EM PSICOLOGIA MÉDICA
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 4
(1), enero-junio 2023, pp. 71-86.
ISSN: 2730-4833 (papel), 2730-4957 (en línea). DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/4.1.5
Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo
BENTANCOR, A. M., JURADO, F. y MORALES, N. (2023). El cuerpo y el dolor: abordaje
de pacientes en Psicología Médica.
Equinoccio. Revista de psicoterapia psicoanalítica,
4
(1), 71-86. DOI: doi.org/10.53693/ERPPA/4.1.5
Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0)
Recibido: 14/3/2023
Aceptado: 18/4/2023
Ana María Bentancor
Facultad de Medicina,
Universidad de la República
Montevideo, Uruguay
Correo electrónico:
anabentancor11@gmail.com
ORCID: 0000-0003-0928-3767
Florencia Jurado
Asociación Uruguaya
de Psicoterapia Psicoanalítica
Montevideo, Uruguay
Correo electrónico:
flojurado01@gmail.com
ORCID: 0000-0002-4136-9547
Nicolasa Morales
Facultad de Medicina,
Universidad de la República
Montevideo, Uruguay
Correo electrónico:
nicolasamorales@fmed.edu.uy
ORCID: 0000-0002-2881-8061
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Resumen
El dolor crónico es experimentado por sujetos según la singular manera de procesar
los eventos que involucran a su cuerpo. La atención a los fenómenos transferenciales y
contratransferenciales ha permitido el corrimiento de la mirada centrada exclusivamen-
te en el paciente y sus afecciones, hacia el espacio interpersonal que surge en la relación
con este. Este concepto ha generado aportes enriquecedores que pueden favorecer la
relación asistencial entre las especialidades médicas y los pacientes, especialmente en
aquellos que implican altos grados de complejidad o que han sido denominados como
difíciles. Este artículo describe aspectos del abordaje del dolor crónico en una policlínica
interdisciplinaria.
Palabras clave: psicoanálisis, dolor, interdisciplina, relación médico-paciente.
Abstract
Chronic pain is experienced by subjects according to the singular way of
processing the events that involve their body. Attention to transference and
countertransference phenomena has allowed a gaze shift from focusing exclusively
on the patient and their conditions, towards the interpersonal space that arises in
the relationship with them. This concept has generated enriching contributions that
favor the care relationship between medical specialties and patients, especially those
involving high degrees of complexity or deemed ‘difficult’. This article describes
aspects of chronic pain management in an interdisciplinary polyclinic.
Keywords: psychoanalysis, pain, interdisciplinary, doctor-patient relationship.
Resumo
A dor crônica é experimentada pelos sujeitos de acordo com sua singular
forma de processar os eventos que envolvem o seu corpo. A atenção aos fenômenos
de transferência e contratransferência permitiu o deslocamento do olhar focado
exclusivamente no paciente e suas afeições, para o espaço interpessoal que surge na
relação com o paciente. Este conceito gerou contribuições enriquecedoras que podem
propiciar a relação assistencial entre as especialidades médicas e os pacientes, em
especial aqueles que acarretam altos graus de complexidade ou foram denominados
como difíceis. Este artigo descreve aspectos da abordagem da dor crônica em uma
policlínica interdisciplinar.
Palavras-chave: psicanálise, dor, interdisciplina, relação médico-paciente.
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INTRODUCCIÓN
Desde sus inicios y hasta la actualidad, el psicoanálisis se ha preo-
cupado por mantener el diálogo con lo social, lo cultural y lo político. Y
lo ha hecho al integrar elementos de cada época y articularlos con otros
saberes y disciplinas. Tal como plantea Hernández (2016), Freud entre-
cruzó la medicina, la psicología, la filosofía, la antropología y la literatura
para elaborar sus propias hipótesis. Hoy en día, esta forma de concebir el
psicoanálisis permanece y es parte de su propia forma de ver y entender
el mundo en el que vivimos.
Además de señalar los problemas que trae el paradigma reduccionis-
ta y organicista de los procesos de salud-enfermedad-atención-cuidados,
también se han desarrollado alternativas para la comprensión de dichos
procesos. Cassell (1976) es uno de los autores que realizan un aporte en
este sentido; él traza la diferenciación entre la enfermedad (disease) y el
padecimiento (illness). La primera alude al hecho biológico, y el segundo,
a la experiencia que transita la persona. Desde esta premisa se viene
desarrollando la psicología médica en su tarea asistencial, docente y de
investigación: buscando una mirada integral y aunando los enfoques de
las ciencias médicas, la psicología y las ciencias sociales.
Como campo disciplinar, la psicología médica se nutre de distintos
y variados cuerpos teórico-prácticos; el psicoanálisis es uno de los más
influyentes. El esfuerzo por comprender la experiencia subjetiva de cada
paciente ante los procesos de salud-enfermedad implica desafiar la di-
visión mente-cuerpo. Esto permite generar estrategias específicas en la
atención, adaptadas a las realidades de cada uno. Asimismo, la especial
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consideración de los fenómenos transferenciales y contratransferenciales
que se ponen en juego tanto con pacientes como con equipos asisten-
ciales ha permitido el corrimiento de la mirada centrada exclusivamente
en el paciente hacia el espacio interpersonal que surge en la relación
de ambos. Ello ha supuesto un avance en la calidad de la atención y los
cuidados.
Desde el campo clínico, especialmente a partir del psicoanálisis y de
los aportes de la psicosomática, se puso de manifiesto el interés por los
procesos psíquicos que pueden jugar un papel en la enfermedad física, y
no solo mental. El interés inicial se centró en indagar el papel causal de
lo psíquico sobre lo somático, pero, a medida que se empezó a concebir
a los fenómenos de la salud de manera multicausal, este interés se ha
desplazado hacia la participación de los factores psicológicos en la pro-
gresión de las enfermedades.
El dolor crónico y el abordaje de los pacientes con dicho padeci-
miento resultan un gran desafío para la medicina a lo largo de la historia;
fundamentalmente, en la medicina moderna, caracterizada por la hiper-
especialización y la tecnologización. Tradicionalmente, el paciente con
dolor orientaba al médico en la búsqueda de procesos patológicos desen-
cadenantes. Lo que la clínica ha evidenciado, al igual que la investigación
en dolor crónico, es que dicha condición resulta en una compleja multi-
causalidad, que va más allá de los complejos procesos que involucran la
fisiopatología del dolor que ya conocemos. Tomemos como ejemplo a
una persona que padece dolor de manera persistente y que le ocasiona un
grado considerable de discapacidad, pérdida de funcionalidad y calidad
de vida. Tal padecimiento puede suceder en ausencia de procesos patoló-
gicos (biomédicos) que expliquen suficientemente tal repercusión.
La definición de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor
(iasp, por su nombre en inglés), reformulada en 2020, da cuenta de lo an-
terior: «El dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable
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asociada o similar a la asociada con daño tisular real o potencial» (Raja et
al., 2020, p. 3). De ella se desprende la dimensión subjetiva de la vivencia
del dolor, al estar estrechamente relacionada con la experiencia de cada
persona y la singular manera de procesar los eventos y las circunstancias
que involucran a su cuerpo. Se destaca, además, que el daño implicado
pueda ser real o potencial.
Si bien no existe un tipo de personalidad tendiente a padecer o croni-
ficar el dolor, podemos encontrar algunas características clínicas comu-
nes en aquellas personas que lo padecen. Entre ellas, destacamos:
Una biografía o curso de vida con elementos de trauma (en ocasiones
trauma complejo) en la infancia.
Vivencias de abandono de las figuras de cuidado y dificultades tem-
pranas en el procesamiento y la expresión del mundo emocional.
Aparición de un tipo de dolor principal al que pueden verse asociadas
otras molestias somáticas características.
Insistencia en la búsqueda de ayuda profesional para obtener un
diagnóstico. Esto conduce a historias clínicas extensas con múltiples
consultas a especialistas y realización de paraclínica —algunas ve-
ces— invasiva para arribar a un diagnóstico que parece no explicar
la intensidad ni la repercusión de la dolencia. En esa búsqueda de
soluciones se recurre —en ocasiones— a cirugías, en las que se de-
positan expectativas elevadas, que suelen generar grandes frustracio-
nes cuando los resultados no son los esperados o, peor aun, cuando
agravan el padecimiento.
Claramente, la medicina centrada en la mirada biomédica no puede,
por sí sola, dar cuenta o resolver este desafío que presenta la experien-
cia del dolor crónico. Existe un consenso cada vez mayor respecto a
la crítica que realiza Menéndez (2005) sobre el modelo médico hege-
mónico. En este, los procesos de salud-enfermedad son comprendidos
desde una mirada acultural y ahistórica, donde la singularidad humana
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Ana María Bentancor, Florencia Jurado y Nicolasa Morales
escapa al foco de atención que se centra en los procesos biológicos
generalizables.
Resulta necesario el trabajo multi e interdisciplinario para poder acer-
carnos con diferentes focos y miradas a una problemática altamente fre-
cuente en la práctica médica. Además, como venimos planteando, esta pro-
blemática surge y se cronifica a partir de una multicausalidad de factores.
VIÑETA CLÍNICA
La viñeta clínica que presentamos a continuación corresponde al
trabajo realizado en una policlínica interdisciplinaria para pacientes con
dolor crónico dentro del Hospital de Clínicas Dr. Manuel Quintela. Dicha
policlínica está integrada por diferentes especialidades, que articulan sus
saberes y prácticas en torno a la situación particular de cada paciente que
es derivado: medicina interna, anestesiología, medicina física y rehabili-
tación, psicología médica, psiquiatría, neurocirugía, neurología, trauma-
tología y toxicología.
María1 concurre frecuentemente a la puerta de emergencia con que-
jas somáticas y dolor lumbar como síntoma principal. Desde allí es cal-
mada con analgésicos y algunos opioides débiles. También se le realizan
estudios paraclínicos, en los que se descartan posibles patologías de base.
Es referida a algunas especialidades médicas para realizar consultas de
seguimiento y otros estudios que se consideren pertinentes. En su histo-
ria clínica tiene un largo antecedente de consultas y de procedimientos,
algunos invasivos, que no logran calmar su dolor ni disminuir su deman-
da de atención. Tampoco se encuentra una explicación orgánica que dé
1 Se modifica el nombre de la paciente involucrada a los efectos de salvaguardar la identidad y
preservar el anonimato.
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cuenta de la presencia de una causa fisiológica que explique suficiente-
mente bien los síntomas, quejas y nivel de dolor de María. En alguna de
todas estas consultas se solicita la valoración de la unidad de Psicología
Médica. Al tomar contacto con María, allí se le pide que relate su historia
en relación con sus dolores físicos. A partir de ello, nos detenemos en
algunos momentos y exploramos el contexto en el cual se desarrollaban
dichos dolores. Esto nos conduce a indagar en el relato del curso de vida
y biografía de María.
Así surge la historia de una niña criada por una abuela materna y,
posteriormente, por una tía (descrita con características hostiles y desa-
fectivizada), a la que siempre llama mamá. A su madre biológica la des-
cribe como «la que me tuvo». La figura paterna surge más tarde en su
vida. Al conocer la identidad de su padre, María descubre que él había
conformado otra familia y que, de hecho, tiene varios hermanos por esa
línea. Recién toma contacto con ellos una vez que su padre fallece. Para
ese entonces, ella ya era una persona adulta, casada y con un hijo. La fa-
milia de su esposo se constituye como su familia, a tal punto que, cuando
se separa, él se va de la casa y ella se queda viviendo con ellos, junto a su
hijo. Previo a su matrimonio, había convivido con la familia de una amiga,
a quien se refiere como «hermana de la vida»; allí también encuentra una
familia que la adopta como integrante.
El fallecimiento de su padre biológico y de su suegro (al que quería
como a un padre) ocurren en el mismo año, con un breve lapso de tiempo
entre uno y otro. Se comienza a observar que el procesamiento de estos
duelos resulta sumamente difícil para María, ya que le hacen replantearse
cuestiones de su propia identidad. De hecho, recuerda que cuando era
niña la llamaban por su segundo nombre, mientras que en la etapa adulta
se hace llamar por su primer nombre. Cabe destacar que reconoce este
hecho en el transcurso de las entrevistas con Psicología Médica, sin ha-
berlo registrado en oportunidades anteriores.
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ABORDAJE DEL CASO
Las intervenciones realizadas desde el equipo de Psicología Médica
se desarrollan con un abordaje interdisciplinario (policlínica interdiscipli-
naria) para el tratamiento de su dolor crónico. Esto incluye: tratamien-
to médico, rehabilitación física y procedimientos intervencionistas mí-
nimamente invasivos. Dichas intervenciones se nutren, entre otros, de
los aportes de Fiorini (1977). Desde una visión psicodinámica, se buscan
comprender los determinantes actuales de la situación por la que atra-
viesa el paciente. Definitivamente, no se trata de dejar de considerar los
factores históricos que intervienen, sino, además, de poder «aprehender
la estructura de la situación transversal» (Fiorini, 1977, p. 23) en la cual
se actualizan los determinantes que generan la situación de enfermedad
actual.
Desde Psicología Médica, las intervenciones apuntan a buscar, en la
historia de María, una versión más ampliada y cohesiva de su identidad.
Se trabaja sobre los aspectos que le permitan autopercibirse con mayores
niveles de autonomía y de control sobre sí misma, para disminuir su nivel
de discapacidad y potenciar aspectos saludables. Asimismo, se indaga en
la identificación de las emociones y su expresión, para lograr un proceso
elaborativo que rompa con ese circuito de expresión somática de sus vi-
vencias. Se favorece, así, la autoevaluación y se estimula la mirada sobre
sí en su relacionamiento con otros.
Todo esto ocurre en el contexto de un vínculo estable, empático y
continente, con un manejo de la distancia afectiva, que permite y tolera
los movimientos regresivos y defensivos que se presentan en la evolu-
ción. En efecto, ello se hace posible al generar un ambiente permisivo
y contenedor —en la línea que plantea Fiorini (1977)—, que habilita la
expresión de temores, deseos y fantasías.
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Actualmente, María se encuentra estable en cuanto a sus síntomas,
ha logrado disminuir y discontinuar, incluso, algunos fármacos. Realiza
actividades de disfrute propias, con sentimientos de culpa menos inten-
sos por no realizar otras obligaciones (cuidado de otros). Esto promue-
ve, a nivel familiar, un nuevo relacionamiento más acertado, al favorecer
la comprensión de lo que sucede en términos de síntomas y conductas
de enfermedad. Su dolor puede ser expresado en palabras, lo que gene-
ra un corrimiento de su cuerpo. Escribe frecuentemente, y de manera
espontánea, acerca de cómo se siente, permitiéndose explorar su dolor
emocional. Sus consultas son cada vez más esporádicas y solamente de
seguimiento con el equipo de la policlínica que la asiste.
Podemos pensar que María, por diversas situaciones de su historia de
vida y desarrollo, presenta fallas en su estructuración psíquica, ya que,
al presentar mucha inestabilidad, no ha logrado formar un yo cohesivo.
El medio circundante en el que María se ha desarrollado no ha podido
responder empáticamente a sus necesidades ni proveer aquello que re-
quería en cada etapa de su evolución psíquica para su adecuado desa-
rrollo emocional. Como consecuencia de estas fallas del ambiente, hay
ciertas funciones o capacidades que no se desarrollaron normalmente
o que faltan. Al no poder elaborar y simbolizar sus angustias mediante
la palabra, estas se han manifestado en el cuerpo. Podemos pensar que
María se constituyó con un déficit en el sentimiento de seguridad básica.
No le resulta posible sentirse plena y segura respecto de sí misma y tiene
dificultades en su autorregulación emocional, así como en su autoestima.
En este aspecto, nos gustaría aclarar que entendemos la estructura-
ción psíquica de María desde otro paradigma, a nivel metapsicológico,
que no es el del psicoanálisis clásico. No hablamos del conflicto intrapsí-
quico entre la defensa y el deseo que genera el síntoma, o de los conflictos
entre las distintas instancias del aparato psíquico (modelo intrasubjetivo),
sino que lo pensamos desde un modelo intersubjetivo. Ambos modelos
80
son complementarios: por momentos, podemos pensar el caso de María
desde un modelo intersubjetivo, y, por otros, desde un modelo intrapsí-
quico. Cuando nos referimos a su dificultad para elaborar los duelos por
la muerte de las figuras paternas en su vida, podemos pensarlo en tér-
minos de conflicto intrapsíquico. Mientras que, cuando pensamos en su
dificultad para autorregularse, calmarse y tolerar la vivencia dolorosa, lo
intersubjetivo aporta a la comprensión desde las fallas que imprimieron el
sello de la ausencia de figuras tranquilizadoras en su entorno.
TRANSFERENCIA Y CONTRATRANSFERENCIA:
CONCEPTOS QUE FACILITAN LAS RELACIONES
DIFÍCILES EN LA MEDICINA
Al igual que la gran mayoría de los pacientes que son asistidos en
una unidad de dolor crónico, María representa un desafío para el equipo
interdisciplinario. No solo por la sintomatología, sino también por lo que
implica la relación médico-paciente. En este sentido, se plantea que un
paciente con dolor crónico es un paciente difícil por su complejidad clíni-
ca, así como también por la intensidad emocional que se despliega en la
relación.2 Los conceptos de transferencia y contratransferencia nos ayudan
a echar luz sobre este aspecto.
En la literatura académica el término paciente difícil se utiliza para ha-
cer referencia a lo que sucede en casos como el citado. El equipo se siente
desbordado en su habitual manera de relacionarse con los pacientes y
se genera una sensación de rechazo y malestar. O’Dowd (1988) define a
los llamados pacientes difíciles como un «grupo heterogéneo de pacientes,
2 El concepto de paciente difícil queda limitado a lo que se ha observado y estudiado en el
contexto de la relación médico-paciente, y es desde ese paradigma que lo utilizamos en el
abordaje del dolor crónico, así como también en otras situaciones médicas.
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frecuentemente afectados por enfermedades relevantes, cuyo único ras-
go común es la capacidad de producir distrés en el médico y en el equipo
asistencial» (p. 528).3
Este tipo de pacientes son quienes requieren de respuestas exage-
radas de las personas del entorno para poder mantener su homeostasis.
Consideramos, al igual que Agreda y Yanguas (2001), que depositar la
etiqueta de difícil en un paciente puede tener que ver, sobre todo, con una
necesidad del equipo de deslindarse de la responsabilidad que le toca al
profesional en el encuentro humano, o sea, en la relación médico-pacien-
te. En virtud de lo anterior, preferimos utilizar el término relaciones difíciles
médico-paciente.
Desde el comienzo del abordaje con María se planteó un encuadre
de trabajo con objetivos claros, unificados para todos los integrantes del
equipo y en acuerdo con la paciente. Cada vez que surgía la posibilidad
de una transgresión, impulsada por los movimientos regresivos que ocu-
rrían en el transcurso del tratamiento, se hacía referencia al encuadre de
trabajo acordado. Contratransferencialmente, generó en el equipo senti-
mientos intensos a los cuales se debió prestar atención para manejarlos
y no contraactuarlos.
La transferencia, como fenómeno de la vida psíquica, está presente
permanentemente y ocurre de manera inconsciente. Esto puede verse
en nuestra práctica cotidiana, cuando el paciente transfiere sus viven-
cias pasadas hacia la figura del médico. Estas se presentan como afec-
tos que dan cuenta de emociones tales como amor, odio, ambivalencia
y dependencia. Cuanto más significativa sea para el paciente la relación
que se establezca, más posible será que este fenómeno suceda. El modo
como sea percibido y recibido también puede determinar el tipo de rela-
ción. A veces puede ser interpretada como algo negativo y, por lo tanto,
3 La traducción es nuestra.
82
colaborar en el deterioro de la conexión que se pueda establecer en dicha
relación. En cambio, cuando se despliega en su faceta positiva, puede
colaborar en la promoción de una relación y conexión favorable en la
relación médico-paciente.
Si bien el modo transferencial predominante de María con el equipo
estuvo dentro del polo positivo, observamos que muy frecuentemente
su invitación era a promover modos vinculares anteriores. Es así que se
presentaron movimientos regresivos transferenciales que recrearon en y
con la figura del médico conductas infantiles de dependencia, al buscar
la protección materna o paterna que tal vez no obtuvo en situaciones
similares en su pasado.
En el pedido de ayuda asistencial de María, la búsqueda de figuras
paternas era una constante; sobre todo, como forma de manejar las emo-
ciones intensas que desencadenó el duelo por la pérdida de su padre
biológico y de su figura paterna elegida (suegro). La situación de pérdida
de salud y la condición de enfermedad, aguda o crónica, colocan a la per-
sona en una condición de vulnerabilidad y reacomodación, en la cual re-
curre a mecanismos y formas de funcionamiento psíquico conocidas para
sí y que se ponen en marcha ante situaciones de amenaza como estas.
La conducta del paciente puede mostrarse regresiva; es entonces
cuando el fenómeno de la empatía juega un papel fundamental. Cuando
se realizan determinadas puestas de límites para preservar el cuidado, se
pueden transferir a la figura del médico afectos o vivencias que pueden
revestir características malignas o benévolas. Por ejemplo, disminución
de ingesta de determinados fármacos, restricciones, cambios en el estilo
de vida (realizar ejercicio, hábitos saludables de alimentación). Ello puede
ser interpretado o entendido como una medida de cuidado o, por el con-
trario, como un castigo.
La clásica expresión «Estoy en sus manos» de algunos pacientes ha-
cia sus médicos tratantes da cuenta de movimientos regresivos y del nivel
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de confianza puesto en esas figuras, tal vez idealizadas y cargadas de
omnipotencia para el paciente, como lo fueron sus figuras paternas en la
infancia. O, por el contrario, se pueden constituir en figuras persecutorias,
castradoras y abandónicas, tal como el paciente puede haber experimen-
tado a sus figuras parentales, posiblemente. Escuchamos expresiones ta-
les como «Era su conejillo de Indias», «No me vio más, me abandonó».
En el caso de María, una frase que repetía con frecuencia era: «Ustedes
me cambiaron la vida», lo cual da cuenta de una vivencia inédita de gran
impacto, pero a su vez de contención y sostén afectivo.
En la viñeta planteada, pensamos que la situación transferencial gi-
raba en torno a la búsqueda de aceptación. Al colocarse en el lugar de
buena paciente - buena hija, esperaba encontrar el lugar de afecto que
frecuentemente venía solicitando mediante su sintomatología. Sus viven-
cias traumáticas con las figuras de apego se ponían en escena a través del
dolor somático como mensaje. Y la validación de este por esas nuevas
figuras de cuidado (equipo médico) significaban, para María, la respuesta
que esperaba desde el entorno.
El otro polo de la relación, la contratransferencia —que también es
un proceso inconsciente—, ocurre cuando el médico responde a la trans-
ferencia del paciente de un modo similar. La transferencia de afectos, tan
intensos como la dependencia o la idealización, pueden promover en la
figura del médico sentimientos de grandiosidad y omnipotencia, y que
se sienta alimentado en su narcisismo por el paciente. Del mismo modo,
puede ser depositario de los sentimientos de hostilidad ante la amenaza
del abandono o por no haber brindado calma de la manera que se espe-
raba. Ello puede hacer contraactuar al profesional de la salud en términos
de protegerse, aislarse, abandonar al paciente o devolver su hostilidad
con actuaciones cruentas, de las cuales, por supuesto, no percibe la cone-
xión inconsciente, solamente experimenta el afecto, pero no puede unirlo
a su conducta.
84
En el concepto de transferencia idealizada, Kohut (1999) describió las
transferencias que corresponden a la reactivación de las estructuras de-
fectuosas del self por regresión. De esta manera, se intenta reencauzar el
proceso de desarrollo a través de la transferencia. La transferencia ideali-
zada es reactivada por la regresión en la que María se encuentra y la tras-
lada al equipo. Lo que se observa en el tratamiento es la necesidad de la
paciente de compartir la fuerza y la calma de un objeto del self admirado
(equipo asistencial).
CONSIDERACIONES FINALES
De lo expuesto hasta ahora, creemos relevante destacar la importancia
que tiene el diálogo con el psicoanálisis para el trabajo desde la psicología
médica. Este le provee una mirada particular de rescate de la subjetividad
en un contexto que tiende aún hacia el organicismo. Provee, de hecho,
no solo el diálogo del psicoanálisis con la psicología médica, sino también
con otras disciplinas dentro de la salud, con los diferentes actores en una
institución tan compleja como lo es un hospital y con la revisión constante
sobre el sí mismo y el impacto del otro en nuestra propia subjetividad.
Cada momento sociohistórico produce determinadas subjetividades,
distintas formas de ser y estar en el mundo, así como determinadas pa-
tologías. Los pacientes con dolor crónico son pacientes con estructuras
frágiles y fallas en su estructuración psíquica y en su sentimiento de se-
guridad básica. Desde el modelo intersubjetivo, para el abordaje de estos
pacientes se considera que el vínculo construido en la relación asisten-
cial es muy importante para una mejor adaptación a la enfermedad y la
adhesión al tratamiento, así como para la evolución del dolor, que, como
vimos, va más allá de la entidad en sí misma.
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La terapéutica desde psicología médica —es decir, las intervenciones
que se realizan en el contexto hospitalario— implica una teoría y una
praxis específicas que requieren de una formación particular. Las carac-
terísticas del contexto de una policlínica, la multiplicidad de variables y
disciplinas intervinientes, la fuerza de los movimientos transferenciales y
contratransferenciales, por nombrar algunos, vuelven pertinente un abor-
daje focalizado, en múltiples niveles y con intervenciones dirigidas hacia
diversos actores.
El territorio del hospital es distinto al del consultorio, efectivamente.
Salcedo (2015) pregunta si es posible que el psicoanálisis se traslade a
escenarios colectivos, instalados por sus propias dinámicas de poder. La
respuesta no está cerrada. El propósito es compartir parte de la tarea que
se realiza cuando ponemos a dialogar el psicoanálisis con múltiples cam-
pos disciplinares en un escenario que requiere de un encuadre distinto,
para así plantearnos nuevas preguntas.
La complejidad y multicausalidad de estas situaciones clínicas, donde
el abordaje del dolor se torna foco de intervención, deja en evidencia la
necesidad del diálogo entre distintas disciplinas.
§
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